Capítulo 5: Pasado Reconocido
—Atención, por favor —pide Marth tocando el vaso con la cuchara, creando el típico sonido de las galas—. Gracias a todos por asistir hoy a la boda. Hacía tiempo que no nos juntábamos todos nosotros en un mismo lugar. Han venido amigos de lejos para ver este día tan especial, la familia se ha reagrupado y muchos de nosotros nos alegramos hoy de poder hablar con el otro. Yo... Estoy feliz. Feliz por estar aquí, por llegar tan lejos. Sois personas especiales para mí, sois parte de esta historia. Siento ser tan cursi, pero es así. Ahora sí, os dejo comer tranquilamente.
—¡Por los novios! —grita uno, levantando la copa de champán.
—¡Por lo novios! ¡Viva! —todos le seguimos el rollo, brindamos por su amor y seguimos comiendo.
Estoy en la mesa más importante, donde todos los amigos crearon esta familia que ha llegado a ser tan grande.
Gloria está a mi derecha, a un par de asientos lejos de mí. Marth, a mi lado, me susurra.
—¿Quieres hablar en privado? —le miro con súplica, esperaba que me lo preguntara.
Nos levantamos con la excusa de que tenemos algo importante de lo que hablar y le cuento todo lo que he hecho.
—La he cagado, Marth. ¡La he cagado!
—¿Qué has hecho? Noto a Gloria decaída.
—Le eché en cara todo el tiempo que no estuvo. Me la encontré de imprevisto en un túnel de flores que había en aquel jardín y no sabía qué hacer. ¡Me pudo la presión de sincerarme!
—¡¿Por qué hiciste eso?! Te dije que tenías que respirar hondo, calmarte y hablar, solo hablar.
Hace años, antes de que mi diosa se fuera, Marth me ayudó a controlarme con un orden específico. Respirar con calma y hablar para caldear el ambiente, pero no ha funcionado al parecer porque me salté el primer paso.
—¡Lo sé! Pero en ese momento no pensé en los pasos, se me olvidaron por completo.
—Ya no sé qué hacer contigo —soba el puente de la nariz, mostrando pena por mí—. ¿No crees que espera una disculpa?
—No quiere acercarse a mí, ¿no lo ves?
—¿Estás segura de que se aleja por ti? A lo mejor espera a que des el primer paso y te disculpes.
—Me gustaría creer eso, siquiera me dirige la mirada.
Nos quedamos en silencio un momento. Soy una idiota, lo sé. Pero necesito decirle que no quería herirla, que no quería decir aquello tan doloroso para ella.
—¿Sabes qué? Voy a ir a por ella, la comida se ha terminado, así que tengo vía libre y no tiene excusa para decir que no.
—Hazlo —mira el móvil un momento—, yo tengo que hablar con un amigo.
—Está bien —con su suerte de mi parte, salgo de nuestro escondite y voy directa a por Gloria, quien sigue sentada en la mesa terminando su plato—. Gloria —hace oídos sordos—, quiero hablar contigo —me mira de reojo, sin enfado.
—No quiero —responde.
—¿Por qué? —¿tendrá alguna excusa? Si no quiere es solo porque la he fastidiado, pero tampoco es como para no dirigirme la palabra en todo el día y pretender que no nos conocemos.
—No tengo ganas de hablar contigo.
—Venga, no te diré nada malo. Te lo prometo —me mira por fin a los ojos, indecisa. La agarro del brazo y la arrastro hasta la calle, que es donde Marth está hablando con un chico que no reconozco—. Gloria, primero deja que me disculpe por lo que te dije en la ceremonia.
—Sé que no quisiste decir nada de eso.
—Ya, pero aun así te quiero pedir disculpas. He sido una estúpida. No pensé en lo que decía. Me puse nerviosa.
—¿Nerviosa por qué? —el desconcierto se apodera de su cara.
Justo me pongo así por esa pregunta.
—Es difícil de explicar.
—Pues haz un resumen.
Cuando noto que mi sudor frío llega, Marth actúa y se acerca con un chico a su espalda.
—¡Hola, chicas! Me alegro que estés bien, Gloria. ¡Estás hermosa!
—¿Por qué haces como si no nos hubiéramos visto esta mañana? —pregunta mi sueño.
—Porque me gusta molestar —saca la lengua como un crío pequeño—. Por cierto, os quiero presentar a un amigo de la discográfica —el chico está más concentrado en sus auriculares que en su alrededor, por eso le da un golpe y se endereza.
Su piel es de color chocolate, al igual que el de Gloria, sus ojos son castaños y su cabello muy pobre, es como si se pasase la cuchilla por ahí. Es alto y su sonrisa de perla infunde confianza.
Cuando veo a Gloria, sus ojos muestran estupefacción y duda. Doy vueltas a la cabeza para intentar saber el porqué reacciona de esa manera. Hace años, me contó... Oh, no... No puede ser.
—¿Lloyd? —el chico la mira, se pone igual que ella.
—¿Gloria? —se acerca a ella—. ¿De verdad eres tú?
—Soy yo, hermano. Lloydino...
Su sonrisa se ensancha, le acaricia la mejilla y, al final, la abraza bien fuerte.
—No me lo puedo creer, hermana. ¡Por fin te veo! ¡Por fin te encuentro! —sus lágrimas están por florecer.
Y ahora esta boda se ha convertido en un encuentro familiar fortuito.
¿Qué más puedo esperar de esta boda justo cuando voy a declararme? Por favor, destino, no me hagas más esto.
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