Capítulo 9

Capítulo 9

Luego de unas semanas, la respuesta de la universidad llegaría.

Estuve continuamente vigilando el buzón del correo, al igual que los chicos. Si bien no pudieron evitar que envíe la carta, impedirían a toda costa que reciba la respuesta, lo cual me haría desistir de la idea de ir a la universidad, o eso creían ellos. Inclusive decidieron tomar turnos para que no me acerque al buzón. El lado positivo era que el régimen fascista anti-papel se había acabado en mi casa, por lo cual podía tener toda la diarrea que quisiera. No que la tuviera pero, ya saben, si llegaba a ocurrir, estaba cubierta. Lo sé, "cuánta clase", como me diría John.

Como era lo usual, mis padres no estaban en casa por lo que los Fab no se reprimían para nada al entonar las melodías del gran Buddy Holly en el living, y por algún motivo, una pregunta comenzó a rondar por mi cabeza.

— ¿Ustedes conocieron a Buddy Holly? —Les pregunté— me refiero a... "allí" —intenté apuntar hacia el cielo o el infierno, pero en realidad no sabía en qué lugar habían estado los chicos. Claro que se dieron cuenta de que no sabía a qué lugar referirme, y se sintieron ofendidos.

— ¿Acaso crees que nosotros podríamos haber ido al infierno? —preguntó John, haciéndose el herido.

—No lo sé, tú dime, John "Somos-más-grandes-que-Jesús" Lennon —bromeé y los chicos rieron.

—De todas maneras, no puedes saberlo. No podemos decirte nada de lo que ocurre después de la muerte —me respondió, severo.

— ¿Por qué no?

—Pues, porque no. Es un secreto, y no somos ningunos chismosos —respondió George.

—A que a Jenna sí se lo dirías —le dije moviendo mis cejas.

—No me tientes —rio él— además, no soy tan débil ante Jenna como creen. Ustedes exageran.

—Oh, por favor —bufó Ringo— te derrites a sus pies. Cada vez que aparece le coqueteas, y ella no te hace caso —rio.

—No aún —lo corrigió George, manteniéndose optimista como siempre. —Pero ya verán, les haré tragar sus palabras a todos cuando ella aparezca y vean que aún conservo mi dignidad.

—Si tú dices —reí. Observé a los chicos por un minuto, y aunque sabía que el tema que estaba a punto de abordar era algo delicado, no podía callármelo más. —Chicos... ustedes... —comencé a decir intentando encontrar las palabras adecuadas— ¿ustedes no extrañan hacer música? Quiero decir... juntos.

Los cuatro guardaron silencio por un minuto, e intercambiaron algunas miradas incómodas.

—Bueno... no lo sé —comenzó a decir George, tímidamente— luego de cómo terminó todo... sería raro.

—Estoy al tanto de cómo acabaron las cosas, de cómo todo... colapsó, en un momento determinado —comenté— y sé que fue difícil pero... ha pasado mucho tiempo de eso.

—Sí, bueno pero, tal vez... tal vez no estamos destinados a hacer música juntos. Somos muy diferentes —explicó Lennon.

— ¿Qué no están destinados a hacer música juntos? ¿Es una broma? —reí, porque lo que oía me parecía en verdad ridículo. —Si alguna vez existieron unas personas que estuviesen destinadas a hacer música juntos, esos son ustedes. No hay personas que encajen mejor que ustedes. Son muy diferentes ¿y qué? Es por eso que se llevan tan bien, porque se complementan. Ustedes, por separado, son muy buenos en verdad, y se lo demostraron al mundo, pero juntos... Juntos son increíbles. Son una fuerza imparable —dije comenzando a emocionarme. No sólo se trataba de mis amigos, sino de la banda que más admiraba— y ustedes saben que luego de la ruptura, habían pensado en reunirse de nuevo, pero debido a algunas circunstancias, esos planes jamás se concretaron... pero es tiempo. Sé que escriben canciones, por más que traten de ocultármelo, sé que aún lo hacen. La música es algo que corre por sus venas, no pueden librarse de ella así como así. Y creo plenamente que ese material debería ser escuchado por alguien. ¡Son los Beatles! ¡Son la banda más trascendental del siglo XX! Qué digo del siglo XX... de todos los siglos. Su arte cambió la vida de millones de personas a través de los años, han pasado cien años y la gente aún los ama. Y sé que ustedes se aman. Son los mejores amigos, son hermanos, y nacieron, citando a uno de mis ídolos —dije observando a George— "para salvar al mundo del aburrimiento". No hace falta que sea hoy, no hace falta que sea mañana, pero sé que, en algún punto, querrán volver a tocar para las personas, y lo desearán tanto como lo deseo yo.

