Capítulo 7: El Compromiso


Había llegado al castillo un poco antes de que saliera el sol y una vez ahí sus heridas habían sido tomadas con gran seriedad. A pesar de que había tenido que escuchar varios sermones por su descuido y por haber llevado a Tails en período de guerra al castillo, la noticia que más le había impactado fue su compromiso con la princesa del Reino de Bragas, Ginebra era su nombre, y lo harían para volverse más fuerte. Sonic había estado totalmente en contra de aquello, pero su padre no le dio opción... como si alguna vez se la diera.

Vio los carruajes llegar desde la ventana. Ese sería el día en donde conocería a su futura esposa.

–Esposa...– pronunció con un amargo sabor en su boca. Una mueca de disgusto se posó sobre su rostro. Él no quería casarse, menos con una desconocida. Es que acaso no sólo podían mandar tropas para ayudar al reino vecino ¿y ya?

–Príncipe, la Princesa Ginebra a arribado.

–Bien por ella– respondió el erizo azul con un dejo de molestia en su voz –¿Irás a recibirla, Espio?

–Príncipe, usted debe ir a recibirla– indicó el camaleón –Así lo a ordenado su padre.

–Pues si tanto desea que me case ¡¿Por qué no la recibe él?!– exclamó iracundo.

–Por Merlín...– murmuró con un pesado suspiro el camaleón, ya cansado de su berrinche infantil –Escucha Sonic, arréglate de una buena vez y déjate de tonterías. Quiero verte listo para recibir a la princesa en cinco minutos– ordenó con aquella mirada fija e intensa.

–¿Ya no es príncipe?– inquirió Sonic alzando una ceja esbozando una sonrisa burlona.

–Cuando decidas actuar como uno, entonces te trataré como tal– respondió Espio con molestia.

Espio únicamente le llamaba Sonic cuando realmente deseaba que hiciera caso a sus ordenes o cuando, como él le decía, actuaba como un niño. Sonic frunció el ceño molesto y cruzó los brazos sobre su pecho, sabiendo que no tenía más opción que hacer lo que se le ordenaba.

–Bien, como sea– contestó el erizo azul indiferente –Pero no esperes que sea amable.

–Sólo presentante, ¿quieres?– habló el camaleón por último dejando su recámara.

El erizo azul resopló molesto aún con su mirada fija en la ventana. Las puertas de los carruajes empezaron a abrirse dejando ver a los primeros lacayos de la princesa bajar de éstos. Se volteó molesto y tomó la capa roja que sus sirvientes le habían arreglado, la cual yacía sobre su cama. Sonic se arregló lo mejor que pudo, y sin más que hacer o con quién discutir bajó a recibir a su prometida.

Caminó de mala gana a la entrada principal y una vez los rayos de luz tocaron sus ojos verdes dejando ver con claridad a la princesa, quien yacía con una expresión fría y dura. No muy diferente a la suya.

–Mucho gusto en conocerla, Princesa Ginebra– saludo él con decoró –Soy el Príncipe Ar...

Se atragantó con sus palabras y rompió aquella máscara de frialdad dejando ver una clara expresión de desconcierto en su rostro. Olvidó su enojo o los sentimientos de frialdad que se habían apoderado él. Sonic la vio correr con un hermoso vestido del color del cielo decorado con brillantes broches dorados, deteniéndose a la par del caballero que escoltaba a la Princesa Ginebra. Ella pronunció algo que él no logró entender y luego lo vio, quedándose igual de asombrada que él. Era ella, era Amelia, la eriza rosa que pensó que había muerto ahogada en el río.

–¿Todo bien, Lady Nimue?– preguntó Ginebra al ver su expresión de sorpresa.

–¿Nimue?– repitió Sonic prontamente, confundido.

–Perdone su alteza– intervino una golondrina púrpura al notar su expresión de incredulidad –Ella es Nimue, la dama del lago.

