Capítulo Único

La noche se había vuelto un remolino de espesa brisa que golpeaba contra la mejilla de Jungkook como bofetada de mano fría. Su apresurado caminar dejaba huellas que se esfumarían en cuestión de minutos, pero aun así podía visualizar en la ligera capa de nieve que cubría el pavimento unas huellas que le indicaban que su prometido había transitado por ahí hacía escasos segundos.

Su quijada temblaba tanto por la baja temperatura como por el profundo miedo que sentía al tener que enfrentarse con el hombre que le estaba produciendo un irremediable daño en su corazón. Sus muelas crujían ante la fricción recibida por el temblar de su mandíbula, e intentaba tararear alguna canción para apaciguar los nervios. Lo único que podía escuchar era el silbido de ráfagas de aire frío que impactaban directamente contra las ramas de los árboles que se azotaban entre sí, provocando que los copos de nieve danzaran más rabiosas hasta depositarse en su abrigo de terciopelo gris. Pese a todo, sabía que debía encaminarse al departamento para enfrentar la realidad que le tocaba vivir.

Una vez se adentró al departamento, sintió que su cuerpo era envuelto con una calidez que buscaba abrigo en su piel nívea. Luego de sacudirse la nieve pegada en su abrigo y en su pantalón de mezclilla, se percató de la figura masculina que se encontraba descansando a unos pocos metros de la chimenea, recibiendo el calor que le proporcionaba el serpenteante fuego, el cual danzaba sobre los gruesos troncos de madera que habían sido colocados con cierta ignorancia.

— ¿Por qué huyes cada vez que peleamos, Jimin? —reclamó Jungkook, acercándose a su prometido, observando un aire de indiferencia provenir por parte del contrario. Buscó su mirada en vano, pues el mayor no despegaba su atención del avivado fuego que chispeaba con frenesí.

—No quiero hablar contigo, es todo—respondió Jimin con una taza de café acunada entre sus pequeñas y regordetas manos—. Además, es mejor así. Los problemas se disipan y volvemos a la normalidad, ambos salimos ganando después de todo.

—Eso no es cierto. Huyes de los problemas porque temes asumir que estás equivocado—espetó Jungkook arrogando su abrigo a un lado de Jimin. La indiferencia que irradiaban los pequeños ojos afilados del mayor provocó en Jungkook la necesidad de tomar sus manos para comprobar sí aún podía encontrar calidez en el contacto físico, pero, por el contrario, sintió la respuesta negativa de este, quien buscaba despegarse de él de cualquier forma.

— ¿Qué quieres de mí, Jungkook? ¡No responderé a tus balbuceos! —chilló forcejeando con su prometido, soltándose del agarre. Miró con desagrado al menor, y antes de colocarse sus zapatos para dirigirse a otra habitación del pequeño departamento, señaló amenazante a la chimenea—. Ahí, justo ahí están quemándose mis ansias de continuar con esta relación, Jungkook, así que fíjate en cambiar tu manera de pensar. Siempre hay problemas, pero yo creo que el único problema aquí eres tú.

Una vez que Jimin desapareció de la sala de estar, Jungkook sintió que sus piernas desfallecían. Por momentos consideraba que aún podía sostener su relación, pero poco a poco todo se desmoronaba ante sus ojos y él, más allá de visualizar una posible solución, se preparaba para la colisión. No había momento en el que no pensara en cómo solucionar los problemas que habían nacido tras largos años de estar juntos, porque pese a intentar mostrarse fuerte ante su prometido, todo empezaba a desmoronarse.

Tomó la taza de café con su mano y miró los pequeños grumos de café sin disolver en el fondo. Revolvió con movimientos circulares el escaso líquido oscuro que quedaba, meneando los grumos y recordando, a su vez, el día en el que se enamoró del mesero que le había volcado café hirviendo en su traje nuevo. Pese a que Jimin había derramado café encima de su traje a horas de tener que presentarse a la entrevista de trabajo, no pudo enojarse con él, porque sus desesperados movimientos para limpiar el desastre que había cometido por una leve distracción le hicieron enamorarse perdidamente de un simple mesero. Tres años transcurrieron desde ese día, pero más allá de fortalecer su relación, todo parecía conducir a la perdición absoluta.

