Capítulo 25: Un Nuevo Amanecer
Ambos permanecieron en silencio por lo que le pareció una eternidad. Incómodo. No era secreto que el futuro rey no era de su agrado, pero después de todo lo que habían vivido se sentía más inadecuado que nunca al estar cerca de él. Desde que había llegado al castillo lo único que había hecho básicamente cualquier criatura que viviera en éste era juzgarlo por sus acciones del pasado, y aunque no podía culparlos, ya estaba cansado de ser interrogado sobre sus planes a futuro como Príncipe de Tolosa y la guerra que él había propiciado.
Arturo lo había interceptado poco después de entrar al castillo luego de su charla con Galahad, y le había pedido acompañarlo para poder discutir un asunto de suma importancia según él le dijo. Lo guío a una de las torres del castillo en donde desde lo más alto podía observarse el basto Reino de Camelot. Ambos se acomodaron frente al bordillo para perder su mirada sobre las tierras del Rey Uther, sin decirse nada el uno al otro.
Lancelot observaba al erizo azul de reojo de tanto en tanto, sin poder descifrar la expresión del erizo azul.
–¿Y bien? – habló Lancelot al fin, impaciente –¿Qué quieres discutir conmigo? ¿Algo más relacionado a la guerra y mi rendición o...
–¿Por qué claudicaste? – interrumpió el erizo azul para verlo consternado –¿Por qué estás cediendo tu trono?
Sus ojos se abrieron por completo ante la pregunta. Nadie a parte de él o Galahad sabían eso, era casi imposible que él ya tuviera esa información, y lo peor, parecía verdaderamente preocupado por dicha decisión.
–¡¿Cómo...
–Los escuche– interrumpió Arturo su pregunta obvia –Buscaba a Amy cuando pase por los jardines y te escuche dialogando con ese erizo plateado– explicó con cierto inconformismo –Pero no entiendo...– murmuró el erizo azul dejando a un lado su obvio desagrado por Galahad –¿Por qué harías algo como eso?
Lancelot frunció el ceño ante sus preguntas, que a su punto de vista, eran un poco más que personales. Sus decisiones y los motivos detrás de éstas eran algo que nadie podía discutirle a un miembro de la realeza y mucho menos a él.
Bufó molesto para cruzar sus brazos y colocarlos sobre su pecho y así verlo con soberbia.
–Realmente eres muy lento faker– respondió arrogante –No tengo porque darte justificaciones de por qué hago lo que hago y mucho menos responder a tus estúpidas preguntas– soltó con enfado, provocando que el erizo azul frunciera el ceño molesto por sus palabras listo para replicar ante su tosca respuesta cuando el continuó: –Sin embargo, esto te concierne– prosiguió suspirando con pesadez, provocando que Sonic lo viera con sorpresa ante sus palabras.
Lancelot suavizó sus facciones fijando nuevamente su vista al frente perdiéndose en el horizonte, guardando silencio. La cálida brisa acarició su rostro recordándole que el verano que se aproximaba. Pronto todo cambiaría y no estaba seguro si añoraba el cambio.
Sintió la mirada intensa de Sonic sobre él, en espera de una respuesta a las palabras que había dejado colgadas en el viento. Lancelot se recostó sobre el bordillo, sin verlo en ningún momento, para así retomar:
–Esta es la única forma de hacer que Amelia encuentre la felicidad que merece– respondió al fin en suave voz.
–¿Eh? – exclamó Sonic con asombro, arqueando una ceja sin entender ¿Cómo Amy podría beneficiarse del cambio de gobernante? –¿De qué hablas?
–Tu padre no me quiere en el trono– empezó –Me lo ha dejado muy claro. Sé que él daría lo que fuera por sacarme, pues para él represento una amenaza latente.
–¿Mi Padre? –repitió aún más confundido que antes –¿Qué tiene que ver todo esto con Amy? –demandó saber.
–Hablaré con el Rey Uther para decirle que renunciare a mi cargo con la condición de que te permita casarte con la mujer que tú así desees– respondió para verlo al fin.
Sonic abrió sus ojos de par en par ante lo que estaba escuchando, incrédulo. ¿Podría él también probar un poco de felicidad al final? ¿El pozo de deseos al que durante años le suplicó por un milagro había escuchado sus suplicas al fin? No. Era demasiado bueno para ser cierto. Sonic sacudió su cabeza levemente intentando que su razón opacara los gritos de felicidad de su corazón.
