Día 3: Amor prohibido
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Advertencias:
Relación homosexual
Toca temas de religión
Lean las notas al final
Mu amaba su taller de arte, habían pinceles y lienzos regados por todas partes, arcilla seca en los rincones y uno que otro cincel de cuando le entraba inspiración para hacer esculturas de yeso o de mármol. Todo lo que hacía, ya fuera pintar o esculpir estaba ligado al arte. Mu necesitaba el color en su vida.
A pesar de que nunca pudo estudiar arte como tal y de que apenas le alcanzaba para sus gastos básicos, nunca se vió en su rostro algo diferente a una sonrisa brillante, Mu creía firmemente en que la energía negativa atraía cosas malas y por eso prefería sonreír; ley de la atracción había escuchado que se llamaba. Sabía que el destino algún día le iba a sonreír devuelta.
Era un alma bohemia y creativa, orgulloso de quien era y de sus raíces. No le importaban las mala miradas y las caras de disgusto que recibía al pasar, algunas personas no podían tolerar su presencia ya que su largo y llamativo cabello teñido de lila y sus manierismos no hacían nada para esconder su preferencia...
Tampoco es que quisiera ocultarlo de todas maneras.
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Shaka, el hijo del medio de un predicador conservador. Había sido criado con vara de hierro por su padre, educado bajo estrictas normas religiosas.
Un chico muy reservado y conservador, aunque no tan devoto como a su padre le gustaría. Shaka sentía la necesidad de siempre hacer lo correcto y buscaba constantemente la aprobación de su padre, encerrando dentro de su mismo los deseos más oscuros de su corazón y obligándolos a permanecer sepultados.
Shaka no se permitía sentir, porque sentir era pecado.
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—Buenos días, familia.
—Buenos días, padre.
—Buenos días, amor.
Respondieron al saludo de manera simultánea y se sentaron a desayunar, Priya como siempre servía el desayuno de su esposo primero y le pasaba el periódico del día, luego continuaba sirviéndole a sus hijos. Nadie hablaba en la mesa, Carlisle se los tenía prohibido. Al terminar de desayunar el estricto hombre de cabello rubio habló.
—Shaka, hoy debes salir más temprano de la universidad, le escribiré una nota a tus maestros. Te vas a encargar del sermón de hoy en la iglesia, yo tengo una reunión muy importante que no puedo cancelar.
—Pero, padre...
—Sin peros y no me contestes. Haz lo que te digo y ya. Ustedes dos —dijo ahora dirigiéndose a sus otros dos hijos— ayuden a su hermano. Todo debe de realizarse de la misma manera que si yo estuviera, nada debe desestabilizar a la iglesia. ¿Entendido?
Todos asintieron.
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Shaka caminaba lentamente, no tenía deseos de llegar a su casa. Si bien era respetuoso con las enseñanzas de su padre, no quería seguir su camino. Él anhelaba algo más.
Shaka amaba el arte en secreto, sin embargo no se atrevía a decirlo porque sabía que su padre no lo aprobaría. Carlisle consideraba que el único camino que sus hijos deberían tomar era el de la iglesia. Ser predicadores como él, dedicar su vida Dios y cualquier otra cosa que no estuviera relacionada con el camino hacia el cristianismo era una banalidad que debía ser desechada.
Shaka miró boquiabierto un puesto callejero en una esquina, un joven con un escandaloso cabello de color lavanda y unos curiosos puntos rojos en lugar de cejas le sonreía a los transeúntes. Detrás de él habían varias piezas de distintos tipos de arte.
Habían pinturas, esculturas e incluso había orfebrería que parecía fina y una que otra pieza se bisutería. Todas las piezas acomodadas para que llamaran la atención de los potenciales clientes que pasaban por el lugar. Sin embargo, lo que más llamó la atención de Shaka fué el chico. Era ecléctico y jovial, con una sonrisa hermosa y era más bello que cualquiera de las piezas de arte que intentaba vender. Sintió su corazón latir más rápido y sus manos comenzaron a sudar.
Esta era otra de las razones por las que Shaka se negaba a seguir los planes que su padre había hecho para él, guardaba celosamente un secreto en su corazón... Shaka no gustaba del amor de las chicas, pero era algo que no podía decir en voz alta sin causarle gran vergüenza a su padre y una mancha a su intachable familia.
El chico, a quien Shaka en su cabeza comenzó a llamar "ángel" sintió el peso de una mirada y se giró hacia él. Shaka sintió que sus pies se volvieron de plomo clavándolo en el suelo y una sensación nerviosa se apoderó de su estómago cuando el chico de cabello lila lo miró y le sonrió, haciéndole señas para que se acercara, lo cual a pesar de su aturdimiento, hizo.
—Hola, extraño. —le sonrió el ángel de piel blanquísima y sonrisa perfecta.
—Hola...
—Oh, lo siento. Mu, mi nombre es Mu ¿Cuál es tu nombre?
—Soy, Shaka.
