Love²
— ¡¿Dónde está la maldita bruja?! – Con odio, el supervisor le gritó a los hombres después de esconderse entre bolsas de cemento.
Habían sido atacados por sorpresa por el grupo estadounidense, los disparos resonaban y chocaban contra las bolsas de cemento, incluyendo algunas construcciones donde dormían.
El supervisor observó con precaución, notando como varias enfermeras alzaban las manos hacía los soldados para ser rescatadas.
— Hijas de perra – Susurró enfado, arrebató el arma de uno de los soldados, fijando la mira en la espalda de una de las doctoras, disparó — ¡¿A dónde creen que van?! – Soltó sádico, observando como la doctora caía al pasto lodoso, totalmente sin vida.
El resto, temerosas, comenzaron a correr sin importar si los mismos soldados del bando contrario les apuntaban, el erizo hizo todo lo posible por no dejar ninguna viva.
No dejaría que ninguna regresara con ellos, necesitaba doctoras, obligadas y amarradas se irían junto con ellos a otra base, pero sus planes se veían interrumpidos por esos aviones de rescate.
Fue cuidadoso, buscando con la mirada a cierta mujer más importante que el otro resto, Amelia.
— ¡Busquen a la rosada!, ¡La necesito de mi lado! – Tras su mandato, tres soldados escoltas se dirigieron con precaución para buscarla en los edificios.
Shadow estaba al pendiente de su superior, Mephiles tenía cierto parecido a él, pero era parte de los encargados en matar a los esclavos en los campos de concentración.
Siniestro, cínico y un monstruo, aunque había que reconocer, que Shadow tuvo que mancharse las manos también.
Después de mandar el S.O.S a los estadounidenses, Shadow sabía que tendría que actuar rápido.
Ellos creían que una de las enfermeras fue la que lo envió o probablemente una trampa, pero no esperaba que aparecieran tan pronto. Y eso solo complicó las cosas.
Necesitaba a Rose y Mephiles habia mandado a por ella, le prometió protegerla, pero los estúpidos soldados contrarios no dejaban de disparar, era irritante.
La bandera del campamento nazi fue quemada por los contrarios, los ojos de Mephiles se encendieron furiosos, ¡¿Cómo se atrevían?!.
Cuando hubo momentos en que los soldados se distraían, él aprovechaba para disparar, tratando de hacerlos retroceder en lo que las camionetas para escapar estaban listas.
Pero a Shadow poco le importaba, necesitaba tenerla, buscarla y huir cuanto fuera posible.
— ¡Shadow!, ¡cúbreme! - Gritó su copia, ambos notaron el descenso de un nuevo avión, venían más hombres con las armas cargadas, tenían que llegar al edificio de piedra más cercano por más balas y para cubrirse de una mejor manera.
— Como ordene - Dijo entre dientes, sabía que Rose estaría en manos nazis, si no protegía a Mephiles, nunca iba a encontrarla, sus secuaces seguramente debían tenerla en la oficina del edificio central.
< Pobre de aquel que le ponga las manos encima > Pensó, apretando la mandíbula por coraje, ambos se cubrían la espalda al pasar entre los cuerpos de sus propios compañeros caídos.
— ¡Quédate quieta! - Gritó Miles, Amelia lo recordaba bastante, era un maldito enfermo abusivo, tenía una linda esposa, con solo apenas unas dos semanas de embarazo.
Lo supo por que la coneja le habló, pidiendo ayuda con algunos consejos sobre maternidad. Miles se enfadó demasiado con su mujer ese día, reclamando que nunca podía hablar con una norteamericana, mucho menos si se trataba sobre su hijo.
El superior Mephiles se enteró de aquella discusión, entre ambos, se encargaron de que Cream no pudiera tener hijo nunca más... eliminando al primogénito del zorro en el acto... incluyéndola.
— ¡No me toquen!, ¡malditos enfermos! - Replicó, zafándose de sus manos puercas llenas de lodo, ensuciaron su bata, su cabello estaba hecho un desastre ante los jalones salvajes del par de idiotas.
— No vas a salir de aquí hasta que la ayuda venga, el estúpido grupo de soldaditos será revuelto entre ácido, no tienes esperanzas - Sonrió Ben, un lobo de pelaje negro con ojos grises y una marca de batalla en el ojo izquierdo, otro psicópata, utilizaba los cuerpos de las mujeres muertas como adornos.