–¡Espera, espera! – habló el erizo azul por fin, reaccionando de su impacto inicial –¡Si tú haces esto Ginebra no podrá casarse contigo! – le recordó –¡¿Estás dispuesto a sacrificar tu propia felicidad por alguien más?!
–No– espetó el erizo negro inmutable –, pero la felicidad que yo deseo...– acalló cerrando sus ojos con pesar –No podré conseguirla nunca.
–No, espera, ¿de qué hablas?
–Déjalo así faker– dijo para darle fin a una conversación que ahora carecía de sentido para él – No hago esto por ti, es por Amelia– resaltó para verlo intensamente –Escoge bien, o sabrás lo déspota que puedo llegar a ser.
–Pero...
–No hay nada más que hablar– dijo para darle la espalda y caminar de regreso a los interiores del castillo –Si deseas hablar con el príncipe de Tolosa ya sabes a quién dirigirte– le recordó y así desaparecer de su vista.
Sonic se quedó anonadado por lo que acaba de decirle. La decisión de Lancelot parecía ser definitiva. Observó el cielo despejado para sentir por primera vez en su vida una verdadera bocanada de aire fresco. Tal vez al final, la vida le daría a él también una segunda oportunidad.
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Abrió sus ojos con pesadez para toser con fuerza sintiendo un dolor intenso y ardiente en su pecho. Ahora pasaba casi todo su tiempo dormitando. No lograba presenciar los atardeceres, pues estos siempre ocurrían mucho después de ella caer exhausta del cansancio. La más mínima actividad física era suficiente para dejarla durmiendo durante varias horas si es que no era todo el resto de su día.
Ginebra suspiró agotada, para ver a la ventana frente a su cama y escuchar el cantar de las aves. Ya no miraba los amaneceres tampoco, ni sentía la brisa fresca o cualquier otra cosa que la hicieran sentir con vida. Su mundo se había confinado a una habitación de 15 x 20 y sus únicas sensaciones era la frialdad que albergaba la piedra grisácea y el olor a humedad y medicamentos que impregnaban su nariz constantemente. Era un cadáver esperando a perder raciocinio de sí mismo.
–¿Así terminara todo? – murmuró con tristeza, sin energía para sollozar. Incluso eso le había sido arrebatado.
La puerta se abrió de pronto para dejar ver lo único que podía alegrarla en esos momentos oscuros, pintando así una sonrisa en su palidecido rostro. –Shadow– llamó sin la energía suficiente para expresar felicidad. A diferencia de ella, él le sonrió con soltura para así adentrarse a su habitación con un ramo de flores silvestres en diferentes colores, las cuales colocó a la par de su cama en un florero de cristal.
–Son hermosas– dijo ella admirando las hermosas flores –Gracias.
–Pensé que te gustarían– respondió para así sentarse al borde de su cama –No esperé encontrarte despierta.
–No pensé verte al hacerlo– devolvió ella divertida.
Ambos se observaron a los ojos, en silencio, como muchas veces antes. Los ojos de él, aunque atentos a ella, se miraban entristecidos y ella sabía el por qué. María intentó ampliar su sonrisa con sus pocas energías para que la expresión triste de él se acentuara aún más. Ni siquiera su mejor intento por consolarlo parecía dar resultado.
–Recuéstate a mi lado– pidió Ginebra suavemente, tomándolo por sorpresa.
–Pero yo no...
–Por favor– insistió con una sonrisa apagada.
El erizo negro le desvió la mirada para que sus mejillas adoptaran un hermoso color carmín atípico de él, obligándola a sonreír sueltamente. Amaba verlo sonrojarse con las peticiones más simples, aunque esa podría considerarse fuera de lo común.
Shadow se acomodó a su lado, tomando cierta distancia de ella para que Ginebra la acortara por completo al recostarse sobre su pecho. El erizo negro se tensó al sentir su cabeza hundirse sobre su blanco pecho. La eriza escuchó el tamboriteo precipitado de su corazón vivaz, llenándola de paz.
–Sabes– habló ella terminando con el silencio –Escuche que quisiste usar el milagro de las Esmeraldas Caos para ayudarme– soltó suavemente, provocando que él la viera con genuina sorpresa –, pero no lo hiciste.
–¡¿Cómo...
–Tikal me dijo– anticipó para verlo con aquella suave y dulce expresión que ella tendía a tener –Pero no logró decirme por qué.
