10. El aroma de los inciensos


Dejen sus comentarios en cada parrafo, :D capaz cuando acabe la novela le de un regalo espacial a quienes comentaron más.

Sentí que regresé de golpe. Me senté por inercia y con esa misma fuerza arranqué el suero de mi brazo.

—¡No, no hagas eso, vas a lastimarte de nuevo! —escuché la protesta de Grecia.

—¡Necesito regresar! —le grité.

Tiago me agarró con fuerza, como si fuese a agredir a Grecia. Me solté, y por la rabia tiré el cenicero de la mesa esparciendo la ceniza del incienso por el suelo. Consiente que no importaba que volviera a recostarme, no iba a poder regresar.

—¡Cálmate! —Tiago me gritó.

—¡No debieron traerme de regreso! Ella... ¡Ella va morir! ¡Mierda! —De nuevo quería romperlo todo, pateé la mesa y pasé los dedos por mi cabello. Con deseos de arrancármelo. Una gota de sangre cayó sobre mi ojo. Mi muñeca sangraba por haberme quitado la vía con violencia. No me importaba.

—Pasaron veinticuatro horas —Grecia comentó con la voz entre cortada. La miré un momento, quería llorar, consciente de que algo malo me había pasado.

Su novio la abrazó y la alejó unos pasos de mí. Yo me dejé caer al suelo, con la espalda apoyada contra la cama, con ganas de llorar también.

—Lo siento—de nuevo tartamudeó.

—No tienes que disculparte, hicimos lo que acordamos. —Tiago afirmó con voz severa. Tenía razón, no era culpa de ellos.

Me quedé quieto con la cabeza oculta en mis rodillas. En ese momento Candance y Logan podían seguir ocultos, o habían sido descubiertos por el centinela, en cuyo caso, las posibilidades de que sobreviviesen eran casi nulas.

Pensé que me habían dejado solo, cuando ambos se sentaron a mi lado. Grecia se apoyó contra mi hombro y no pude aguantar las lágrimas de frustración.

—¿Fue tan malo?

—El peor lugar que he visitado.

Me levanté del suelo y me senté frente a mi escritorio, tomé mi bitácora y comencé a dibujar mientras les relataba lo ocurrido a Tiago y Grecia. Si no lo hacía en ese momento, empezaría a olvidar detalles.

Mis amigos me escucharon atentos.

—Esos chicos tal vez murieron por mi culpa—reflexioné haciendo lo últimos trazados al dibujo de un centinela. El cráneo largo era similar a los que usaban los dementes del Círculo en Almarzanera.

Tiago levantó mi dibujo.

—Seguro están bien—me aseguró.

—Es imposible saberlo. Debí regresar enseguida.

—Aaron, no los pusiste en peligro, le salvaste la vida a esa chica —Grecia se agachó a mi altura y me habló rodeándome de forma cariñosa y fraternal.

—Si no hubiera tomado el cuerpo de Logan justo hoy...

—Ella habría muerto. Piensa qué habría pasado si no estabas ahí. Logan habría cruzado las puertas. Candance no habría tenido esa tarjeta y su muerte habría sido segura. Ese tipo Esteban, se la habría quitado estuvieras tú o no. Ne nota que quería a Candance como un trofeo que Logan le quitó.

—El típico imbécil que si no tiene a una mujer, ella no puede ser de nadie—acotó Tiago.

—Exacto, le quitó la credencial como venganza. El Logan verdadero no se habría enterado o de hacerlo... no creo que se hubiese sacrificado por ella, tampoco sabía cómo pelear contra un ente. La salvaste—recalcó—. Y estoy segura que ambos estarán bien. El carroñero no pasará la columna de sal y esos centinelas... No suenan como nada que hayamos visto antes.

—La verdad que no. Usaban el mismo atuendo que los del Círculo de Almarzanera.

—¿Entonces son humanos? —preguntó Tiago, sin desprender la vista de mi dibujo.