El día que todos los problemas empezaron a resquebrajar la estabilidad de la relación, Jungkook fue el único que intentó lidiar con ellos. Ensimismado en una ensoñación de la cual jamás querría salir, Jimin se mantuvo al perfil de los problemas, negándose a resolverlos o ser siquiera parte de la solución. Dejaba que Jungkook siguiera remando el pequeño bote de la relación, mientras tanto él continuaba planificando un futuro que tal vez jamás llegaría. No obstante, Jungkook quería solucionarlo todo para seguir soñando junto a su prometido, aunque los problemas poco a poco empezaron a sofocarlo.

Las discusiones empezaron a tornarse cada vez más violentas. Ninguno de los dos quería darle la razón al otro, y aunque Jungkook sabía que no estaba equivocado, Jimin se negaba a darle la razón al menor. Con los anillos de compromiso adornando sus dedos anulares, ambos se aferraban aún más a intentar mantener vivo el sentimiento de amor, pero al paso del tiempo, no veían más que su pasión desmoronarse.

— ¿Por qué me culpas de todo? —llegó a preguntar Jimin una vez, abrazándose a sí mismo para conseguir un poco de cobijo ante el frío que calaba sus huesos. Jungkook intentó acercarse a él para abrigarlo con su campera de cuero, pero fue en vano al ver que su amado se alejaba efusivo.

—No te culpo, Jimin, pero necesitas comprender que los problemas en nuestra relación necesitan ser solucionados por ambos. Estoy intentando sobrellevar esta relación, pero no puedo hacerlo solo—intentó explicar Jungkook, pero no consiguió más que Jimin comenzara a llorar. Jamás llegarían a un mutuo acuerdo, eso estaba más que claro para Jungkook, pero aún mantenía viva la esperanza de que un día Jimin comprendería la gravedad de la situación.

Dejó la taza de café en el lavaplatos y, armándose de valor una vez más, decidió enfrentar a Jimin. Estaba claro que no dejaría que su prometido huyera una vez más de los problemas, y aunque las disputas se tornaran cada vez más violentas e insostenibles, debía encontrar el modo para hacer entrar en razón a su amado. No quería dejar morir su relación, aquella por la que había invertido tanto tiempo y esfuerzo para mantenerla en pie.

—Jimin—lo llamó una vez abrió la puerta de la habitación, viéndolo sentado al borde de la cama, dándole la espalda—. Necesitamos hablar, y lo sabes.

—No necesitamos hablar nada, Jungkook—exclamó su prometido ladeando su rostro, pero sin siquiera atreverse a mirarlo—, nosotros estamos muy bien. Los problemas van y vienen, querido, podemos lidiar con ellos sí tan sólo los ignoramos.

—Los problemas vienen, pero jamás se irán, Jimin. No puedes ignorarlos, porque están derrumbando los cimientos de nuestra relación. Por una vez en tu vida, cariño, intenta prestar atención a lo que nos sucede.

— ¿Qué quieres decir con eso? —interrumpió Jimin, levantándose de la cama y dirigiéndose con un afán de querer abofetear al menor, quien dio torpes movimientos para alejarse del mayor—. Siempre vienes e intentas hacerme ver como el que no presta atención a nada de lo que nos sucede, porque es muy difícil para ti asumir que tú eres el único que se inventa los problemas. Dime, Jungkook, ¿qué problemas tenemos?

—En primer lugar, no puedo seguir tolerando tu indiferencia. Cada vez que intento marcar un error en lo que haces, resulto ser el peor hombre en este mundo. Sí te digo que debes lavar las vajillas con agua caliente por poco y me quieres apuñalar con el cuchillo—tartamudeó Jungkook sin ser capaz de mirar a los ojos al mayor, e intentó recobrar el aliento luego de hablar aceleradamente. Jimin frunció el ceño y no encontró palabras para responder, por lo que un silencio bastante incómodo los bañó y sumergió en pensamientos negativos que tenían sobre el otro.