–¡Yo... yo...– balbuceó el erizo negro culpable, desviándole la mirada. No podía sostenérsela, sentía como si la hubiera condenado a muerte. La mirada expectante de ella le hacía saber que esperaba que le diera una respuesta real –Fue por Amelia– confesó al fin, desganado –Le prometí que sin importar qué ella siempre tendría un amigo a su lado y si yo lo hacía, ella..., es decir, Arturo y tú...– intentó explicar para verla a los ojos entristecido –No importaba el camino que tomara yo te perdería de una forma o de otra– habló cabizbaja –¿Me he equivocado?– cuestionó viéndola dudoso –¡Aún puedo cambiarlo todo! ¡Yo sólo...
El dedo índice de ella sobre sus labios lo hizo acallar. María lo miraba con una expresión divertida, una genuina expresión de felicidad.
–Sólo deseaba saber el por qué– habló la eriza –Además, si hubieras hecho eso hubieras condenado a Tolosa y yo no hubiera podido vivir con esa culpa... no serías el erizo del que me enamore si hubieras concluido ese plan.
–Pero estuve a punto de...
–Pero no lo hiciste– interrumpió ella –Y siendo honesta, aunque no hubiera habido consecuencias no creo que hubiese deseado que lo hicieras– confesó recostándose cómodamente sobre su pecho nuevamente, sintiendo la mirada confusa de él sobre ella –Shadow, yo no quiero vivir una vida lejos de ti– explicó –Quiero esto, quiero poder estar así contigo, reír contigo, ser libre para estar a tu lado, no importa cuántas vidas me tome conseguirlo. Quiero un mundo donde tú y yo podas estar juntos, sin nadie que nos condene por ello.
Shadow la abrazó con gentileza, acurrucándose junto a ella. Él deseaba lo mismo y sabía que en este nunca podría conseguirlo. Si ella lograba recuperarse el Rey Uther jamás permitiría que ella se casara con él, no sin que hubiera una guerra por su mano... y ella jamás le perdonaría que hiciera semejante acto. Lo único que anhelaba en su vida debería de dejarlo ir, por la paz que sabía que su amada amaba por sobre cualquier otra cosa.
–Sácame de aquí– pidió la eriza de pronto, rompiendo su abrazo. Shadow la vio confuso, casi confirmando que lo que había escuchado era certero –Quiero ir a un lugar donde pueda sentir el sol, donde pueda sentir la brisa... no quiero que esto sea lo último que pueda experimentar– murmuró entristecida –Por favor.
–Yo no puedo...– Shadow acalló al percatarse que él ya no era un príncipe, por consiguiente, no tenía que darle cuentas a nadie más que a sí mismo. Esbozó una sonrisa, una que expresaba la libertad que sentía en ese momento. –Bien, eso haremos– aceptó al fin para que ella lo abrazara con emoción.
Tomó su frágil cuerpo de entre las sabanas para así dirigirse a la ventana de su habitación y ver a sus pies. Dos saltos cuando mucho para lograr tocar el suelo, sin embargo, aún le preocupaba la frágil condición de María. La observó indeciso para que ella abrazara su cuello con fuerza, asintiendo con la cabeza, dándole la señal de proseguir. Ella no se retractaría.
–Sujétate fuerte.
Saltó desde lo más alto para caer en una de las torres y tomar impulso para saltar a la siguiente y por último tocar el césped con una rodilla, abrazando el frágil cuerpo de la princesa. Dirigió su vista al instante para verificar que estuviera bien, quien le sonrió amena, aliviándolo.
–Andando– dijo para correr con ella en brazos.
–¿A dónde vamos?
–Hay un lugar que creo que te gustara.
En cuestión de minutos llegaron a un pequeño estanque rodeado por gigantescos abetos y robles, de los cuales enredaderas con flores de diferentes colores trepaban por sus troncos oscuros. Era el mismo estanque donde había rescatado de Amelia de casi ahogarse al huir con Arturo.
Se suponía que aquella poza de agua podía cumplir los deseos más alocados o eso fue lo que Amelia y Arturo les dijeron, a lo cual en ese momento él lo vio como una absurda creencia, en especial proviniendo del siguiente rey de Camelot, y ahora él estaba ahí, desarmado, rogando por un milagro.
–Esto es...– murmuró María para soltarse de sus brazos y caminar torpemente. María vio el césped a sus pies, acariciándolo con sus dedos descalzos. Observó las flores de múltiples colores a su alrededor y escuchó la delicada brisa del viento susurrar a su oído. Ella sabía lo que eso significaba.
–Es un estanque de los deseos– habló el erizo negro para caminar a su lado –Se supone que sólo has de pedir un deseo frente a éste y lo cumplirá.