—Ellos lograron lo que el Círculo de aquí quería. Usarse a sí mismos como cuerpo huésped para deamons, no puedo afirmarlo, pero apostaría que son humanos poseídos.

—Por suerte, no lograron esto aquí—respondió Tiago.

—No, seguramente lo intentarán de nuevo. Y tenemos que estar pendientes para impedirlo. Lo extraño es que al parecer, mi padre formaba parte de ello.

—Con gusto los destruiría hasta sus cenizas si lo intentan —Tigo me devolvió el dibujo—. Mejor descansa. Te esperamos para comer.

Los seguí hasta la cocina y me detuve en el cuarto de Dylan un momento. Él ya dormía, sereno, abrazado al gato. Le acaricié la cabeza y le di un beso. También me aseguré que no estuviese recostado sobre su brazo lastimado. Aunque ya había cicatrizado, tenía un poco de dolor en ocasiones.

—¿Trajo algo? —le pregunté a su madre.

—Un espectro. Nada preocupante. Está durmiendo muy tranquilo estos días.

***

Con el pasar de los días, fui olvidando lo ocurrido en esa dimensión. Me sentí mal por ello y tampoco era que pudiera hacer nada. Si en algún momento descubría como ir a la dimensión que quisiera, esa sería la primera a la que regresaría, además de la T51.

Tiago estaba tirado en el sillón del estudio de tatuajes, mirando un partido de básquet en la televisión, mientras John, Iris y yo hacíamos una limpieza. Las vacaciones ya estaban por acabar, los universitarios regresarían y tendríamos el lugar lleno.

Grecia me mandaba mensajes todo el tiempo, contándome sus ideas para la boda, fotos de cosas que hallaba por internet, de recetas que se le ocurrían y recordatorios de los lugares a los que debíamos asistir.

Me senté junto a Tiago un momento, para responderle a Grecia sobre los arreglos de flores; no se decidía entre hacer algo colorido con flores tropicales u optar por una paleta en tonos azules. Tiago miró por encima de mi hombro, repartiendo su atención entre mi conversación y el partido de la televisión.

—¿Por qué Grecia te pregunta todo a ti? Se supone que el novio soy yo.

—Porque ella y yo organizaremos todo y tu pagarás.

—Eso no está bien. Es mi boda. Deberían consultarme más cosas y no solo usarme de billetera—se quejó.

—Perfecto, elige: turquesa o celeste para los manteles y ¿quieres lirios o tulipanes para los centros de mesa?

—¿Cuál es la diferencia entre el celeste y el turquesa? ¿Y cómo luce un tulipán?

—Entonces ¿quieres ir a la reunión con la florista esta tarde y elegir las opciones?, ¿o prefieres reservar la fecha en la iglesia? También puedes ir con Grecia a contratar el catering o elegir la tela para los vestidos de las damas de honor.

Me miró en silencio un momento. Lo consideró.

—Mejor solo me pasan la cuenta.

—Eso pensé.

Regresó la atención hacia el partido que ya terminaba. Iris se fue acercando de manera disimulada.

—¿Están organizando su boda? —se animó a preguntarnos.

—Sí. Una boda en la playa con cien invitados. Estamos buscando fecha para marzo. —le expliqué.

Desde la navidad que hablábamos un poco más. Tal vez, podía decirse que comenzábamos a hacernos amigos.

—Mi mamá es organizadora de bodas, se mucho de eso. ¿Puedo ayudar? —preguntó con emoción—. Solo cobro una invitación para comer pastel.

—Debo preguntarle a Grecia.

—Genial. Estoy a sus órdenes. —Hizo una ligera reverencia.

El partido acabó y Tiago estuvo a punto de apagar la televisión, lo detuve porque empezaban las noticias.

Continué barriendo mientras las escuchaba y una noticia llamó nuestra atención.

