《 Cinco 》
♡ Dormir juntos hasta tarde.
Eran casi las diez de la mañana y no había señales de Shigaraki.
Para los miembros de la Liga era extraño no verlo hecho bolita en uno de los tantos sillones.
Kurogiri simplemente se encargaba de informar que él estaba... más cansado que de costumbre.
Esto solía pasar a menudo. Aunque nadie se daba cuenta de la ausencia de Tomura porque tenían cosas más importantes que hacer, o estaban entretenidos viendo algún programa en la televisión, Himiko estaba muy pegada a los maratones de Cake Boss.
Shigaraki Tomura odia, en serio, odia recibir órdenes.
Sin embargo no podía negarse a cumplir cualquier capricho que tuviera su novia, era inconcebible.
Él hacía todo lo que le pidiera.
—Quiero que te quedes más tiempo conmigo, Tenko~ —murmuró la mujer, su voz era demasiado suave por la mañana, su hablar era tierno y algo infantil—. Por favor.
Estaba abrazando con algo de fuerza la cintura del mayor, apoyándose sobre su espalda y sintiendo su relajada respiración.
Él obedecía, controlado por el revoltijo de emociones que experimentaba.
No había mejor plan para ambos que estar acurrucados sobre la cama en un día frío, cubiertos por un montón de cálidas mantas y dándose besitos.
Shimura no podía resistirse.
Así que simplemente volvió a recostarse y deseó que las manecillas del reloj se movieran muchísimo más lento.
—En algún momento debemos levantarnos —murmuró Tenko, su flequillo estaba algo largo, incluso llegaba a cubrir sus ojos.
Solo unos segundos bastaron para que la menor ya hubiera tomado posición sobre el abdomen de Shigaraki, tomándolo desprevenido, tardó un momento en asimilarlo.
Tomura sintió las pequeñas manos de su pareja dejando acaricias en su cuello, estrechando la cercanía entre ambos.
La habitación sucumbió al silencio y lo único que perturbada aquel estado de paz era el sonido errante de las sábanas.
Ella se había acercado lo suficiente para poder esconder su rostro en el cuello del mayor, aspirando su tibio aroma dulzón y disfrutando la calidez de ambos.
Sonaba tonto, pero Tenko olía como la navidad.
Rió al pensar en aquello, lo que causó que sus labios rozaran la piel sensible de su pareja.
Las cicatrices en su cuerpo habían desaparecido después de que ella pasara sus manos por ahí, su kosei era una gran ventaja teniendo un novio propenso a lastimarse.
No había nada en el mundo que la hiciera más feliz que su novio se encontraba sano.
Pasaron largos segundos en los que solo mantuvo sus labios apoyados contra el cuello de su compañero—. Tenko.
—¿U-uhm? —había temblado al sentir los pequeños besos sobre su pálida piel, la cual empezó a tornarse de un suave tono carmín con el tiempo.
______________ sonrió al ver como diminutas marcas rojizas empezaban a aparecer en el cuello de su novio.
—Tócame.
Shigaraki se quedó estático, sin responder a aquella orden, simplemente quedándose callado y apartando un poco la mirada—. No puedo.
Era la única cosa que no podía cumplirle.
Ella se alejó un poco, lo suficiente para ver el enrojecido rostro del mayor.
Acercó sus manos para acunar las mejillas de su novio, dejando caricias suaves e intentando apartar los pálidos mechones de su rostro.
Después de eso, al fin consiguió ver fijamente sus iris, estaban algo llorosos, manteniendo su encantador tono carmesí.
Besó la frente de Shimura—. Ya no hay peligro.
Hace algunos días le había regalado un par de guantes blancos, le costó mucho conseguirlos, pero aseguraban que cuando Tomura los tocara no se desintegrarían.
Pero aún tenía dudas.
—Por favor... por mi.
Era imposible decirle que no.
Tenko frunció los labios en un puchero, apartando su llorosa mirada y sintiéndose cohibido por aquellas palabras.
Su rostro estaba completamente enrojecido.
Tomando valor, acercó sus manos temblorosas al cajón de su mesita de noche. Su índice y pulgar tomaron con cuidado el par de delgados y pulcros guantes.
Ella lo ayudó, ajustando las pequeñas correas en sus muñecas. Estaban hechos a la medida, la tela se amoldaba perfectamente a cada uno de sus dedos.
—¿Son cómodos? —preguntó, las manos de Shimura ahora estaban cubiertas.
Él asintió en silencio, viendo sus propias palmas con sorpresa, la tela seguía intacta, a pesar de que la estaba tocando con sus cinco dedos.
Los ojos de Tenko brillaban con esperanza.
Se acercó lentamente al rostro de su novia, aún temblando.
Simplemente no pudo describir la sensación de aquel momento.
Rompió en llanto, mientras sentía como su corazón se estrujaba.
Podía sentirla.
Era la primera vez que la tocaba con libertad, sin el temor de que el equilibrio que mantenían con sus kosei fuera roto y aquella barrera que la protegía se destruyera, no quería que cargar con la vida de otra persona a la que amaba.
Lloró por segunda vez en su vida, al igual que aquel día.
No creía lo que estaba frente a él, ni siquiera era capaz de aceptar lo que estaba sintiendo.
El tibio rostro de su novia bajo su tacto.
Juntaron sus manos, entrelazaron sus dedos, estuvieron completamente juntos.
—Me alegra sentirte al fin, Tenko.
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