Capítulo 5: El Encuentro
Dos semanas habían pasado desde que había casi muerto en el campo de batalla por una herida en su vientre, y ahora ya no había rastro de la misma. Como se lo había dicho Amelia, cientos de veces, se había recuperado en cuestión de días. Su memoria no había mejorado mucho después de regreso de la villa. Nada nuevo que recordar.
Amelia le había permitido quedarse en su hogar en medio del lago y le había hablado sobre lo que ella hacía, una aprendiz de un poderoso mago, el cual aún no regresaba a casa. A veces, Amelia despertaba en medio de la noche gritando por pesadillas sobre guerra y muerte; cada vez que pasaba él se quedaba con ella, haciéndole compañía. Shadow por lo general, cuando eso pasaba, se sentaba en el borde de la ventana sintiendo la brisa fresca de la noche mientras ella volvía a conciliar el sueño contándole alguna tonta historia que tenía hasta quedar dormida.
–¡Shadow!– gritó la eriza de púas rosas –¡Mira, mira!– La vio de reojo observando como las aguas se separaran por dos segundos y luego se juntaban de nuevo.
El erizo negro yacía en la orilla del lago, observando al bosque, aún preguntándose si buscaban por él. Shadow necesitaba de aquellos momentos para estar solo, aunque eso no pasaba, pues mientras él meditaba Amelia tendía a salir a practicar su magia.
–¡Demonios!– gritó frustrada golpeando el agua con sus puños –¡Lo hice una vez, lo juro!
–Te falta practica– replicó él a su berrinche infantil. Sin interés.
–Pero esa vez fue... perfecto– murmuró la eriza desanimada. –No entiendo por qué ahora no funciona.
–Tal vez estás haciendo algo diferente.
–Esa vez quería proteger a alguien– recordó Amelia pensativa –¡Lo tengo!– exclamó con una sonrisa –Ve al fondo del lago, y si veo que te ahogas yo...
–¡No digas tonterías!– interrumpió molesto antes de que ella continuara –No voy a arriesgar mi vida para que practiques tu magia.
–Pues entonces ve por comida– repuso molesta –Si no piensas ser de utilidad aquí ve y consigue la cena.
–Como quieras– respondió Shadow indiferente –Es más interesante que verte chapotear en el agua.
–¡Es magia!, ¡Ahora ve!
Alzó los hombros en señal de desinterés y buscó la pequeña barcaza que lo llevaría al otro lado. Amelia jamás iba a recoger bayas o algo para poder comer, al menos no sola. Tenía mucho miedo de salir de sus dominios, y la verdad es que no la culpaba.
Una vez del otro lado se adentró al bosque, buscando aquel lugar que se había vuelto uno de sus lugares favoritos, y lo mejor de todo es que podía estar solo. Llegó a un gran campo donde el viento soplaba con fuerza. Un gran claro en medio de la nada, pero era el lugar ideal para poder poner en practica sus habilidades. Shadow había descubierto que poseía una gran fuerza y una gran velocidad, a medida que pasaba el tiempo y sus practicas se volvían más constantes se percató de sus grandes habilidades.
–Estoy seguro que podría correr a una villa en cuestión de minutos y conseguir algo mejor que peces y frutos–dijo tentativo. Shadow vio a sus espaldas, como si Amelia pudiera escucharlo. Realmente apreciaba sus cuidados, pero no podía seguir encerrado en aquella pequeña torre. Lo haría, buscaría otra villa.
Corrió a gran velocidad y notó que su agilidad para evitar obstáculos era impresionante, era muy bueno. Sonrió ante eso. Siguió hasta que distinguió la entrada de una villa obligándolo a parar de golpe. No le había tomado ni dos minutos llegar, realmente era muy veloz. Shadow caminó con sigilo y entró intentando pasar tan de improvisto como pudo, al menos todos a su alrededor parecían estar demasiado ocupados en sus propias vidas como para fijarse en un extraño erizo como lo era él.
–Serán tres rings– escuchó a un mercader. Su atención se volcó a una pequeña tienda en donde vendían telas, una chica con una capa de tela fina le sonrió para así pagarle al buen hombre.
–"Demonios, no tengo dinero"– pensó con cierta preocupación. Al salir ese día del castillo no había pensado en ir a ningún lugar a comprar nada. –Tal vez podría hacer algo para que me paguen– murmuró para sí pensativo.
–¡Basta, detente!– escuchó un grito, alertándolo. Shadow alzó la vista buscando con intriga la dueña de esa voz. La misma joven de antes estaba siendo agredida por dos ladrones.
–Hueles muy bien linda, vendrás con nosotros– dijo uno de ellos tomándola con fuerza de la muñeca.
