Capítulo 10: Descubrimientos


Esas palabras que habían brotado de su boca, aquel recuerdo que venía a su mente incesantemente. "¡¿Quién te crees tú para decirme qué hacer ser inferior?!" esas palabras golpeaban su cabeza. ¿Por qué sentía que debía de castigar al príncipe por su osadía al hablarle de esa manera cuando realmente él había sido quien había hablado de más... y además la imagen de aquella habitación, aquella expresión llena de odio por parte de aquel individuo que lo miraba con desprecio, ¿acaso él llevaba una espada con sangre?

"¡Tú castigo será la muerte!"

–¡Shadow!– un gritó lo despertar de aquel aterrador recuerdo y de la sentencia que había dictado a alguien que no lograba recordar, para ver a Amelia correr hacia él –¿Estás bien? ¿Qué sucedió allá atrás?

–Yo... lo siento– murmuró colocando su mano sobre su rostro. Le daba escalofríos intentar recordar la persona que era antes. Realmente era un mercenario como había escuchado. ¿Qué había hecho antes?

–Estás sudando– indicó la eriza rosa intentando tocar su frente al notar las gotas de sudor, pero él retrocedió al acto –¿Te sientes bien?

–Yo...– murmuró sin saber qué le diría con exactitud.

–¡Shadow!– un grito a la lejanía los interrumpió, era María quien corría hacia él.

–María...– murmuró sintiendo una extraña sensación de alivio. Un amago de sonrisa invadió su rostro al verla correr torpemente con aquel pesado vestido azul y el terror que hace un momento había sentido desapareció por completo – ¿No deberías de estar con...

La eriza de púas doradas se abalanzó contra él imposibilitándole terminar su pregunta abrazándolo con fuerza. Shadow se sonrojó con gran intensidad al sentirla tan cerca, sin saber cómo reaccionar. –¡H-Hey!– balbuceó con voz temblorosa –¿Qué crees qué...– un murmuró por parte de la eriza dorada lo hizo callar y un escalofrío recorrió su espalda.

Shadow la separó de él con cierta gentileza para verla con aquel ceño fruncido y mirada asertiva haciéndole saber que lo que acaba de decirle era verídico.

–Amelia– llamó el erizo negro –Ve con el príncipe, dile que me encargaré de lo que me ha ordenado.

–Pero Shadow...– murmuró Amelia tímidamente, los dos sabían que le había pedido eso para humillarlo.

–¡Hazlo ahora!– ordenó irritado.

–¡Sí!– asintió con la cabeza.

Nimue dio media vuelta y caminó de regresó al comedor viendo de tanto en tanto de reojo a los erizos. Shadow pareció murmurarle algo muy seriamente a la princesa y ella por su parte no responder nada. Algo serio estaba pasando y no sabía qué era.

Nimue llegó al comedor en donde el príncipe comía tranquilamente sus alimentos. Él no parecía ser el amable caballero que la había ayudado en el bosque. Era un narcisista prepotente que parecía divertirse de humillar a las personas incluida a ella.

–¿Hum?– exclamó el erizo azul al verla parada en el marco de la puerta –Veo que has regresado.

"Sólo dile lo que Shadow te ha pedido"– pensó en un intentó de no perder los estribos –Shadow dice...

–No tengo intenciones de escuchar nada de lo que diga ese plebeyo– continuó comiendo sin verla. –Puedes retirarte si a eso vienes.

Sonic tomó la copa dorada frente a él para darle un sorbo cuando el líquido en ésta explotó derramándose sobre él haciéndolo alejar sus silla al acto poniéndose de pie. El erizo volteó a ver a la eriza rosa quien tenía su mirada en penumbra.

Las botellas de vino del comedor explotaron de par en par haciendo que el líquido se derramara por todos lados.

–¡¿Qué demonios haces?!– gritó Sonic al ver el agua empezar a fluir sin control por todo el comedor.

–¡Se suponía que eras de corazón puro!– gritó la eriza rosa sintiendo como la ira en su interior recorría cada rincón –¡Se suponía que eras el héroe!

–¡¿D-De qué demonios estás hablando?!– inquirió Sonic pero ella dejo de responderle. Estalactitas de vino empezaron a dispararse a diferentes lados del salón, en caos. Sonic corrió hacia ella intentando evadir el líquido congelado sin poder evitar que uno que otro tocara su carne cortándolo superficialmente. Sonic se abalanzó contra ella tirándola al suelo y despertándola de lo que fuera que le hubiese pasado. Provocando que todo quedara en calma.