—Hola, Shaka. —Sonrió— al parecer no eres alguien de muchas palabras, pero no importa —Hizo una seña con las manos para restar importancia— yo hablo hasta por los codos, supongo que puedo hablar por ambos. Y dime ¿Ves algo que te guste aquí?
"Tú" fué la respuesta automática del cerebro de Shaka, el rubio agradecía tener los suficientes filtros del cerebro a la boca para que sus pensamientos no se derramaran antes de poder reprimirlos.
—Sí. Tienes algunas piezas interesantes aquí. ¿Son sólo de exhibición o están a la venta?
Mu rió como si Shaka hubiera dicho un chiste, aunque el rubio admitía que la pregunta era un poco tonta. Había visto a Mu tratando de vender las piezas hace un momento.
—Bueno, me encantaría poder decir que son sólo de exhibición, pero lamentablemente mi economía no me permite guardar mi arte para mí mismo me temo. Respondiendo tu pregunta, sí están a la venta.
—¿Tu arte? ¿Tú hiciste todo esto? —Lo miró con asombro y un poco de incredulidad.
—Sí, todo es mío. Soy un artista, Shaka e incursiono en muchos tipos de arte. El arte tiene muchas variantes, además no puedo estar quieto por lo que a veces pinto, otras veces esculpo o hago joyería por encargo o para vender.
El rubio lo miraba asombrado, a él también le gustaban las artes, pero nunca había podido aplicarlo por lo que no sabía en qué área podía ser bueno.
—Eres muy talentoso, Mu.
—Gracias. Lo aprecio mucho.
Shaka miraba fijamente una de las pinturas, era un cuadro sencillo de una torre antigua. Sin embargo se veía mística y estaba plasmada en una técnica tan realista, que podía sentir que la tocaría si extendía su mano.
—¿Te gusta? —Mu preguntó con curiosidad.
—Sí. Es hermosa, casi mágica.
—Me alegra escuchar eso, tenía miedo de no haber captado la esencia del lugar.
—¿Ese lugar existe? —Shaka le preguntó sorprendido.
—Sí, aunque posiblemente ya sólo queden ruinas. Dicen que solía ser un lugar maravilloso, nunca lo he visitado en persona, pero he escuchado historias y he visto fotografías. Así que trato de mantener su historia viva y honrar mis tradiciones. —Le dijo señalando los puntos rojos donde debían estar sus cejas.
—Es una especie de ritual, supongo. Yo pensé que realmente no tenías cejas.
Mu rió al escuchar a Shaka.
—Sí, es un ritual. Pero no es un ritual religioso, sino más bien algo cultural y con respecto a mis cejas... Ya no tengo, después de mucho tiempo quitándomelas simplemente dejaron de crecer.
Ambos sonrieron.
—Entonces, Shaka... ¿Quieres la pintura?
—No puedo... primero porque no puedo pagarla y segundo porque padre no me permitiría tenerla.
—¿Por qué no te permitirá tenerla?
—Porque no le gustan las banalidades —Respondió con amargura.
Mu rió y Shaka puso cara de disgusto.
—Lo siento. Te juro que no me estoy riendo de ti, es sólo que por lo que me estás diciendo puedo asumir que tu padre es religioso ¿Me equivoco?
Shaka gimió mortificado antes de contestar.
—No. No te equivocaste. Soy el hijo del predicador para ser exactos.
Mu asintió en comprensión y sus ojos se volvieron suaves al mirar a Shaka.
—Hágamos algo. Por alguna razón, me agradas y quiero que tengas la pintura. —Shaka hizo ademán de protestar y Mu lo detuvo colocando un dedo en sus labios— escúchame primero. Este lugar se llama Jamir y está torre fué el hogar de mi familia por mucho tiempo, significa mucho para mí y honestamente no quiero vendersela a cualquiera. Quiero que tú la tengas, pero como no quiero causarte problemas, la guardaré para tí hasta que la puedas recuperar ¿Qué te parece?
—¿En serio?
—¿No la quieres?
—¡La quiero! Sólo que no entiendo porqué me la das a mí.
—Te la doy porque es mía y quiero regalartela... ¿Tienes algún problema con eso?
—Mmm... no.
—Perfecto. Es más, voy a mejorar mi oferta para tí. No sólo te daré la pintura, también puedes venir a mi taller y te enseñaré a pintar.
—¿Harías eso por mí?
—Por supuesto, no lo ofrecería sino quisiera.
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Shaka continuó visitando a Mu en su puesto callejero y poco tiempo después lo visitaba en el pequeño taller, que también era el hogar de Mu.
El chico de cabello lila le enseñaba a pintar y esculpir, pero Shaka no era muy bueno en lo último. Cada día que pasaban juntos se acercaban más y Shaka se desinteresaba más de las cosas de la iglesia, pero el fuego que sentía por Mu se avivaba con cada mirada, con cada roce, con cada sonrisa y se hacía cada vez más grande. Era una burbuja que amenazaba con explotar en cualquier momento.
