One Shot
Lo primero que Foolish vio al volver fueron las marcas de sangre y carne podrida alrededor del acuario que rodeaba su dragón.
Los gritos de los tiburones muriéndose, por asfixia, falta de espacio o golpes, retumbaron por sus oídos.
No estaba asqueado, o aterrorizado como muchos podrían haber estado en esa misma situación. Anteriormente, había sido un The Totem of Death, y a posteriori, The Totem of Undying, entre varios trabajos más, por lo que la muerte per se no era algo de lo que se asustara -aunque desde que recibió ese ticket con la letra G toda su vida había dado un vuelco, e incluso, había comenzado a "apreciar más sus vidas" como su hermoso esposo decía-. Pero, eso no evitaba que se sintiese sorprendido ante la situación.
Su acuario, de ese que tanto su hija había y su novio habían ayudado, estaba repleto de tiburones negros.
Tan repleto, que cada minuto uno más se moría.
Foolish recorrió el bordillo de azulejos en silencio. Sus ojos estaban abiertos al igual que su boca.
Él se tiró al agua pensando... bueno, no estaba pensando en nada, seguía mirando la esperpéntica escena. A más profundidad, había menos tiburones, pero, no importaba, eran demasiados.
Salió empapado de allí.
Supuso que alguien había echo alguna travesura aquí.
Y solo había una persona que conocía capaz de querer fastidiarlo solo por el placer de ello... Bad...
El Demigod comenzó a despotricar sobre su amigo con rabia. ¡Había tardado mucho tiempo y recorrido muchos malditos kilómetros para encontrar a sus animales! ¡Animales que Leo le había ayudado a encontrar! ¡Que Vegetta le había dado! Gruñó, ladró y pataleó. ¿¡Que mierdas les iba a decir ahora a su hija y a su marido!? ¡Su marido...! ¡Iba a ser la primera vez que perdía... que le quitaban un regalo suyo y no podía remplazarlo!
¿Entrarían de nuevo en pelea?
¡Él no quería eso!
Habían sido unos dolorosos días con su corazón se había encontrado a media asta. Algo solitario. No por Leo, ella era un rayo de Sol con todas sus letras, sino, que, parte de su alma, aquella que nunca se molesto por atender, estaba de luto.
Vegetta había hecho una hermosa casa allí, entre sus costillas. Había construido los cimientos con sus huesos blancos, utilizando su carne palpitante como paredes, su sangre como hermosas fuentes... Había cogido cada uno de sus recuerdos y los había puesto en marcos, relucientes y colocados simétricamente. Pero, en los días posteriores a su horrorosa presentación, su Vegetta había organizado las maletas y se había marchado, herido.... Todavía no estaba seguro, pero, desde ese momento, pensaba que Vegetta, el real, había dado un paso atrás en su relación. ¡Esa que todavía no había podido poner en palabras!
Su corazón latió con fuerzas, dañando sus costillas, pinchando sus entrañas. Odiaba la puta situación en la que él, tontamente, se había metido...
Aunque en este caso no era así. Sus dientes se volvieron afilados, su piel se tornó más dura, resistente, y sus ojos brillaron con una furia resguardada. BadBoyHalo se iba a enterar...
Antes de poder teletransportarse hasta donde se encontraba su enemigo, este salió de detrás suya, con su voz molesta.
-What the fudge!? Foolish, why do you have so many sharks? They all are dying!
[¿¡Que leches!? Foolish, ¿por qué tienes tantos tiburones? ¡Se están muriendo todos!]
-You bitch! It's all your fucking fault!
[¡Perra! ¡Es toda tu puta culpa!]
-Leng...
Al parecer, al inesperado cardumen, no le gustó el ruido de más, por lo que, todos los tiburones desplegaron su mandíbula intentando morder a la pareja de viejos amigos.
Bad fue inteligente, pues, al escuchar el movimiento nervioso de los animales, dio un paso hacia atrás, alejándose. Foolish no lo hizo.
Distraído como era él, estaba más centrado en quejarse con el demonio que mirar sus alrededores. Recibió un fuerte mordisco de uno de los tiburones, que no le soltó hasta que lo tiró hasta el agua del acuario, donde, el resto de ellos lucharon por clavarle alguno de sus cientos de dientes al tótem.
