18. El propósito de navidad

hay un 50% de probabilidadde que hoy suba el siguiente capítulo., es que este estaba demasiado largo y lo tuve que dividir. A ver si se portan bien lo subo.

Las dos semanas previas a la navidad, fueron de todo menos mágicas. La mayoría de la gente de las ciudades de Scielo1 y Scielo2, empezaban sus compras navideñas, y al ser la capital tecnológica del mundo, la demanda por aparatos electrónicos no solo era para abastecer a esas ciudades, sino de manera internacional.

La competencia de productos entre 3IE y Galata era enorme. Y de no ser porque yo era una de las dueñas de Galata que habría sido imposible estar más abrumada. Tanto que casi no dormía, las pocas horas de sueño que tenía servían para que soñara con todo mi trabajo pendiente y Nicky recibía poca atención.

No había podido llevarlo a pasear por la ciudad y ver las luces navideñas como le había prometido, Al menos Daniel me había ayudado con eso, y literalmente no dormí todo un día para poder armar los dos árboles de navidad. Uno en casa y otro en casa de mi papá.

Evan y los chicos desistieron de acampar en mi casa como una semana después. Y en cierta forma hasta los extrañaba, mantenían a Nicky entretenido. Como no les había confirmado nada aún, seguro regresarían a insistirme después de año nuevo.

Y como propósito me había puesto el aceptar tocar en el festival de música de Scielo1 con ellos, solo con la condición de que lograse despertar a Ian para entonces. No estaba segura de lograrlo, pero era una motivación más.

Al menos llegué viva e invicta en entes a la noche buena. Leonardo nos dejó con los millones de paquetes para la casa de papá y le entregué un pequeño detalle. Leonardo había sido un excelente apoyo esa temporada, se había hecho amigo de Daniel y los chicos y era agradable. Si bien no había conseguido mi confianza al cien por ciento, estaba casi por lograrlo.

Nicky me volvía loca porque de una vez empecemos con las galletas, le había prometido decorarlas, de la misma forma que se hacía en Almarzanera: Con aves y animales coloridos.

Llegué a la cocina a preparar todo y me di cuenta... no tenía las galletas. Las había olvidado por completo. Debía mandarlas a pedir a la pastelería y con todo lo que tenía que hacer se me había olvidado.

—¿Ya decoramos? —Nicky puso rostro de ilusión y yo quise morirme.

—Thaly, marca a una pastelería, la que esté abierta —le pedí encerrándome en el baño.

Después de que las únicas tres pastelerías que me contestaron el teléfono ese día me se me rieran o me colgaran por hacer un pedido de galletas el día que estaban entregando pedidos ya reservados con semanas de antelación, me rendí.

—Thaly dame una receta fácil, muy fácil de galletas.

— "Dos huevos, 350 gramos de harina"—me empezó a dictar.

—Espera, iré reuniendo todo—salí del baño rumbo a la cocina.

Nicky no se la creía cuando le dije que nosotros mismos haríamos las galletas. Tal vez, con Thaly guiando paso a paso, todo saldría bien.

Mezclamos los ingredientes, me puse creativa con el cuchillo para cortar formas de aves y las metimos al horno.

Ahora... el frosting, que tampoco había comprado.

Hasta me daba vergüenza preguntarle con qué decorar a Thaly. Por más inteligencia artificial que fuera, sentía que se reía de mí.

Perdí tanto el tiempo intentando que el azúcar agarre algún tipo de color o consistencia que me acordé de las galletas cuando el humo salió del horno.

—¡Fuego, fuego! —gritó Nicky.

—¡No hay fuego Nicky! —le grité, más nerviosa yo que él. Las galletas estaban negras, y no se veían comestibles—. ¡¿Thaly por qué no me avisaste del tiempo?!—le reclamé.

—"No estableciste la alarma."

—¿Y yo te tengo que recordar todo?—le grité, y me di cuenta de lo ridícula que era por discutir con ella como si fuera una persona real.

—Ya sabía que las ibas a quemar—soltó Nicky, con decepción.

—¿¡Yo?! ¡Tú estabas conmigo! ¿y qué tu otra madre no te enseña estas cosas? Es responsabilidad de ambos.

—Yo solo tengo cuatro años.

—Claro, cuando te conviene...

Ya, era suficiente. Nada impediría que mi hijo tuviera sus galletas decoradas. Puse todo a ventilar y busqué en la alacena, hallé un gran paquete de galletas óreo de vainilla y para el color... Pues daba igual. La idea era pintar.