Sonic se levantó tomando asiento a la par de ella, quien al acto se puso de pie con cierta torpeza dándole la espalda. Ambos quedaron en silencio sin decirse nada.

–Lo lamento... su majestad– murmuró la eriza rosa con una voz temblorosa. Había perdido el control de sus poderes. Por primera vez pudo realmente lastimar a alguien por sus emociones fuera de control.

–No me llames así– se quejó el príncipe.

–Es el título que mereces, el único que puedo decirte.

–¿Esto es acaso por el erizo negro?– preguntó con un dejo de molestia en su voz.

Nimue sentía unas increíbles ganas de llorar. Añoraba ver de nuevo al valiente caballero de dulce sonrisa que la había salvado semanas atrás, pero parecía que todo aquello sólo había sido un acto. No quería volver a tener un contacto con él. Ese era su verdadera forma de ser, un príncipe dictador.

–Yo limpiaré todo esto– musitó la dama del lago sintiendo una opresión en su pecho y como una lágrima fugitiva se deslizaba por su mejilla.

–Ven acá– ordenó.

Sonic tomó su muñeca de manera brusca y la sacó del salón obligándola a seguirlo por los pasillos del palacio sin saber la dirección. Nimue siguió caminando a ciegas hasta que divisó una puerta de cristal la cual parecía guiarlos a un pequeño jardín interno. Sonic abrió la puerta de golpe y la obligó a entrar cerrándola detrás de sí.

Nimue se quedó de pie sin saber exactamente qué hacer ni que hacían en aquel lugar, no era algo común en Sonic hacer ese tipo de cosas.

–Escucha...– habló el erizo azul con cierto tono de cansancio en su voz –Yo... ¿cómo te lo explico?

–¿Por qué me has traído aquí?– preguntó molesta.

–No logras entender la presión que es ser un príncipe... las cosas que se esperan de mí– murmuró restándole importancia a la pregunta previa.

–¡Eso no te da derecho de tratar así a Shadow!

–¡¿Por qué te importante tanto ese erizo negro?!

Amy le volteó el rostro y una expresión de angustia y tristeza remarcó cada una de sus finas facciones.

–Es lo único que tengo– respondió en susurro. –Sé que es que esperen mucho de ti y no poder...– acalló viendo las palmas de sus manos con cierta tristeza –Y no poder saber si algún día podrás ser ese ser– completó recordando a Merlín y la incesante presión de ser como él. –Shadow jamás a esperado nada de mí, y aún así se ha quedado a mi lado.

–¿A qué te refieres con qué es lo único que tienes?– inquirió Sonic borrando su expresión de molestia –¿Acaso ustedes dos...

–¡No!– negó la eriza con rapidez anticipando su enunciado –Yo... amm...

Nimue se alarmó de repente había hablado de más. Nunca le había contando a Sonic la historia de cómo terminó llegando con la Princesa Ginebra, por qué Shadow era su caballero o siquiera que estaba en búsqueda de Merlín.

–¿Acaso te gusta él?– preguntó el erizo azul con un dejo de decepción en su voz.

–¡No!, deja de decir tonterías– reprochó la eriza con sus mejillas sonrosadas –Él y yo sólo somos... somos...– Nimue calló. ¿Acaso eran amigos? ¿Por qué no podía completar esa frase? ¿por qué sentía que no eran tan cercanos como para considerarse como tal? –Es un amigo mío– completó con cierto dejo de tristeza en su voz. No sabía cómo Shadow la miraba a ella, pero sabía como ella lo miraba a él.

–No me parecen amigos a mi juicio– indicó desconfiado –Y por lo general siempre estoy en lo correcto.

Nimue suspiró con pesadez caminando a la pequeña fuente en medio de aquel hermoso jardín, recordando cómo todo había empezado.

–Yo rescaté a Shadow de una aldea que fue alcanzada por la guerra– explicó –Él perdió la memoria y se ha quedado conmigo haciéndome compañía desde que Merlín se fue.

–¿Cómo que Merlín se fue?