La vio sonrojarse intensamente al escuchar al ave púrpura decir su nombre. La eriza rosa al acto clavó su vista al suelo y poco después un estallido se escuchó llamando la atención de todos, volteando a ver a la fuente frente al castillo que de repente sus aguas parecieron explotar con gran fuerza.

–"Manipulación del agua"– recordó la escena cuando ella le salvó la vida, definitivamente era Amelia.

–¡¿Pero qué demonios pasó?!– preguntó Gawain yendo a revisar apresurado.

Sonic la vio de nuevo y entonces entendió, su nombre real no era Amelia y su muerte no había sido más que un acto.

–Entiendo...– murmuró el erizo azul retomando aquella expresión fría –Así que tu nombre es Nimue.

–Así es su alteza– afirmó la golondrina –Acompaña a su alteza Ginebra en este momento tan delicado, dando su bendición para la boda.

–¿Eh?– exclamó Nimue volteando a ver a la golondrina –¿Se casaran?– murmuró en voz alta con un dejo de asombro en su voz.

–Así es, para eso fue el viaje Lady Nimue– afirmó.

–Por favor, pase adelante su majestad– invitó Percival, al notar que su príncipe no hablaba más, en su lugar una mirada sombría se mantenía sobre la eriza rosa, quien no podía sostenérsela.

Sonic dio media vuelta sin decir nada más adentrándose al castillo, en donde Espio lo esperaba junto con Tails en el recibidor, ambos observándolo con cierta expectativa.

–Enséñenle a la princesa y lacayos sus respectivas habitaciones– ordenó Sonic con claro dejo de molestia en su voz mientras caminaba al inicio de las escaleras.

–Sí su majestad– asintió Espio con una reverencia –He de recordarle de la cena que la reina hizo en honor a la princesa y su compromiso con usted.

Sonic chasqueó la lengua en señal de molestia deteniendo su marcha. Lo había olvidado por completo. No quería participar en esa ridícula cena, pero sabía que no tendría opción, esa era una ridícula idea de su madre, el único ser sobre el planeta con el cual no podía discutir o siquiera pensar en hacerlo –Como sea– respondió al fin siguiendo con su camino.

Tails vio con intriga el cambio drástico de humor de su amigo, y sin decir nada corrió detrás de él. Algo había pasado, algo que tenía que ver con esa tal Nimue que escuchó mencionar. Subieron al segundo nivel desapareciendo de la vista de sus invitados. Sonic caminaba a paso firme y pesado. No recordaba la última vez que lo había visto tan molesto, era muy difícil hacer enojar a Sonic, si alguien lograba irritarlo tanto era porque realmente había hecho algo malo.

–S-Sonic...– murmuró en tímida voz el zorrito. El erizo entró a su habitación sin parecer tener intención de responderle. –¿Qué sucede Sonic? ¿Qué ha pasado?– inquirió cerrando las puertas detrás de sí.

–¡Demonios, es ella!– explotó el erizo una vez en su habitación.

–¿Ella?– repitió Tails sin entender –¿Quién es ella?

–¡Amelia!– respondió molesto –Es decir, Nimue...

–Sigo sin comprender...

–Es ella... la chica que salvó mi vida en el bosque semanas atrás– respondió más tranquilo, aún con esa expresión molesta en su rostro. –La que pensé que había muerto.

–¡¿Eh?!– exclamó con asombro –¡¿La que manipula las aguas?!

–Umm– exclamó Sonic en señal de afirmación.

Su mirada se sumió en aquellos recuerdos, en aquel momento en que ella arriesgo su vida por salvarlo, pero ¿realmente la arriesgo? No entendía nada, no estaba seguro si había fingido todo o si realmente había pasado, y si lo había fingido ¿Por qué hacerlo?

–¿Y qué dijo al verte?– curioseó Tails sacándole de sus pensamientos.

–Nada.

–¿Ella sabía que tú eras el Príncipe de Camelot?

