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Definitivamente Haytham no era la clase de hombre que disfrutase de cuidar a otros, en especial, eso de cambiar vendajes... podía hacerlo, desde luego, y sabía, pero prefería guardar su distancia con el resto, quizá la única excepción a la regla había sido Holden. De cualquier manera, eso ya era cosa del pasado.
El sol casi estaba por ponerse, y, para esa hora, Shay había demorado en regresar; había interceptado una nota de los asesinos, Marla Capps era el objetivo a defender, y no era la primera vez que Shay se aventuraba en algo así, pero sí era la primera vez que demoraba tanto; había partido antes del mediodía y no tenía noticias de él.
No más de diez minutos después de sus reflexiones acerca de dónde podría estar, unos golpes a la puerta llamaron su atención, al abrirla, tuvo que contener una exclamación; Shay estaba ahí, apoyándose en el marco de la puerta, su mano apretaba su costado y un hilillo de sangre bajaba por la comisura de sus labios. Se derrumbó sobre Haytham, incapaz de mantenerse en pie por mucho más tiempo. Cormac había tenido que hacer todo el camino de regreso del punto de intersección hasta el cuartel templario de Nueva York.
Haytham estaba horrorizado. Recordó el momento en que encontró a Holden enterrado después de...
Apartó ese recuerdo de sus pensamientos y se centró en su amante; prácticamente tuvo que arrastrar a Cormac hasta la habitación, todas las armas y el pesado abrigo complicaban la tarea más de lo debido.
—Fue... fue una emboscada. —Explicó el menor entre quejidos y se dejó caer en la cama; su mano se negaba a apartarse de su costado pero Haytham lo obligó, quedando aterrorizado al ver la camisa de Cormac empapada en su propia sangre. Generalmente Shay podía enfrentar numerosos oponentes casi sin recibir daño, pero el irlandés no contaba con los francotiradores ni los acechadores. Uno había logrado abrir su costado cuando Shay se esforzaba por evitar las balas de los hombres apostados en los tejados.
El Maestro Kenway limpió diligentemente la herida, aún cuando detestaba hacerlo, y se negaba a permitir que algún sirviente cometiera una negligencia con su Shay. No. Ya había perdido a Holden antes, Shay no podía ser el siguiente.
Él mismo suturó la herida y colocó el vendaje, y cuando estuvo satisfecho con su trabajo en esa zona, se dedicó a limpiar el resto de heridas, arañazos superficiales en comparación; con un paño húmedo retiró la sangre seca y luego permaneció unos instantes apreciando el rostro del joven, había caído inconsciente por el dolor, y ahora dormía pacíficamente. No recordaba haberse tomado el tiempo para algo así con anterioridad; generalmente luego de sus encuentros cualquiera de los dos se apresuraba a vestirse y marcharse, o cuando dormían juntos, estaban demasiado cansados para perder el tiempo en cosas así.
Kenway se vio obligado a bajar a cenar con el resto de templarios. Aunque no se tomó la molestia de participar en sus pláticas banales, ni siquiera se sentía de ánimo para cortar las discusiones usuales entre Lee y Thomas; de hecho, tan pronto como terminó de comer regresó a su habitación, misma donde estaba Shay.
El irlandés despertó con el ruido de la puerta, y un poco entorpecido por el dolor le dedicó una sonrisa a Haytham.
—Yo... lamento el susto. —En un par de zancadas Haytham ya había cruzado la habitación y ahora estaba sentado al lado de Shay, silenciando sus disculpas con un beso; agradecido que hubiera despertado.
—Sólo, no lo vuelvas a hacer. —Ordenó en un susurro. Cormac soltó una risita, de la cual, desde luego se arrepintió por su herida punzante. Ni siquiera en estado convaleciente Haytham lo dejaría en paz con sus órdenes.
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