Él golpeó a alguno de los animales, y, por un esfuerzo de escapar de la boca del pez, se sumergió en profundidad. No fue de mucha ayuda porque estos terminaron persiguiéndolo, con sus rápidos movimientos, Foolish no era capaz de hacer nada contra ellos, y eso, que, teóricamente, era medio tiburón.
Cuando revivió, por suerte, su cadáver terminó flotando hacia el borde del acuario y sin meterse en el agua infectada fue capaz de recuperar todas sus cosas, incluida la tan preciada Vegetta's Banana.
El alivio no duró mucho. Porque, así, porque si, ¡todos los tiburones habían desaparecido!
El demonio salió del agua, con toda su armadura mojada y su largo cabello azabache, cayendo a cascadas.
-Hey Foolish! I think I dealt with the problem for you...
[¡Hey Foolish! Creo que he tratado con los problemas por ti...]
Se quedó paralizado. Y en baja voz, solo pudo responder:
-... what did you do? What did you do?
[¿...Que hiciste? ¿Que hiciste?]
-I mean, well... I don't think It's was me but they all..., it was interesting. I was standing there and within an instant, it went from a hundreds of sharks to being no shark!
[Es decir, bueno... No creo que fue cosa mia pero todos..., fue interesante. Estaba aquí y en un instante, ¡paso de haber cientos de tiburones a no haber ninguno!]
-So... so they're are all just gone?
[Entonces... ¿entonces todos han desaparecidos?]
BadBoyHalo asintió con la cabeza, tan sorprendido como estaba su rival.
Antes de poder continuar, sintió un fuerte tirón en sus mangas. Uno tras otros, y sin mirarlo, ya supo quién era.
-Leooo! Good Morniiing! ¡Buenos días!
La pequeña niña, porque en esos días, Leonarda solía preferir que le llamasen de ella, se veía divertida, como su otro padre cuando había puesto un par de minas de más.
Sin poder evitar que se le escapasen algunas risas, la chica comenzó a escribir rápidamente con su bloc de notas violeta.
-Dada, mi amigo dice que tengas cuidado. ¡Que metiste en el acuario dos tiburones papás!
Foolish lo leyó rápidamente. No entendió nada.
Ella, viendo la expresión fruncida de su padre, eliminó con la nota y empezó otra vez.
-¡Pa'! ¡Mi amigo! The Big Bad Wolf!
-Ah! Yes, yes, yes! I remember it!
[¡Ah! ¡Si, si, si! ¡Lo recuerdo!]
El tótem saltó en su sitio. Leo había sido, durante mucho tiempo, insistente sobre qué tenía un amigo nuevo, de ojos brillantes rojos con apariencia de un lobo. Era alguien que parecía acompañarla a todos los lados, hubiese peligro o no, y que le hacía compañía en sus sueños. Pero, desde hace algunos meses ya, The Big Bad Wolf, no había aparecido en ninguna conversación. Él pensaba que su amigo imaginario habría desparecido.
-Entonces, él me dijo que, si pones dos tiburones juntos iguales, niño y niña, empezarán a tener tiburoncitos. ¿¡A que es increíble!?
-¿Tiburoncitos?
-¡Little Tiburón!
La boca de Foolish se abrió en una gran "o". Él miró hacia el acuario y se rio junto al demonio. ¿Quién lo hubiera imaginado?
Durante todo el día no volvió a pensar más en ello. Las misiones de Leo se completaron sin problema ninguno, aunque el propio Foolish murió más de un par de veces por Dapper y Ramón, jugaron y pasaron con el tiempo con el resto de la isla. No hubo ataques, ni apariciones de Cucurucho.
Para la Isla Quesadilla, fue un día extrañamente tranquilo.
Hasta que cayó la noche.
Leo, al igual que pasaba con su otro padre, cuando llegaba su hora de acostarse ella comenzaba a ralentizarse, en el punto de vista de Foolish, se volvían aún más dulces. Las palabras sonaban más suaves, arrastradas, como si solo para escribir su mano no funcionase correctamente, también comenzaba a andar con más lentitud, a pasos pequeños y varias veces se tropezaba en el camino, además, lo más característico de la niña, era su lindo cabezo, que conseguía provocar diabetes a cualquiera que lo viera. A Vegetta solía ocurrirle lo mismo; tal palo, tal astilla.