–Claro que no, sabes que esa información pone en riesgo a cualquiera– respondió al acto –Tú eres la única excepción, y eso es porque pasaste gran parte de tu infancia conmigo.

–Pues... Es bueno que esté bien ¿cierto? Es decir, estabas muy aturdido cuando pensaste que había muerto.

–¡¿Y qué tal si lo fingió todo?!

–¿Por qué haría algo como eso?

–Es la Dama del Lago– apuntó como un hecho obvio –Tal vez lo hizo por lo que vi aquella tarde, es decir, es la aprendiz de Merlín, una hechicera muy poderosa; todos conocen sobre ella. Aunque jamás se le había visto antes.

–Bien, como sea, al fin de cuentas tú tampoco le dijiste que eras el Príncipe Arturo, no entiendo por qué te molestas. No es como que tú le fueras sincero– apuntó intentando darle un final a ese tonto capricho que ahora parecía tener.

–Es sólo que...– murmuró el erizo caminando a su ventana observando como sus sirvientes entraban las cosas de la princesa, y ahí, en medio del inmenso jardín, estaba ella –Pensé que era sincera– completó Sonic decepcionado.

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Amelia mantenía su mirada fija en el suelo, como si hubiese hecho algo indebido.

–¿Sir Shadow?– llamó Ginebra en un intento de llamarlo para entrar junto con ella, a lo cual él no respondió, dándole entender que necesitaba hablar con Amelia, a solas. –Mmm... ¡Storm!– alzó la voz buscando al caballero que su abuelo le había impuesto. El gran albatros corrió hacia ella y casi sin aire hizo una reverencia al estar en su presencia. –Andando– indicó subiendo las pequeñas escaleras hacia donde la felina aún aguardaba por ella.

Shadow la vio subir junto a Storm, seguida por Wave, quien como buena institutriz, ordenaba sobre todos los requerimientos de la Princesa Ginebra, la cual, lo vio de reojo antes de desaparecer por completo de su vista. Por un momento le dio la impresión que no quería separarse de su lado, aunque claro, esa idea era más que absurda.

Shadow soltó un suspiró de cansancio cansado, fijando su atención nuevamente a la eriza frente a él, quien aún permanecía sin emitir sonido alguno.

–¿Y bien?– preguntó con voz autoritaria.

–¿Bien qué...?– murmuró Amelia desviándole la mirada.

–No me considero un genio Amelia, pero es más que obvio que algo pasó en el momento en que ese erizo azul te vio... y viceversa. ¿Piensas decirme qué sucede?

–Es que... no pensé encontrármelo de nuevo– murmuró sonrojándose nuevamente.

–¿Se conocen?

–¿Recuerdas a aquel individuo que salve en una oportunidad... Aquel que me salvó de unos vándalos del bosque?

–¿Era él?– inquirió con sorpresa.

–¡No sabía que era un príncipe!– negó con rapidez sintiendo su cara enrojecer de la vergüenza, aunque no sabía de qué se avergonzaba con certeza. –Pensé que era un aldeano... un aldeano proveniente de la aldea donde te encontré– admitió.

–¿Por eso fuiste a ese lugar a pesar del peligro la noche que me encontraste?

–Pues... yo...

Amelia silenció de nuevo. No quería admitirlo, pero al pensar de que él podía estar en peligro no lo pensó ni dos veces y navegó río arriba para buscar al erizo azul llamado Sonic; en su lugar lo único que encontró fue a Shadow, un erizo que pensó que podría estar emparentado de alguna manera. Aunque él le dejo muy claro que no era el caso.

–Está bien, eso creo– habló Shadow rompiendo el silencio –Pero debo de recordarte que ese erizo azul está a punto de casarse– enfatizó con un dejo de amenaza en su voz.

–¡No debes de recordármelo!– alzó la voz viéndolo sulfurosa –¡¿Qué intentas insinuar?!

–¡Sir Shadow!– llamó una voz a sus espaldas, volteándose al acto. Era Wave quien lo esperaba impaciente.