Como veinte minutos más tarde, Daniel y mi padre llegaron, para encontramos a Nicky y a mi pintando galletas con sus temperas.

—¿Qué intentaste cocinar? —mi papá preguntó sintiendo el olor a quemado—. ¡Sophie, debes usar algo comestible para decorar! —con horror, le quitó una galleta a Nicky de las manos, como si fuesen veneno o yo los suficientemente estúpida para darle a mi hijo a comer pintura.

Cuando se trataba de cocinar, mi padre dudaba de mi criterio, lógica, sentido común e instintos de supervivencia.

—Galletas... se quemaron, no compré frostings, intenté hacerlo y es evidente que no funcionó. A Nicky igual le hace ilusión. No las comeremos, solo ayuden a pintar y pasemos un lindo momento—los motivé.

Le arrebaté a Daniel el teléfono de las manos y lo obligué a ayudarme. Mi hijo la estaba pasando bien, para él no había diferencia entre galletas, ni entre los decorados y... el que tuviera una segunda vida con una madre que sí hornearía galletas caseras y haría el frosting perfecto, me daba un alivio que seguro ninguna madre inútil para esas cosas como yo, tenía.

Con mala cara Daniel se puso a colorear, y mi padre también, tratando de entretener a Nicky. Era... un momento familiar agradable.

—Cuando vivía en Almarzanera mi mamá horneaba galletas de limón un día antes de noche buena y las decorábamos con mis hermanas —les empecé a contar—. Era una tradición, empezábamos bien y como unos minutos más tarde discutíamos por los frostings o por invadir el espacio de la otra, mi madre nos regañaba, yo me enojaba, perdía las ganas y se volvía un momento horrible. Mis hermanas y yo jurábamos que nunca más lo haríamos. Pero por algún motivo, al año siguiente esperábamos el decorado de galletas con ansias. Era como que nos entraba amnesia y olvidábamos lo ocurrido el año anterior, o teníamos la ilusión de disfrutarlo. —Quise contar una anécdota divertida y tuve que simular cambiar el agua de los pinceles para que no me vieran llorar.

Extrañaba a mi mamá. Extrañaba mi vida en Almarzanera, a mi hermano Tiago, sobre todo, incluso a Daría, a mis amigos y... el recuerdo que tenía de mi padre antes de descubrir su verdadera cara. De ese padre ocupado y trabajador que no tenía demasiado tiempo para nosotros porque estaba salvando vidas, pero que aun así nos demostraba su amor. Cuando en realidad, jamás nos amó.

—En navidad a nosotros nos daban un regalo, algo personal que quisiéramos—contó Daniel—. Ian siempre se pedía comics o material de arte. Yo no sabía qué pedir, más que horas extra para jugar videojuegos. Y en la noche buena nos servían una cena especial. Mi padre venía, se sentaba a la mesa, nos decía cuán especiales éramos y fingía que pasaba un rato con nosotros. Daba un mordisco al pavo y se iba a festejar navidad con su verdadera familia —contó sin nada de pena en sus palabras. Él e Ian, cuando hablaban de su vida en el proyecto Transalterna, contaban esas cosas con mucha normalidad—. Es raro estar haciendo esto —dijo mirando su galleta sobre la que había pintado algo con dientes.

—Yo soy el único normal aquí—acotó mi papá. Y no es que él tuviese mucho por añadir, mitad de las navidades de su vida las había pasado con su familia, una bonita y normal y la otra conmigo, intentando que fuese una ocasión especial.

—¿Va a venir tú... amiga especial? —le pregunté, ya sin lágrimas.

—A la noche. ¿Al final invitaste a Samantha?—le pasó la pregunta a Daniel.

—La invité, y me puso una excusa tonta para no venir. —No ocultó su desánimo.

—¿Qué te dijo?

—Que pasaría la navidad con su familia—explicó.

—¡Esa no es una excusa tonta! —repliqué, lanzándole una galleta a la cabeza—. Espero que al menos le hayas comprado un regalo.

Dejó lo que hacía a un lado y sacó una cajita de joyería de su bolsillo.

—Sí lo hice, Nicky me ayudó a escogerlo—al abrirla dejo a la vista un bonito anillo, plateado con un sencillo diseño de piedras preciosas que iban de la más pequeña a una grande.

—¿Un anillo? ¿No crees que vas muy rápido?—me sorprendí.

