Capítulo 2


Capítulo 2

Tener amigos fantasmas no era tan genial como parecía.

Era mucho mejor.

Más aún cuando tus amigos son los mismísimos Beatles.

Aprendí muchas cosas pasando tiempo con ellos. Eran unos chicos bastante geniales. Eran muy graciosos, nunca me aburría estando con ellos, lo cual era prácticamente todo el día, todos los días. Nos hicimos cercanos en poco tiempo, y eran básicamente como unos hermanos mayores, ya que se aseguraban de que estuviese segura y feliz. Muchas veces, incluso, cedían ante mis caprichos. Déjenme contarles un poco sobre cómo fue crecer con ellos...

Ese mismo año, cuando los conocí, ya eran como de mi familia. Pasaban mucho más tiempo conmigo que mi familia, en realidad. No nos separábamos a menos que sea necesario, excepto cuando tenía que ir al baño, porque, por suerte para ellos, ya podía ir sola.

Recuerdo uno de los primeros deseos que me cumplieron. Nos sentábamos todo los días frente al televisor a la hora de la merienda y veíamos Disney Channel. John y George quedaron maravillados la primera vez que vieron el televisor porque cuando habían muerto, los televisores no eran tan grandes. El primer día se sentaron tan cerca de este que les dolió la cabeza por horas. Pero, volviendo al tema principal, yo adoraba a las princesas de Disney. Me gustaban principalmente las clásicas como Blancanieves o Cenicienta. Esta última siendo mi favorita. A los chicos también les gustaba, porque la habían visto de pequeños. Les hice verla un millón de veces, por lo que recordaban perfectamente quién era el Príncipe Encantador cuando yo les decía una y otra vez que me quería casar con él. Aunque a veces me preguntaban si me refería al de Shrek, pero solo para fastidiarme. Les decía que me quería casar con el Príncipe Encantador y que la Pantera Rosa oficie la boda, mientras que el Genio de Aladdín iba a ser el padrino de bodas y Stitch, la madrina (aunque bien sabía que Stitch no era niña, poco me importaba). Me sorprende que no hayan perdido la paciencia en ningún momento; eso demostraba cuánto me querían. Eso y que un día, en el patio, me encontré con que todo se había vuelto realidad.

Era la tarde, esa tarde con sol y tranquila, perfecta para dormir y que mi niñera no desaprovechaba. Me habían colocado una venda como hacía media hora ya, y me contuve de espiar, a pesar de que estaba tremendamente ansiosa. Cuando al fin todo estuvo listo, George me condujo hasta el patio, tomándome de los hombros, ya que se había materializado. Sentía el ruido del pasto cuando pisábamos y por alguna razón, las manos de George no parecían sus manos. Estaban peludas, no parecían de verdad. Le pregunté qué le había ocurrido a sus manos, y él dijo que no podía decírmelo, que era una sorpresa. Finalmente me quitó la venda y no pude creer lo que veía.

Había un sendero de pétalos rosas que guiaban hasta donde estaba el árbol, y entrelazadas en las ramas de este, muchas guirnaldas. Había globos inflados de helio y con forma de corazón y las sillas estaban ubicadas a los lados del sendero, todas ocupadas por mis muñecas y mis animales de felpa. A un lado se encontraba un pastel con chispas de chocolate y con los muñecos de los novios en la cima y al otro lado del "altar" había una piñata. Veía todo eso y simplemente no podía creerlo. Era hermoso.

—"¡Ta-dá!" —exclamó George. — ¿Qué te parece, Cassie? ¿Te gusta?

—Oh por Dios... George... —dije hasta ser interrumpida por mi propia risa, al ver a George. ¡Estaba vestido como la Pantera Rosa! Era muy gracioso.

—Espera, espera. Eso no es todo —dijo entusiasmado, y acto seguido, hizo un silbido. Uno fuerte. Allí fue cuando aparecieron John y Ringo.

Oh por Dios.

¡John estaba vestido de Genio! ¡El "Genio" de Aladdín! ¡Y Ringo de Stitch! ¡Con un tutú! Reí aún más fuerte cuando los vi haciendo un pequeño baile. Era la cosa más divertida que había visto en la vida.