Luego de mis palabras, los chicos volvieron a guardar silencio. Finalmente Paul habló.

—Bueno... yo... —comenzó a decir Paul, pero como era lo usual, siempre tardaba un poco en formular lo que quería decir— no sé ustedes, pero yo sí extraño los viejos tiempos ¿Saben?

—De hecho, yo también —admitió Ringo con timidez.

George suspiró.

—Vaya que pasamos algunos malos momentos pero... también hubo buenos momentos. Y sé que, si tuviese la oportunidad, volvería a hacer todo de nuevo —sonrió.

—Y la tienen —dije— tienen la oportunidad de volver, si es que ustedes lo desean.

—Pero no estamos vivos —señaló Paul.

—Lo sé pero, no hace falta que los demás lo sepan —sugerí, y se me ocurrió una idea. —Podrían comenzar como una banda tributo a, bueno, ustedes mismos. Y luego ¿quién sabe?

Los chicos intercambiaron miradas entre ellos, y luego se concentraron en John, quien no había dicho nada al respecto aún.

—John —le llamé la atención.

—No lo sé, Cassie —dijo sin levantar la mirada, pellizcando uno de los brazos del sofá— ha pasado tanto.

—Lo sé —dije tomando sus manos, lo cual hizo que sus ojos encuentren los míos— pero deben intentarlo. Tienen que. Yo sé que quieres hacerlo, John, volver a tocar junto a tus mejores amigos. Y no hay nada que te lo impida, sólo tú mismo. No tengas miedo.

Él me observó, dudando. Suspiró.

—No veo por qué no podríamos intentarlo de nuevo —dijo esbozando una gran sonrisa.

La espera se había hecho eterna pero afortunadamente, tres semanas después, la carta arribó a mi hogar.

Los chicos habían descansado un poco del Mario Bros y últimamente estaban obsesionados con el Rockband. Obsesionados, por supuesto, con la versión que se trataba de ellos, como los monstruos ególatras que eran. Es curioso, pero los chicos se contradecían a sí mismos todo el tiempo. Sus personalidades, quiero decir. Los espíritus de los Beatles eran una combinación de dos personalidades opuestas: por un lado, estaban los Beatles de poco antes de morir, cuando ya eran maduros y experimentados, pacifistas y anti materialistas, reflexivos y espirituales. Pero por otro lado, también estaban los Beatles de la edad de su cuerpo actual, los veinteañeros, los jóvenes enérgicos y bromistas, algo presumidos y descarados, algo maduros a comparación de otros chicos de su edad, pero aún les faltaba mucho camino. Un instante podían darme un gran sermón y al otro, se comportaban más infantiles que yo. Para simplificar las cosas, era como si Money (That's What I Want) y All You Need is Love estuviesen en un mismo álbum. Así eran las personalidades de los Beatles en su versión fantasma. Pero, volviendo al Rockband, los chicos apestaban, y esta vez no era sólo Paul, sino los cuatro.

—Aun no comprendo cómo es que pueden ser tan malos en un juego que trata de sus propias canciones. Simplemente no logro entenderlo —dije perpleja, al ver sus horribles resultados en la tabla que se mostraba en pantalla. Aunque alguien estaba feliz en la sala, y era Ringo, ya que había ganado esta ronda contra Paul. No se había lucido tanto tampoco, pero había ganado.

—Al demonio los resultados —dijo Paul molesto— yo escribí esas canciones, así que yo gano —protestó depositando de mala gana el bajo en el suelo, sentándose en el sofá de brazos cruzados, haciendo un puchero. Reí, y como estaba sentada junto a él me miró. No pude evitar pellizcarle con cuidado una de sus adorables mejillas y no se resistió, porque aunque no le agradaba que le pellizquen las mejillas, le divertía saber que a mí me agradaba hacerlo.

—George, John, es su turno ahora —indicó Ringo.