–Suena perfecto– habló con una expresión de cansancio marcada en su rostro y una sonrisa forzada.
María caminó tambaleante para que el erizo negro la siguiera de cerca, sin tocarla, sólo cuidando que no cayera a cada paso febril que daba. La eriza logró llegar a las orillas del estanque y con algo de torpeza se colocó de rodillas frente a éste para así ver su reflejo en el agua cristalina. Había pedido peso considerablemente. No podía reconocerse, era la sombra de lo que alguna vez había sido, un vago recuerdo de la Princesa de Bragas.
–¿Qué desearás? – preguntó el erizo negro para sentarse a su lado, con aquella expresión de consternación en su rostro.
María alzó su mirada para notar como el sol empezaba a ocultarse, esta vez había podido verlo. La comisura de sus labios se expandió dejando ver una autentica sonrisa dejando su vista perdida en el cielo. Las primeras estrellas empezaron a aparecer en el firmamento, trayendo consigo a la noche que empezaba a abrazarlos a ambos.
–Deseo vivir en las estrellas...
–¿Cómo dices? – inquirió sin entender el erizo, siguiendo la mirada de la princesa hacia el firmamento y notar el brillo de aquellos astros de luz.
–Un lugar donde no existan reinos o princesas– explicó –Donde sólo podamos ser tú y yo... lejos de todo– respondió para voltearlo a ver. María observó el rostro entristecido del erizo para así acomodarse a su lado y recostar su cabeza sobre su hombro. –Desearía que fuera así siempre ¿sabes? – murmuró sintiendo el sueño empezar a caer con estrago sobre ella –Solos tú y yo.
María dirigió su mirada sobre el erizo, quien pareció decirle algo, lo cual no pudo entender, y así, sin energía se dejó caer sobre él, provocando una verdadera expresión de alarma en el rostro de su amado.
Lo escuchó llamarla a la distancia, y ahora, ya muy cansada para responder, le sonrió dulcemente para tocar su rostro con las pocas fuerzas que aún conservaba.
Shadow tomó su mano y con desespere empezó a decirle palabras que ahora eran sólo ecos lejanos, parecía que cada vez su conciencia se alejaba más y más. Por un momento su vista se prendió de las estrellas sobre ellos, que ahora aguardaban por ella. El dolor de su herida en el pecho había desaparecido, de hecho, apenas si sentía ya algo más. De pronto, algo la trajo de regreso, una sensación cálida y liquida mojar su mejilla para ver de nuevo al erizo negro, quien ahora lloraba desconsolado sobre ella. Ella quiso decir algo para poder calmar el alma destrozada de él, destrozada por lo que ambos ya sabían sería inevitable.
Intentó pronunciar palabras de consuelo cuando sintió como él la atraía hacia él con delicadeza para robarle así el primer beso.
María abrió sus ojos de par en par ante la muestra de afecto, era la primera vez que el tomaba la iniciativa. Sintió sus dulces labios sobre los de ella para así cerrar sus ojos dejando brotar las primeras lágrimas; odiaba la idea de no poder disfrutar de esa experiencia de alegría y felicidad un poco más, odiaba la idea de tener que dejar su lado.
–Nos volveremos a ver– lo escuchó decir –En las estrellas– murmuró el erizo negro con un nudo en su garganta.
La eriza asintió débilmente, sintiendo el sueño apoderarse de ella y así cerrar poco a poco sus ojos y con un ultimo suspiro, dejar su vida en la tierra.
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Nimue corrió por los pasillos en su búsqueda mientras el caos y el bullicio tomaban el control del castillo. La noticia de la muerte de la Princesa Ginebras golpeó con fuerza, en especial a Sir Lamorak y Lady Wave, quienes eran sus más cercanos súbditos.
Siguió con su camino hasta que en una de las torres exteriores del castillo logró divisar una sombra, una con su vista perdida en el cielo.
–Shadow...– murmuró recuperando el aliento y correr hasta alcanzarlo.
Nimue salió del castillo para buscar con la mirada al erizo que había divisado hace poco, hasta encontrarlo en la más absoluta de la oscuridad.
–Lograste hallarme– lo escuchó decir, sin que la viera.
–Sí– asintió ella, deteniendo su marcha a una distancia prudente –De hecho, te he esta buscando todo el día– explicó, sin animarse a acercarse a él –Galahad me ha dicho lo que has hecho– murmuró la eriza rosa, sin respuesta por parte de él –Y Sonic también.
–Sólo busque un camino que fuera para mí– murmuró suavemente.
