《 Veinte》



♡  No lo aparenta pero en realidad él se fija en los pequeños detalles.



Desde que la renovada Liga de Villanos —ahora Frente de Liberación Paranormal— estableció su ubicación de forma permanente, las visitas se volvieron mucho más complicadas para ________________.

Seguia siendo relativamente fácil ir a su encuentro aún cuando se escondían en aquel depósito abandonado o cualquiera de sus posteriores guardias, pero en realidad, sin Kurogiri las cosas ya no eran tan sencillas. Cuando vivieron hasta hace poco en aquel bosque a las afueras, tuvieron que idear miles de maneras para que ________________ llegara desapercibida y pudiera abastecerlos de víveres, además de brindarle compañía a Shigaraki.

Actualmente todos residían en la gigantesca mansión del FLP y a pesar de que ________________ no pudiera llegar con la misma facilidad que antes, estaba feliz por todo lo que La Liga había logrado. Sabia que ellos ya no pasarían hambre y ahora tenían una cama a la que ir todas las noches, eso bastaba para dejar tranquilo a su preocupado corazón.

Aquella mañana, ________________ paseó por los corredores de la inmensa mansión del FLP, aún no lograba acoplarse a las dimensiones del lugar y daba vueltas con facilidad, la última vez Twice tuvo que buscarla porque se perdió en la planta alta, ese lugar era mucho más grande que cualquier otro escondite que habían tenido.

Consiguió llegar a la habitación de Tomura gracias al mapa que Himiko le dibujó con ayuda de Twice, sus dibujos parecían pictogramas primitivos y tenían una caligrafía jeroglífica horrible, pero de alguna forma entendió el rumbo que debía tomar.

________________ no sé molestó en anunciar su llegada, simplemente abrió la puerta y entró, después de todo la única persona que ingresaría a la habitación del jefe sin tocar antes era ella.

Admiró unos segundos la pieza de su pareja, enorme en verdad, mucho más grande que cualquier otra recámara en la que Tomura hubiera habitado antes. Le gustaba la suave alfombra azul militar que revestía el suelo en su totalidad, las repisas aunque vacías le daban un lindo toque al lugar, tampoco es como que él tuviera demasiadas pertenencias, incluso el enorme armario que tenía debería quedarle grande a las dos o tres prendas que usaba comúnmente su novio.

Tomura podía escatimar en todo, menos en sus preciados videojuegos, podían haber estado viviendo bajo un puente pero él debería tener mínimamente su ordenador al lado. Por lo que a ________________ no le sorprendió realmente que su pareja tuviera el último modelo de cada consola de su preferencia, darle una extensión de tarjeta no fue de las mejores ideas que Redestro pudo haber tenido.

La pálida cabellera de Shigaraki resaltaba entre la oscura decoración, estaba sentado frente a la computadora, extrañamente leyendo alguna noticia o articulo en vez de jugar una partida.

________________ apoyó sus manos sobre los hombros de Tomura, alisando suavemente el traje oscuro que vestía. Tenía buen ojo para esto, después de innumerables cenas de lujo entre las familias prestigiosas de la sociedad, podía distinguir rápidamente la calidad de un traje, podía decir que el traje que usaba Shigaraki en ese momento era especialmente costoso.

Frunció los labios y apartó la mirada levemente, ejerciendo presión en su agarre y arrugando un poco el traje de Tomura.

Cuando se dio cuenta de esto apartó su toque y una preocupada expresión apareció en su rostro—. ¡L-Lo lamento, cariño! —murmuró nerviosa—. En verdad no me di cuenta.

—¿Estás bien? —preguntó en voz baja—. Te oigo... preocupada. ¿Hay algo malo?

________________ mordió su labio inferior disimuladamente, un pequeño nudo en su garganta le impedía hablar.

—No es nada.

Shigaraki mantenía una mano sobre la cintura de su novia, acariciando suavemente su cuerpo, deslizando sus dedos a través de sus prendas. Apretó con fuerza en señal de molestia. Se mantuvo en silencio. Su mirada era incómoda, aquellos iris carmín se tornaron oscuros, la expresión en su rostro era dura.

Antes de que pudiera reaccionar, una de las manos de Tomura había llegado hasta su cuello. Sus dedos largos y delgados apretaron con suavidad. A pesar de usar guantes, él aún tenía la costumbre de mantener el índice apartado.

—No me gusta que ocultes cosas.

________________ suspiró con complacencia, en otras circunstancias posiblemente hubiera rogado porque su novio apretara su agarre—. Es algo tonto.

Shigaraki frunció el ceño—. No me importa —bramó con enojo—. Me interesa todo lo que tenga que ver contigo.

________________ sintió sus mejillas calientes.

—Hazlo.

Tomura elevó su mano lentamente, acunando la mejilla de su pareja, sintiendo segundos después cómo ella se acurrucada en busca de caricias.

—Supongo que ahora tienes mucha ropa nueva —susurró, atropellando sus palabras entre sí por la vergüenza—. Por lo que... ya no puedo remendar tus pantalones o coser los pequeños agujeros de tus camisetas.