Me puse de pie y subí hasta mi habitación a buscar algo, mientras los chicos jugaban. Jenna me había pedido si no podía prestarle uno de mis vestidos que tanto le gustaba para salir el fin de semana con Sid. Sí, aún salía con Sid. Para la mala suerte de George, estaban durando más de lo que esperábamos. En fin, Jenna llegaría en cualquier momento, por lo cual debía apresurarme en encontrar el vestido que me olvidé de buscar con anticipación. Revise en mi armario y no podía encontrarlo, hasta que al fin lo hallé, oculto detrás de unos abrigos. Tomé la bolsa que estaba junto a mi ventana para guardarlo allí cuando observé que alguien estaba fuera de mi casa. Era el cartero, y estaba depositando unas cartas en mi buzón, y supe instantáneamente que la carta de la universidad se encontraba allí.

Piensa rápido, Cassie.

— ¡Chicos! ¡Ayuda! —grité desde mi habitación, intentando sonar horrorizada. Ellos aparecieron al instante.

— ¿Qué sucede? —preguntó Paul, alarmado.

— ¡Una araña! ¡Hay una araña! —exclamé, dado que los chicos sabían que no toleraba a las arañas.

— ¿Qué? ¿Dónde? —preguntó Ringo, inspeccionando la habitación con la mirada al igual que los otros. En ese momento tomé la llave de mi puerta sin que lo notaran.

— ¡Allí, hay una araña allí! —indiqué, apuntando a un rincón.

—Yo no veo nada —dijo John, mientras se acercaba a ver junto con los demás.

Fue en ese instante cuando aproveché y salí de la habitación, cerrando rápidamente la puerta con el seguro. Pero Paul no tardó en aparecer frente a mí, asustándome.

— ¿Qué crees que haces? —preguntó confundido.

Maldición, cierto que son fantasmas y pueden atravesar cosas.

Yo no supe qué responder, pero él con tan sólo mirarme, lo supo.

— ¿Está allí, no es así? ¿Ya llegó la carta? —me preguntó.

Yo lo observé sin darle respuesta alguna, y luego comencé a correr, bajando las escaleras lo más rápido que podía. Para frustrar mi carrera hasta el buzón, Paul llamó a sus refuerzos. Apenas acabé de cruzar el umbral de la puerta, Paul y John me sujetaron. Intenté liberarme, pero el forcejeo era inútil. Le ordenaron a Ringo que busque el correo y así lo hizo. Todo parecía perdido, hasta que noté que Jenna se acercaba. Como la había mantenido al tanto del plan de los Fab, observó a Ringo con las cartas en mano y supo qué hacer. Notó que se había materializado, por lo cual corrió hasta él y lo tacleó. Sí, Jenna era una chica ruda. Por suerte para ellos, Ringo anticipó lo que Jenna haría y antes de ser derribado le traspasó las cartas a George, quien presenció la escena a unos escasos centímetros.

Pero por suerte para mí, se trataba de Jenna.

Ella se puso de pie y se acomodó la ropa y el cabello, como si nada hubiese pasado.

—Hola George —saludó coquetamente.

—Ahmm... Hola —saludó George avergonzado.

— ¿Podrías entregarme las cartas? —solicitó ella, paseando su mano delicadamente por el brazo de George. Este tragó saliva.

—Podría entregarte las cartas, mi apellido, lo que desees —respondió embelesado, entregándole las cartas al instante.

Jenna le agradeció y vino hasta a mí con una sonrisa victoriosa y con el correo en mano. Lennon y McCartney me liberaron, sabiendo que ya no tenía caso.

— ¿No era que nos ibas a hacer tragar nuestras palabras? ¿Qué ibas a conservar tu dignidad frente a Jenna? —le reprochó John a George, molesto, dándole un golpe en la cabeza.

— ¡Auch! —Se quejó George— No es mi culpa, no tengo la culpa de que sea la dama de mis sueños.

—"Ay sí, la dama de mis sueños" —repitió John imitándolo y dándole otro golpe. Pero toda agresión a George era en vano, ya que la carta estaba en mi poder.

Observé el sobre con cuidado. Estaba en mis manos, finalmente estaba aquí. Los chicos me contemplaban impacientemente, esperando oír lo que estaba escrito. Fue cuando me di cuenta de que yo no podría leerlo, así que le pedí a Jenna que por favor lo hiciera por mí. Le cedí el sobre y ella se apresuró en abrirlo, y cuando la leyó, la carta comenzaba con un "Lamentamos informarle...", por lo que se detuvo.