—Lo siento mucho, Jungkook, pero, ¿quién diablos eres? —expresó Jimin luego de unos segundos, cruzándose de brazos—. No te reconozco. Antes solías ser más cariñoso, un hombre que me ofreció una seguridad única y la libertad que tanto buscaba en una relación, pero ahora resulta que estamos discutiendo por la forma en la que debemos lavar las vajillas. ¿Te das cuenta de lo que dices?

—Son muchas cosas, Jimin, pero eso es lo primero en lo que pensé. Desde la forma en lavar las vajillas hasta en la manera en la que me pides ser alguien que jamás fui ni seré, todo eso es lo que te vengo a reclamar desde hace muchísimo tiempo—contraatacó Jungkook—. Jamás te prohibí ser libre, por el contrario, te he intentado otorgar la confianza suficiente como para que siempre acudieras a mí para solucionar tus problemas, pero resulta que tienes mucha más confianza en tus amigos antes que en tu futuro esposo.

— ¿No puedo confiarles mis asuntos personales a mis amigos? Oh, por todos los cielos, no puedes estar reclamándome algo así, Jungkook. Necesito tener mi privacidad, como así también poder elegir a quién contarle mis problemas.

—Jamás me permitiste contarles mis problemas a mis amigos antes que a ti—soltó Jungkook, elevando la voz—. Renuncié a todos para conformarte, porque sostenías que no había mejor confidente que tú, y mírate.

—Mírame—dijo Jimin, mirando con indiferencia a su prometido, tal y como sí se tratase de un enemigo—. Estoy harto de escucharte balbucear, reclamando por soluciones ante problemas que son fruto de tu imaginación.

El joven de cabello azabache escrudiñó por última vez a su prometido antes de salir de la habitación. Sentía su cuerpo temblar ante el torbellino de emociones que lo azotaban, apresando su mente ante la negación de dejar las cosas tan tensas. No podría dormir junto a Jimin después de lo sucedido, porque sentiría que dormía con un enemigo más que con alguien que, se supone, debía amar.

Luego de esa noche, le siguieron muchísimas más. Los días empezaban a tornarse cada vez más oscuros, algo que a Jimin le importaba muy poco, pues comprendía que Jungkook era el único culpable de todo esto. En su mente aún existía la posibilidad de concretar la boda, por lo que las revistas de organización de bodas seguían cubriendo la pequeña mesa ratonera de la sala de estar, y pasaba horas mirando las ideas que le daban para poder imaginarse aquel gran día en el que sería el flamante esposo de Jungkook. Muy poco le interesaba salir de su ensoñación, porque con el anillo de compromiso adornando su dedo anular, todos los problemas parecían solucionarse mágicamente.

Por otro lado, Jungkook sentía que cada vez se sofocaba más en el miedo de perderlo todo. No quería sentir que todo esa su culpa, pero tampoco encontraba otra salida, pues el único que siempre se quejaba de los problemas existentes en la relación era él. Era muy repetitivo, sentía que caminaba sin rumbo alguno, tropezando siempre con la misma piedra que no le permitía avanzar. Toda la relación parecía volverse repetitiva, algo que le costaba asumir, pero luego de tanto tiempo, ver a Jimin no le provocaba más que una sensación de querer salir huyendo de él. Verlo sentado, sonriéndole a revistas de bodas, le provocaba un desagrado tan grande que no encontraba dentro de sí un mínimo de amor por su prometido; pero creía que eran por los problemas sin resolver. Tanto rechazo creciendo en su corazón podía ser a raíz de no encontrar soluciones ante todo lo que estaba pasando, pensaba, y luego se marchaba para continuar atormentándose de los posibles finales que podría tener esta fatídica relación turbulenta.

