HCY | 002.
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Suceda lo que suceda hoy, no podría desanimarme por completo. Hoy me pagaban, no por hacer completamente mi trabajo, pero me pagaban. ¿Algo mejor? No.
Abrí uno de los cajones que tenía mi escritorio, y saqué mi cuaderno. Terminé de traducir un folleto que me habían mandado, así que era momento de escribir algunas ideas que surgieron anoche.
El silencio que había en esa sala, era algo bueno. Éramos seis personas, cada uno en su propio cubículo, haciendo algo de su trabajo, al menos algo bueno. Aunque, mi verdadera competencia, era la otra nueva, Jia, debía
—Buenos días, equipo de creatividad y de diseño.
Alcé mi cabeza, viendo a la subdirectora del departamento de Marketing, Yoo In-na.
—¡Buenos días, señora!
Dijimos casi todos al tiempo. Nos levantamos unos segundos para hacer una reverencia, para luego sentarnos.
—Estoy siendo la encargada de comunicarle a cada sala sobre la posible demanda de Hyundai contra nosotros, que hay un 80 por ciento de posibilidad de que ocurra. La cuestión, que todo indica que somos culpables, y el abogado que tiene ellos, tiene demasiadas pruebas y es uno de los mejores de la ciudad —No me entero casi de nada sobre ese asunto, pero parece bastante serio—. De igual, ese no puede ser un impedimento para nosotros. Debemos avanzar en la empresa. Por ello, necesito a tres personas para trabajar en un artículo que se lanzará la semana que viene.
Había varias opciones. Si me escogen, casi no me dejarían hacer nada. Me escogen y reconocen un poco mi talento. No me escogen.
Una que se encargaba de las campañas de contenidos se levantó, y se acercó a la subdirectora. Esta me miró a mí, y a otra.
—Seo Jia, y Hwang Chaeyeon, vosotras dos, acompáñenos.
No podía negarme, tal vez podría ser una oportunidad. Me puse de pie, tomando todo lo necesario. La subdirectora y otra iban adelante, mientras nosotras íbamos detrás, siguiéndolas.
Llegamos a una sala, de la misma planta. La puerta se abrió, y miré a otras personas ahí. Dejé mis cosas sobre la mesa, para luego sentarme. Abrí mi carpeta, viendo de vez en cuando a los demás, y tratando de escuchar lo que decían.
—Hwang, vaya a la cafetería y traiga café para todos. Gracias.
Me quedé helada, por la forma tan autoritaria en la que había hablado la subdirectora. Parpadeé varias veces, preguntándome si no estaba loca, y calmando las ganas de lanzarles todos los papeles en la cara y escupirles.
—¿Perdón?
Musité, viéndola.
—Dice la subdirectora, que vayas por nuestros cafés. A todos nos gusta con poca leche.
—Yo, quiero un latte.
—Yo, un capuchino.
—Sí, pero no tienes que salir, he, sino que ve a la cafetería de la empresa.
—Yo, un café cortito.
Cortito… cortita estaba mi paciencia. Sentí un nudo en mi garganta al haber escuchado a todos, eran ellos contra mí, no podía hacer más. Suspiré e hice una leve sonrisa, para todos. Me levanté y salí de ahí, aun con esa sonrisa. Juro que si alguien se pone en mi camino ahora, lo mataré a puñaladas.
Maldita sea, maldita sea. Me llevarán a prisión. Si hago algo, puede ser que conste algo mal en mi imagen. ¿Qué pasa si el jefe dice que soy una mala empleada y no me quieren coger en otro sitio? Justo ahora, sería mejor estar en una clase de alfarería, o pintando, o tejiendo, que sentir esa presión en mi pecho sabiendo que nadie me toma en serio.
Llegué a la cafetería, todo para ver qué había gente ahí. La cabeza de piña Pyo, y ¿Jeon?
Bueno, da igual, yo a lo mío, no debo prestarle atención a este par. Hice apenas una reverencia y fui hasta al otro lado del mostrador. Busqué una bandeja grande y todas las tazas que podía.
—¿Vas a hacer café para alguien?
Miré hacia Pyo y asentí. Ojalá se fueran ya. Calenté la leche y me quedé pensando un segundo… ¿Cómo iba a hacer un latte y un capuchino cuándo solo sé hacer cafés normales? Saqué mi móvil y empecé a buscar.
Pero podría llevar todos normales, menos el cortito.