"Tras casi cinco años de la explosión de gas en una mansión en la costa de Almarzanera. La investigación se cierra y el lugar regresa a ser un centro de servicio comunitario"

Explicó la reportera y pasaron a mostrar el lugar. Un escalofrío me recorrió al reconocer la mansión del Círculo. Ese lugar donde mi hermano y Maya habían perdido la vida.

—Fue una tragedia a la que ya nos hemos sobre puesto —En pantalla apareció el padre Vincenti. Ese imbécil que era uno de los que manejaba ese grupo nefasto—. El Circulo volverá a funcionar como el pilar fundamental de los valores de nuestros jóvenes de Almarzanera.

—Ese hijo de perra —Tiago masculló.

"Recordemos que once vidas se perdieron en aquel fatídico accidente, incluyendo a la esposa y dos de las hijas del Doctor André Dumas, director del prestigioso hospital de Almarzanera y docente de la universidad. A quien el pueblo está convenciendo de postular como gobernador de la provincia del sur, cuya capital es la ciudad de Valermo"

—Qué demonios es lo que mi padre pretende—exclamó Tiago.

—¿André Dumas es tu padre? —John preguntó sorprendido—. Eso no lo sabía.

—Ya no.—zanjó—. Iré a recoger a Dylan—nos avisó de mala gana y se fue.

—¿Problemas familiares? —John me preguntó.

—De los peores—le respondí.

—Yo me alistaré para irme. —Iris se quitó el delantal—. Si quieres, podemos pasar por mi casa. Ahí tengo un par de carpetas de mi madre. Organizó una boda aquí hace un mes y las olvidó. Podemos aprovecharlas. Tiene las direcciones de proveedores y todo eso.

—Podrías traérmelas mañana —le pedí. Ella me respondió con una inclinación de cabeza y se metió al baño.

—Oye—John llamó mi atención—. No seas así con ella. Sabes que busca excusas para que pases tiempo con ella.

—Sí, lo sé, por eso pongo mis límites.

—¿Por qué? Entiendo que amaras mucho a tu novia, pero han pasado ya cinco años. ¿De verdad no piensas intentar nada con nadie nunca?

—No quiero involucrarme sentimentalmente con nadie —le respondí esperando que fuese suficiente. Era imposible explicarle que, pese a que mi novia hubiese muerto ahí, ella estaba viva en otra realidad. Y tenía la posibilidad de recuperarla.

—Chico...—me puso la mano en el hombro, como si fuese un hombre mayor hablando con su hijo—. La vida es corta, no la desperdicies sufriendo y date otra oportunidad. Al menos haz nuevos amigos. Iris es una buena chica, no te digo que tengas una relación con ella, pero al menos ábrele tu corazón a gente nueva, haz amigos.

—Tengo amigos.

—Tienes tres amigos. Cuatro si cuentas a Dylan que es un niño de cuatro años.

—Nos vemos mañana —Iris salió, con el delineado de sus ojos retocado y su bolso negro colgado del hombro.

John me empujó con disimulo.

Resoplé.

—Iris, yo te llevo, de paso me entregas las carpetas.

—¿De verdad?

—Sí, me queda al paso —mentí.

Salimos con el sol en su mayor plenitud. Abrí las ventanas del auto y encendí el aire acondicionado para no asfixiarnos.

—Lamento lo ocurrido—mientras encendía le auto, Iris habló.

—¿Lamentas qué?

—Lo que dijeron en las noticias.... John me contó que ahí murió tu novia. Que cosa tan horrible. Estaban en una fiesta y solo... un mal mantenimiento y no hay responsables. ¿Tú estabas ahí?

—No. pero Maya y mi hermano Liam sí.

—Oh ¿él también fue uno de...?

—Sí, también falleció, junto con la madre y otra de las hermanas de Tiago.

—Vaya... en serio no sé qué decir. La persona más cercana a mí que he perdido fue mi abuelo. No puedo imaginar perder a mis hermanos o a mi madre de esa forma. Entiendo por qué no hablas mucho de eso y perdón si me entrometí.