—¡Bienvenida a tu boda, damita! —exclamó John, alegre y saltando. —Permítame presentarme. Yo soy el Genio, el padrino del novio. Sin embargo, estoy a su disposición —dijo inclinándose para saludarme como si fuera de la realeza. Ringo hizo lo mismo.

—Y yo soy Stitch, su dama de honor. Estoy a su servicio —sonrió. Yo no sabía qué decir o qué hacer.

—Bueno, basta de charla, que la princesa debe alistarse... y pronto —se apresuró a decir George. En ese momento noté dos cosas: a) Faltaba Macca. Y b) Los tres tenían una mano tras la espalda, y no sabía por qué. No tardé mucho en averiguarlo de todas maneras.

—Espero le guste su vestido, princesa —dijo George y enseñó lo que tenía detrás de la espalda. Era un vestido... un hermoso vestido exactamente igual al de la Cenicienta. Y era para mí. Sentí como si fuera a dejar de respirar.

—¡¿Es para mí?! —pregunté atónita.

—Claro que sí, princesa. Permítanos ayudarla con eso —dijo Ringo y los tres me ayudaron a colocármelo encima de la ropa. Era tan lindo, y tan suave. En ese momento oí que comenzó a sonar el tocadiscos con "The Honeymoon song". Noté que los instrumentos provenían de la grabación, pero no la voz. La voz la aportaba Paul, en ese mismo momento, pero no me permitieron verlo hasta estar lista.

"I never knew that a day

Like today laid before us

I've got the sun in my heart

And my heart's in the sun

Skies are as bright as your eyes

The horizon is open

Love is a ceiling

Feelings are reeling

Free as the air..."

("Nunca supe que un día

Como hoy yacía ante nosotros

Tengo el sol en mi corazón

Y mi corazón está en el sol

Los cielos son radiantes como tus ojos

El horizonte está abierto

El amor es un límite

Los sentimientos dan vueltas

Libres como el aire...")

Luego John me mostró el velo que tenía tras su espalda y Ringo, una tiara y un ramo de flores. Me colocaron ambas cosas en mi cabeza y el ramo en mis manos y me sentía tan bien. Estaba estúpidamente feliz. Me sentía...

—Una princesa. Eso es lo que eres —me dijo John, observándome. Los tres me contemplaban y yo estaba avergonzada pero feliz. Me tomaron una foto con la cámara instantánea.

— ¿Está usted lista, princesa? —preguntó Ringo y atrajo una silla decorada con flores para que me siente. Yo asentí y me senté. La Pantera Rosa corrió a su lugar de ministro y El Genio y Stitch elevaron la silla conmigo encima, uno de cada lado, me cargaban hasta el altar. Allí es cuando al fin pude ver a Paul, en el altar, vestido de El Príncipe Encantador (Prince Charming). Detrás suyo se leía un gran cartel que decía "McCharming y Cassie están sentados, en el árbol de los enamorados", claro que de eso me di cuenta tiempo después, cuando ya había aprendido a leer y contemplaba las fotos de ese día.

Paul estaba encantador en verdad. Tenía su cabello perfectamente arreglado con el gel para cabello, y el traje le quedaba ridículamente bien, desde los zapatos recién lustrados hasta los guantes blancos relucientes. Él continuaba cantando la canción a medida que los chicos me acercaban al altar.

"Forever on and forever

Forever on, side by side

Whoever knew that we two

Could be as free as we'd fancied?

Fancy is free, but are we,

Who are bound to each other by love,

To each other by love

Whoever knew that we two

Could be as free as we'd fancied?

Fancy is free, but are we,

Who are bound to each other by love,

To each other by love"

"Por siempre y para siempre

Por siempre, lado a lado

¿Quién hubiese sabido que nosotros dos

Podíamos ser libres como deseáramos?

Desear es gratis, pero somos nosotros

Quienes están destinados el uno al otro por amor,

El uno al otro por amor

¿Quién hubiese sabido que nosotros dos

Podíamos ser libres como deseáramos?

