18

Puede que Sun Wukong sea un imbécil muy denso, pero Macaque no lo era. 

MK había comenzado a salir más seguido, pasando casi todo el día fuera de casa y compartiendo muy pocas comidas con la pareja de monos. Además, en los entrenamientos estaba más desconcentrado que de costumbre. Algo estaba pasando y Macaque no iba a quedarse sin hacer nada. 

Aquella mañana como siempre había preparado un delicioso desayuno, esperaba que MK se quedara. 

—¡Buen día! ¿Vas a comer?—Preguntó Macaque desde la cocina al ver a MK salir del cuarto. 

—No, es que... Prometí ir a ayudar a Red Son temprano el día de hoy y voy algo tarde, no me dará tiempo.—

Una excusa, como siempre. 

—Entiendo... Entonces te veo en la tarde. Ten. —

Macaque ya anticipaba que MK se negaría, lo llevaba haciendo hace tantos días, así que le entregó una pequeña bolsa con algo del desayuno empaquetado, así podría comer luego. 

—Gracias, Macaque.— Además, estaba comenzando a llamarle así y no Mac.

—No hay de que, chico.—

MK se fue de allí sin esperar nada más, Macaque suspiró irritado. No le gustaba la situación actual, por alguna razón estaba actuando raro, y era realmente preocupante, a Macaque no le estaba gustando ver que el sitio que era su hogar con personas que consideraba familia había comenzado a sentirse inestable, y no le gustaba eso. 

Necesitaba hacer algo, hablaría con Wukong.

En todo el día MK no fue a casa con los monos, solo fue hasta las 9 de la noche que regresó, porque había comenzado a pensar que si llegaba muy tarde no tendría tiempo para pasar con los monos. 

No es que no quiera verlos, claro que lo deseaba, quería unirse a ellos a ver la televisión, entrenar juntos, incluso ser acicalado por Macaque. 

Pero no quería acostumbrarse a esa vida, ¿Luego qué haría? Tendría que irse y los iba a extrañar demasiado. 

Claro que podría visitarlos... Pero era diferente. 

Al llegar a la casa, sorprendentemente no había nadie. Miró su teléfono y había un mensaje de Macaque que decía que pasarían la noche afuera por un pequeño viaje, además de que volverían al día siguiente. 

Genial, soledad. 

MK entró a la silenciosa casa, encendiendo las luces, todo estaba vacío. 

Se sentía tan vacío. 

Fue a la cocina y en el refrigerador encontró un pequeño envase con fideos, además de una nota firmada por Macaque que decía "Por si tienes hambre, no olvides comer bien". 

¿Cómo se supone que pueda vivir solo otra vez? Sin ellos. 

Cerró el refrigerador y fue a acostarse en su cama, abrazándose a sí mismo y deseando que el siguiente día nunca llegue. Por alguna razón hacía frio, no le gustaba. 

No quería pensar en un mañana solo. 

Había vuelto a probar lo que era una familia y la volvería a perder. 

Sin desearlo, las lagrimas comenzaron a brotar de sus ojos, no le gustaba sentirse triste, pero lo estaba sintiendo, demasiado, no quería que esto acabara, pero tampoco quería disfrutarlo porque luego la separación dolería más. 

Pero entonces sintió que el frío se desvaneció. 

Un suave pelaje pudo sentir frente a el, era Macaque, quien lo estaba abrazando acostado a su lado. 

—¿¡M-Macaque!? Pero... ¿No que no estarías?...— 

—Bueno... Sé algo de estar triste, niño. Y es que uno nunca deja salir la tristeza estando con personas, ¿No? Supuse que así podría comprobar que, en efecto, estabas mal.—

—...No, yo... No es nada.—

—No deberías mentirnos, chico.— La voz de Wukong le hizo sentarse en la cama para ver al mono dorado en el marco de la puerta. 

Macaque también se sentó al lado del humano, Wukong también lo hizo, estando del otro lado. 

—Entonces... ¿Algo que quieras contar?—Preguntó Monkey king. 

—No es nada, solo me puse mal un momento, es todo.— Dijo MK.

—Chico, eres muy mal mentiroso.— Dijo Macaque, acariciando el cabello de MK para luego revolverlo. —Puedes confiar en nosotros, ¿Sabes? No soy tonto, Wukong quizás, pero a mi no me vas a mentir. Hablar las cosas no está mal. Sé que es algo que hace unos días que te ha comenzado a atormentar.—

MK bajo la mirada, jugando con sus manos, se sentía nervioso, no sabía que decir, ¿Cómo decirles? Tenía miedo. 

—Yo... Yo tendré que irme pronto. Ya saben que solo me iba a quedar por lo ocurrido en mi casa, pero... Recordé que debía irme.— Dijo MK, sintiéndose más nervioso, se llevo las manos al rostro para limpiar sus lagrimas. —Pero... No sé si quiero irme. Yo... Yo comencé a sentirme muy feliz estando aquí y... Es realmente agradable vivir aquí, con ustedes. Yo... Perdí a mis padres pronto y... No lo sé, me sentí como... Si volviera a tener una familia. Pero sé que me tengo que ir así que... Me alejé para no sentirme tan cómodo, porque algún día me tendré que ir.—

Lo dijo, se había atrevido a decirlo. 

Contrario a lo que esperaba, solo sintió a ambos monos abrazándole, aquel suave pelaje le había salvado del frio, volvía a sentir calidez. 

—Podrías haberlo dicho antes.—Dijo Wukong.

—Eres un tonto.—Dijo Macaque, sonriendo. Sus manos fueron al cabello de MK para darle palmaditas en la cabeza. —Si tanto no deseas irte, solo dilo. Puedes quedarte con nosotros.—

Aquellas palabras tan simples que resolvieron la angustia en la cabeza de MK fueron suficientes para que el humano sintiera alivio a su dolor, esta vez volviendo a derramar lagrimas, pero de felicidad, de sentirse en casa, correspondiendo el abrazo de ambos monos. 

—¿De verdad?...— Preguntó entre lágrimas MK.

—De verdad, hijo.— Respondió Wukong. 

Si, que bueno era estar en casa. 



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