No voy a negar lo incómodo que fue hacer todos estos cafés, y tener dos miradas sobre mí. Busqué las bolsitas de azúcar, qué hizo que me girara quedando frente a ellos. Miré hacia el director Jeon, que me ofreció un vaso lleno de bolsitas de azúcar.
—Gracias.
Musité. Tomé un par y las puse sobre la bandeja. Tomé la bandeja con cuidado y me di la vuelta para irme.
—Becada Hwang, el director Cho, quiere verla luego de la reunión que hay ahora.
Suspiré y solo asentí, reprimiendo las ganas de tirar el café ahí. Seguí, llegando hasta la oficina. ¿Para qué querrá verme el director? Oh mejor, ¿qué hace el director Jeon aquí?
Me adentré, dándome cuenta como todos hablaban amigable entre ellos, y hablaban justo de ese artículo que haría, donde supuestamente yo participaría. Dejé la bandeja sobre el escritorio, y empecé a tomar una taza para llevarla a alguna persona.
—Señorita Hwang, ¿por qué todos los cafés se ven igual?
Mierda.
—A mí no me interesa, quiero solo un café.
Una persona se levantó y cogió una taza, pero las demás solo miraban la situación. La subdirectora simplemente volvió a ver sus papeles, pero con una de sus manos me hizo una señal para que me retirara.
—Trae las cosas bien, si no es así, ¿cómo vas a hacer bien tu trabajo aquí?
Suspiré, imaginando la forma en la que le diría que esta mierda no era un trabajo. Tomé aquella bandeja, y aun con una leve sonrisa salí de ahí, esta vez con el rostro caliente de lo molesta que me sentía.
Pero, es que era tan incoherente hasta la forma en la que me trataban. Digo, ¿por qué?
—Es incoherente —Murmuré— No son solo los directores, sino que de paso personas que parecen estar en mi mismo nivel jerárquico de la empresa, me tratan mal. Lo que necesitan todos es una prueba de que puedo hacerlo mejor.
Necesitaba aire. Llegué a la cafetería y dejé la bandeja ahí. Miré hacia mi lado izquierdo, donde había una puerta que llevaba a un pequeño balcón. Tomé la manija, abriendo y saliendo. De pronto, aquel ambiente frío me hizo despabilar. Me acerqué a la baranda, donde puse mis manos, y me dediqué a ver los edificios.
Decidí mejor colocar mis brazos sobre la baranda, y luego mi cabeza encima de estos. El cielo estaba con un tono grisáceo y azulado, me gustaba. Digo, no lloverá, no hace sol, hace frío, no había nada mejor.
—Tal vez Sohee tiene razón —Suspiré. Me percaté que al final de unos edificios, se veía la carretera, vaya que había tráfico—. No solo aquí hay un departamento de marketing.
Cerré mis ojos unos segundos, queriendo estar en mi cama, llena de mis edredones, calentita viendo alguna serie. Mi nariz empezó a doler, eso era que iba a estornudar, y eso hice.
—Salud.
Me alejé de la barandilla y quise ver quién había hablado.
—Ah, gracias.
Dije. El director Jeon estaba en todos sitios, y me enredaba más. Sería mejor irme de ahí, no puedo perder más tiempo y debo buscar como hacer un jodido latte y no sé qué más.
—¿Usted es una becada?
—¿Ah? —Me habló. Quedé más que confusa—. No, no lo soy, señor.
Elevó de manera ligera sus cejas. Metió sus manos dentro de su abrigo y se acercó hacia donde estaba yo, digo, a la baranda. Apreté mis labios, quedando de nuevo absorta viéndolo. Tenía tres piercings en su oreja, el cabello bien peinado, pero se notaba largo. Dejé de prestarle atención, para girarme e ir a hacer mi “trabajo”.
Pero antes de que saliera, la puerta se abrió, dejándome ver a Pyo, con un gesto molesto, directamente hacia mí.
—Hay una bandeja llena de café allá dentro, la misma que se llevó, ¿y por qué está usted aquí seguramente hablando chácharas?
Bajé la cabeza, viendo los zapatos del hombre.
—Lo lamento, salí a recibir una llamada importante. Ahora mismo hago algo con ello.
Este me dio el paso y fui hasta el mostrador. Quería vomitar y llorar, tal vez las dos cosas. Saqué mi móvil para buscar como hacer esas cosas, no sería tan difícil.
—Y guarde ese móvil, está en horario laboral.
—Pero señor Pyo, ¿no estaba usted con un dispositivo móvil en la sala de reuniones?
Miré al director Jeon, acercarse.
—Bueno director, eso es por qué era algo urgente.
—¿Le preguntó a ella por qué lo está usando?
