¿La magia realmente existía?

Luego de todo lo que había visto hasta ahora era capaz de creer sobre ello y mucho más sin dudar siquiera un segundo de ello.

Todo era posible a los ojos de Scott, incluso que los muertos regresaran a la vida.

Pero no era ese tipo de magia en la que iba creyendo justamente ahora.

Sino a una mucho mas impredecible y que lo tenía observando hacia cierto hombre que en esos instantes se encontraba muy concentrado en reparar su motocicleta.

Un buen pasatiempo que le daba al castaño una buena vista a su ventana.

¿Cómo fue que llegué a esto? Pensó en medio de un suspiro, recordando de manera fugaz la primera mala intención que tuvieron.

No fue culpa real de nadie, solo una boba lucha de egos masculinos.

¿Y ahora? Allí estaba Scott Summer, observando cual acosador a su compañero mientras sentía un cosquilleo incómodo en el estómago, que poco a poco iba ardiendo en su rostro entre más lo pensaba.

Se sentía un poco tonto, se estaba comportando como un puberto cuando evidentemente ya no lo era.

¿Acaso no aprendió nada hasta ahora? Al parecer según su suerte sentimental, no mucho.

Bufó, tratando de mirar a otra dirección, pero es como si sus ojos no pudiesen evitar volver al mismo ángulo tarde o temprano. Incluso consideró la posibilidad de quitarse los visores con tal de no seguir así, pero desechó la idea al poco rato al recordar su propia torpeza.

Con su suerte, terminaría creando un hoyo en su pared... De nuevo.

Volvió a suspirar, pero esta vez cargado de su propia frustración.

¿Cómo pudo pasar de desear golpear esa mueca orgullosa a querer rozarla con sus labios alguna vez?

Un encantamiento, tal vez.

A este punto, todo era posible.