En ese momento, Foolish y cualquiera del servidor en general, sabía que Leo no duraría más, y era hora de irse a la cama.
Y eso fue lo que hizo. Con algunas palabras rápidas de despedida, se teletransportaron directos a Foolich.
Podían ser uno de los mejores momentos que el tótem guardaba en su memoria, solo él con su hija, una delicada melodía de fondo y ellos en su gran dragón. La primera construcción que Foolish realmente le había dado sentido alguno. No era un dragón vacío, sino un hogar, repleto de increíbles recuerdos.
Leo abandonó su gorra por el suelo, y sin pensárselo dos veces, terminó en la cama acurrucada. Interrumpida por un bostezo, ella dijo buenas noches.
-Te quiero mucho pa'.
-Me too, Leo. I'll see you when I see ya.
[Yo también Leo. Te veré cuando te vea.]
Con un par de sonidos aleatorios, de "¡uus! ¡Aah! ¡Wahoo!", de aquellos que tanto les caracterizaba al semidiós, los ronquidos de Leonarda comenzaron. Y Foolish la miró con cariño. Amaba a su hija, amaba a su familia. No podía esperar a tener uno propio.
Él abrió los ojos, sorprendido, sin saber en el porqué de lo que había pensado. Estaba contento con su Leo, no necesitaba a nadie más.
Sin embargo, al parecer lo de la mañana le había trastocado todo.
Situándose sobre el ascensor, bajo hacia el piso principal, donde salió de la estructura y dio vueltas por el bordillo del acuario.
Al igual que tiempo atrás, y días anteriores, el acuario estaba tranquilo, como si los miles de millones de tiburones no hubieran sido más que imaginaciones suyas.
Esa imagen seguía rondándole por la cabeza. Y no por lo grotesca de la escena, sino, por la increíble rapidez en las que se habían reproducido los tiburones.
Se sumergió en el agua, y mientras se dirigía hacia el centro del cristal hundido donde él podía dormir con tranquilidad, observó como los diferentes animales del acuario nadaban despreocupados.
De un momento a otro, Bravo pasó y junto a él, Tubas, los dos tiburones que tantos dolores de cabeza le había dado. Ellos estaban felices, nadando juntos, muy juntos y él comenzó a temer a otra plaga de tiburones negros. Ignoró aquello, The Federation había dicho que ya no tenía por qué ocurrir de nuevo y Foolish confiaba en ellos.
Después de todo, ¿por qué no confiar en su familia?
Sonrió al pensarlo. Ya quedaba poco, Vegetta pronto sería solo suyo.
Agitó la cabeza, eso eran asuntos para otro día. Encontrándose en dentro del cristal, Foolish dejó que su cuerpo se relajase. Aumento varios centímetros en altura, y su piel se tornó gruesa. Las branquias, inútiles en la superficie, se abrieron y cerraron suavemente, él respiró con alivio, durante el día podía sentirse como un pez fuera del agua, pero allí estaba, sin miedo a desecarse, sin tener que esconder nada. Faltaba su familia allí, su amoroso esposo, pero, él era una persona paciente, esperaría, lo esperaría si de siglos se tratase.
Con el pensamiento de su esposo en su mente, cerró los ojos para poder descansar.
[...]
Se despertó con el sabor de la sangre en sus labios.
Volvió a morder.
Era metálico y salado, adictivo, con un regusto a champú de lavanda que le recordaba a su esposo.
Mordió de nuevo.
Más sangre brotó de la herida, espesa, caliente... deseaba más, deseaba más sangre de Vegetta.
Abrió los ojos tímidamente, abochornado por las sensaciones. Cuando dejo de verlo todo borroso, se encontró cara a cara con una bonita piel pálida, repleta de pequeñas cicatrices blancas, y grandes zonas sonrojadas.
Levantó los ojos de allí, sin despegar sus labios.
Mordisqueó con suavidad las heridas, lamía la sangre como si de un bebé amamantando se tratase, estiró la tersa piel mediante pequeños pellizcos con sus dientes, beso y sorbió hasta dejar de morado y rojo, grandes áreas de esa jugosa carne.
Allí estaba Vegetta. Su esposo. A quien estaba desgarrando la piel de su hombro, marcando su cuerpo, convirtiéndolo en suyo.