La eriza sintió sus ojos humedecer para que lágrimas empezaran a desbordar y su expresión antes estoica se quebrara frente al erizo que insistía en darle la espalda. Nimue corrió hacia él, a las sombras de lo que sabía era un corazón herido, para abrazarlo por la espalda y sollozar sobre ésta. Sintió al erizo tensarse para que la volteara a ver alarmado.
Nimue subió la mirada, distinguiendo unos ojos brillosos y una mirada taciturna. Ella sabía que en ese momento el corazón de él llevaría un vacío que nada ni nadie jamás podrían llenar.
–No sé cómo darte las gracias– lloró desconsolada para abrazarlo con fuerza –Sé lo que has sacrificado por mí y yo... y yo...
Shadow la separó de él para que la eriza intentara acallar los sollozos que ahora no podía evitar. Una sombra de sonrisa se poso en el erizo, quien la miraba fijamente con gentileza.
–Se feliz, Amelia– habló sosegado –Te lo mereces más que nadie.
–¡No es cierto! – vociferó para soltarse de él y de su actitud condescendiente –¡Tú también! ¡Tú que has dado todo para reivindicarte!
–Algún día– musitó para caminar al bordillo de aquella torre – pero no será aquí... por eso debo de irme.
–¿Eh? – exclamó Nimue, atónita. Sin parecer entender lo que él quería decirle.
–No puedo quedarme, no sin ella aquí– explicó estoico –Cumpliré la promesa que le hice, y viviré en libertar, por ambos.
–¡Espera! –exclamó la eriza para correr hacia él alarmada y tomar su mano, consternada –¡No puedes irte, no me dejes! – suplicó.
–Ahora tendrás a alguien que estará contigo, no me necesitas– dijo Shadow sin entender su petición.
–No te necesito, pero te quiero a mi lado– explicó sintiendo un dolor en su pecho que ardía ante la opresión y la noticia de la perdida –¡Eres mi más preciado amigo!
Shadow le sonrió dulcemente ante sus palabras. Colocó ambas manos sobre sus hombros, viéndola con gentileza.
–Regresaré a verte, lo prometo.
Sus ojos se aguaron sintiendo como su labio inferior temblaba sutilmente. Ella sabía que él no podía permanecer, después de todo, ya no pertenecía a la corte. Asintió forzadamente con la cabeza, para que él la imitara, soltándola al fin. Nimue lo vio con nostalgia para así correr a abrazarlo una vez más, velozmente, y luego retroceder varios pasos.
–Hasta pronto– se despidió la eriza con una amplia sonrisa y sus ojos llenos de lágrimas listas para correr libres –¡Ten muchas aventuras!
–Lo haré.
Y así, como la vida una vez los junto, Nimue lo vio saltar de aquella torre para perderse en la noche. Esperaría impaciente a su encuentro, hasta entonces, él le había brindado una nueva familia, un nuevo hogar y lo más importante, la fuerza para saber que sin importar el camino que la vida le deparara, ella podría sobrellevarlo.
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Sonic la observó ir y venir mientras les indicaba a sus súbditos lo que deberían de hacer para los preparativos, ignorando al joven Tails, quien se mantenía a su lado, descifrando cuál sería el siguiente movimiento en el tablero de ajedrez.
–Si sigues con tu vista en ella, perderás el juego– habló el zorro para mover la siguiente pieza. –Tu turno– dijo sonriente.
–Jamás logro ganarte, no hallo la diferencia– explicó Sonic alzando los hombros en señal de desinterés –Además, no creo que ella deba de estar sobre esforzándose tanto. Tengo gente que puede...
–Sabes que Lady Nimue no gusta de quedarse sentada viendo a otros trabajar– interrumpió Tails –Eso pasa cuando te casas con una damisela que no es de la corte.
–Aún así– se quejó Sonic disconforme.
Sonic frunció el ceño para ponerse en pie dejando a su amigo atrás y caminar hacia su esposa, quien se encontraba inspeccionando la cristalería que se usaría en la cena de esa noche. Llegó con ella listo para indicarle que sería suficiente para un día, cuando ella anticipó sus palabras: –No me pidas que pare porque no lo haré– habló la eriza sin quitar sus ojos de encima de la tarea que realizaba.
–¿Realmente estás tan segura?
–Sí– asintió Amy para verlo –He esperado esto durante tres años, no pienso dejar nada al azar.
–Tu visión nunca ha especificado fechas u horas, además, no sería la primera vez que confundes los días– le recordó.
–Tal vez, pero si es así, haremos una gran cena cada noche hasta que él aparezca.