—Lo siento mucho, Cassie —dijo Jenna, con una mirada triste. Los chicos me abrazaron e intentaron consolarme porque si bien no deseaban que yo vaya a la universidad, siempre pensaron que yo era capaz de ingresar. Jenna continuó leyendo la carta para ella misma. —No... ¡espera! ¡Sí ingresaste!

— ¿Qué? —pregunté sorprendida.

— ¡Te aceptaron, Cassie! ¡Te aceptaron! —exclamó contenta. Me acerqué hasta ella a leer la carta.

—Oh por Dios, ¡ingresé a la universidad! —exclamé yo, feliz. Aunque a los chicos no les agradaba la idea, se pusieron felices por mí. Yo no podía creerlo. Nos abrazamos entre todos y George aprovechó para abrazar a Jenna.

—Pero entonces no entiendo —dijo Ringo— ¿qué es lo que lamentaban informarte?

Yo continué leyendo la carta, y me di cuenta de que había un pequeño detalle.

—Oh...

— ¿"Oh" qué? —preguntó Paul.

—Aquí dice que ingresé a la universidad pero —hice una pausa para seguir leyendo— pero que hubo un error y se quedaron sin lugar para que yo viva allá.

— ¿Eso qué quiere decir? —preguntó John, sin comprender.

—Sugieren que asista a la universidad pero que viva en mi casa.

— ¿Quiere decir... que no te irás? —preguntó Ringo, esperanzado. Los chicos comenzaron a celebrar, pero yo no.

— ¿Por qué no estás feliz? Lograste ingresar. Obtuviste lo que querías ¿o no? —preguntó George confundido.

—Sí, pero esto arruina un poco mis planes de dar el siguiente paso y marcharme de casa. Ahora se sentirá como seguir asistiendo a la escuela —expliqué algo desconforme.

Los chicos aún intentaron hacerme ver el lado positivo, pero yo de verdad sentía que estaba lista para mudarme de casa, sólo que ya no pasaría, no por algunos años más. Mis padres llegaron a casa unos minutos más tarde, por lo que despedí a Jenna y los chicos se fueron también. Les hablé sobre que me habían aceptado, pero que seguiría viviendo en casa. Les hice saber mi disconformidad, y para mi sorpresa, me dieron una solución inesperada.

—Yo creo que deberías mudarte —declaró mi padre.

— ¿Qué? ¿Hablas enserio? —pregunté, sorprendida. — ¿Me estás echando?

Él rio.

—No, no te estoy echando, hija. Pero tú querías ir a vivir a la universidad, y como no puedes, podrías ir a vivir a un apartamento. De preferencia uno que esté cerca de la universidad, porque aquí te queda un poco lejos.

—Pero... ¿están seguros? —pregunté desconfiada. ¿Acaso me estaban dando permiso para irme a vivir sola?

—No lo dudes tanto, Cassie, porque nos arrepentiremos —advirtió mi madre— eres nuestra hija y te amamos, pero también comprendemos que esta es una edad donde los chicos comienzan a irse de casa... pero sólo de casa ¿bien? No del país, así que no te consigas un departamento en Francia ni nada por el estilo —bromeó mi madre.

Básicamente me abalancé sobre mis padres a abrazarlos y besarlos. ¡No podía creerlo! ¡Me iría a vivir sola! ¡A mi propio departamento! Estaba tan feliz que lo primero que hice fue subir a mi habitación, llamar a los chicos y hacer una videollamada con Jenna para contarle todo con detalle. Ella me contó que también había llegado su carta y decía lo mismo que la mía, que había habido un error y que la aceptaron pero que seguiría viviendo en su casa. O tal vez no. Le sugerí que podía irse a vivir conmigo, y aunque le entusiasmaba la idea, debía consultarlo primero con sus padres. Y así lo hizo, y días después, luego de muchas negociaciones entre nuestros padres, recibimos la confirmación: Jenna y yo nos iríamos a vivir solas, al centro. Junto con los chicos. Jenna, los Beatles y yo iríamos a vivir juntos al centro de la ciudad, y no podía esperar.



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