Si fuera cualquier otro momento, se paralizaría por la conmoción, pero, estaba con Vegetta. Vegetta se estaba dejando morder, le estaba dejando a él, sacarle sangre con sus dientes afilados, crearle heridas que dejasen grandes cicatrices que no se borrasen.
Mordió con más ímpetu, extasiado por la posición en la que se encontraba.
El humano gritó, mudo, tenía la voz ronca, como si hubiera estado horas utilizándola. Distinguió, entre jadeos, su nombre entrecortado, palabras de amor y maldiciones en español.
Su cara estaba sonrojada, cubierta de ríos de lágrimas, que, junto al sudor y algunas babas, le daban un toque brillante, como si fuera una estrella reluciente.
Apenado, desenganchó sus dientes del hombro, y miró con alegria como este estaba repleto de chupetones morados y rojos mordiscos. Con pequeños besos, hizo un camino hasta el inicio de su cuello.
Jugó con sus venas hinchadas. Sin sacar sangre, en este caso, para no tener un problema grave. Pero las lamió y rascó sus afilados dientes sobre ellas, amenazándole. Dio una gran lengüetada a su cuello, empapándole de babas, la cual sopló con suavidad, causándole un gran escalofrío que le sacó un gran gemido.
Subió hasta la campana de Adam de Vegetta, la cual aprisionó con los dientes, mordisqueándole. Foolish gruñó por ello, se sentía borracho, con ganas de más, con ganas de rasgar su cuello para poder hacerse un hogar allí, para arrancar todas sus palabras dejando únicamente las que fueran dirigidas hacia su familia o hacia él. Quería la voz del humano solo para él. Quería sus palabras de amor, su inglés destartalado, sus risas y llantos.
Odiaba y a la vez amaba, como solo pocas palabras de su amado conseguían encandilar a cualquiera que lo escuchase. Él había sido uno de los primeros atrapados bajo su hechizo, pero no había sido el último.
Por eso quería sus palabras solo para él. Solo para su familia y nadie más.
Vegetta solo para ellos.
Él de cabellos azabache gritó. Y más lágrimas cayeron de sus ojos. Gimió y gimió el nombre del constructor.
Con un beso delicado de disculpa, Foolish dejó su maltratada garganta. Debía de doler de lo colorada que estaba y de la sangre derramada, pero él no podía sentir lástima, todo lo contrario, se quedó quieto observando como la manzana de Adán bajaba y subía por sus gemidos, como la sangre se mezclaba con el sudor y las lágrimas. Como brillaba. El tótem la lamió, provocándole un doloroso escalofrío a su amante.
Sopló debajo de su mandíbula, respirando el olor a lavanda, la excitación reprimida, la mar salada. Quería crear un perfume parecido, uno que solo él se pudiera echar para estar marcado por su esposo. Quería llevar su olor como si un collar de perro se tratase, con una gran etiqueta que pusiera en cursiva "Vegetta". Quería ahogarse en él, para que no respirar sin antes oler su aroma a lavanda.
Y con un brusco movimiento, atrapó los labios de Vegetta.
Era un baile desastroso y errático, había muchos mordiscos, sangre y fluidos intercambiados. Había lujuria y posesión, esto último principalmente de Foolish, pero había también amor y cariño. Sensaciones tan potentes que Vegetta era incapaz de seguirle el ritmo. El mayor gemía y susurraba el nombre de su novio, intentaba devolverle las ansias, pero tenía los labios entumecidos y la mente borrosa. Estaba en una nube, y no le importaba seguir al mando del angloparlante. No tenía preocupación ninguna, solo disfrutar del calor de su amante. Se sentía tan libre... y todo causado por su queridísimo Foolish.
Este se separó con dificultad del humano, humano que deseó continuar con el beso, pero, de lo agotado que estaba, que no podía ni separar la cabeza de la almohada.
Foolish se rio de él, encantado, Vegetta podía llegar a ser tan dulce, por lo que volvió a darle un pequeño pico. Y otro más. Y más. Hasta que, con sed de sangre, mordió sus labios hasta crearle pequeñas heridas. Estiro la carnosa piel hacia él, bebió de la escasa sangre extraída. Lamió su boca y sopló sobre ella. Atrapó los gemidos de Vegetta para él, gruñó sobre él.