—Está bien—la tranquilicé. Sí, hablar de eso era muy doloroso. Tiago jamás lo mencionaba. Él había perdido a su madre y a sus dos hermanas, más actuaba como si nunca hubiera ocurrido. Grecia ignoraba el tema también, aunque sus padres habían sobrevivido a la supuesta explosión de gas. Esa fue la manera en que los del Círculo habían cubierto los hechos de lo ocurrido esa noche y justificado las once muertes, entre las cuales se contaban las de Maya y Liam—. No estuve con ella y tampoco debió estar ahí, su padre la llevó a la fuerza.

—Oh, por eso Tiago lo odia.

—Entre otras cosas. Pero ya no importa, no tenemos nada que ver con esa gente. Armamos nuestra propia familia

—Sí, lo sé, la mejor de todas. ¿Tienes más hermanos? ¿Qué hay de tus padres?

—No estoy en contacto con el resto de mis hermanos, veo a una, una vez al año. No conocí a mi madre y mi padre murió, cuando era pequeño.

—¿Y con quien te....?

—¿Qué hay de ti? Por qué dejaste a tu madre y viniste aquí sola—la interrumpí, para que dejara de preguntarme cosas, ya había llegado a mi límite.

—Amo a mi madre, en serio, con un límite, a veces es insoportable. Necesitaba alejarme, encontrarme a mí misma, ya sabes, ser un adulto independiente. Empezar de cero me hizo bien y ya no estoy tan sola. Tengo una roomate. Se llama Celeste. Es muy linda.

—¿Te gusta?

—Tenemos algo, creo. De momento nos divertimos, sin compromiso.

—No sé si es buena idea empezar algo a con la persona con la que vives.

—Sí, lo sé, ¿qué es la vida si no tomas riesgos?

Cuando llegamos entré a su departamento por primera vez. Estaba en un segundo piso, al final de unas gradas de madera que rechinaban.

Antes que Iris pusiera las llaves en la puerta nos abrió una chica.

Solo por un segundo me petrifiqué, pensando que había visto a Maya. Se parecía un poco a ella. Era igual de pequeña y delgada, de cabello negro y lacio, con los ojos marrones y hoyuelos que se le marcaban al sonreír.

—Él es Aaron, mi jefe—me presentó mi compañera y la chica sonrió al extenderme la mano. La tomé aún consternado.

—Iris me habló de ti, el chico alto y guapo que usa su cuerpo como cuaderno de dibujo—dijo risueña. Iris, que entró detrás ella se puso roja y la calló con un golpe—. Era broma, soy Celeste. Pasa, ¿quieres algo de beber?

—Sí, claro—acepté. Y metí mis manos en los bolsillos mientras miraba alrededor.

Era una sala pequeña con sillas de mimbre y un cómodo sofá frente a una mesita llena de inciensos, cuyo aroma se sentía denso, mas no era desagradable. La ventana daba hacia la calle y la complementaba una cortilla de colores.

—¿Usaste ya el incienso que te regalé? —me preguntó Iris, agachándose a buscar algo en un librero junto a la puerta de lo que seguro era la cocina.

—Sí, lo encendí el otro día, el aroma no era muy fuerte, parecía ¿madera?

—Sí, pensé que ese aroma te gustaría, nada dulce ni penetrante. Sutil, misterioso, varonil... como tú.

Celeste salió de la cocina con una bandeja con una jarra y tres vasos de jugo. Me senté en una silla junto al sofá para no verme descortés tomándolo parado. Las chicas se sentaron también.

Pensé en charlar un poco antes de poner una excusa e irme, pero por algún motivo la conversación fluyó con ambas. De los jugos pasamos a algo más fuerte y corrió el tiempo.

Iris era divertida, algo inoportuna al hablar. Celeste era graciosa también y me era inevitable encontrarle cosas similares a Maya. Su cabello, su cuerpo, la forma en la que reía.