El cabeza de piña guardó silencio. Me miró de reojo y simplemente se retiró después de hacer una reverencia.
—Date prisa, becada Hwang.
Un día saldría en las noticias, ese hombre muere.
Quise seguir con lo mío, viendo los pasos. Colocar la leche en la máquina expreso. Debo espumar la leche con la ayuda de alguna varilla de vapor. Lo peor de esto, es que la reunión acabará y yo aquí.
Tomé varios vasos de cristal para el latte, llenando casi a todos con la leche. Me di cuenta de que ahora me tocaba hacer el expreso de manera habitual, así que tomé la jarrita metálica.
Mientras todo aquello se hacía, empezaría a hacer otras cosas, pero me distraje con la presencia del director Jeon, quien estaba detrás del mostrador mirándome. Poco más, deberé dejar este empleo y convertirme en barista.
—¿Quiere un latte, capuchino, expreso, americano, o un mocca?
Dije, viéndolo también. Este me miró sin ningún gesto, que me hizo sentir que mejor no hubiese dicho nada.
—Me va mejor un ristretto.
¿Estaba loco? Pero, ver esa leve sonrisa en sus labios, solo hizo que también sonriera. Bufé, dándome vuelta de nuevo para coger la jarrita de café, que ya estaba hecho. La llevé hasta los vasos, para verterlo en el primero. Lo hice de manera cuidadosa y lenta, justo en el medio, como decía en las instrucciones. De los cuatro, iba por el último, pero apenas pude seguir haciendo recordando que él seguía ahí enfrente de mí.
Dejé la jarrita a un lado, girando para ver calentar más leche. Esto tampoco era tan difícil, e igual no me importaba si salía mal, me estaba hartando.
—Esos cafés, ¿alguno es para usted?
—No.
—¿Por qué?
De nuevo, tomé el utensilio donde estaba la leche, para poner en todas las tazas.
—Me hace un poco de daño la cafeína.
Respondí, terminando de hacer todo. Suspiré, realmente cansada por no hacer nada. Tomé una botella de canela para poner un par de tazas. Tomé la bandeja entre mis manos, pero sin moverme me quedé ahí, cruzando miradas con el director Jeon.
Sonrió, y se miraba bastante atractivo solo estando así. Pero me dolió el corazón, recordando de manera estúpida a ese. Había pasado tanto tiempo de eso, ¿por qué ahora? Estoy segura de que ninguno de los dos se parecen, tal vez en la edad.
Hice una reverencia y me fui de ahí, sosteniendo todos los sentimientos encontrados que vinieron a mí, todo para llegar a una oficina para qué me reclamarán por mi tardanza.
[...]
Me encantaba hacer esto, mucho mejor que mi trabajo, por supuesto. Trataba de escuchar al maestro, quien explicaba para qué funcionaba cada herramienta que se usaría, pero Sohee no dejaba de tocar todo, probando todo. Nos sacarían de aquí.
—Ahora sí, podéis empezar. Iré donde cada uno, para ayudarles.
Tenía pensado hacer un jarrón para flores. Era una buena idea. Un chico, ayudante del maestro, se acercó a mí e inició a moldear el barro, para luego yo continuar. Voltee a Sohee, que sin ayuda, todo lo hacía ella. Cosa que ya me lo esperaría.
—¿Qué es lo que harás?
—Una taza.
—Básica.
—Como tú.
Me miró de reojo, para seguir con lo suyo. Por mi parte, el chico me dejó después de explicarme un par de cosas y continué.
—Oye, ¿sabes a quién vi el otro día?
—No.
—Al director ese, de Hyundai.
Seguí apretando el pedal del torno eléctrico, que solo provocó que el trozo de barro que estaba empezando a tener forma diera vueltas como loco y se deformara. Me detuve, asustada por la impresión que dio al escuchar aquello.
—¿El director Jeon?
—Ese mismo guapo —Traté de colocar bien el trozo de barro, y me mojé las manos para seguir, escuchando a Sohee perturbándome—. Tuve que ir a Anyang por cuestión del trabajo, y me lo encontré en una empresa constructora a la cual yo iba a remodelar un par de oficinas.
Puse mi pie sobre el pedal, para que empezara a girar, y concentrándome. No podía entender lo que sucedía con ese hombre, me fastidiaba verlo en todos sitios, me molestaba que fuese tan guapo e intrigante.
—Oh, bueno.
—Sí. Llevaba un traje azul marino, y te juro que se imponía bastante entre los hombres que estaban a su alrededor —Detuve el torno, y la miré, haciendo que hiciera lo mismo—. ¿Qué?
