Arondight, memorias del pasado
Narra Shadow:
¿Heredero de mi sangre? No comprendo lo que trata de decirnos esa voz, pero no me agrada en absoluto. De repente la imagen de un caballero se hace presente. Su aspecto es inconfundible, aunque debo decir que me siento muy incómodo al encontrarme con alguien igual a mí.
-Les ruego que no se asusten y me escuchen con mucha atención. - nos dice a modo de advertencia aquel caballero. De todas formas la impresión que nos porvoca su aparición no nos permite emitir palabra alguna - Ha llegado el momento de que la historia se vuelva a repetir. Sin embargo, sólo de ustedes depende el final de su destino.
Su imagen desaparece y es reemplazada por la oscuridad. No obstante, su voz continua retumbando en nuestros oídos. Seguidamente, el ambiente cambia y nos encontramos en el castillo de Silentium.
Narra Lancelot:
Un sueño en común los trajo a mí. Sin embargo, lo que creían un sueño no es más que una realidad vivida hace mucho tiempo atrás. Tiempos del Rey Arturo colmados de guerra, sangre y gloria. Ese fue nuestro primer encuentro y el momento que selló nuestro destino. Un ocaso como cualquier otro, pero con un par de desconocidos que mostraron su vedadero ser sin temor ni vacilación. Luego la triste despedida que pensamos sería una permanente.
Los días pasaron y como el primer caballero a servicio del Rey me presenté ante él para darle la enhorabuena de nuestra victoria en la cruzada. A lo que me recompensó con grandes riquezas y reconocimientos. Sin embargo, estaba seguro de que todo eso venía con una doble intención.
-No te imaginas cuanto agradezco tu victoría y lealtad, mi caballero Lancelot. - dijo el Rey con una sonrisa en su rostro - En especial con la falta que ha tenido este reino de tus servicios.
-Me honra su reconocimiento Majestad. - respondí muy halagado - Sin embargo, noto en usted una gran preocupación. Espero disculpe mi atrevimiento, pero si este siervo suyo puede serle de alguna utilidad será todo un honor para mí cumplir sus deseos.
-Tan servicial como siempre. - me dijo conforme el Rey - Mucho me temo que acabas de acertar mi caballero. Mi preocupación se debe a los constantes ataques de un reino afanado en arrebatarme la posesión más valiosa que tengo. Cada ataque es más fuerte que el anterior y mucho me temo que uno de estos días logren su cometido.
-Majestad, permítame erradicar a sus enemigos. Con uno solo de nuestros ejércitos estoy seguro de que podremos vencerlos.
-Admiro tu determinación mi estimado Lancelot. - la sonrisa del Rey no hacía nada más que perderse - Sin embargo, estos ataques no son precisos. Además, que es un grupo pequeño quienes perturban mi tranquilidad.
-Con mayor razón Majestad le ruego que me deje interceder. - ofrecí desesperado a mi Rey con tal de que su preocupación desaparezca - Yo me ocuparé de proteger todo lo que usted aprecia, incluso si es preciso entregar mi vida en ello.
-¿Está seguro de que no prefieres tomarte un merecido descanso? - cuestionaba el Rey preocupado. Después de todo acababa de regresar de las cruzadas.
-En absoluto Majestad. - le respondí mientras le hacía una reverencia.
-Acepto, Sir Lancelot. - dijo el Rey Arturo con aprobación - Por favor, sígueme. Ahora mismo conocerás a mi amada posesión.
A decir verdad no tengo la más mínima idea de cual sea la posesión de la que el Rey habla con tanta ilusión. Pero sin importar que se trate de algo pequeño o insignificante yo lo protegeré con todo mi ser.
Caminamos por los pasillos del palacio sin detenernos en ningún momento. Sin embargo, me llama la atención que nos dirijamos al ala real. Lugar donde solo miembros de la realeza y sirvientes bajo su poder pueden ingresar. Puede que la posesión de mi Rey sea mucho más valiosa de lo que cualquier otro reino siquiera pueda imaginarse. Tn solo espero poder estar a la altura de esta tarea y así despejar los problemas de mi Rey. Tal y como hace el viento con las grises nubes que cubren al hermoso sol. Finalmente, nos detenemos frente a una inmensa puerta de color marfil y picaportes de oro.