Desear es gratis, pero somos nosotros

Quienes están destinados el uno al otro por amor,

El uno al otro por amor"

Terminó de cantar cuando llegué al altar. Los chicos colocaron la silla en el suelo, me ayudaron a poner de pie y se dirigieron a sus respectivas ubicaciones, John a un lado de Paul y Ringo a mi lado.

—Princesa —me saludó Paul inclinándose, como lo habían hecho los chicos anteriormente. Besó mi mano. —Es un honor para mí acompañarla en este día tan especial.

—El honor es mío, Príncipe McEncantador —le sonreí y él me sonrió de vuelta. En ese momento George comenzó a decir las palabras correspondientes. Al parecer las había estudiado muy bien, porque sonaba igual que en las películas, y no había titubeado ni una sola vez. George era todo un profesional. Nuestros padrinos nos alcanzaron a cada uno los anillos de caramelo. El diamante de mi sortija era sabor manzana, mientras que el de Paul era sabor cereza.

—¡Hey! Yo quiero uno de esos —se quejó John.

—Si quieres uno, consíguete tu propia esposa -se burló Paul. John le enseñó su lengua. — ¿Es en serio? ¿Harás eso el día de mi boda? Que grosero. —John volvió a enseñarle la lengua, y esta vez Paul hizo lo mismo. George carraspeó fastidiado y los dos recuperaron la compostura. Continuamos con la ceremonia y nos colocamos los anillos. Luego, como nadie se opuso a nuestra unión, el novio besó a la novia. Paul se inclinó y me dio un beso en la mejilla. Sus labios eran fríos, como el resto de su fantasmal cuerpo, pero no me molestó, ya me había acostumbrado. Después yo besé su mejilla.

—Ese sí que fue un bonito beso —me dijo y me ruboricé.

—Me prometí a mí mismo que no iba a llorar —dijo Ringo con un pañuelo en su mano. Se limpió la nariz estruendosamente y George se le acercó.

—¿Sabes que te pondrá mejor? —le dijo, depositando su brazo sobre sus hombros— ¡el ramo!

Ringo se repuso inmediatamente y se colocó detrás de mí, expectante, acomodando su tutú para que no se le cayera.

—Vamos princesa, por favor lance ese ramo para ver quién es el afortunado —suplicó. Yo reí y me coloqué de espaldas a John, George y Ringo. Cerré los ojos cuando lo lancé y cuando los abrí, vi que estaba en las manos de George.

—Vaya, vaya, vaya, miren quién será el próximo —presumía moviendo sus cejas.

—¡No es justo! Se supone que esto me haría sentir mejor, y no está funcionando —refunfuñaba Ringo.

—Bien, bien... toma, te lo doy —dijo George apiadándose y entregándole el ramo- pero no te hagas ideas erróneas por esto ¿okey? —le advirtió. Ringo pestañeó coquetamente y George se alejó.

Paul y yo nos subimos en la bicicleta que tenía el cartel de "Recién casados" y dimos varias vueltas con los chicos a nuestro lado, aprovechando que el patio trasero era tan grande. Luego se fueron turnando hasta que decidimos ir por la piñata. Me vendaron los ojos nuevamente y me subieron a los hombros de Ringo. Afortunadamente no tardé mucho en romperla, por lo que nos llenamos los bolsillos de dulces y fuimos corriendo hasta el pastel. Intentamos hacer eso que hacían en las películas, lo de embarrarse un poco de pastel en el rostro, pero resultó en una divertida guerra de comida.

—Mi queridísima esposa ¿Le apetece bailar? —me preguntó Paul y yo asentí entusiasmada. Los chicos nos imitaron. El tocadiscos emitió varias canciones de swing, jazz y rock and roll por lo que acabamos bailamos lo que restaba de la tarde. Mientras bailaba sobre los pies de Paul, este me alzó en sus brazos y me preguntó si podía besarme otra vez y yo le dije que sí. Esta vez me besó en la frente.

—Princesa, me acaba de hacer el hombre más feliz del mundo —sonrió y continuamos bailando junto con los demás.


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