–Enseguida voy– indicó sin prisa. Regresó su mirada a Amelia, quien aún lo miraba con enojo –No insinuó nada Amelia– habló con desinterés –Ellos esperan algún tipo de bendición de tu parte, sólo hazlo. Al fin y al cabo estás agradecida por lo que hizo, explícale las cosas, dale las gracias y termina con este ambiente de tensión. Eso es todo– completó dándole la espalda.

Nimue lo vio caminar lejos de ella para juntarse con Wave, quien pronto le empezó a dar ordenes nuevamente, ordenes que bien sabía que él no cumpliría. La eriza tenía un nudo en la boca del estómago, algo en ella la hacía sentir nerviosa al ver al erizo azul, a pesar de que ese no era el mismo erizo que ella recordaba, el erizo vivaz y despreocupado que la había socorrido semanas atrás.

–¿Dónde está tu sonrisa?– cuestionó Nimue alzando la vista a las ventanas del castillo.

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La habitación era totalmente hermosa, los decorados más sublimes que jamás hubiera visto y a pesar de eso no podía realmente detenerse a admirarlo, se mantenía de un lado a otro, caminando como animal enjaulado muriéndose de la ansiedad. ¿Debería de salir a buscarlo? ¿Podía hacer eso? ¿Podía ir con el príncipe sólo así o necesitaba pedir algún tipo de audiencia?

Señorita Nimue, la cena pronto dará inicio– escuchó detrás de su puerta. Era la voz del camaleón que le había llevado a su habitación aquella tarde. Desde entonces no tenía idea de qué había sido de Sonic. –Requerimos su presencia.

–Sí, claro– detuvo Nimue su marcha sin sentido –Amm... ¿El príncipe ha bajado ya?– preguntó dudosa.

No, aún está arreglándose en su habitación ¿Necesitaba algo con su majestad?

–¡No!– exclamó al acto sonrojada –Así... así está bien.

De acuerdo Lady Nimue, de cualquier manera si deseara consultar algo con su majestad, su habitación la encontrara en el ala oeste del castillo.

El calor de su cuerpo pareció elevarse sin motivo aparente. No respondió a lo que el camaleón le dijo, sintiéndose demasiado avergonzada para emitir sonido alguno. Lo escuchó alejarse de la puerta y agradeció que se fuera. No entendía qué era lo que le pasaba, pero pensar en estar de nuevo a solas con Sonic la hacía sentirse muy extraña.

Nimue caminó a la puerta, abriéndola así lentamente, asomando su cabeza con cuidado. No quería que nadie la viera salir de la habitación, aunque no sabía por qué. Se escabulló silenciosamente de su habitación y caminó por el gran pasillo lleno de retratos y armaduras antiguas. Escuchó sus pisadas silenciosas llenar de sonido el desierto lugar; a sus espaldas podía oír las voces de aquellos que seguramente irían a la cena, no reconocía ninguna voz a parte de la de Wave.

Nimue suspiró con pesadez y siguió con decisión, sin pensar realmente qué haría una vez lo viera, pues si lo hacía sabía que se arrepentiría de ir. Caminó sin estar segura de adónde se dirigía, hasta que la voz de él pareció abarcarlo todo. Aquel tono de molestia que empezaba a volverse común.

–¿Sonic?– murmuró la eriza apresurando el paso. Se estaba acercando.

Repíteme por qué debo de hacer esto– hablaba con alguien. Se detuvo a varios metros de la puerta semi abierta de lo que asumió era su habitación. Nimue se acercó curiosa y a su vez dudosa de entrar o no.

Ordenes de tu padre– respondió una voz femenina –Ahora termina de alistarte, te esperaré abajo para la celebración.