—Dejemos de hablar de él, no me interesa nada suyo.
Era verdad.
Dejando todo aquello de lado, nos dedicamos a recibir nuestra primera clase con mucho ánimo, dejando a medias lo que hicimos. Dijeron que en la siguiente clase podríamos volver a empezar, y hacerlo mejor.
Habíamos acabado, así que nos quitamos el delantal, y nos fuimos a lavarnos las manos. Desaté mi cabello, y pinté un poco mis labios, para luego salir del baño.
Me encontré a Sohee en el pasillo, cruzada de brazos y sobre todo molesta.
—So, ¿todo bien?
Puse mi mano sobre su hombro, para llamar su atención.
—Cuándo salí del baño primero, vi como una niñata salía corriendo después de faltarle el respeto a una mujer mayor.
—E hiciste algo, supongo.
—No, por eso estoy enojada. Pero me di cuenta de que era una de esas que vimos en el restaurante de pollo, las bravuconas.
Suspiré. Tampoco había sido algo tan grave. Le di una palmadita, para que saliéramos. Tomamos nuestros abrigos y nuestros bolsos, para dirigirnos a recepción y firmar nuestra asistencia de clase. Me apetecía ir a comer algo, pero era bastante tarde para ambas.
Hubiese seguido caminando hasta la salida, pero Sohee se detuvo. La miré, que veía hacia una dirección, así que también lo hice. La chica bravucona, estaba discutiendo con otra que solo me quedaba suspirar, poco me importaba la verdad.
—Vámonos.
—Pero Chae.
—Oye, sé que quieres ayudar a las personas, pero no siempre podemos entrometernos. No es nuestro asunto, sabes, podríamos salir perjudicadas.
Bufó, dándonos la vuelta. Justo cuándo cruzamos la puerta, entraron con todo furor dos chicas, las cuales claramente reconoceríamos. Al mismo tiempo nos giramos para ver que pasaba. Las de flequillo, Haerin y Eunchae si no olvido su nombre, fueron directamente donde la bravucona, para ayudar a la chica que estaba gritando, que por lo visto ahora estaba en el suelo.
—¡Eres una estúpida, Haneul!
Haerin gritó, dándole un puñetazo en la cara a la bravucona que me dejó la piel helada. Por otro lado, Eunchae ayudó a la chica del suelo a levantarse y ambas venían hacia donde estábamos nosotras.
—¿Has visto lo mismo que yo?
Asentí. Dios mío, ¿le estaba haciendo bullying a la chica del suelo? Ambas chicas flequillo, bueno, una ya no lo tenía, salieron encontrándose con nosotras. Me sentía culpable por no ayudar, y por haber detenido a Sohee.
—Hey, ¿están bien?
—Agh, ¿ustedes otra vez?
Dijo Haerin, ahora sin flequillo.
—No me importa lo que dices, pero ¿acaso esa chica no las deja en paz?
—A veces lo hace, pero empezó a meterse con Rei, que es nueva y extranjera. Ella recibe clases aquí, de refuerzo, y Haneul lo supo, por ello vino a molestarla.
Eunchae habló, siendo cuidadosa con sus palabras y ansiosamente recordándome al director Jeon de alguna forma.
Fruncí mis labios, sintiendo pena. Si tuviera coche, me ofrecería a llevarlas, pero es imposible.
—Deberían hablarles a sus padres.
—No. Vámonos, Eun.
—Haerin, igual debemos esperar a mi mamá —Suspiró la chica. De igual manera, al menos alguien vendría por ellas. Por mi parte volteé a ver hacia dentro, donde la bravucona seguía en el suelo, tomándose la nariz—. Mira, ahí viene.
Del coche, recién aparcado, se bajó la misma mujer que vi la vez pasada, con la misma preocupación.
—¿Qué es lo que creen que hacen? No podéis llamarme así por así, sin explicaciones.
—Lo lamentamos, señora.
—Sí, mamá.
Sohee me miró, dándome una señal de que era hora de irnos. Nos dimos la vuelta, pero una voz nos detuvo.
—Ustedes… ¿Son las del otro día, no? —Ambas asentimos viendo a la mujer, quien de pronto hizo una gran sonrisa de alivio— Qué coincidencia, ¿os conocéis de algo?
—No mamá, ellas estaban de casualidad en el restaurante e intervinieron, esta vez venían saliendo de aquí.
—Cierto. Muchas gracias nuevamente, ¿quieren que las lleve a algún sitio?