—¿Rápido con qué? Vi que usa anillos así que supuse que le gustaban, para que veas que soy observador.

—Creo que es un lindo detalle —mi papá acotó, después de examinarlo un momento.

—Es que... no, nada, en la otra dimensión, le das un anillo a la persona con la que quieres casarte, es la forma de pedir matrimonio.

—Ah, es verdad, no lo había pensado así. Como el que te dio Aaron.

Asentí.

—Yo quería comprar uno igual a ese. Con el gatito—intervino el niño.

—¿Aaron todavía tiene el anillo?—le pregunté.

—Sí, lo lleva siempre en un collar—me explicó señalándose el pecho con el pincel en mano, manchándose la camisa—. No deja que nadie lo toque, hasta se enojó cuando Iris lo tocó.

—¿Quién es Iris? —mi primera reacción fue preguntar y me gané las miradas de Daniel y mi padre, Nicky pareció asustarse un poco.

—Es la amiga de Aaron, con la que hace tatuajes, tiene el pelo rosa.

—Y esa Iris es... ¿Bonita, joven? —él me encogió los hombros como era costumbre, porque no sabía la respuesta o quería evadirla—. ¿Qué edad tiene, me refiero a es como yo, o como tu abuelo?

—Como tú, supongo—frunció el ceño y dejó de prestarme atención.

Los otros dos varones me comunicaron con la mirada que no era una cosa para irle preguntando a Nicky, pero es que solo pensar que Aaron podía enamorarse de alguien más, me daba pánico. ¿Qué tal si eso pasaba? ¿Si Aaron se enamoraba de alguien más, consideraba que lo nuestro ya no iba a ser posible y se conformaba con ver a Nicky en la otra dimensión?

¿Tenía derecho a enojarme? ¿debía dejarlo? ¿Qué tal si tardaba otros cinco años en traerlo de regreso? Diez años era el tiempo suficiente para perder las esperanzas por completo.

Mis pensamientos intrusivos me quisieron desmoronar, hasta que tocó el timbre. Seguro era Sandra. Mi padre nos ordenó actuar como gente normal y eso hicimos, o intentamos.

Sandra era una mujer como de cuarenta años. Muy atractiva, delgada, de cabello castaño y llevaba un vestido rojo. Muy elegante, comparada a mí, que me había vestido como para estar en casa de mi papá un día común. Con un jean y un hoodie negro muy ancho.

—Muchas gracias por invitarme. Normalmente paso noche buena esquiando en Suiza, pero están restringiendo mucho las salidas de la isla con la excusa del clima. Terrible, parece que nos quieren mantener prisioneros. Un día ese muro terminará por devorarnos —le parloteó a mi padre.

Yo, Daniel y Nicky permanecimos en el primero de los tres escalones a la puerta de entrada, esperando para saludarla. Ella se sorprendió al vernos, sobre todo al ver al niño.

—Sandra, ellos son Sophie, Daniel y Nicky—nos presentó. Yo ya había visto a Sandra con anterioridad en la empresa, mas no nos habíamos presentado formalmente.

—Oh, no sabía que iba a haber un, niño, hubiese traído algo más apropiado —nos señaló la botella de vino que llevaba en la mano —. ¿Es tu hijo? No sabía que tenías hijos—le preguntó a papá, un poco nerviosa.

—No es mi hijo—la respuesta de mi papá le causó un alivio que ella no dudó en ocultar—. Es mi nieto. —Infarto de nuevo a la pobre mujer.

—La hija soy yo y Nicky es mi hijo—le extendí la mano, ella no salía del asombro.

—Fui padre muy joven. —Papá se explicó invitándola a ingresar más allá de la puerta, hacia la sala, toda de madera clara con muebles blancos. Al fondo junto a la ventana que daba al jardín teníamos el árbol de navidad y la mesa ya estaba puesta en el comedor. Solo debíamos meter la comida que el catering había traído en la mañana al horno. Bueno, mi papá lo metería, yo tenía prohibido usarlo hasta nuevo aviso.

—Yo también fui madre muy joven—le expliqué.

Ella quiso disimular y nos aceptó una bebida.

Mi papá y yo fuimos juntos a la cocina, por copas, y de paso para meter el pavo real, el mini pavo de tofu que era para mí y el puré de papas al horno.

—Daniel entró cuando yo ya estaba por salir con una bandeja y copas.