Nimue escuchó la puerta abrirse, alarmándose. Vio a los lados y corrió para esconderse detrás de una de las armaduras, sentía que no debía estar ahí, y aún así, no lograba convencerse de lo contrario para marcharse. Nimue vio pasar a una eriza mayor de púas purpura, vistiendo un hermoso vestido blanco; una corona color oro posaba sobre su cabeza y una capa rojo bermellón sobre sus hombros.

–Es muy hermosa– murmuró viéndola alejarse, saliendo de su escondite –Me pregunto ¿quién será?

–¿Qué haces aquí?– la voz amenazadora del erizo azul la hizo estremecer volteando al acto. Era él, el erizo azul que había salvado su vida y ahora la miraba con frialdad –¿Qué haces aquí, Nimue?

Lo observó con nerviosismo, buscando en algún lado las facciones relajadas y llenas de alegría que en algún momento la hicieron sentir segura, pero no estaban, sólo aquella mirada sombría y expresión estoica ¿podía ser acaso el mismo erizo?

–...Amm... Sonic, ¿cierto?– pronunció en suave voz la eriza rosa. Él alzó una ceja en señal de confusión. De repente aquella expresión fría cambio drásticamente; una media sonrisa adornó su rostro, como burlándose de su pregunta.

–Claro, no nos hemos presentado como se debe– sonreía con diversión –Soy el Príncipe Arturo, heredero del Rey Uther y próximo Rey de Camelot.

–¿Arturo?– repitió, sintió casi extraño aquel nombre. No le agradaba Arturo, Arturo era frío y despectivo con ella.

–Lamento mucho no haberme presentando antes Lady Nimue, pero como imaginará no ando por ahí diciendo mi verdadera identidad– explicó con aquella expresión maliciosa –Menos a campesinas desprolijas.

–No era mi culpa, yo caí por la colina y...– Nimue calló su explicación, entendiendo que se burlaba de ella. No le agradaba Arturo. Carraspeó su garganta recobrando la compostura, intentando olvidar su vergüenza. –Pues yo venía a verlo su alteza– habló con una máscara de seguridad que sentía que caería en cualquier momento.

–Bien, ya me viste– contestó sin interés, caminando en dirección a la cena que lo esperaba, pasándola de largo.

–¡Espera por favor!– suplicó ella tomando su brazo. Se sentía culpable, pero no estaba segura por qué, es decir, él tampoco había sido sincero con ella, pero odiaba verlo tan molesto.

El erizo azul la observó con confusión, no pudiendo evitar mantener su vista en su mano, la cual se aferraba a él con fuerza. Nimue lo soltó aprisa sonrojándose al instante. No era correcto tocar a la realeza, menos al príncipe.

–...Gracias– murmuró Nimue sin poder mantener su vista fija en él para jugar nerviosamente con sus manos –Por salvarme– completó. La eriza sintió su rostro arder con intensidad ante sus palabras. Sólo quería decirle eso, sólo quería agradecerle su noble esfuerzo –Ya puedes irte– ordenó con nerviosismo. Lo haría ella, pero temía caer si caminaba con sus piernas que no respondían del todo bien.

–En mi castillo te llamarás Amy– comandó siguiendo con su camino. La eriza alzó la mirada con sorpresa, observando al erizo que se iba y la dejaba atrás.

–¿Q-Qué?– preguntó sin entender.

–Tu nombre será Amy, y como castigo por tu mentira no tendrás el título de lady– dijo viéndola de reojo con aquella expresión seria.

Nimue asintió con la cabeza sin saber exactamente si eso era bueno o malo, aunque no parecía estar molesto, no del todo.

–¿Amy?– repitió para sí.

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No soportaba la idea de llamarla Amelia, pues al fin y al cabo sentía mucho enojo por ella y su mentira, y Nimue era una total desconocida para él, así que decidió cambiarle el nombre. No la trataría con formalidades, pues jamás le habían agradado; por alguna razón con ella sentía que podía tener esa confianza y comodidad.

Sonic vio de reojo a la eriza de púas doradas y deseó en sus adentros poder sentir esa misma confianza con la que sería su esposa.