–Dijo que regresaría en dos semanas, pero jamás lo hizo. Así que salí a buscarlo a pesar de que no debía de hacerlo, y ahí fue cuando yo... cuando te encontré– explicó la eriza rosa sintiendo sus mejillas ruborizarse ante la imagen amable y sonriente del erizo azul.

–¿Es decir que tú aún no has terminado tu entrenamiento?– preguntó Sonic con cierto asombro. Amy negó con suavidad la cabeza aún sin verlo. –Yo... yo no sabía eso– confesó avergonzado –Pensé que me habías engañado adrede, es decir...

–¡Jamás haría algo como eso!– negó Amy al acto volteándolo a ver. La pequeña fuente detrás de ella explotó ante su enunciado, salpicando por todos lados, mojando todo a su alrededor incluida a ella. –¡L-Lo siento!– se disculpó. Nimue se apresuró para ver que Sonic no hubiera sido alcanzado por el agua, pero él estaba bien, suspirando aliviada. –Como podrás ver, aún no controlo esta magia y yo...

Sonic le sonrió con gentileza y amablemente colocó ambas manos sobre sus hombros, haciéndola acallar.

Nimue de nuevo vio la misma sonrisa que él le había dedicado aquel día, el día de su primer encuentro; de nuevo sintió la calidez que él podía brindar. Su corazón empezó a latir con fuerza y por alguna razón el aire empezó a faltarle.

–Realmente he sido un gran tonto contigo– dijo Sonic divertido para sí mismo. –Ven, acompáñame– sujetó su mano con delicadeza esta vez, haciéndola estremecer por el contacto –Necesitas cambiarte o te resfriarás.

–N-No es nece...

–Insisto.

Una extraña sensación en su estómago la invadió al reencontrarse con aquel dulce erizo que le salvó la vida tiempo atrás. Sintió la cálida sensación de su mano sobre la suya y la apretó suavemente asintiendo con la cabeza. Se sentía extrañamente feliz, sentía algo que nunca había experimentado antes.

–Ven, tengo una idea– dijo esbozando una sonrisa infantil –¡Salgamos!– propuso Sonic de pronto.

–¿Salir?, pero está lloviendo– indicó Amy subiendo la vista al techo de cristal sobre sus cabezas y ver el paisaje grisáceo.

–Perfecto, nadie saldrá a buscarnos– indicó divertido –Iremos al pueblo, y sé quien podrá llevarnos.

Nimue sabía que era una terrible idea, pero no quería que el príncipe dictador volviera. Por fin se había reencontrado con Sonic y quería que eso perdurara. Amy sonrió con soltura y sujetó su mano con firmeza para correr tras él; se embarcarían en una pequeña aventura.

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Se quedaron en silencio durante bastante tiempo, lo veía de tanto en tanto. Shadow se miraba pensativo, analizando aún las palabras que ella le había dicho al momento de tirarse a sus brazos.

–"No voy a dejar que nadie nos separe" – recordó. Shadow no tenía intenciones de quedarse con nadie, ni siquiera con Amelia. –María, respecto a lo que me dijiste antes, yo...

–¡No pienso permitir que nadie nos separe!– exclamó la eriza dorada molesta nuevamente. –¡No pienso permitir abusos departe de Arturo hacia ti, ni tampoco...

–¡No necesito que me protejas!– le cortó Shadow molesto –Escucha, tú no sabes quien soy realmente.

–¿Tú sí?- debatió la princesa molesta.

Shadow desvió la mirada recordando su más reciente memoria, y no le gustaba hacia que camino lo estaba conduciendo. No estaba seguro que quisiera recordar más. Tal vez ya había pasado demasiado tiempo en compañía de alguien.

–¿Lo sabes?– repitió María al notar su mirada.

–No...– murmuró con un dejo de mentira en su voz. –Escucha, estás consciente que no estaré contigo siempre, ¿no es cierto?

–¿De qué hablas? Eres mi caballero.

–Eso es algo de lo que quiero hablarte, yo no...

–¡ESPERA!– un gritó a la distancia se resonó por el pasilla obligando a ambos a voltear ver el origen del sonido.

Shadow y María voltearon a ver a la expectativa cuando una murciélago corrió divertida por el pasillo, parecía estar jugando. Detrás de ella el equidna, Gawain, corría para alcanzarla.

–Eres demasiado lento guardián– río divertida hasta que se detuvo de golpe enfrente de ambos.