—¿Qué piensan?—mi papá aprovechó de interrogarnos.

—Pues, parece agradable, aunque casi le da un triple infarto cuando se enteró que eres abuelo.

—Sí... tal vez debí decirle ese detalle, pero no quiero hablar mucho de mi vida personal. ¿Te dijo algo? ¿se ve muy incómoda? —le preguntó a Daniel.

—Pues, eso depende, ¿qué consideras cómodo? Porque acaba de morder una de las galletas con temperas.

—Esto, no va a funcionar—dijo con decepción saliendo de nuevo al comedor.

La cena fue tensa. Tal vez pasar la navidad con una extraña a la que habíamos alimentado con pintura, no fue una buena idea, no podíamos conversar con libertad sobre Almarzanera.

Contamos algunas cosas sobre las navidades que papá y yo pasamos cuando vivíamos en el área cincuenta y ocho y eso también sorprendió a Sandra, quien jamás imaginó que una época de su vida, mi padre había sido un padre soltero con serios problemas financieros y una enfermedad grave.

A la media noche por fin abrimos regalos, claro que los más grandes fueron para Nicky.

Daniel le regaló un dron y yo una bicicleta que le encantó, hasta que mi papá le dio su regalo: Una moto eléctrica negra, que hizo que dejara la bicicleta tirada.

—Papá, dijimos que todavía no es para su edad.

—A su edad no debería andar cazando night crawlers o como se llamen. La usará solo cuando venga a visitarme. —Me convenció en susurros.

Busqué mis regalos y entre ellos hallé una caja plana, envuelta en un impoluto papel blanco con una cinta de tela roja cruzándola y sosteniendo una tarjeta.

"Para mi princesa, con amor: Adam"

Tal vez lo había mandado a mi casa y el idiota de Daniel lo había traído. Intenté ocultarlo, pero mi papá me espiaba de reojo, mientras le daba a Sandra su regalo.

La desenvolví, disimulando. Era un estuche de terciopelo y casi me muero al descubrir un hermosísimo collar de diamantes. Lo cerré como si una nube de veneno pudiera salir de ahí y lo camuflé con el resto de paquetes ya abiertos.

***

—No salió tan mal después de todo. —Cuando Sandra se fue, papá y yo nos quedamos a lavar los platos, en tanto que Daniel y Nicky jugaban con el dron. Habíamos tenido una cena algo aburrida.

—Pudo ser peor. Creo que esto con Sandra no va a funcionar, no funciono para citas.

—Sí funcionas, es cosa de hallar a la indicada —lo quise consolar.

—Sophie, por favor, no andes intentando buscarme citas. Si en algún momento aparece alguien está bien. No voy a forzar nada, estoy tranquilo como estoy. —Me pasó la bandeja del pavo para que yo la lave—. Y hablando de relaciones, ¿qué pasa con ese tal Adam? ¿Es el tipo de la galería de arte?—preguntó con suspicacia.

—Sí, es él... y nada, solo es un amigo.

—¿Un amigo que te manda collares de diamantes? Es bastante mayor—fingió no estar preocupado.

—No tanto y técnicamente he vivido más años que él, incluso que tú.

—Ya hablamos de eso, no funciona así —se burló de mí; para él, el haber vivido el doble de años hasta mis veintiuno, no contaba como doble de vida.

—De todas maneras—dije con solemnidad, para que dejara de reírse— No voy a negar que él quiere algo conmigo, y ya lo he rechazado, mañana le mandaré el collar de regreso.

—Como quieras, pero... —dejó el plato que enjuagaba en el escurridor y me tomó por el hombro—. Si quieres salir con alguien...

—Papá no, no lo digas—lo interrumpí.

—No estaría mal Sophie, tú quieres que yo salga...

—¡No! ¡no compares tu situación con la mía! ¡Mi mamá murió! Ya no la verás nunca, Ian no está muerto, lo traeré de regreso y si no estamos juntos será porque él no quiere, ¿de acuerdo? Llevaré a Nicky a dormir, feliz navidad —zanjé y le ordené a mi hijo venir conmigo, él no se opuso se notaba cansado y ansioso por vivir su segunda noche buena.

****

—Lamento que no haya salido tan especial como quería. El próximo año todo será mejor, te lo prometo—le dije mientras se metía en su cama, una aún más grande que la de mi casa. Mi padre había mantenido nuestras habitaciones para que nos quedemos a dormir, como en esa ocasión.