El semidiós susurró palabras posesivas, palabras de amor y jadeos extasiados. Se sentía tan amado que se estaba volviendo loco. Quería más, más, más... hasta que Vegetta no pudiera respirar sin pensar en él como le pasaba a Foolish, hasta que para él no existiera más que su gran familia, hasta que no existieran bordes que separasen de lo que era Foolish a lo que era Vegetta.
El tótem estaba completamente obsesionado con el amor.
Oh, oh, oh... pobre Vegetta, siendo la bonita diana de un semidiós enamorado. Y, bueno, de una federación exageradamente poderosa. Pobre Vegetta.
Volvió a levantar su vista. El humano era un hermoso desastre, con la piel desgarrada en distintos tonos de rojo, azul y morado; con el sudor decorando su piel. Vegetta tenía el rostro caliente y el cabello apelmazado, los ojos desenfocados. No podía cerrar la boca de lo errática que era su respiración, de los gemidos mezclados con dolor que salían de sus maltratados labios.
Foolish bebió de la vista de su amante. Quería mantenerlo así por siempre. Quería hacer una foto y enseñarle al mundo de que él era el único de marcar de esa manera al guerrero, pero también quería quemar dicha foto para que nadie lo viera, porque era suya, porque Vegetta era solo suyo, de su familia; nadie más tenía el derecho de verlo de esa manera.
Bajo su mirada. Su torso subía y bajaba con rapidez, sus pechos estaban hinchados colorados, como dos suaves nubes en un rojizo atardecer.
Había un par de marcas de sus dientes, que no recordaba haber hecho, pero poco le preocupaba, pues, ni sabía cómo había llegado a esa situación.
Antes de moverse, sintió una fuerte succión en sus partes.
Abrió los ojos y miró por debajo de su cintura... estaba dentro de Vegetta....
Foolish comenzó a hiperventilar. Su cara se tornó de un rojo brillante, las lágrimas nacieron de sus lagrimales. No podía separar la vista de allá.
¡Que tonto había sido sin darse cuenta de aquello!
Ensimismado en los besos, Foolish había olvidado lo abrigado que se encontraba sus dos miembros. Almacenado dentro de su esposo, se encontraban en un lugar cálido, acogedor, húmedo, que al mínimo movimiento, los músculos de Vegetta lo traían hacia dentro. Lo succionaban como si no quisieran dejarlo escapar. ¿¡Quien fuera lo suficiente idiota para intentarlo!?
Más lágrimas se formaron. Su respiración se atoró en la garganta y se sentía tan increíble, que se le olvidó como respirar.
No podía.
No podía.
No quería.
Solo quería seguir sintiendo aquello. Sentirse conectado a Vegetta como si no fueran dos personas diferentes.
Estaba paralizado de lo bien que se encontraba.
Una fría mano le acaricio la cara. Casi no la sintió de lo extasiado que estaba, y de lo delicada que era su toque.
Foolish se encontró con los ojos de Vegetta. El morado era tan profundo como los moretones de su piel, sus pestañas largas y brillantes se encontraban en unos párpados a media asta, que, aunque escondían a la mitad sus ojos, no podían opacar la luz de preocupación de ellos.
El tótem dejó que las últimas lágrimas cayeran.
Su esposo, aún cansado, había decidido superponer la tranquilad del ojiverde al entumecimiento de sus músculos. Vegetta no podía hacer mucho, pero, no podía dejar que su Foolish se asfixiara.
Su mano estuvo a punto de caer si no fuera porque el otro la sostuvo, no tenía muchas fuerzas. Había gritado el nombre de su amante hasta volverse mudo, había abierto las piernas para dejar paso a sus dos miembros, había soportado el placer doloroso de sus mordiscos. Su mente estaba fundida, y sus músculos casi ya no respondían.
-No llores..., my love.... ¿Esta... está todo bien...? ¿Quieres... quieres parar...?
El moreno susurró arrastrando las palabras. No podía hablar sin que le ardiese la garganta, pero, Foolish parecía necesitar ayuda.
El aludido negó con la cabeza, sin separar su mano de la de Vegetta. Odiaría parar ahora por sus estupidos sentimientos desbordados.
Beso la palma de su compañero, que, raramente estaba sin guantes, la beso y la lamió, al igual que un perro con la mano de su amo. Estaba pegajosa cuando volvió a su mejilla, pero, ¿cómo podría desagradarle si era Vegetta quien le tocaba?