Shadow observó como la gente huía del lugar, parecía que los ladrones tenían fama, pues los comerciantes cerraron sus comercios y los aldeanos empezaron a dispersarse rápidamente. A su punto de vista no se veían como una amenaza, pero eso no evitó que el lugar se quedará casi desértico en cuestión de segundos.
La llevaban a rastras en contra de su voluntad, mientras ella gritaba por ayuda, a lo cual él no respondió, no necesitaba meterse en más problemas. No necesitaba llamar atención innecesariamente.
–¡¿Y tú qué ves?!– lo amenazó uno de ellos desenvainando una espada –¿Acaso eres un soldado o algo así?
–Baja el arma– ordenó Shadow estoico.
–Por favor señor, por favor, ayúdeme– rogó la chica vestida en finas telas, mientras intentaba huir de su opresor.
–No busco problemas– contestó Shadow fríamente.
–¡Le pagaré!– gritó a los cielos rogando que sus suplicas fueran escuchadas. Los ojos de Shadow parecieron iluminarse. ¿Le pagaría como para poder comprar comida? Eso era diferente.
–¡Silencio!– ordenó uno de los ladrones jalándola con fuerza para empezar a camiar velozmente –¡Encárgate del metiche!
–Las cosas se pusieron más interesantes– murmuró el erizo negro esbozando una sonrisa.
El ladrón lo vio confundido por sus palabras, pero eso no importó. Shadow se acercó a él velozmente golpeándolo con un puñetazo certero en el estómago, haciendo que éste soltara aquella espada oxidada que llevaba por arma. Shadow vio el arma yacer en el suelo por un par de segundos, y luego, con cierta curiosidad tomarla de la misma manera.
Él había estado en una pelea antes, eso significaba que él debería de ser capaz de usarla.
–Bien, lo voy a averiguar– sonrió divertido. Shadow buscó con la mirada a la chica, la cual corría junto con el otro ladrón. –Pan comido.
Corrió hacia su contrincante apareciendo frente a él empuñando aquella espada en forma amenazadora. El ladrón se detuvo con sorpresa y a su vez molestia.
–¿Sigues vivo?
–Una basura como esa, jamás podrá matarme– habló despectivo.
El ladrón soltó a la chica desenvainando su espada y con un grito de guerra correr hacia él. El sonido metálico resonó con estruendo en sus oídos al bloquear el ataque. Lo sabía, él podía manejar la espada. Shadow empujó a su contrincante con fuerza lanzándolo varios metros lejos de él, su fuerza no se comparaba a la suya.
–Al jefe no le gustará esto...– escuchó decir al ladrón con quien había peleado antes, llegando adolorido con su compañero –Andando, antes de que nos mate– ordenó, huyendo miserablemente.
–¿Eso fue todo?– inquirió el erizo viéndolos correr hacia las entrañas del bosque. No podría llamarse ni una pelea, pero era obvio que ellos no pretendía arriesgar su vida por una chica.
–Me salvaste...– musitó la chica de manos temblorosas. Llamando su atención.
–Hmph, lo hice porque prometiste una paga– respondió fríamente.
–Muchas gracias– dijo con una reverencia, sorprendiéndolo un poco por la formalidad –Lo lamento, claro que te pagaré– asintió con una sonrisa quitándose la capucha.
Una larga cabellera dorada voló con liberta con la suave brisa que acompañaba ese día. Sus ojos azules, cálidos y gentiles, penetraron los suyos fríos y severos. Ella le esbozó una dulce sonrisa y de nuevo de sus labios escuchó otro agradecimiento. No era una aldeana cualquiera, parecía más...
–Mi nombre es Ginebra, Ginebra María– se presentó –Mucho gusto.
–Amm... soy Shadow, Shadow the Hedgehog– respondió él, aturdido por la atmósfera cálida que ella estaba formando.
–Ven conmigo por favor– pidió con felicidad para tomar su mano sin su consentimiento.
–¡E-Espera!– intentó soltarse, pero era más fuerte de lo que parecía. Se le veía tan feliz por alguna razón, una felicidad que él desconocía.
Lo llevó casi a rastras por la villa desierta hasta guiarlo a un casa de gran tamaño. Su quijada se soltó, quedando boquiabierto. Esa era la casa de una persona rica como un Almirante o tal vez un terrateniente. ¿Le habría salvado la vida a la hija de una persona de poder? Y de ser el caso ¿Eso era algo bueno? Se suponía que él era un asesino, no un caballero de blanca armadura, si lo descubrían sería todo para él.
-No, yo no...– balbuceó según ella lo acercaba a la morada, ignorándolo.
–Estoy de paso por la ciudad y aquí...
–Alto– ordenó el erizo negro deteniéndose al acto, y por consiguiente a ella. Ginebra lo volteó a ver con una mirada llena de confusión. –No puedo entrar ahí.
–Pero... ¿Cómo voy a pagarte?