Sonic soltó un suspiro, agotado. Era imposible debatirle nada a Amy una vez tenía algo en mente.
–Bien, bien– concordó –Sólo, no te exijas demasiado– pidió cual suplica.
–Todo estará bien– le sonrió para regresar su vista a los platos de porcelana –No es como que esté cargando cajas pesadas.
–Es sólo que...– silenció para abrazarla por la espalda y recostar su mentón sobre el hombro de ella, captando la atención de la eriza –No imagino que haría si algo malo te sucediese– completo para besar dulcemente su mejia.
Amy le sonrió sonrojada, asintiendo tímidamente. No era común que el rey tuviera expresiones de afecto en público. Colocó ambas manos que yacían sobre su vientre para sonreírle sueltamente.
–Sé lo que hago, yo...
Las puertas del castillo se abrieron de par en par, para que los guardias reales anunciaran lo que ella tanto había estado esperando.
–¡Sir Shadow the Hedgehog ha llegado! – anunciaron.
Sonic y Amy se vieron a los ojos por unos segundos para acto seguido correr al vestíbulo, y parado enfrente de las enormes puertas de madera, divisar a un erizo negro quien miraba con suspicacia al personal, indeciso si entrar o no.
–No lo creo...– murmuró Nimue, admirando por unos instantes al erizo –¡Shadow! – exclamó la eriza para correr hacia él, y tomar su mano a manera de adentrarlo al castillo –¡Eres tú! – soltó con una felicidad desbordante.
–Amelia, ¿qué sucede? – preguntó mientras era halado por la eriza para entrar –¿Por qué parece que todos me hubieran estado esperando?
–¡Porque así ha sido! – soltó con emoción –¡Me has hecho tanta falta! – expresó para abrazarlo fuertemente, ahogando al erizo en el cálido abrazo.
–Amy tuvo una misión hace un mes que vendrías– explicó el erizo azul para caminar a su encuentro –Ella predijo que vendrías hoy, aunque dijo que sería hoy por la noche – rememoró para ver a la eriza con una expresión victoriosa –Planeábamos una gran cena para dicha ocasión.
Amelia lo soltó para voltear al erizo azul y así enseñarle la lengua, cual mala perdedora. Shadow rio disimuladamente al ver la expresión infantil en la eriza. No había cambiado nada desde su partir hace tanto tiempo ya. Ahora la eriza vestía un ostentoso vestido blanco con hermosos detalles en dorados, como las damas de la corte que él conocía tan bien. Shadow no pudo evitar fijar su vista en el dedo anular de ella, una argolla de matrimonio adornaba el mismo al igual que la del erizo azul.
–Veo que elegiste bien, faker– habló el erizo negro al fin con un dejo de arrogancia en su voz.
–La única buena decisión desde que me coronaron– concordó divertido –Pasa al comedor, hay mucho de que hablar– pidió Arturo para tomar la mano de su esposa.
Shadow asintió con la cabeza para así seguirlos al comedor, él cual yacía adornado con cientos de flores silvestres. Llevaba muchos años sin ver un banquete real, el cual era obvio que se llevaría en las horas por venir.
Los últimos años había viajado por todo el reino y por países vecinos en un bajo perfil. Una vez que había dejado todo arreglado para que Galahad fuera reconocido como rey, se fue tan lejos como pudo, en un intento de olvidar su vida anterior.
–¿Haz conocidos lugares nuevos? – inquirió Amy con su mirada expectante para tomar asiento.
–Sí, varios lugares interesantes– asintió, para verla un tanto inconforme con su corta respuesta. No estaba acostumbrado a hablar mucho, más ahora que se había dedicado a estar solo casi todo el tiempo –Varios lagos que te gustarían –agregó para que ella lo viera con una sonrisa. Complacida por la respuesta –¿Y han sabido algo del Reino de Tolosa o Galahad?
–Nunca había estado tan prospero como ahora– respondió Amelia con un dejo de incomodidad, posiblemente por hacerlo sentir mal. –Galahad ha sido un gran gobernante y parece que el pueblo lo ha aceptado bastante bien.
–Nos ha ayudado mucho para poder ayudar al Reino de Bragas, de hecho, Tolosa ha sido el mayor soporte financiero desde...– Sonic acalló para al notar la expresión entristecida del erizo negro.
–Es lugar muy hermoso, ha florecido bellamente, recuperado por completo de la guerra– se involucró Amelia
–¿Cómo lo sabes? – inquirió el erizo negro confundido.