Sin siquiera darse cuenta, se fueron alejando cada vez más el uno del otro. Primero fue el rechazo mutuo, mirarse cara a cara era similar a reencontrarse con un enemigo. Luego, Jungkook sintió incomodidad al oír respirar a Jimin al dormir, y encontraba mucho más cómodo el sillón de la sala de estar. Por último, fue la necesidad de dejar de aparentar por parte de Jimin, quien encontraba rechazo en la prominente nariz de su prometido y tenía la necesidad de besarlo para poder recuperar el sentimiento apagado que sentía morir en el fondo de su corazón. Quería que Jungkook volviera a la cama, pero no podía encontrar en él un mínimo de atractivo físico, y su ensoñación poco a poco empezó a derrumbarse, despertando y dándose cuenta de que ese hombre que alguna vez lo arropó en las noches más frías de enero, era el mismo que se rehusaba a acariciarle la mejilla antes de irse a trabajar. Lo veía dormir plácidamente en el sillón, y por más que quería despertarlo y suplicarle que volviera a dormir en la cama matrimonial, su orgullo podía más que cualquier cosa. Sentía muy poca atracción física, pero aún se aferraba a la idea de que lo quería.

Jungkook, por su parte, no veía en su prometido una mínima pizca de interés para buscar su afecto nuevamente. En su corazón sentía que las cosas resultaban mejor así, luego de luchar contra viento y marea, el bote que remaba en completa soledad empezó a hundirse. Creyó que era mejor dejar morir su relación, al fin y al cabo, no había motivo aparente para mantener a flote algo que no tendría jamás un futuro plausible.

Pasaron más de cuatro meses desde que Jungkook había decidido abandonar por completo la habitación que compartía con Jimin para instalarse en la sala de estar, y lo único que habían logrado era sentir que vivían como completos desconocidos. Cada mañana era intercambiar vagas palabras sin sentido, preguntas básicas y repetitivas con respuestas carentes de emoción alguna. El café ni siquiera llegaba a ser terminado, porque era mejor bebérselo en el trabajo antes que en el comedor junto a alguien que creaba un ambiente muy poco tolerable. Ya no había muestras de cariño, el beso de despedida había sido reemplazado por una mueca tosca de afecto lanzada al aire, acompañada con una palmada en la espalda que sellaba la complicada relación que mantenían.

— ¿Por qué continúan juntos? —preguntó Hoseok, el compañero de trabajo de Jungkook, quien mantenía con él un cariño fraternal que había crecido con el paso del tiempo. El pelirrojo no comprendía muy bien el motivo por el cual el menor se mantenía aferrado a su prometido, pero intentaba comprenderlo cada vez que buscaba un asilo en él.

—No lo sé, hyung. Ni siquiera toleramos estar en una misma habitación por mucho tiempo, porque el ambiente empieza a tornarse insoportable y tengo la necesidad de huir antes de querer comenzar una pelea—sinceró el pelinegro, peinándose con sus largos y finos dedos su aceitoso cabello.

—Deberías pensar en terminar con todo esto, Jungkook—alentó Hoseok apoyando su mano en el hombro del joven que lo miraba con cierto temor, recibiendo un asentimiento de su parte. Desde luego todo parecía muy fácil para Hoseok, pero para Jungkook, intentar terminar con todo resultaba en algo sumamente complicado de asumir. Aún se aferraba a la idea de poder encontrar una respuesta, después de todo, esa relación tenía un significado especial en su vida. Había luchado durante muchos años para mantenerla en pie, terminar con todo culminaría con años de esfuerzo y no se veía capaz de acarrear con tanto padecer. No estaba preparado mentalmente para la tormenta que se avecinaba, pero cada vez que veía a Jimin, sabía que en algún momento deberían darse una despedida amena e intentar continuar cada uno por su camino.

—Es difícil—confesó, buscando la mirada del mayor con la necesidad de encontrar cobijo en sus orbes cafés—. He derrochado años en mantener viva esta relación, pero, llegué a un punto en el que quiero huir aún cuando sigo encadenado a él.