Estaba encargado de los cadáveres, retiraba cada parte, cada fibra de los cuerpos como algo útil en los campos de concentración, desde dientes hasta la piel para forrar sus muebles.
Prefirió quedarse callada, no quería iniciar una pelea contra ambos o terminaría muy mal incluso antes de que el superior entrara por la puerta.
Escuchaban sonidos de armas diferentes, Miles y Ben se cubrieron y disparaban desde las ventanas de arriba del edificio, protegiendo a la doctora e incluyendo sus propias vidas.
La puerta principal se abrió, dejando ver un trio de sombras, rápidamente, apuntaron a los dos soldados nazis, eliminándolos como si nada.
El polvo que habían causado al derribar la puerta era preocupante, ya que impedía la mirada de la doctora, ¿y si le disparaban?.
— ¡Sal rata!, ¡arderás entre llamas como lo han hecho los inocentes! - Reconoció la voz, se acercó a la puerta principal, llorando mares de lagrimas mientras su corazón se estrujaba fuerte.
Trataba de emitir palabra alguna, pero el nudo en su garganta, y sentirla seca lo impedían, el pequeño eco de sus sonidos con tacones les indicó a los tres que se trataba de una mujer. No había peligro.
Un mujer no podría ni usar un arma. No tiene la fuerza.
Ambos rostros resplandecieron al volverse a encontrar, era Sonic acompañado de Knuckles y Migthy como cabo.
Amelia ignoró el olor a sangre que corría sobre el piso de cemento, los cuerpos inertes de los soldados yacían ahí, sus zapatillas se mancharon, su rostro estaba lastimado y eso causó la tristeza entre los tres compañeros.
Sintieron lástima por las atrocidades que debió vivir, en un lugar como éste, era como el mero infierno.
— ¡Por todos los cielos!, Amelia... ¡te creímos muerta! - Susurró el cobalto al tenerla entre sus brazos, acariciaba su pequeña cintura, su cabello hecho desastre.
Knuckles sostenía las ganas de integrarse, el armadillo se mantenía tieso sin comprenderlo, parecían conocerla bien.
— Estás a salvo, estarás bien te lo prometo, ¡vamos a llevarte a casa! - Amelia seguía sollozando, sorbiendo una y otra vez su nariz de tal emoción, pronto se separó de él limpiando sus lagrimas, sus manos delicadas ya no eran así, estaban rasposas, con leves rasguños y sus uñas estaban cortadas de mala manera.
Pero no podía irse, necesitaba buscar a su amado, necesitaba irse con él.
— Yo digo, que se quedan - El comandante Mephiles apareció por aquella puerta derribada, apuntando a los soldados con dos armas pequeñas en ambas manos, su acento alemán era tan característico, por que cada palabra siempre la llenaba de orgullo.
Estaba preparado para apretar el gatillo, obligó a los tres soldados a alejarse de la rosada a como diera lugar, incluso si eso incluía, haberle disparado al cabo, Migthy cayó al suelo por una bala en la pierna.
Knuckles apuntó al erizo azabache, pero era tarde, tenía a Amelia atrapada por el cuello, apuntando a su cabeza, ella trató de arañar o lastimar su brazo con sus uñas.
Pero estaban tan lastimadas, que sólo se provocaba daño así misma.
— Suéltala - Demandó Sonic, con la voz ronca y clavada de odio, ese alemán traía entre sus manos a la mujer angelical, no merecía ni siquiera verla.
— Come mierda, americano - Escupió cerca de sus botas, acto que provocó nauseas en el estomago de la mujer, era como un cerdo asqueroso, apestaba a sudor y todo su uniforme estaba cubierto de sangre y lodo.
— Te dejaremos ir si nos das a la chica - Knuckles intentó llegar a un acuerdo, si tenían a Amy, podían matarlo después u otro soldado lo haría, él supervisor no era los más importante, podían recuperar información dentro de los edificios si el ejercito lo necesitaba.
— La quiero a ella - Ignoró el sufrimiento en los ojos contrarios, iba a retroceder, mientras hundía su mano por el pecho de la doctora, si iba a morir, moriría después de haberla tocado.
Observó por el rabillo del ojo la puerta, donde Shadow tenía los ojos bien puestos sobre su ser, observando como era capaz de hacerle eso a la doctora frente a otros soldados.