–Entra y saca el dinero, o... no sé, ingéniatelas– respondió de mal humor. No podía decirle el porqué no podía hacerlo.
–¡Su alteza!– llamaron desde los interiores de pronto.
–"¡¿Alteza?"– pensó Shadow con horror. Eso era peor a que fuera una niña rica, era alguien de la realeza.
–...Oh, Storm– habló Ginebra con desagrado. No se le miraba muy contenta de verlo.
–La he estado buscando y...
–No es mi culpa que no puedas seguirme el paso– refunfuñó molesta –De no haber sido por este noble caballero unos ladrones cualquiera me hubieran lastimado ¿Así es como cuidas a tu princesa?
Shadow la observó con asombro. En un principio le dio la impresión de una niña ingenua, pero parecía que era una princesa bastante severa, o tal vez simplemente no le agradaba el albatros frente a ellos.
–Lo lamento su majestad– se disculpó con una reverencia.
–Hemos de pagarle de buena manera al joven erizo por salvar mi vida– indicó con una mirada inexpresiva y severa –Hazlo pasar y llévalo al cuarto de té, yo le avisaré a Vainilla sobre el pago en cuestión.
–Sí su alteza.
–"¿Hacerme pasar?"– pensó sin comprender el erizo negro; ya le había mencionado que no pretendía entrar.
–Por aquí– dijo el albatros con un ademán de mano. enseñándole el camino.
–Yo no...
–Es una orden Storm– repitió la eriza dorada para verlo de reojo con un dejo de amenaza en su voz –Hazlo pasar.
¿Acaso la princesa quería que entrara por la fuerza? El albatros asintió con la cabeza nerviosamente, y sin poder anticipar qué pasaría a continuación, éste lo sujetó para colocarlo sobre sus hombros y sostenerlo con fuerza para llevarlo adentro de la gigantesca casa.
–¡¿Qué crees que estás haciendo?!– exclamó Shadow ardiendo en rabia.
–Orden de la princesa, debo de obedecerla– respondió Storm. La pelea no duró mucho, pues la entrada a la morada era bastante corta. Storm soltó su agarré haciendo que Shadow se liberara de su opresor al acto. –Por favor, entre por su voluntad a esa habitación.
Shadow lo vio desafiante, y aunque le hubiese encantado decirle que no y marcharse, la imagen de Amelia vino a su mente de pronto. Necesitaban el dinero. Shadow no respondió a su petición y en su lugar entró a la pequeña sala de té de mala manera.
Un aire de nostalgia de pronto lo invadió al observar el lugar finamente decorado, ¿alguna vez había estado en un lugar así?
–Gracias por quedarte– la voz de ella se escuchó a sus espaldas, sorprendiéndolo. La volteó a ver a su vez que ella cerraba la puerta detrás de sí –No quería entregarte esto afuera, además...– se acercó con una pequeña bolsa de tela –Me dijiste que me las ingeniara para pagarte ¿cierto?
–No eres tan tonta como pensé– habló sin pensar. Una mirada de asombro por parte de ella le hizo saber que su comentario había estado fuera de lugar. Shadow le desvió la mirada sintiendo la horca llamar su cuello. ¿Cuánto le costaría ese descuido?
–¿Me veo de esa manera?– le susurró la princesa con un aire de tristeza.
Shadow la vio de reojo. Aquellos ojos antes llenos de felicidad y calidez parecieron apagarse prontamente.
–¿Salir sin su guardaespaldas le parece una buena idea?– respondió él con otra pregunta. Esta vez intentaría no ser tan directo.
Ginebra chasqueó la lengua frunciendo el ceño –Ese no es mi guardaespaldas, es un tonto sirviente de mi abuelo– se encaprichó.
–Sea como sea, para ser de la realeza no debería de hacerlo.
Se quedaron en silencio y nuevo aquella atmósfera pesada se hacía sentir. Shadow esperó impaciente porque ella dijera algo, pero en su lugar parecía estar sumergida en sus pensamientos. Ginebra aún tenía el dinero en su mano, ¿debería de pedírselo e irse?
–¿A qué se dedica, Sir Shadow?
–¿Uh?– exclamó con cierta sorpresa –Ah... yo no... yo no tengo un oficio por el momento– respondió titubeante.
–¡Perfecto!– exclamó con alegría –¿Te gustaría pertenecer a mis caballeros?
–¿De qué hablas?
–Eres muy bueno con la espada y peleando– señaló la eriza con una pequeña sonrisa –Serías alguien muy valioso para nosotros, más ahora en tiempo de guerra.
Eso era algo inesperado, seguramente al momento de salir ese día del lago no había pensando en que podrían ofrecerle algo como eso. Shadow permaneció en silencio, pensativo. ¿Podría recordar más cosas si hacía eso? ¿podría redimirse por el pasado de una vida que aún desconocía?