-No... no... no. I couldn't live if you stopped now. Vegetta, I love you, I love you so much... Can I...? ¿Puedo más? ¿Más? More? ¿Puedo mover más? Can I move more? Please, please, please mi amor...
[No... no... no. No podría vivir si parases ahora. Vegetta, te amo, te amo tanto to... ¿Puedo...? ¿Puedo más? ¿Más? ¿Más? ¿Puedo mover más? ¿Me puedo mover más? Por favor, por favor, por favor mi amor....]
El héroe asintió con la cabeza, respirando con fuerza.
Foolish tembló por la emoción, y, por querer acercarse para darle un beso de lo encantado que se encontraba, junto más las caderas. Ambos gimieron por el movimiento.
Vegetta se encorvo en un medio arco, arañando a su vez, las sábanas y el rostro de amor. Maldijo en español inconsciente, con alabanzas a su pareja que bien podían ser una tonta oda romántica.
El tótem, lagrimeó, y gruñó, como un animal en celo, como los tiburones de su acuario maldito... grito el nombre de su amante, como si no existiera otra palabra. Errático, mordió el antebrazo del contrario, mientras comenzaba a mover sin control sus caderas. Al despegarse un poco, sus miembros se rozaban entre sí, presionando cada una de las terminales nerviosas en el interior de Vegetta. Sus músculos internos los succionaban sin dejarlo escapar, haciendo cada vez más fuerza cuanto más se alejaba de su interior. Pero, cuando Foolish lo presionaba dentro, Vegetta chillaba su nombre, sus piernas temblaban y su cadera se elevaba, acompañándolo al movimiento. Su ano le daba la bienvenida, húmedo, abriendo sus paredes solo para él, para sus dos pollas.
El tótem repetía el balanceo sin control alguno, aveces más rápido, otras más lento, con más fuerza o menos. Pero siempre con la misma pasión.
Llego un momento que el moreno dejó de decir palabras con sentido. Jadeos se entrecortaba con insultos, insultos con elogios, elogios con gemidos, no importaba. Vegetta no podía dirigir su cuerpo, era un títere para los placeres de su esposo, y no podía sentirse más a gusto.
Aun así, una estocada lo suficiente vigorosa para tornar sus ojos violetas en blanco, le devolvió un poco la consciencia. Amaba lo que estaba haciendo Foolish, pero él era el mayor de los dos, tenía que mantener la cordura, aunque no pudiera moverse.
-My love... Foolish... ¡Ah!... cariño... tran... ¡Ah!... tranquilízate querido...
La lengua de Vegetta se había quedado dormida, no podía moverla correctamente, lo que no hacía más que dificultar la comunicación.
Foolish negó con la cabeza, gruñendo por las sensaciones que estaba sintiendo. Besó con más imperó el brazo del héroe hasta decorarlo de manera similar a sus hombros maltratados. No podía escuchar nada que no fuera el húmedo sonido del choque de piel contra piel, de los secos gemidos de su amante, del rechinar chillón de la cama, de sus muelles.
Estaba tan aturdido, que, si no fuera por las siguientes palabras que pronunció Vegetta, no hubiera reaccionado.
-Foolish... ¡Ah!... El niño... ¡Ah!... Foolish...
Se quedó quieto, sacando un agudo gemido de su esposo, con la cabeza girada hacia atrás esperando ver a Leonarda o Roier. No había nadie.
Sin esperárselo, la mano que acurrucaba su rostro cayó sin fuerza, hasta al lado de la barriga de su dueño. Foolish estuvo a punto de quejarse del porqué lo había dicho, y porqué lo había dejado de acariciar, cuando fue de nuevo a tomarse la mano y vio lo hinchado que se encontraba el estómago de su esposo. Abrió los ojos, desconcertado. No era un pequeño bulto, de esos que podían deberse a que estaban haciendo el amor, ni un exceso de comida o falta de ejercicio, era muy grande y redondeado.
Salió hasta dejar solo las puntas en el interior de su amante. Este gimió lastimosamente, con lagrimillas en los ojos y un puchero en los labios.
-No, no, no... Foolish... no te vayas... más... Foolish, más.