Shigaraki se mantenía en silencio y con el cuerpo templado, el frío había empezado a colarse por una de las ventanas.

Observó a su novia, suspiró en silencio, manteniendo una expresión relajada, su cuerpo se sentía ligero. Parecía que hubiera muerto y se encontrara en el cielo, y obviamente su novia era el más bello de los ángeles.

Shigaraki se levantó, su apartar sus manos del cuerpo de ________________, sosteniendo aquellas suaves manos entre las propias.

Se acercó al enorme armario antes mencionado, situado en una esquina, abarcaba casi toda una pared. Y a diferencia de lo que pensaba la propia ________________, cuando Tomura abrió de par en par las pesadas puertas de roble antiguo, no estaban colgadas las tres o cuatro prendas características de su pareja, el mueble rebosaba de ropa, finísimos y carísimos trajes de etiqueta, solo cosas de la mejor calidad, zapatos de cuero real, cinturones, relojes, camisas, corbatas, chalecos, sombreros, abrigos, tenía de todo ahí dentro.

________________ se sintió un tanto amedrentada ante eso.

Sin embargo, lo único que Shigaraki hizo fue acercarse a un extremo del armario, rebuscando entre las perchas de terciopelo y sacando una prenda después de un tanto.

Era la vieja y gastada sudadera de Tomura.

________________ ni siquiera quería comparar lo grisácea que de encontraba aquella prenda, de suponía que era negra al inicio, al igual que la infinidad de trajes que ahí reposaban, pero ese hoodie ya rozaba un blanco empobrecido.

—Hice huecos en las mangas jugando a la Play, hacia frío y no quería que mis manos se enfriaran —murmuró como un niño pequeño creyendo que lo regañarán—. ¿Puedes arreglarlo?

________________ le dedicó una sonrisa a su pareja antes de tomar el abrigo en manos.

La dulce expresión de Tomura no encajaba con sus usuales expresiones tétricas.

—¿Acaso me estás pidiendo eso para que no me sienta mal? —preguntó ________________ en son de broma.

—Sí.

La devastadora sinceridad de Shigaraki hizo reír a ________________, él ni siquiera debería hallar algo malo en aquello, era un bebé—. Gracias, cariño.

________________ tuvo que buscar su caja de hilos y agujas en su mochila para poder coser esos huecos.

Ya era costumbre traer víveres, medicinas y agujas e hilos para remendar la ropa de los miembros de La Liga.

Ambos se sentaron en el suelo.

Shigaraki se limitó a observar a su novia, no había nada mejor en el mundo, podría estar horas y horas simplemente viendo cada detalle en ella, preciosa.

—Aún no me acostumbro a las camisas. ¿Y quién rayos usa corbata? —farfulló en silencio.

Shigaraki tenía cierto repudio hacia la ropa formal, usualmente pequeños recuerdos de su padre pasaban por su mente en el momento en que se veía al espejo, por lo que siempre intentaba vestir algo más desaliñado, aunque luego sería regañado por Redestro.

Según él, debía estar presentable en las reuniones.

—Me hubiera gustado verte vestido de traje y corbata en otra circunstancia, supongo que no podría ser —se lamentó ________________ y suspiró un tanto frustrada—. ¿Esto sería como ver a la novia antes de...? Bueno, no importa.

El rostro de Shigaraki era un verdadero enigma en ese instante.

¿Qué había querido decir ________________?

Un montón de signos de pregunta aparecieron a su alrededor.

________________ continuó con sus labores como si nada hubiera ocurrido, se dedicó únicamente a concentrarse en las puntadas que debía dar en la tela.

Tomura la observó fija e intensamente con la intensión de hallar alguna respuesta.

Extendió su mano hacia aquella brillante lata de metal, un tanto nervioso, cerciorándose de utilizar su índice y pulgar únicamente, no quería arriesgarse a desintegrar alguno de los preciosos objetos de ________________.

La pequeña caja metálica había sido uno de los regalos de Tomura, bastó que su novia exclamara su necesidad por algo en lo que guardar sus materiales de costura para que él saliera en busca de un obsequio.

Ahora en su interior reposaban una serie de agujas, elásticos, dedales, botones y demás accesorios que ________________ usaba con regularidad.

—¿Buscas algo, cariño? —preguntó ________________ en voz baja y un tono dulce para dirigirse a su pareja—. ¿Uhm?

Estaba sorprendida al ver cómo Tomura tomaba entre sus dedos un ovillo de macramé y un par de pequeñas tijeras, estas últimas eran usadas de una manera un tanto extrañas, después de todo, insertar los dedos debía ser una tarea difícil para él considerando su particularidad.

Mantuvo silencio y no ofreció ayuda, Tomura parecía muy concentrado.

________________ empezó a prestarle atención, dejando de lado la tela entre sus manos un momento, se acomodó un poco y mantuvo la mirada fija en su novio. Se aferró un poco a su abrigo, la temperatura había descendido. De alguna forma, el frío mantenía sus sentidos alerta y parecía más sensible y receptiva hacia los estímulos.

Miró por la ventana unos segundos, el cielo estaba teñido por nubes moradas, infinitamente hermosas, como pequeñas bolas de algodón en el firmamento. Pronto sería de noche, aunque, no quería que el día acabara.