–Piénsalo, ¿de acuerdo?– indicó Ginebra entregándole su paga por haber salvado su vida –Si decides aceptar, me dirijo al castillo del Rey Uther. Saldremos en dos días, podrás venir si así lo deseas.
–Entiendo– contestó secamente.
–Espero verte muy pronto– le sonrió con soltura.
Shadow no dijo nada al respecto y así agradeció con un movimiento de cabeza la paga que no se molesto en contar y salió a prisa de aquel lugar. Pensativo.
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Abrió la puerta un tanto exhausto, ya casi anochecía para cuando por fin había regresado de su pequeño viaje a una de las villas cercanas.
–¡Shadow!– el grito estridente de Amelia lo alarmó –¡¿Dónde estabas?!– preguntó con lágrimas en sus ojos –Estaba tan preocupada, yo...
–Toma– respondió sin empatía alguna por sus emociones.
–¿Qué es esto?
–Comida y algunas otras cosas– respondió vagamente.
–¿Fuiste a una villa?– le preguntó Amelia con seriedad.
–Estaba cansado de comer frutos y peces.
–Pero, ¿Cómo pagaste por todo esto?
–Rescate a una princesa rica– respondió el erizo sin interés.
–¡¿Qué tú que?!
–Y también...– musitó desviándole la mirada.
–¿Qué?
–Me pidió unirme a sus caballeros.
Por primera vez la vio verlo en completo silencio, como si hubiese dicho algo incorrecto. Shadow la vio a los ojos, los cuales parecían llenarse de una gran tristeza, ¿Ella no quería que él se fuera? Tal vez no quería quedarse sola, después de todo con las constantes batallas y guerras, nada aseguraba que su maestro aún estuviera con vida.
–Entonces...– habló la eriza rosa –¿Te marchas?
–No he decidido nada aún– negó con la cabeza siguiendo su camino –Ella se irá en dos días, tengo hasta entonces para tomar una decisión.
–Ya veo...– murmuró desanimada –Házmelo saber entonces– concluyó regresando por donde había llegado.
Shadow chasqueó la lengua en señal de rabia. Él no le debía nada a ella, después de todo él jamás le había dicho que fuera en su búsqueda o que lo ayudara. Si él quería irse y vivir una vida diferente tenía todo el derecho de hacerlo.
–Maldición– dijo por lo bajo, golpeando fuertemente una pared.
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Llegaron los dos bandidos que había mandado para recolectar el botín de aquel día, pero para su sorpresa llegaron con las manos vacías. El erizo los vio con descontento y una mirada fulminante fue lanzada a aquellos lacayos sin relevancia.
–Lo lamentamos jefe...– murmuró uno –Encontramos un gran botín, pero un erizo negro nos impidió traerlo.
–¡Sí, pero la próxima vez no seremos benevolentes con ese erizo de franjas rojas!– maldijo el otro.
–¿Un erizo negro de franjas rojas?– repitió su jefe alzando una ceja.
–¿Y qué botín fue el que perdieron exactamente?– una voz femenina se hizo presente, dejándose ver.
–Señorita Rouge– reverenciaron al mismo tiempo los dos ladrones –Pues... fue a la princesa... la Princesa Ginebra.
–¡¿Y la dejaron escapar?!– gritó el erizo sulfurándose.
–Tranquilízate Silver– sonrió la murciélaga –Estoy segura que mis muchachos tienen una buena razón para ello, ¿verdad?– habló con una sonrisa dulce y amistosa.
–Es... es que el erizo negro era muy fuerte... él... nos derrotó.
–¡Y robó mi espada!– exclamó el otro.
–Ves Silver, te dije que tendrían una razón– sonrió la murciélaga.
Los volteó a ver con una mirada escalofriante para sacar de su pantalón una guadaña de forma curveada y así con un ágil movimiento degollar a los dos ladrones frente a el erizo plateado. Sin pestañar, sin compasión.
–Detesto que manches el suelo, ¿no pudiste matarlos afuera?– preguntó con una expresión de falsa molestia el erizo plateado.
–Lo lamento, es que no pude evitarlo. Odio las malas excusas.
–No importa, al final nos trajeron valiosa información.
–¿Lo hicieron?– se cuestionó la murciélaga.
–Sí– sonrió amenamente –Hay una princesa desprotegida por aquí afuera y nosotros tenemos la primicia.
–¿Y qué piensas hacer?, Sólo la princesa no vale nada.
–No sólo eso... viaja con Lancelot.
–¿Lancelot?
–Si es quien yo creo el erizo que la salvó esta tarde, nuestro botín será muy bueno, además de una dulce venganza– sonrió con maldad el erizo plateado.
Una mentira que no podría durar para siempre, la revelación de su verdadera identidad. Capítulo 6: Conociendo tu verdadero yo.
¡GrAcIaS pOr LeEr!
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