-Aquí dentro, mi querido Sir Lancelot, se encuentra mi más grande tesoro. - dijo el monarca de ojos esmeraldas.
Toca la puerta un par de veces con delicadeza. Casi de inmediato una encantadora voz femenina se escucha y nos da el permiso para pasar. Obedecemos y me limito a permanecer detrás del Rey que ingresa a la habitación muy alegre.
-Mi querida Dama del Lago. - dijo con una voz tan dulce que no pude evitar sentirme incómodo - ¿Cómo te encuentras?
-Es evidente que encerrada, Arturo. - dice la dama que aún no me he dignado a mirar, sin embargo, no me agrada la manera en la que se dirige a mi Rey.
-Lo siento, pero ya conoces la situación. - el Rey trata de suavizar la tensión que existe entre ambos - Sin embargo, ya tenemos una solución al respecto. Mi fiel caballero Lancelot acaba de regresar y gustoso se acaba de ofrecer para ser tu guardián. Con él a tu lado estaré más tranquilo y tendrás más libertad. Te lo aseguro.
-¿Lancelot? - es todo lo que llega a susurrar la dama. Es curioso podría jurar que esa voz le pertenece a...
-Por favor Sir Lancelot. - me pide el Rey - Muéstrale tus respetos a la Dama del Lago, Lady Nimue.
El mismo nombre. Me quito el casco protector y levanto mi mirada para presentarme ante aquella dama. En cuanto nuestras miradas se cruzan la sorpresa se hace presente. Sin embargo, ambos logramos disimular muy bien aquella reacción frente a mi Rey. Nada de esto sería beneficioso si le confesara al monarca de ojos esmeralda que ya la conozco. Ambos nos presentamos como es debido y desde ese momento soy asignado como el caballero de Lady Nimue para asegurar su protección.
A pesar de la gran cantidad de días que el tiempo deja transcurrir ningún comentario de nuestro encuentro es mencionado entre nosotros. Asumo que se debe a la promesa de aquel ocaso en que la conocí. Dentro de ese rosal nos conocimos sin ninguna atadura ni título. Lo que significaba que fuera del mismo nosotros éramos completos extraños. He de admitir que eso me molestaba de alguna manera, pero soy su caballero y no tengo derecho a un reclamo de ese tipo. Al menos creí que las cosas seguirían de esa manera, pero estaba muy equivocado.
Un día el Rey Arturo salió a hacer un reconocimiento. Para mí eso era de poca importancia ya que continuaba con mi tarea de vigilar y proteger a Lady Nimue. No obstante, en cuanto las mucamas se retiraron la gentil dama me dirigió la palabra por primera vez desde que nos presentamos.
-Nunca me imaginé encontrarme contigo por segunda vez. - susurra discreta, pero con lo aceptable para que yo la escuche - Mucho menos en una situación como esta. De todas formas así es como las cuerdas del destino lo desearon. Por favor, Sir Lancelot, llévame al lago en el que nos conocimos.
-Como Lady Nimue lo ordene. - respondo automático.
De modo que la lleve sin perder tiempo. En cuanto llegamos me dió la nueva orden de adentrarme al rosal y no salir hasta que ella fuese a buscarme. Obedecí, a pesar de que nos encontrábamos en aquel lugar que se suponía neutral. Aproveché el momento para dormitar un poco dentro de ese maravilloso rosal. Debí permanecer mucho tiempo dormido ya que cuando abrí los ojos el ocaso estaba a punto de empezar. Sin embargo, no presté mayor atención a eso ya que tenía un par de jades observándome al igual que la primera vez. No pude evitar esbozar una ligera sonrisa de lado por lo interesante que se había tornado la situación.
-Ha pasado un tiempo Lancelot. - dice la dama como si de un encuentro casual se tratase - Espero que no me olvidases en todo este tiempo.
Comprendí de inmediato lo que ella buscaba. A pesar de que su título me prohibe dirigirme a ella quise tomar la excusa de la neutralidad y entablar una conversación con ella. Había mucho que quería preguntar, pero ninguna libertad para formular ni una de mis preguntas.
-Sería condenado por el infierno si me atreviese a olvidar tan angelical rostro. - le respondí de manera amigable. Lo que por alguna razón provocó un sonrojo en sus delicadas mejillas de algodón - A decir verdad, te extrañé.
-También te extrañé.
