00. Mi isla

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Observe el fuego frente a mi atentamente, en silencio como todas las noches. Las llamas eran la única iluminación en la isla, aunque no me permitían ver mucho mas alla de los arboles frente a mi.

Un ruido se hizo presente y fruncí el ceño.

Automáticamente pensé que provenía de algún pequeño animal, pero descarte la idea al ver una luz a lo lejos. Me levante velozmente de la roca en la que estaba sentada y me encamine hacia aquella fogata.

Al llegar, un tanto asustada me escondí tras una palmera, ocultándome del grupo de personas frente a mi. Era la primera vez que veía personas luego de años, ¿que estarían haciendo aquí?

Iba a retroceder para alejarme, pero di un paso en falso e hice crujir un pedazo seco del tronco de un árbol. Los chicos a poca distancia giraron sus cabezas en mi dirección. Los que identifique como hombres tuvieron una pequeña disputa antes de que uno de ellos se acercara al lugar dónde yo aun me mantenía oculta.

Trague saliva duramente y cerré los ojos fuertemente a la espera de ser hallada.

Un grito de susto sobresalto a todos en la isla.

— ¡Oh, mierda!

Abrí los ojos, encontrándome a un chico rubio frente a mi. El me miro a los ojos manteniendo una mano sobre su pecho debido al susto.

— ¡¿JJ? ¿que demonios sucede?! — inquirió una voz femenina.

— ¡No estamos solos! — le respondió también en un grito.

Me quede estática en mi lugar mientras el resto del grupo se acercaba a nosotros dos. Todos me miraron sorprendidos, quizás por mi vestimenta la cual era a base de pedazos de tela que terminaban por equivocación en la isla, o por mi aspecto descuidado, no lo sabia.

— ¿Quien eres? — pregunto una chica rubia.

— Yo... soy Leah — titubee un poco al contestar. No sabia si podía confiar en ellos.

— Chica, ¿que demonios te sucedió? — pregunto una morena con trenzas en la cabeza, mirándome de arriba abajo.

— ¿Ustedes que hacen en mi isla? — finalmente reaccione y di dos pasos hacia atrás. Había estado en shock por unos minutos, ya que volver a ver personas luego de tanto tiempo me parecía sorprendente y extraño. Pero la realidad era que eran desconocidos y por ahora poco confiables.

— ¿Tu isla? — esta vez hablo un castaño pecoso, mostrandose confundido.

— Vivo aquí, y durante mucho tiempo fui solo yo. Esta es mi isla — explique brevemente y los señale —. Respondan. ¿Que hacen aquí?

— Somos náufragos — respondió el rubio del grupo. No pase desapercibido el tono de burla en su voz.

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