El aludido hizo oídos sordos a las protestas. Lo beso con delicadeza para callarlo. Necesitaba unos segundos. Necesitaba unos segundos para no correrse con la vista que tenía antes sus ojos. Estaba extasiado.
Vegetta estaba embarazado, embarazado de él. Iba a tener otro hijo con Vegetta. Otro hijo más.
Iba a ver a su mamadisimo esposo con una prominente barriga de embarazado. Podría verlo con ropas que no solían ser las suyas, grandes camisas suaves, zapatillas cómodas y almohadilladas. Vegetta podría comenzar a necesitar de su ayuda, y el lo haría encantado. Podría masajearle la espalda si se sintiese cansado, podría preparar las comidas para él y sus ¡tres! hijos, darse baños calientes con él mientras se acurrucan en la bañera... Podría, esta vez, preparar el cuarto del niño, un nuevo búnker, nuevos juguetes... su familia se estaba haciendo cada vez más grande, y todo era gracias a su hermoso esposo.
Ya no estaba vacío,
ya no estaba solo,
ya no era solo un tonto...
Con cuidado, dejo caer su cabeza sobre su novio. Lo abrazo por completo olvidando la lujuria de la anterior situación. Quería escuchar a su hijo, quería sentirlo patear, quería saber que se encontraba allí.
Sintió el latido de corazón del pequeño, como el impulso eléctrico se transmitía sin dificultad. Lloró sobre su amado. Nunca habría pensado que sus órganos especializados en cazar presas enterradas, serviría para algo tan maravilloso, como escuchar a su propio hijo.
-¿Mon amour?
-I am sorry mi amor. Just, I just...
Vegetta no necesitaba más palabras para entenderlo. Desconocía porqué Foolish se había abrumado de esa manera, no era la primera vez que tenían sexo estando él embarazado. Pero, no podía culparlo, había tiempos que así, de la nada, él también se sentía agobiado por una nueva paternidad.
-Mi buen chico... vas a ser un gran padre. A good, good dad. Como lo hiciste con Leo, con Tontoier.
Foolish no pudo hacer nada más que asentir. Confiaba en Vegetta, y aunque aquello no era lo que le estaba preocupando, amaba que su esposo siempre estuviera allí para cuidarlo. Sin embargo, ahora, no era eso por lo que lloraba, sino estaba llorando de alegría, de saber que Vegetta, por encima de todo lo demás, había decidió darle su cuerpo a él. Había querido tener un hijo con una persona tan desastrosa como era, había dado su buen físico por el hijo de ellos, había dado su energía a su familia en vez a sus construcciones. ¿Como podía no sentirse feliz si él le estaba dando tanto?
-Te amo, te amo, te amo...
El tótem quería repetírselo por siempre, quería gastar la palabra amor hasta que nadie más que ellos dos pudieran utilizarla.
-Yo también te quiero my love. Y también quiero que me lo demuestres, ámame querido. Show me...
Respiro con fuerza una última vez. Su esposo quería más acción que palabras y en eso era bueno. Volvería a su hijo después de cansar a su papá.
Tembló por lo bien que se sentía. Su hijo, su tercer hijo, el hijo de Vegetta y suyo.
Se despidió con un beso.
Foolish golpeó con seguridad con las caderas a su esposo. Una y otra vez, ahora, menos errático y violento, pero con una pasión recién renovada. El héroe gimió agarrándose a las sábanas. Su voz se volvió rota de nuevo, sus lágrimas renacieron.
Su queridísimo Foolish tenía tanta energía.
El tótem gruñó por lo bajo, encantado. Todavía no lo sabía cómo lo iba a hacer, pero quería volver loco a su amante. Antes, el mayor había sido el encargado de cuidar a los tres, se había mantenido cuerdo protegiendo a su cría de su lujuria mal controlada, ahora, que lo sabía, no era necesario aquello., era su turno de atenderlos.
Beso sus labios abandonados, succionando su lengua al ritmo de sus embestidas. Los mordisqueo hasta sacarle quejidos de dolor, los cuales silencio con besos más delicados. Arrancó suspiros a su esposo mientras volvía a lamer su maltratada piel, disculpándose de su cruel maltrato.
Bajo y bajo hasta sus pechos, y, haciendo coincidir con el vaivén de sus caderas, introdujo su pequeña tetilla entre sus dientes. Vegetta sufrió un fuerte escalofrío, de la cabeza a los pies, que le cortó el aliento.