Shadow observó los ojos azules de la murciélago inspeccionarlo insistente haciéndolo sentir incómodo. Parecía que lo hubiese estado buscando, pero eso no era posible, no se conocían ¿o sí?

–¡Dijiste que sólo irías a estirar las piernas!– refunfuñó molesto el equidna tomándola del brazo. –Oh... su majestad– reverenció al percatarse de la presencia de Ginebra –Shadow– nombró molesto.

–¿Shadow?– repitió la murciélago.

–¿Quién es ella?– preguntó el erizo negro al acto.

–Una pueblerina que salvamos hace poco. Nadie importante.

–Mi nombre es Rouge the Bat– se presentó la murciélago inclinando levemente la cabeza –Y créeme... soy importante de conocer– le sonrió con picardía.

–¿Nos conocemos?

–Ahora sí– respondió Rouge al erizo negro.

–¡Andando!– jaloneó Gawain encaminándola de regreso.

–¡Hasta pronto Shadow!– se despidió divertida.

Shadow la observó caminar junto al equidna riendo de sus regaños incesantes notando cómo lo observaba de reojo de tanto en tanto de manera suspicaz. Había algo extraño con aquella murciélago.

–Shadow– llamó María regresando su mirada a la eriza de púas doradas.

–¿Umm?– exclamó distraído.

–¿Ibas a decirme algo?

Shadow permaneció en silencio por un momento y poco tiempo después negó con la cabeza dando así entender su respuesta. Si le decía que un día se iría rompería su corazón; aún recordaba aquellos ojos llorosos al perder a su último caballero. Sería mejor un día dejar una nota y retirarse. Esperaría hasta entonces.

–Busquemos a Amelia, no confió en ese erizo de pacotilla.

–De acuerdo.

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Pronto llegó la noche y desde su recámara podía escuchar a gente ir y venir apresurados, parecía que algo o alguien se había perdido. Eso significaba que podía salir sin temor a que fueran a revisar su celda o lo que ellos llamaban habitación. Rouge trepó por las grandes estanterías hasta llegar a la ventana que le permitía llegar al techo inclinado del castillo.

–Por fin sales– habló el erizo plateado mordiendo un fruto que ella no pudo distinguir en la penumbra.

–Tenía que esperar a que ese guardián dejara la puerta– respondió molesta –Hay un caos en el castillo.

–Sí, parece que el príncipe salió a jugar– sonrió Silver cual chiquillo divertido.

–¿El Príncipe Arturo?

–Salió con una eriza rosa y un zorro por ahí– señaló sin interés.

–Si lo viste ¿por qué no lo perseguiste?– indagó Rouge curiosa –Su cabeza hubiera valido muchas piezas de oro.

–Él no es mi misión– negó Silver –Este príncipe no tiene valor para mí.

–Bien, si tú lo dices.

–¿Encontraste algo?

–¿Hablas de ese erizo negro con franjas rojas? Sí, lo encontré con la Princesa Ginebra– respondió –Parece que es su caballero.

–¿Caballero?– repitió confundido –¿Por qué demonios sería su caballero?

–¿Cómo voy a saberlo?

–Averígualo– ordenó Silver molesto.

–¿Por qué tanto interés en ese tal Shadow?, Es decir, podemos ir...

–¿Quién es Shadow?– inquirió Silver confundido.

–¿Cómo que quién es Shadow? ¡El erizo por el cual tuve que venir aquí!– exclamó Rouge perdiendo los estribos. Ella se encontraba haciendo todo el trabajo, mientras Silver descansaba plácidamente.

–¿Él te dijo que ese era su nombre?

–Sí– espetó molesta.

Una expresión pensativa se dibujó en su rostro, haciendo que la murciélago lo observara confundida. Una sonrisa disimulada se pintó en sus labios y luego la vio la fijamente haciéndola sentir escalofríos. Ella conocía esa mirada, era la mirada que Silver le daba cuando un plan retorcido se cruzaba por su cabeza.

–Te harás amiga de "Shadow"– ordenó –Y averiguaras todo sobre ese erizo y por qué su personalidad ha cambiado.

–Eso no será posible, ese equidna no me deja cruzar palabra con nadie en este lugar. Creo que sospecha algo.

–Haz lo que sea necesario, pero consígueme esa información.

¡GrAcIaS pOr LeEr!

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