–Mi esposa viaja allá por lo menos una vez al mes para verificar las necesidades del pueblo y verificar que los fondos se distribuyan adecuadamente– respondió Arturo.
–Entiendo– asintió el erizo negro –Estoy seguro que María lo agradecerá, sin duda– musitó Shadow con una sombra de sonrisa.
–¡Rey Arturo! – escucharon, interrumpiendo la conversación –¡Es hora de su reunión con el ministro de economía, Sir Eggman! – un camaleón entró molesto, para que Sonic rodará sus ojos en señal de exasperación.
–Iré enseguida –asintió el erizo azul de mala gana –Lamento dejarlos, pero el deber llama– dijo a modo de despedida, siendo seguido por el camaleón que dictaba su agenda del día.
Shadow lo vio partir, no se miraba igual al Príncipe inseguro que había conocido años atrás.
–Acompáñame – escuchó decir a Amelia, para que ella se pusiera en pie y empezara su marcha fuera del comedor al igual que el nuevo rey.
Shadow la imitó siguiéndola de cerca, observándola con suspicacia. De repente aquel aire aniñado había cambiado a uno más sereno y maduro. Era tonto imaginar que incluso Amelia permanecería igual, más aún como la nueva gobernante de Camelot. El cambio le asentaba bien.
Entraron a un pequeño jardín interno, uno con una conocida fuente en medio de ésta. Conocía ese lugar bastante bien. Shadow se acercó a la misma, para así ver su reflejo en ésta. Ya no lucía una brillante armadura o ropas elegantes como durante los años como miembro de la realeza, ahora una vieja capa marrón lo vestía y unos guantes y zapatos desgastados por sus aventuras.
–Llevaba mucho tiempo esperando este día– habló Amelia de pronto.
–Te prometí regresar– espetó el erizo negro sin quitar su mirada del cuerpo de agua.
–Lo sé– dijo la eriza parándose a su lado –Espero estés listo.
–¿Listo? – repitió viéndola confundido –¿Listo para qué?
Amelia le sonrió con complicidad para elevar sus manos para que algo nublara su visión y de pronto todo se volviera negro.
Shadow restregó sus ojos para aclarar su visión para ver frente a él a alguien familiar. La eriza de rubios cabellos y hermoso vestido azul, quien ahora lo miraba con una amplía sonrisa. Observó velozmente a su lado, no había nada, ya no estaba en el castillo, ahora yacía en un cuarto negro.
–Regresaste– murmuró la eriza, captando su atención.
–Eres...– intentó decir ante la aparición frente a él –Esto es...
–Hable con Nimue en un sueño hace mucho tiempo atrás, quería poder volver a hablar contigo– explicó –, pero no estabas cerca y ella no puede invocarme cuando quiera. –dijo entristecida.
–María– logró soltar sin poder creer lo que miraba –Yo...
–Haz hecho un gran trabajo, gracias a ti, muchos han encontrado su propia felicidad– felicitó la eriza para caminar hacia él y acariciar su rostro suavemente –Estoy muy orgullosa de ti.
Shadow sintió la calidez de su mano sobre su mejilla, provocando que una lágrima fugitiva recorriera su mejilla, sin poder emitir palabra alguna, el verla frente a él una vez más era más de lo que su mente podía procesar.
–Sigue así– murmuró para verse a ella y notar que su imagen empezara a desvanecerse. –Parece que no ha quedado nada de tiempo ya.
–¡E-Espera! – se alarmó en un intento de traerla consigo de vuelta, provocando que ella ampliara su sonrisa a modo de despedida –¡No, por favor! – suplicó –¡Hay algo que jamás te dije! – soltó de pronto, trayendo a su memoria todas las noches que se había desvelado en remordimiento por las palabras que nunca se atrevió a preguntar. La eriza lo observo curiosa y así, con todo aquello que durante años guardo celosamente en él gritarle: –¡Yo te amo! – confesó al fin.
La eriza dorada lo vio con sorpresa ante su declaratoria, esbozando una amplía sonrisa. Colocó amabas manos sobre su pecho, con una expresión genuina de felicidad ante la confesión del erizo y así prometerle:
–Nos volveremos a ver...– susurró.
–...En las estrellas– completó Shadow observando como la imagen se desvanecía en silencio.
Sintió agua caer sobre él para escuchar el sonido de ésta caer con fuerza a su alrededor, cual catarata. Shadow se sacudió el exceso de la misma, percatándose que yacía de regreso en el mismo jardín. La fuente a su lado, ahora parcialmente vaciada, movía sus aguas de manera turbulenta. Había despertado de un bello sueño. Dirigió su mirada a la eriza, quien ahora se miraba exhausta.