No me había divertido así en años. Me olvidé de todo, de las dimensiones que había visitado, de los dramas del Círculo y el proyecto Transalterna, solo éramos los tres, conversando de temas triviales y sin importancia. No quería irme, tal vez por el alcohol empezando a nublarme la cabeza, o el aroma de los inciensos que no se acababan.

Poco a poco, fui perdiendo la noción del tiempo y la realidad. De un momento a otro, las chicas comenzaron a besarse. Jugueteaban con sus labios y sus lenguas mientras acariciaban el cuerpo de la otra sobre el sillón, con la mirada puesta en mí, como invitándome a formar parte. Iris la detuvo y se acercó a mí, me tomó de la mano para que me levantara de la silla y me puso frente a Celeste.

—¿Se parece a ella no crees? —me dijo con una vez suave e hipnótica—. ¿No la deseas?

Celeste no me desprendí la mirada cargada de lujuria. Ambas me incentivaron a sentarme en el sillón y sin pensarlo comencé a besar a Celeste. Iris se puso a mis espaldas y sentí su cálido aliento contra mi oído, su húmeda lengua subiendo por mi cuello hasta llegar a mi lóbulo para morderlo con suavidad. La otra chica dejó de besarme y fue Iris quien tomó su lugar. Ambas me besaban de manera diferente. Celeste dulce y pausada e Iris con pasión y fuerza. En medio de besos terminamos yendo a la habitación y de inmediato tumbé a la chica más joven sobre la cama.

Iris subió también y me ayudó a desvestirla. Era tan dócil sumisa como Maya, dejó que yo le abriera la blusa e Iris le abrió el broche del brasier. Le besaba el cuello mientras le masajeaba los pechos, tentándome a tocarlos también. Así lo hice, Celeste se retorcía de placer al sentir las manos de ambos recorrer su piel.

Me quité la camiseta y abrí el boche de mi pantalón para sacar mi miembro que ya estaba erecto. A las chicas les brillaron los ojos y se pusieron de rodillas frente a mí. Iris lo tomó con su mano, masturbándome suave e indicándole a la otra chica que lo chupara. Ella obedeció, introduciéndolo lo más al fondo de su garganta que pudo. Cerré los ojos, sintiendo que me desvanecía. Todo transcurría como en un sueño. Donde no distinguía los límites de lo real. Cuando los volví a abrir ambas lo lamían, compartiendo besos de rato en rato, sin dejar de darme placer.

De ahí pasamos a terminar de desvestir a Celeste. La otra permaneció en ropa interior y la acomodó su regazo, para para pasar la mano por su entre pierna. Ofreciéndome a Celeste como un juguete sexual

—Ya está muy mojada, ya quiere que te la cojas—me dijo, y no esperé más.

Ardía de deseo y actuaba por instinto, gozando los gemidos, disfrutando la vista de Iris chupándole los pezones a la otra chica, ayudándome a hacerla correrse y caer rendida con una sonrisa de placer. Yo continué hasta sentir que me corría también. Saqué mi miembro de su vagina y acabé encima de ella, dejándole mi líquido seminal en el vientre. Iris se apresuró a colocarse sobre ella y la limpió con la lengua, trazando un camino desde su ombligo hasta su boca para finalizar con un beso.

Solo esa imagen me encendió de nuevo. Tenía a la chica de cabello rosa de espaldas frente a mi. Le bajé la ropa interior lo suficiente para penetrarla. Soltó un gemido al sentir mi miembro abriéndose paso en ella y me fue pidiendo más, extasiada. Como ambas chicas estaban bajo mi cuerpo las penetré a ambas, primero a una y luego a la otra. Cada vez con menos conciencia, solo sintiendo los suaves cuerpos de ambas, sus aromas entremezclados con el incienso, nuestros cuerpos sudorosos dejándose llevar por nuestros instintos más primitivos.

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Bueno... Aaron se dio una doble alegría? XD

un capítulo más será de Aaron y creo que la el subsiguiente es de Sophie, para que sepan que pasa con ella. Los quiero mucho!!!

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