— ¡Mátalos y trae la camioneta!, voy a divertirme con ella, solo me llevará algunos segundos - Shadow era como una piedra, observando con las pupilas dilatadas al superior Mephiles.
El trio de soldados temieron ante la mirada asesino que pronto se formó, como si su rostro pudiera demostrar la más grande furia desatada.
Levantó el arma, y mientras se acercaba a la espalda de Mephiles, enterró la punta en la parte de la espalda, se sobresaltó ante el contacto, dejando libre a la doctora y soltando el arma.
Molesto se giró para enfrentar a su subordinado, indignado por aquella acción.
— Nadie toca, a mi mujer.
Su voz, sus ojos representaban odio puro, Mephiles quedó en shock, la declaración era sorprendente, incluso para los otros soldados. ¡¿Su mujer?! .
Amelia sintió su cuerpo llenarse con descargas inexplicables de sentimiento, aquellas palabras significaban demasiado, que haya regresado para salvarla era un acto... tan heroico.
Disparó sin sentir un gramo de duda, el cuerpo de Mephiles se derrumbó, dejando que la sangre como otras, se esparciera sobre el cemento, dejando que su alma ardiera en el infierno como merecía.
Soltó el arma para extender sus brazos ante su amada, sin dudarlo, ella se unió a él con amor, limpiando la sangre que salpicó en su rostro, dejándolo casi limpio, frotó su mejilla contra la suya de manera cariñosa.
Estaba tan contenta por dentro que no podía evitar querer mimarlo, llenarlo de besos aunque a él le molestara ese tipo de acciones vergonzosas y melosas.
El resto, se quedó sin habla.
— Podrían, ¡joder!, ¡separarse por unos segundos! - Exigió Knuckles, ayudando a Migthy con sus muletas para poder entrar al jardín trasero de los Dark.
La pareja de recién casados festejaba su nuevo hogar con una pequeña fiesta en el jardín trasero, con Sonic contando al pequeño bebé azabache de manitas pequeñas y una sonrisa tan encantadora, como la de su misma madre; la historia de amor de sus padres.
Aunque ambos estaban de melosos a escondidas, mientras Shadow encendía la parilla para hamburguesas, Amelia coqueteaba ciegamente frente a él como era su costumbre, el alemán le contestaba con frases cortas, con guiños y alguna que otra cosa seductora que ella adoraba.
Incluso utilizaba ese viejo acento que se tenía bien guardado para evitar problemas con otros, ella amaba ese acento tan de él, tan único para ella.
— ¿Por qué tiene que hacer todo juntos?, son como dos chicles - Bromeó el Echidna, siendo seguido por su ex compañero militar armadillo, que se encontraba feliz de poder asistir a pesar de su discapacidad.
La herida de bala de hace años le impidió volver a caminar.
— ¿Qué decían? - Preguntó Amelia ante el escandalo entre la mesa, todos negaron, era inútil separar a ese par.
— Le contaba al pequeño Pat las aventuras de sus padres - sonrió, incluso cuando Shadow volteó a verle sobre el hombro, no le agradaba que le dijera así a su hijo Patrick.
— No le cuentes esas cosas, vas a traumarlo - Ligeramente molesta, la eriza puso ambas manos en su cintura, como una tetera.
— Cosas buenas, cosas buenas... ¿no es así pequeñito? - Bromeó.
— Bueno, ¡A comer!, tengo un hambre como del tamaño de un bunker - Pidió el armadillo, con fuerza en sus brazos, logró sentarse solo en una de las sillas, dejando las muletas recargadas sobre la parte trasera de ésta.
Shadow apareció, con hamburguesas preparadas, era como un robot en algunas ocasiones, aunque les pareció raro la amabilidad y cortesía, tal vez estaba de buen humor.
Al darle el primer mordisco, ¡era deliciosa!, un sabor único, la carne estaba tan bien preparada y con ingredientes y especias que desconocían.
— Disfruten - dijo Shadow — Es vieja receta - El trio de ex soldados se sobresaltaron ante el comentario, lo cual le causó gracia al azabache, incluyendo a su esposa, que lo golpeó levemente en el hombro antes de ayudarlo a traer las bebidas.
Mentirían si dijeran que no le tenían cierto miedo al erizo. Confiaban en él, pero dudaban de las maldades que podía hacer. La vez que Sonic le hizo una broma a la rosada en su cumpleaños, el cobalto no salió de casa toda una semana por problemas intestinales.
End
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