Ginebra y Sonic se miraban de reojo de tanto en tanto, en silencio, a diferencia de sus demás invitados quienes hablaban amenamente en la mesa. Todos menos el erizo negro que insistía en quedarse al lado de la princesa. A la par del caballero de Ginebra yacía la eriza rosa, quien intentaba crear conversación con él, a lo cual apenas le regresaba dos o tres palabras, ambos parecían tenerse mucho aprecio, o eso se le asemejó.

Sonic suspiró desganado, sólo quería retirarse de la mesa, pero sabía que si lo hacía su padre lo castigaría severamente. Del otro extremo de la mesa yacía él, y a su par su madre, charlando amenamente. ¿No había algo que podía hacer para terminar con esa farsa?

–Sir Arturo– llamó por su nombre la eriza de púas doradas, prestándole atención. Era la primera vez en toda la velada que le dirigía palabra –Perdone mi rudeza, pero no pude evitar notar su herida.

–¿Herida?– repitió confundido, siguiendo la mirada color zafiro de la eriza. Su brazo derecho aún poseía un vendaje por el corte que le habían provocado esos vándalos. Alzó su mirada dirigiéndola a Amy, quien también lo miraba atentamente, al menos lo hacia hasta sentir sus ojos sobre ella. La eriza rosa ocultó sus vista de la de él al sentir la suya. –Oh, sí– habló al fin –Fue un... emm... un ejercicio que tuve hace poco. Mi institutor insiste en que lleve la venda hasta que la herida desaparezca por completo.

–¿Habla de Sir Espio?

–Sí, es lo que para usted es Lady Wave– explicó.

–Oh, de ser el caso debe ser algo agotador– le sonrió Ginebra con cordialidad. ¿Acaso era una broma la que intentaba hacer? Sonic no reaccionó a su comentario y eso pareció incomodarla, pues el ambiente de tensión pronto los rodeó a ambos. Ginebra le desvió la mirada, con una expresión clara de vergüenza y fijó su vista a su caballero. ¿Era su imaginación o lo hacía cada vez que sentía incomodada?

–Parece que usted y su caballero son muy cercanos– sacó el erizo azul tema de conversación nuevamente –Lo lamento, no recuerdo haber escuchado su nombre.

–Shadow– respondió el erizo negro toscamente con una mirada fría, la cual él no recibió cordialmente ¿Acaso no sabía que hablaba con un príncipe?

–Es un nombre poco usual para ser un nombre de caballero– dijo el erizo azul sonriente.

–Mejor que Sonic– le sonrió petulante.

Sonic volteó a ver al acto a su padre, quien pareció escuchar las palabras del erizo negro quien lo miraba con el ceño fruncido. Sabía que su padre odiaba que usara el nombre de Sonic; para su padre era una manera de retarlo, así que era una prohibición bastante estricta, y ese erizo de franjas rojas acaba de descubrirlo ante él. Sonic le dio una fulminante mirada al erizo negro, quien seguía con aquel amago de sonrisa en su rostro.

–Y-Yo... Yo quiero proponer un brindis– balbuceó insegura la eriza rosa poniéndose de pie, dando por terminada la guerra de miradas entre ambos –Por... por el Príncipe Arturo y la Princesa Ginebra– dijo viendo a los dos erizos quienes no tenían una expresión de felicidad en su rostro. –Por su compromiso y por el fin de la guerra gracias a eso– dijo con una sincera sonrisa en su rostro y a su vez de alivio.

Todos asintieron con una gran sonrisa y para él terminó siendo el colmo de esa ridícula broma que ellos intentaban hacer. Sonic no necesitaba la bendición de ninguna hechicera o rey, es más no quería la bendición de nadie para un compromiso que para empezar él no estaba de acuerdo que se llevara acabo. Empujó su silla con fuerza haciendo un ruido chirriante haciendo que todas las miradas se fijaran en él.

–Me retiro– habló el erizo azul con esa expresión estoica –Por favor, sigan festejando sin mí.