***
No pasó mucho tiempo para que esos encuentros en el corazón del rosal se hiciesen costumbre. Por supuesto, el Rey Arturo nunca sospechó nada ya que estaba encantado con que Lady Nimue gozara de paseos con libertad. Claro que esto siempre bajo mi custodia lo cual lo dejaba sin ninguna preocupación. Sin embargo, cada encuentro fuera de la vida del palacio me hizo notar el ser encantador que era Nimue. No pude evitar tener un sentimiento prohibido hacia ella, lo cual era un tormento ya que por más veces que lo deseara ella ya le pertenecía a Arturo.
Pero los días pasan y esos sentimientos fueron creciendo. Llegué a un punto en que no logré soportarlo más. Y como si fuera obra del mismo Caos se presentó una oportunidad. Una peligrosa oportunidad. Mientras Nimue jugaba a la orilla del lago resvaló con la hierva húmeda, pero gracias a mis reflejos no permití que se dañara. Sin embargo, al sujetarla se produjo una cercanía que enloqueció mis sentidos. Ella me observaba con leves lágrimas producidas por el susto. Tenía una expresión tan dulce, que no pude evitar desviar mi mirada y preguntarme si sus labios serían igual de dulces. No lo pensé dos veces y lo comprové. La sostuve son suavidad para acercarla mucho más a mí. Nuestros labios se juntaron y eso desencadenó mis emociones. Saboreaba sus labios con insistencia, todavía sin creer que fuese real. Disfrute del momento hasta que mi cuerpo pedía a gritos el oxígeno del que le había privado por la intensisdad del beso.
-Le ruego que no se mortifique. - me apresuré a decir en cuanto vi la expresión de Nimue - Apenas llegue la noche y salgamos de aquí, mi Lady, puede ordenar que olvide lo que acaba de ocurrir. Si lo desea le ofrezco mi cabeza con objeto de conseguir su perdón. No quisiera que...
-Hazlo de nuevo. - ordena de repente - Lancelot no me prives de tu cercanía, te lo ruego. Si te empeñas en rechazarme ahora no podré evitar pensar que mis sentimientos por tí no son correspondidos.
No podía creerlo. A pesar de que escuché esas soñadas palabras salir de sus carnosos labios; no podía creerlo. Pero no podía permitir que esta oportunidad se pierda sin más. De modo que un nuevo beso se formó entre sus labios y los míos.
-Lancelot... Yo... - pero la interrumpo con otro beso.
-Lo sé. - apenas logro decir al separar de manera leve nuestros labios - Yo también siento lo mismo que usted mi encantadora dama.
***
Desde entonces nuestros sentimientos de amor no hicieron más que fortalecerse. Además, de hacerse cada vez más difíciles de ocultar. En el palacio cada segundo de privacidad era aprovechado para una minúscula muestra de afecto. Tan solo cuando nos adentrábamos en el rosal se nos permitía expresar con libertad nuestros sentimientos. Solo así fuimos capaces de tranquilizar el sonido que hacían nuestros corazones al encontrarse. Claro que también pasamos por algunos problemas. Como esos celos que irrumpían nuestra calma con cada artimaña que estos provocaban. Pero todo lograba solucionarse casi de inmediato, lo que asumo era gracias a su alma inocente. Sin embargo, toda esa felicidad era una tortura a la vez al no poder amarla con la libertad que deseaba.
Pero el inevitable final de nuestra historia tuvo que llegar. El momento en que mis sentimientos de amor llegarían al final del ciclo. No obstante, tras nuestra despedida esos sentimientos siguieron tan fuertes como el día que pude confesarle lo que gritaban los ecos de mi corazón. Un amor tan fuerte que supero incluso a la traicionera muerte. Un amor que vagó por varias generaciones sin conceguir en ninguno un final distinto al nuestro propio.
"El ciclo ha comenzado de nuevo. Sólo depende de ustedes, herederos de nuestra sangre, el desenlace que desean que tenga esta historia sin fin."
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Holiwis mis sensuales lectoras y lectores.
Espero que el capítulo de hoy haya sido de su agrado.
De ser así no olviden picarle a la torpe y sensual estrella. Además, de dejarme su opinión en los comentarios.
Les agradezco por toda la paciencia y apoyo en esta historia.
Los amorodo.
Sin más que decir...
...Eve cambio y fuera.
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