Negué, pero la suerte no era lo mío.
—Pues gracias, íbamos hacia la estación Wonmun-dong.
Miré confundida a Sohee, no entiendo qué hacía. Supuestamente, tomaríamos un bus hacia la estación, como siempre.
—Pues con toda confianza, vamos.
Por lo visto, a la mujer no le interesaba que no cupiésemos todas, por qué sin problema al llegar a su auto, hizo que su hija cargara a la chica que no hablaba mucho, ya que era más baja. Sohee fue adelante, al lado de la mujer, y yo atrás, en medio.
La palabra incómoda se quedaba corta para como me sentía ahora mismo.
—Pónganse los cinturones —Apenas pude hacerlo. El coche arrancó, y la mujer prendió la radio, dejando una música suave. Miré dos veces, bueno, la primera no cuenta mucho. Pero que solo hablamos media palabra, y ya íbamos en su coche, por qué ella cree que defendimos a la chica— ¿Ya me dirán lo que sucedió?
Miré por el espejo retrovisor, como la mujer miró a las chicas.
—Nada mamá, solo que estaban molestando a Rei y quisimos intervenir.
—¿La chica japonesa?
—Sí —Escuché a Eunchae, quien solo miraba hacia la ventana, junto a su amiga—. Oye mamá, ¿le preguntaste a papá sobre aquello?
Mi alarma se prendió, al escuchar ese papá. Supongo que hablaba del director Jeon. Y yo que no quería saber nada de él, y acabé dentro del coche de su mujer.
—Aún no, pero el domingo iremos a cenar. Se lo explicaré, tranquila.
No logro comprender qué es lo que sucede por mi cabeza, y el rechazo que me produce pensar en él, digo, en la cafetería, cuándo me acordé de aquel tipo, lo último que quería es volver a escuchar del director.
Mi atención se centró en la chica japonesa, quien hablaba en su idioma.
—Dice Rei que puede dejarla aquí.
—Oh, está bien.
El coche se detuvo, y la chica se bajó con cuidado. Hizo una larga reverencia y habló un poco con Haerin, apenas entendí, no era bueno en el japonés. Nuevamente, seguimos en camino hacia la estación.
—¿Ustedes qué hacían en ese lugar?
Miré a Eunchae, quien habló mientras me veía.
—A mi amiga Chaeyeon, se inscribió a clases de alfarería y la acompañé.
—Dios mío, lamento no haberles preguntado su nombre.
—No pasa nada, yo soy Sohee y la de atrás es Chaeyeon.
Quería bajarme de aquí, necesitaba salir. Tenía a dos adolescentes a mi lado, que seguramente no me soportaban.
—Mucho gusto, chicas, yo soy Sun Ah. Y la chica alta de atrás, con flequillo, es mi hija Eunchae, y la otra enojona es Haerin, soy como tu tía.
Saqué mi móvil, para distraerme un poco, todo para ver una llamada perdida de Bae y un par de mensajes.
▪︎Bae Hyeon-nim
Hoy no te vi en la
empresa, pero escuché
que saliste temprano.
8.05 p.m.
Mañana no iré a
trabajar, así que tampoco
nos veremos, espero
que el lunes nos
encontremos.
8.07 p.m.
No te olvides de comer bien.
Cuídate, Hwang.
8.08 p.m.
Sonreí apenas, imaginando su rostro de cachorro diciendo todo esto. Apagué mi móvil y levanté mi rostro, para darme cuenta de que al fin habíamos llegado.
—Por supuesto, Sun Ah. Muchas gracias por traernos hasta aquí.
Eunchae se bajó, dejándome a mí salir. Me hizo una media sonrisa y volvió a entrar. Sohee y la señora parecían tan amigas, con hablar un poco, que la mitad ni me enteré. Alcé mi mano para despedirme, y ver cómo se alejaban.
Suspiré, cansada. Ya quiero llegar a mi casa.
—Hubiera preferido venir caminando.
—Oh, vamos, no seas amargada. Es una mujer muy linda, y amigable. Me pregunto quién tendrá suerte, si ella, por estar casada con un hombre tan guapo como ese director, o él, por estar con Sun Ah, una mujer alegre y que su voz sea tan suave y delicada.
Decidí guardar silencio, la verdad esto no era algo que me interesara. Últimamente, cada vez que Sohee y yo hablamos o salimos, debemos acabar ligadas con ese hombre, me estaba estresando.
Hasta sentía cierta pesadez en mi pecho. ¿Quién era el director Jeon?
•
—Herbst
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