— ¿Por qué estarías encadenado? Nadie más que tú se encadena a una ilusión, tal y como él lo sigue haciendo. Sigues creyendo que debes mantener una relación que, déjame decirte, ni siquiera existe—dijo el mayor apuntando con el bolígrafo al menor, quien hundía cada vez más sus hombros, frunciendo el ceño en señal de derrota—. Lo mejor para los dos es despedirse y buscar cada uno su destino por separados, porque están atrapados en una relación sin futuro alguno que sólo vive a base de mentiras—añadió luego de incorporarse en su asiento. Jungkook no logró concentrarse en su labor, porque las palabras de Hoseok resonaban tanto que le hacían replantearse su futuro con Jimin, y ni siquiera el anillo de compromiso parecía tener un significado más allá de una excusa para continuar con alguien que ya no creía amar. Pensaba en Jimin y su corazón ya no palpitaba con vigor, tan sólo se limitaba a sentir un profundo dolor amargo. Era conocedor de la única salida a toda esta situación, pero temía ser él quien debiera darle fin a todo.

Al volver al departamento, sintió temor de encontrarse con su prometido. Tenía la necesidad de huir sin ser atrapado, abandonarlo sin ser interrogado, porque no tenía la valentía de enfrentarlo. Sabía que sería reprochado por montarse siempre los problemas y jamás solucionarlos, pero tampoco encontraba en su pareja una posible solución ante todo lo que estaba sucediendo en los últimos meses.

— ¿Crees que debamos terminar? —preguntó Jimin, captando la atención de Jungkook. Se encontraba apoyado a la encimera con una copa de vino blanco a un lado suyo, y la botella casi vacía evidenciando el estado de ebriedad en el mayor. Había sido necesaria la presencia del alcohol para que Jimin se atreviera a hablar con el menor.

—Sería lo mejor—respondió Jungkook con nerviosismo, quitándose el abrigo con las manos temblorosas. Tenía la sensación de que su prometido no estaba conforme con la respuesta obtenida, porque su semblante se había apagado tanto que miraba la copa de vino con muy poco deseo, debatiéndose entre tomarla o arrojarla al lavaplatos—. No estamos bien, cada vez que me ves, siento que soy un enemigo que perturba tu espacio personal con mí presencia.

—No estás muy equivocado, pero, es algo mutuo—dijo Jimin bebiéndose el líquido que se encontraba servido en la copa—. Ya no duermes conmigo, buscas cualquier excusa para no mirarme a los ojos y ni siquiera me permites demostrarte cuanto te amo.

— ¿Me amas? Piensa muy bien en la respuesta, Jimin.

—No lo sé—apresuró en responder, con la voz enronquecida por el alcohol que empezaba a quemarle la garganta. Después de mucho tiempo, ambos jóvenes volvieron a mirarse a los ojos, viendo en el otro un vacío emocional en el que ya no había un mínimo rastro de amor. La mirada de Jungkook se sentía tan carente de afecto que Jimin hipó del disgusto, bebiéndose el vino blanco directo de la botella, provocando en el menor un profundo rechazo por la apariencia demacrada que empezaba a adquirir el mayor.

—Tampoco sé sí te amo, es más, me atrevería a negarlo totalmente—confesó Jungkook, cruzándose de brazos, disgustado por lo que estaba viendo. Jimin ya no podía seguir hundiéndose en una ensoñación que jamás se volvería en realidad, y con el anillo de compromiso adornando su dedo anular, comprendió que todo había terminado. Le bastó con escuchar esas gélidas palabras salir de los delgados labios de su amado para despertar y comprender, finalmente, la gravedad de la situación en la que se encontraban.

— ¿Crees que todo está irremediablemente destruido? —preguntó Jimin—. Podríamos ir a terapia de pareja...

—Lo mejor será terminar con todo—interrumpió Jungkook, regalándole al mayor una sonrisa forzada.

—Comprendo, Jungkook. Estás agotado, también lo estoy, y tal vez ya renunciaste a mí, pero todavía no he querido renunciar a ti—confesó Jimin con la voz quebrada, intentando mantenerse fuerte ante Jungkook. Lo veía tan convencido de abandonar toda la relación, que sus anhelos parecían desmoronarse en sus dedos como la ceniza que se disuelve ante la fricción.