Dio un salto al sentir un tirón, giró a su derecha, era Tomura quien jalaba la manga de su sudadera para poder llamarla, él aún mantenía silencio, hubiera bastado con decir su nombre para que volteara a verlo.

Tomura la miró fijamente con aquellos brillantes orbes carmín.

Los dedos de Shigaraki fueron en busca de la mano izquierda de ________________.

El agarre de Tomura la hizo temblar, su toque era cálido y en contraste con su gélida piel, la unión de ambos había creado una extraña sensación que erizó su cuerpo entero.

Estaban complementando la falta del otro.

________________ no quiso preguntar, parecía que en ese momento las palabras sobraban y el objetivo sería disfrutar del silencio. Sus acciones valían mil veces más que cualquier palabra que pudiera decir. Así que, simplemente continuó observando a su pareja.

Las manos de Tomura tiritaban ligeramente, sosteniendo la izquierda de su novia.

Realizar aquello era un trabajo difícil para sus temblorosos y torpes dedos.

Tardó un poco en conseguirlo, se sentía aún más presionado bajo la mirada de su ángel, el silencio lo reconfortaba, la suave música de la nada misma lo calmó, el frío lo alentó y los pequeños halos de luz violeta que se colaban por la ventana le permitían seguir adelante.

Tomura sintió sus mejillas calentarse, su temperatura se elevó rápidamente, abochornado, tímido y cohibido ante sus propias acciones.

Intentó apresurarse, e incluso pensó que sus manos habían empezado a sudar.

Ambos estaban dentro de su propio mundo, mágico, etéreo y creado exclusivamente para ambos.

________________ abrió los ojos al mismo tiempo que sus cejas se elevaban ante la sorpresa.

Ella también sintió sus mejillas arder, todo su cuerpo estaba erizado ante el brusco cambio de temperatura, una corriente la recorrió de arriba a abajo haciéndola temblar.

Las manos de Shigaraki impedían que viera lo que estaba haciendo.

Un segundo pasó en cámara lenta.

Cuando hubo acabado, él se retiró de forma suave, para ella fue una eternidad.

Observó su mano izquierda y parpadeó un par de veces.

No podía creerlo.

Tomura había atado un hilo en su dedo.

Él lo había hecho en verdad.

Era su dedo anular.

No tenía palabras.

Solo se quedó observando el pequeño nudo mariposa durante un tiempo indefinido.

Antes de que se diera cuenta, la mirada suplicante de Tomura estaba sobre ella en busca de alguna respuesta, él no era demasiado bueno para leer emociones positivas, por lo que seguía a la espera de una reacción.

Después de un tiempo pensando, él había comprendido aquella frase al fin.

Shigaraki mantenía su cabeza gacha—. El significado especial de poner un anillo en el dedo anular de la mano izquierda... —susurró con vergüenza, recordando cada palabra explícita escrita en el libro que encontró en su biblioteca—. Acaso. ¿No lo sabes?

________________ mordió su labio, sintiendo una tibia sensación en sus ojos y el ardor de sus mejillas, era un poco doloroso.

Asintió levemente, esta acción bastó para que las lágrimas acumuladas en sus ojos empezaran a caer.

—Guarda este lugar para mi —susurró.

La mirada de Shigaraki era dura, intentó mantenerse firme, decidido, sin embargo, aquel sentimiento cálido en su corazón era demasiado grande, desbordaba por doquier e impedía que continuara manteniendo la compostura.

Manteniendo el contacto con su novia, Tomura se fijó en aquellos brillantes iris, sus sentimientos estaban rebalsando, sintió ardor en sus ojos, segundos después rompió en llanto.

Ambos se abrazaron, aferrándose fuertemente al otro, no querían dejarse escapar, temblando, llorando y siendo invadidos con un infinito miedo.

Lloraron sin ataduras, dejaron que sus cuerpos fueran libres de todo el dolor en sus corazones y dejaron que aquella infinita felicidad los llenara, deseando amor, añorando al otro y regocijándose en los brazos del contrario.

Pudieron sentir el alivio de sus almas.

—Prometo darte un anillo de verdad cuando vuelva.

Y eso marcó el final.

Ambos sabían que posiblemente sería la última vez que se vieran, esto solo hizo que su llanto fuera aún mayor, negándose a separarse de los brazos del otro.

Tomura debía irse durante tres meses.

Estaría solo, dentro de una cápsula.

Temia por lo que pasaría en el momento en que saliera.

Le aterrorizan la idea de que ella no estuviera a su lado cuando todo acabara.

Había un miedo gigante en su interior de solo imaginar que esa decisión significara perder al amor de su vida.

—Espérame... por favor.

Aquellas dos palabras habían logrado salir de sus labios temblorosos con un tono lastimero y suplicante, entre llantos era difícil diferenciar sus palabras de simples balbuceos acuosos.

Tomura se limitó a abrazarla, queriendo creer que aquello sería lo mejor para ambos.

Buscó sus labios con desesperación.

—Cásate conmigo cuando todo termine.


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