–¿Tú lo hiciste? – inquirió el erizo negro.
–Lamento no poder llamarla por más tiempo– murmuró con cansancio –Sé que esto jamás podrá devolvértela o compensarte por todo lo que me has dado, pero espero que... –un abrazo la hizo callar de golpe.
Nimue silenció al sentir los brazos de él alrededor de su cuerpo, ocultando su rostro de ella. Se tensó al acto, pues no sabía como reaccionar ante un abrazo por parte de Shadow, jamás había recibido uno.
–Gracias– le murmuró el erizo negro. Nimue esbozó una sonrisa y con delicadeza regresó el mismo.
–De nada– soltó afectuosa.
–Veo que lograste hacerlo– escucharon decir, rompiendo el abrazo. Sonic yacía en la entrada del jardín con una expresión divertida. Shadow retrocedió varios pasos, avergonzado por su momento de vulnerabilidad. –Amy estuvo practicando el antiguo arte de la convocación espiritual, pero es más complicado de lo que parece.
–Aunque como podrás ver, aún me falta mucho– dijo la eriza apenada –Además, las estrellas deben de estar en un punto exacto en el cielo, es aún complejo para mí.
–¿Podrás hacerlo nuevamente? – preguntó apresurado.
–Eso espero, pero no sé cuando. No es una ciencia exacta.
–Oh...– murmuró con desánimo.
–Pero si te mantienes aquí de forma constante eso no sería un problema– dijo Arturo para que el erizo negro alzara una ceja, dubitativo por sus palabras.
Amelia camino al lado del erizo azul para que él tomara su mano y ambos lo vieran de una forma que no supo descifrar.
–Quisiera que te quedaras en mi corte, Lancelot– pidió Arturo, provocando que él lo viera con sorpresa. Llevaba mucho tiempo sin escuchar su nombre, una cierta nostalgia vino a él.
–¿Quieres que me quedes? – preguntó.
–Quiero que seas uno de los caballeros de mi mesa redonda.
–¿Eh? – exclamó ahora más confundido que antes.
–Tenemos un caballero menos– explicó Amelia –Sir Percival ha empezado a ayudar en Tolosa como mano derecha de Galahad y nos encantaría que permanecieras.
–Yo...– murmuró indeciso.
–Además– continuó Sonic –Pronto tendremos un nuevo miembro de la familia real– dijo colocando su mano en el vientre de Amelia. Shadow vio con sorpresa a Amelia que le sonrió dulcemente para colocar sus manos en su vientre por igual –Y según entiendo eres muy bueno cuidando a Princesas y Príncipes– habló Arturo divertido –¿Qué me dices?
–Yo me seguiré esforzando, lo prometo– habló Nimue al percatarse del silencio del erizo negro –Y si cambias de opinión, o decides irte, jamás te lo impediremos, nosotros...
Lancelot se colocó en una rodilla para reverenciar a ambos, provocando que ambos lo vieran con asombro por la inesperada acción.
–Será un honor– habló al fin.
–¿En serio? – inquirió Sonic.
–Decirle que hacer al rey, ¿bromeas? – dijo divertido para que Sonic frunciera el ceño –Además, sin con eso puedo volverla a ver, valdrá la pena.
Amelia le sonrió sueltamente sintiendo como lágrimas de felicidad la inundaban esta vez, para así decirle:
–Bienvenido a casa, Sir Lancelot.
Fin
¡Por fin! ¡El fin, el final! Como les prometí antes del 13 de febrero. ¡Gracias a todos los que me han seguido durante estos años con esta historia. Creo que este se volvió uno de mis capítulos favoritos, la razón es por la cantidad de energía emocional que intente transmitir en éste. La relación entre Amy y Lancelot fue algo que, como se percataron, se pulió durante toda la historia y su desenlace fue hermoso, asimismo la relación entre María y Shadow.
Lamento a aquellos que querían un final feliz para estos dos, pero la verdad María ya la había condenado a morir hace muchos capítulos atrás, pero no sabía aún como lo haría y su muerte, me encanto.
Bien lectores, como muchos de ustedes saben mi siguiente proyecto es un Shadamy y su nombre es Bloody Rose, el cual empezare a escribir próximamente. Hasta entonces, espero saber sus opiniones y comentarios. Sin más que decir, su autora se despide. Kat fuera.
¡GrAcIaS pOr LeEr!
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