–¡¿Adónde crees qué vas?!– retó su padre, a lo cual no le pudo interesar menos.

–A descansar– respondió altanero.

–Arturo, hijo, por favor toma asiento– intentó tranquilizar su madre, pero no habría nada en ese momento que podría convencerle de quedarse ahí fingiendo una felicidad que no existía.

–Yo también me disculpo– apoyó la eriza de púas doradas, interrumpiendo la pelea familiar –El viaje a sido largo y creo que... que el Príncipe Arturo se ha percatado que mis subordinados necesitan descansar, ¿no es cierto?

–Ese erizo negro se mira bastante alerta– respondió Sonic viendo fijamente al escolta de la princesa –Bien podría hacer guardia toda la noche, ¿no le parece?

El erizo negro se paró de la mesa también con una mirada retadora, haciéndolo esbozar una sonrisa por la obvia molestia ante su comentario.

–¡Creo que todos debemos de ir a descansar!– habló Nimue antes de que Shadow pudiera emitir palabra alguna –Por favor sus majestades– suplicó a los reyes en un intento de detener la pelea.

Su padre asintió forzadamente y eso fue más que suficiente para que él se retirara del comedor y saliera de ahí. Mañana seguramente pagaría con creces lo que acaba de hacer, pero no le importaba.

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Lo observó en silencio, estaba justo en el lugar donde el camaleón le dijo que estaría. Ginebra había pensando en ir a hablarle a Arturo sobre la cena de aquella noche, pero no pudo. Estaba molesto, se le notaba cada vez que blandía su espada sobre uno de los blancos hechos de madera. La eriza dorada suspiró pesadamente, pensando si así sería el resto de su vida, ¿acaso tendría un esposo con el cual no podría jamás entablar una conversación real?

–Es sólo un príncipe mimado, deberías de esperar a que se calme– una voz grave la alarmó.

–¡¿Sir Shadow?!– exclamó sorprendida al notar su presencia.

–Te he dicho que puedes decirme sólo Shadow, está bien.

–Es que... se supone que debe haber protocolo– explicó –Y que he de bautizarte con otro nombre– recordó las palabras del Príncipe Arturo en la cena acerca de su nombre.

–¿Quieres ponerme otro nombre?– preguntó alzando una ceja.

–Amm...- calló pensativa por un par de segundos para luego sonreírle con soltura –Me gusta Shadow.

La máscara de indiferencia del erizo negro se quebró, ruborizándose por las palabras que ella acaba de pronunciar, obligándose a desviar la mirada. La princesa observó el cambio drástico, entendiendo que sus palabras podían darse a entender en más de un sentido.

–Es decir, el nombre– corrigió Ginebra al ver la expresión del erizo negro. –N-No es que tú no me agrades– aclaró apresurada.

Un silencio incomodo llegó a ellos. De repente se habían quedado sin palabras, aunque en él era normal, para ella era sumamente incómodo. Se sentía un extraño ambiente entre ellos, casi electrizante... y eso le gustaba. Ginebra lo observó con cierto disimulo, le encantaba ver como algo tan sencillo como un comentario podía hacer que sus mejillas optaran por aquel tono color carmín que combinaban perfectamente con sus ojos color rubí. Con él se sentía muy a gusto, era un erizo con quien sentía que no debía de pretender... al menos no todo el tiempo.

–Hey, ¿te gustaría hacer algo divertido?– preguntó ella de pronto. 

Shadow la vio con suspicacia, sin poder realmente emitir sonido alguno. Asintió febrilmente con la cabeza y eso fue más que suficiente para ella. Tomó su mano con fuerza y corrió por el pasillo con él pisándole los pasos.

–¿A-Adonde vamos?– tartamudeó el erizo negro.

–Es una sorpresa– le respondió divertida –Esta noche nos divertiremos como hace mucho no lo hago.


¡GrAcIaS pOr LeEr!

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