-¡Foolish! Not there! Not there! Sensible... sensible...
El aludido sonrió. Comenzó con suaves lamidas sobre el pezon, lo aplastaba y lo estiraba como si fuese una suave gelatina. Lo excitaba con su movimiento volviéndolo erguido y sonrojado. Después, lo hizo con la boca, lo moldeaba a su antojo, buscando sacar los máximos gemidos a su esposo. Gemidos y algo más, las primeras gotas saladas brotaron de ellos. La deliciosa leche que su cría iba a disfrutar cuando naciese, él se la estaba bebiendo.
Entre los sonidos húmedos, Foolish se disculpó con su hijo, pero, el no iba parar, no ahora. No cuando podría alimentarse de su amado sin tener que desgarrarle la piel.
Vegetta lloró por el maltrato a su pecho, por lo increíble que se sentía.
Con una de sus manos, porque la otra mantenía su equilibro para poder seguir jodiendo a su novio, acarició la tersa piel de su pecho. La raspo con las uñas amenazando por hacerle nuevas heridas. A ninguno le importaría, e incluso lo hubieran disfrutado más. Pero, como se prometió que se comportaría, solo quedó como una advertencia. Abrió la mano todo lo posible para intentar abarcar lo máximo de piel, algo imposible por el tamaño de los pectorales del otro, aunque eso no le impidió que comenzase a masajearle suavemente.
Aplastaba su pecho y lo soltaba, mordía y estiraba su pezon, su interior era tocado por sus dos miembros... el héroe se volvió loco. Chillo el nombre de su amante mientras un doloroso quemazón nacía en su bajo estómago, le retorcía sus entrañas hasta que, con un mordisco demasiado fuerte, toda la electricidad que sentía se desbordó al exterior. Vegetta manchó de blanco la piel dorada de su amante, se quedó mudo ante las sensaciones y terminó desmayado al terminar completamente derrotado ante el tótem.
Foolish se quedó absorto por la hermosa escena que había presenciado. El gemido roto todavía seguía retumbando en sus oídos, se quedó sordo, y solo pudo agradecer al cielo por haberlo escuchado. Había visto, además, como los ojos morados de su esposo se volvían brillantes para al instante, girar y tornarse de cristal. Había sentido el horrible temblor de sus fibrosos músculos y como habían quedado endebles después de aquello.
Vacío su semilla fuera de su esposo. Decoró de blanco las sábanas púrpuras, su entrada estirada y su hermosa barriga. Estaba febril y mareado. Estaba demasiado enamorado.
Gimió el nombre de Vegetta sobre sus labios una última vez. Sin dañarlo, se tumbó a su lado y se acurrucó junto a él. Sabía que tenía que limpiarlo a los dos, a los tres... ¡A los tres! Se mordió los labios para no chillar mientras las lágrimas caían sobre su rostro. Era una noticia tan buena que no podía dejar de pensar en ella.
¿Como sería su hermoso hijo? ¿Sería como Leo?
¿O más parecido a Roier?
Quería que se pareciese a Vegetta, si así fuera, sería el terror del servidor, pero el más lindo a sus ojos, sin contar claro está a su preciosa Leo.
Antes de levantarse para limpiarlos, cerró los ojos por un momento, descansando. Su mente estaba en una agradable nube y no quería moverse del lado de su amante, de su cria.
[...]
Cuando abrió los ojos se encontró solo en el agua. Estaba fría y no había ninguna suave cama, no estaba Vegetta. No estaba en casa.
Foolish miró el techo del cristal, desconcertado. ¿Todo se lo había imaginado?
Lloro al pensarlo. No había ningún hijo en camino, ni un Vegetta embarazado al que poder ayudar, no habían tenido una noche tórrida.
Estaba allí solo.
Sin ningún ánimo, disminuyó su tamaño hasta una altura normal, pudiendo así nadar hasta salir al acuario.
Tubbas y Bravo pasaron de nuevo por su lado, y Foolish sintió como si se estuvieran burlando de él. No solo los estupidos tiburones no habían tenido un único hijo sino miles destrozando su acuario, sino que ahora, le provocaban un hermoso sueño que no podía estar más lejos de la realidad.
Que hijos de puta.
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