eight.
Después de un largo tiempo, Ian se encontraba de regreso a su rutina, y como parte de ella, estaba sentado sobre la misma rama del viejo árbol en el parque. Traía un gorro puesto, pero aún así sus rizo castaños se las habían arreglado para hacerse espacio fuera de este. Eso hacía rabiar a Ian, pero estaba demasiado cansado para hacer algo al respecto y las ojeras que decoraban sus ojos eran la prueba de ello. Para se honestos, traía un aspecto bastante horrible y su aspecto desaliñado solo lo hacía ver peor.
Ian no había visto a su pelirrosa amiga desde la noche que vieron películas en su casa y se había quedado dormido. Eso había sido una semana atrás, una semana en la que Ian no había dejado de ir al parque cada noche, cómo lo hacía antes de cambiar la rutina. Llegaba a cuando el sol se ponía y se iba a las nueve, pero ella nunca aparecía. Había desaparecido sin dejar ningún rastro. Él no sabía si estaba molesta o si le había sucedido algo. Ella ni siquiera se había despedido aquel día.
Alissa siempre había sido un enigma para él, aunque incluso ella misma se consideraba un enigma. Ella había aparecido un día, cuando más solo Ian se sentía. De la nada, de todo. Desde entonces había permanecido con él, escuchándolo y acompañándolo. Para Ian su momento favorito del día era cuando estaba con ella, aún cuando solo se sentaban en silencio uno al lado del otro. Ella le brindaba un tranquilidad que pocas cosas le daban y nunca lo hacía sentir cómo un bicho raro. Todo en ella era especial, desde su cabello rosa hasta el hecho de haber aparecido en su vida para darle claridad.
Para cuando el reloj en la muñeca izquierda de Ian marcó las nueve, Ian supo que Alissa nuevamente no vendría. Bajó del árbol, sintiendo la ira y la tristeza acumularse en su garganta, provocando una sensación que no le resultó nada agradable. Sus ojos verdes se cristalizaron y las lágrimas saladas no tardaron en bañar sus pálidas mejillas. No quería marcharse, quería esperar un poco más, pero él sabía que Alissa no vendría.
–¿Dónde estás, Alissa? –preguntó a la nada, recostándose del tronco.
El problema no era solo la tristeza y molestia que le generaban no ver a Alissa. En realidad era el miedo de no volver a verla. Tan solo pensar en esa posibilidad, hacía que su corazón se apretara. Él no estaba preparado para extrañarla, él no quería dejarla ir. En estos últimos meses ella se había vuelto una parte muy importante en su vida. Se había acostumbrado a pasar la noches con ella, a sus burlas y sus medias sonrisas. Le pareció estúpido que simplemente desapareciera, las personas simplemente no desaparecían, algo las hacía irse.
¿Que habrá provocado que su pelirrosa amiga se fuera? ¿Habrá sido él, algo que hizo, algo que dijo...?
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