Capítulo 4: El Altar

—¿Queréis dar vuestros votos? —pregunta el cura, mirando a los novios.

No tiene buena cara, pero como dijo antes, Dios quiere a todos y no hay que decir que son una abominación del demonio.

Ricky da un paso adelante y Marth se le queda mirando con ojos brillantes, igual que los del novio.

—Marth, el primer día que te hablé, fue como una maldición para ti. Tuve que salvarte de conocer el suelo por un estúpido. Después de eso, todo pasaba sólo, lento y tedioso... Necesitaba mucho de ti, emanabas y, emanas aún, esa alegría que se pega en todos los que se quedan a tu alrededor. Yo fui víctima de tu alegría. Hemos pasado por mucho juntos, hemos hecho muchas cosas, todo este tiempo que he pasado contigo no lo cambiaría por nada, no lo desharía, no pediría volver al pasado para enmendar mis errores por miedo a perderte. Marth, eres el amor de mi vida, eres todo lo que he necesitado para reparar mi corazón, para hacerme sentir como nuevo, para hacerme llegar a disfrutar cada segundo de esta vida que algún día acabará. Yo... Hoy en día pienso que si te pierdo, no soy nadie en el mundo —un par de lágrimas salen de sus ojos, cada segundo que pasa, va aumentando el número de lágrimas que acumula—. ¡Porque yo te necesito! Si no fuera por ti, a saber lo que habría llegado a hacer o dónde estaría. Te amo, Marth. En la vida y en la muerte, en todos los lugares y las dimensiones. Jamás te haré daño y tampoco te dejaré. Quiero una vida o varias contigo.

Marth se acerca para secarle las lágrimas y aprovecha para dar sus votos.

—Ricky, desde que te vi por mi ventana, supe que eras alguien inalcanzable, pero cambiaste eso en un abrir y cerrar de ojos. Me ayudaste a sobrepasar mis muros, me has ayudado a superar la tristeza, has sido un pilar muy importante que adoro en lo más hondo de mí y jamás caerá si te tengo a mi lado. Te prometo, Ricky, que jamás me separaré de tu lado, incluso siendo un espíritu, te seguiré y apoyaré en todo lo que haga falta. Necesito verte feliz, porque si tú lo estás, yo lo estoy. Y sé que si tú me ves feliz, más lo estás tú. Te amaré siempre, Ricky. Para siempre.

Veo a mi alrededor que algunas personas se han puesto a llorar al verlos tan cariñosos. Esa ternura que emanan al estar juntos es adorable y enseña que la sociedad no te puede separar del amor de tu vida.

Agarran los anillos y los dos empiezan a decir las frases más buenas.

 —Marth, recibe este anillo como signo de mi amor y de mi fidelidad. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo —turno de Marth.

—Ricky, recibe este anillo como signo de mi amor y de mi fidelidad. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo —sus anillos ya colocados, mirándose como si su alma se hubiera descubierto ante ellos, como si hubieran sacado su interior hacia el otro para mostrarles lo que de verdad aman.

—Marth, ¿aceptas a Ricky como tu esposo? ¿Prometes serle fiel en lo próspero y en lo adverso? ¿En la salud y en la enfermedad? ¿Amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?

—Sí, quiero.

—Ricky, ¿aceptas a Marth como tu esposo? ¿Prometes serle fiel en lo próspero y en lo adverso? ¿En la salud y en la enfermedad? ¿Amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?

—Sí, quiero.

—Por el poder que se me ha otorgado, yo os declaro marido y... marido —se ha quedado pensando por un minuto para saber lo que decir—. Ya puedes besar al novio —otra pausa, no está acostumbrado.

Se lanzan a besarse, todos nos levantamos, les grabamos en el momento justo y les gritamos la frase más típica.

—¡Vivan los novios! —suena varias veces la misma frase.

Gloria se ha quedado alejada de mí, con tristeza en su cara, con pena en su mirada... Le he hecho mucho daño, no tendría que haber dicho eso, ¡estoy enamorada de ella! ¿Entonces por qué le eché aquello en cara? Soy una estúpida.

Los novios bajan del altar y se suben al coche para ir a nuestra siguiente parada, que es el restaurante. El gran banquete nos espera, al igual que la tarta que ha hecho Farren, que se ha convertido en un gran repostero.

El coche de Ricky queda de nuevo a merced de Dana, quien se sube con Rodrigo. Me hace señas para que suba, esta es mi oportunidad.

—¡Gloria! —hace caso a su llamada, me mira, pero con lágrimas secas en su mejilla—. ¿Vienes? Nos lleva Dana.

—Esto... No. Tengo mi coche aquí mismo.

—¿Puedo ir contigo?

—Esto... Mejor que vayas con Dana. Quiero estar sola durante el trayecto, pensar en mis cosas.

—Está bien —se nota que quiere estar lejos de mí por lo que he hecho.

Subo al coche y dejo que Dana me lleve a nuestro destino mientras habla con Rodrigo. Durante el camino, he estado mirando a la ventanilla, el exterior me hace pensar, me hace recapacitar sobre lo que he hecho.

¿Acaso tengo perdón? He creado un día triste para Gloria cuando tenía que ser alegre por ver a nuestros dos amigos casarse. No es la bienvenida que quería darle, se me ha ido de las manos y no puedo repararlo.

¿Y si pido perdón? ¿Eso lo arreglará? Funciona siempre, el perdón lo arregla todo. ¿Pero acaso me perdonará?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top