—Estuvo bien, me gustaron mis regalos. ¡Y mañana me darán más! Aaron seguro me comprará una moto también—dijo emocionado.

—Papá—le recalqué y el me miró sin entender.—Aaron, es tu papá, deberías decirle así. Seguro le gustará—le recomendé y saqué de su cajón del velador otro regalo que había ocultado antes.

—Okey ¿Qué es eso?

—Un regalo especial, te lo iba a dar más grande, pero creo que estás listo —se lo extendí y le ayudé a quitarle el envoltorio para dejar al descubierto una daga larga, con una funda de cuero negro—. Era la daga favorita de tu papá. La empuñadura está tallada en sal y la hoja es de plata.

—¡Voy a matar entes con esto! Solo los malos, no los críptidos como Aaron—el sueño se le fue por la emoción y empezó a mover el cuchillo con torpeza por el aire. Lo tuve que detener, antes de que se sacara un ojo o me lo sacara a mí.

—Te enseñaré a usarlo. Solo puedes sacarlo cuando yo te de permiso o en un caso de emergencia de vida o muerte ¿de acuerdo?

Él asintió, más que dichoso, adoraba que lo tratara como grande.

Le di un beso y me quedé a su lado hasta que se durmió. Le tocaba celebrar su segunda navidad, con Aaron, su padre.

***

Terminar las fiestas e iniciar el año nuevo, no era tan bueno como parecía, porque debíamos revisar los informes de ventas, y en cada reunión me quería morir de nuevo.

Samantha había estado tan ajetreada que tampoco me había dado los resultados del análisis de malaquita. No la iba a presionar, pero me sorprendió una mañana cuando llegué a mi oficina.

—¡Sophie!—me dio alcance la salir del ascensor—. Tengo lo que me pediste. Lamento tardar, te prometo que le dediqué tiempo diario a esto, pero... no sé qué decirte, jamás había visto algo parecido.

Me extendió un informe impreso, con muchas hojas... no, ni loca lo iba a leer.

—Te agradezco el esfuerzo—recibí los papeles y noté que llevaba el anillo que Daniel le había comprado. Eso me alegró. Por algún motivo esos dos me causaban mucha ternura. Daniel era terrible y Samantha toda tranquilidad y dulzura, cuando estaban juntos parecían dos adolescentes tratando de ligar—. ¿Me puedes hacer un resumen?—le pedí.

—Mira, hay trazos de muchas cosas, diferentes metales como era de esperarse: kamacita y taenita... en cantidades que suelen encontrarse en meteoritos y... huesos—explicó en voz baja, con tono tenebroso. Eso no era algo nuevo, sabía que el ingrediente principal de ese polvo eran huesos triturados de algunos entes.—Son demasiados, y no los pude identificar, bueno identifiqué algunos y como un diez por ciento de los trazos de huesos son humanos. Es la mezcla más rara que he visto, no sé cómo nos pueda servir. Está detallado en el informe.

—Gracias, de verdad, te mantendré al tanto con... esto.

Ella asintió y regresó al elevador.

Yo me quedé pensado. Polvo de meteoritos, husos de entes y huesos humanos.... No quería ni considerar lo que estaba considerando.

Dejé el informe sobre mi escritorio y mi asistente vino a traerme un café junto con la correspondencia.

Tonterías de otras empresas y entre ellas un sobre negro grande. Le di la vuelta y mi cuerpo se tensó al reconocer el símbolo dorado en bajo relieve: Un medio círculo con la línea ondulada al medio. El símbolo del círculo de la dimensión T52.

¿Qué demonios querían esos maniáticos? Faltaban dos días para la luna llena, en la que seguro Adam haría otra subasta, ¿tal vez querían algo en especial?

Con manos temblorosas abrí el sobre, adentro solo estaba una tarjeta, negra y con letras doradas, igual que el sobre, y en esta, escrita solo una fecha y una dirección.

La noche de luna llena, a media noche, en el mismo lugar donde cinco años atrás habían querido utilizarme como portal para traer un deamon.

**

se acabron lso capítulos tranquilos, àra desgracia de Sophie y alegría d eustedes XD

el subsiguiente capi ya se acaba la perspectiva de Sophie y sabrán cómo shingados llega a ser la dueña del proyecto transalterna

¿Alguna teoría? ¿No es obvio? XD

un beso, los quiero mucho y a ver si termino el capítulo en unas horas. Sino,mañana 

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