—No reconozco al hombre que veo, y sé que he estado enamorado perdidamente de ti, pero ahora, no siento más que rechazo—soltó Jungkook con desagrado, sin suavizar la sonrisa que aún adornaba su rostro. Jimin empezaba a sentir que la realidad le golpeaba como bofetada de mano fría, y por más que intentaba mantenerse de pie, sus piernas empezaban a flaquear poco a poco.

—Hazme tu muñeco, Jungkook, pero no me dejes—suplicó Jimin con los orbes de sus ojos nadando en un mar de lágrimas. Sus mejillas ligeramente sonrosadas y la punta de su nariz enrojecida generaban en el contrario una necesidad de abrazarle, pero Jungkook sabía que era necesario mostrarse duro para poder encontrar una solución a todo esto.

—Primero me preguntas sí es necesario terminar, y luego ruegas que te convierta en mí muñeco con tal de que no me vaya—carcajeó Jungkook con ciertos toques de ironía en sus palabras—. Me voy, Jimin, no lo soporto más—informó antes de dirigirse a la habitación. Jimin dejó la botella de vino en la encimera, y con movimientos bruscos intentó detener a Jungkook, pero no logró detenerlo.

Ninguno de los dos pensó en sacarse el anillo de compromiso del dedo anular hasta mucho tiempo después. Por fin separados, sintieron la necesidad de retornar a los brazos del otro y prometerse la búsqueda de una solución que había muerto hacía mucho tiempo atrás, pero jamás volvieron a hablarse. Por una parte, Jungkook comprendía que las cosas habían sido mejor así, una terapia jamás llevaría a nada, ya que en su corazón no existía un mínimo de aprecio por Jimin. La sortija de compromiso adornó su mano por unos cuantos meses, porque aún necesitaba encontrar alguna solución a los problemas que aún acarreaba en la espalda, pero no fue hasta que llegó la primavera que sintió incomodidad por llevar ese pedazo de metal en el dedo sudoroso que pudo deshacerse de ella finalmente.

Por otro lado, Jimin se deshizo del anillo cuando empezó a remodelar el departamento. Necesitó quitarse todas sus joyas para no arruinarlas, y en el proceso de retirarse el ceñido anillo, comprendió que, en el último tiempo junto a Jungkook, su amor se basaba únicamente en la necesidad de estar acompañado y poder cumplir sus caprichosos deseos de llegar al altar. Al pintar las paredes de la sala de estar, se permitió pensar en toda su relación y la frustración que siempre sentía cuando Jungkook llegaba a reclamarle algo y no a otorgarle una mínima muestra de afecto. No escuchaba más que reclamos, y poco a poco necesitó aferrarse a la idea de que todo se solucionaría por arte de magia para ya no sentir frustración al ver a su prometido.

Ninguno de los dos se había amado en el último tiempo de su relación, eso era algo más que claro. Seguían sosteniendo la imagen de un amor tan falso y débil, que terminaron padeciendo por culpa de una relación que los debilitó emocionalmente, hasta llevarlos a odiarse.


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Total de palabras: 3819

ITellYouSomething

Jamás creí que llegaría hasta la fase 4, pero una vez aquí, la presión me pudo tanto que estuve pensando seriamente en abandonar. No voy a mentir, este OS me ha costado escribirlo como nadie se da una mínima idea, pero pude llevarlo a cabo y darle el final que tanto quería, uno sencillo, sin buscarle las cinco patas al gato.

Agradezco a Stigma por darme la oportunidad de participar, y a mis amigas "N", "E" y "A" por haberme apoyado en todo el camino para no rendirme. Me ha servido de mucho participar, porque logré desarrollar la autoestima que había perdido con el paso del tiempo y siento mucha felicidad al teclear y crear las historias que tan sólo encontraban desarrollo en mí imaginación. En fin, que me hago lío con las palabras.

Muchas gracias, y espero hacerlo mejor en el futuro.

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