A medida que su relación con Mu se estrechaba, los problemas con su padre se hacían más evidentes. Había mucha presión sobre sus hombros y sobre los de su hermano Asmita, desde que el menor de ellos, Shijima, se había hartado de todo y se había escapado con un florista extranjero, un rubio de ojos verdes llamado Cardinale.
El ambiente en su casa estaba tenso, aunque Shaka en el fondo admiraba la valentía de su hermano, porque se había atrevido a hacer lo que el mismo anhelaba y no podía. Primero porque no sabía si sus sentimientos por Mu, eran correspondidos y segundo porque le aterraba la idea de enfrentar a su padre.
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Shaka estaba distraído y taciturno, mucho más callado de lo que era normal en él cuando llegó al taller de Mu. El pelilavanda no quería presionarlo a hablar si Shaka no quería hacerlo, pero después del tercer lienzo arruinado suspiró y decidió abordar el tema. Sino hablaban sobre lo que estaba molestando al rubio, posiblemente terminaría con todos los lienzos arruinados y los suministros para pintar no eran nada baratos y él no nadaba en dinero.
—Shaka, querido... ¿Quieres hablar sobre algo?
El mencionado no dijo nada y permaneció impasible, lo único que delataba a sus emociones descontroladas era el pincel que apretaba tanto, que Mu estaba seguro que iba a partirlo en dos en cualquier momento. Suspiró antes de empezar a hablar.
—Deseo cosas que no puedo tener, Mu.
—¿Por qué no puedes? ¿Qué te lo impide?
—Porque están prohibidas, porque no están bien... porque son pecado.
Mu guardó silencio, instando al otro a seguir hablando.
—Mi padre enloquecerá si otro hijo le sale "desviado"
Mu tardó unos segundos en comprender, pero abrió sus ojos y jadeó cuando el significado de las palabras de Shaka lo golpeó. Su corazón comenzó a latir desbocado y la esperanza brotó en él como la mala hierba en el campo.
—¿Prohibido para quién, Shaka? Nadie tiene el derecho de decidir por otros lo que está bien o lo que está mal. ¿No ha vivido tu padre su vida como ha querido hacerlo?
Creo que Shijima entendió esto y por eso puso su felicidad por encima de cualquier dogma religioso... ¿Qué es eso que quieres y dices que no puedes tener?
—A tí, Mu... te quiero a tí.
—Pero me tienes. Desde el primer momento que te ví, siempre me has tenido.
—No puedo salir, Mu. No soy tan valiente como Shijima y tú mereces a alguien que no te esconda. Alguien a quien no le dé miedo tomar tu mano en público.
—No me importa, Shaka. Esperaré a que estés listo y si nunca lo estás... ya veremos cómo hacerlo funcionar, pero si me quieres, me tienes.
—Pero la biblia dice que no debemos, que está mal... que está prohibido.
—Y aún estando prohibido te gustan los hombres, aún estando prohibido te enamoraste de mí ¿No es así?
El rubio lo miró a los ojos y asintió.
—Bésame... bésame y dime si lo que sientes al besarme es incorrecto.
Shaka se inclinó y tomando el rostro de Mu entre sus manos, lo acercó hacia él y besó sus labios castamente. Mu se dejó hacer, dejando que fuera el rubio quien marcara el ritmo y encontrara su propia comodidad. Sintió a Shaka relajarse contra él y el beso se volvió más pasional y profundo, cambiando el inocente roce de labios por un beso con toda propiedad, Shaka gimió en el beso, Mu se alejó a regañadientes y Shaka persiguió los labios del artista para poder seguir besándolo.
—Dime, Shaka ¿Se sintió como algo incorrecto lo que acabamos de hacer?
—No... es la primera vez que me siento en paz, Mu.
—Entonces, querido mío. No te niegues la oportunidad de ser feliz, ni me la niegues a mí. Sabré esperar, te lo prometo y mi taller puede ser el testigo mudo de nuestro amor.
—Estoy sintiendo muchas cosas por tí, Mu. Estoy asustado, pero quiero esto... a nosotros juntos.
Mu sonrió y lo besó como sino hubiera un mañana. Su pequeño taller convirtiéndose en el refugio de un amor que florecía a pesar de los prejuicios, a pesar de los dogmas religiosos, a pesar de las prohibiciones. Eran sólo dos corazones que empezaban a latir a un mismo ritmo.
Notas:
En esta historia, Shaka, Shijima y Asmita son hermanos. Son hijos de un matrimonio birracial, madre hindú para mantener sus rasgos hindúes y padre extranjero para justificar el cabello rubio y los ojos azules.
Me gusta mucho la estética que maneja la artista Rosenrot cuando dibuja al Shamu, razón por la cual suelo manejar a un Shaka de piel más oscura y a Mu de piel muy blanca.
Final abierto, porque se va a relacionar con el tema del día 4: que es amor secreto.
Cualquier error, avisen.
Disfruten y compartan.
Y que viva el Shakaxmu 🙌🙌🙌
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