Prohibido tocar [1\2]

Evitó siquiera acercarse a dejar un beso en sus labios, pues a pesar de que moría de ganas, prefirió resistir.

Sacudió su púas para despeinarse un poco y se apoyó en sus rodillas, sonriendo amplio ante la vista de la eriza.

Una pequeña pelea de pareja, lo normal. Ella lo evitaba y eso incluía cualquier contacto visual, incluyendo el íntimo.

— ¿Vas a decirme que ocurre? — Suspiró con pesadez, a pesar de que las peleas llegaban a irritarle, verla haciéndose la difícil era lo mejor.

— Ya deberías saberlo — Le contestó, seca y cortante mientras preparaba su desayuno en un tazón para cereal.

— La verdad que no tengo idea, dame una pista, corazón.

Con delicadeza, subió sus manos hasta el moño donde su cabello permanecía agarrado, apenas lo liberó y su cabellera rosada cayó como cascada.

Con pequeños pasos, cada vez que se acercaba, acomodaba "disimuladamente" la blusa de tirantes que se caía sin razón alguna.

— Sabes bien de lo que hablo.

— Ven y explícame — Levantó los hombros para librarse de sus palabras.

— Ayer, en la noche, dijiste tenías algo importante para mi. ¿Dónde está?.

— ¿El paquete? — Ella asintió con los brazos cruzados y la vista fija — No vas a verlo hasta que sea el día.

— Quiero saber si me gusta, ¡nuestro matrimonio es importante!, quiero ver tú traje, déjame verlo - Él negó.

— No, y no es negociable.

Pensó por unos segundos, si conseguía seducirlo, podría ver el traje con más facilidad.

Había pasado toda la tarde de ayer buscándolo, pero no encontró nada hasta que, desesperada empezó a preguntarle.

Como él se negaba, prefirió ignorarlo, pero era casi imposible permanecer sin sentir sus toques sobre su piel.

Sus ásperas manos tocando sus hombros desnudos cuando entra a la regadera para tomar una ducha juntos, cuando deja un pequeño beso sobre estos cuando van a dormir y cuando termina sobre ella.

Dió una pequeña vuelta, subiendo ligeramente su falda de color durazno, hasta mostrar un poco arriba del muslo.

El erizo alzó una ceja, incrédulo, y teniendo toda su atención encima, ella se acercó peligrosamente.

Pasando sus manos por sus piernas, apretando un poco mientras las subía hasta el cinturón del pantalón contrario.

— ¿Qué creés que haces? - Le dijo.

Ella quedó inclinada, mostrando su pequeño escote mientras sus manos traviesas jugaban con el cierre del pantalón.

— Si me tocas, me das el traje — Advirtió con risa burlona, Shadow quedaba cada vez más impresionado por la actitud de su futura esposa.

Ese lado que no conocía, claro que le empezaba a volver loco. La propuesta era complicada. Aceptar algo así era como jugar y quemarse con el fuego.

— Rose, me vas a rogar - Soltó con sorna pero aceptó, conocía los puntos y debilidades de su mujer. Ella no podría resistirse sin ser manoseada.

Cuando ella acarició el botón de su pantalón, y volvió a tocar el cierre mientras su bulto crecía.

Instintivamente mordió su labio inferior. Sus manos se cerraron en puños detrás de él y sus ojos se clavaron en el escote que tenía frente.

No podía evitarlo, el calor subía a su cuerpo de una manera impresionante, y lo peor era que apenas comenzaba.

Nunca hubiera aceptado, sin embargo se sentía lo suficientemente valiente para resistirse.

— Cariño, ¿si lo abro, puede salir por aquí? - Fingió inocencia cuando bajó el cierre del pantalón ajeno.

Mientras más bajaba su escote se apretaba, sus pequeños senos se movían hacía enfrente dejándolos expuestos.

Su pequeña y diminuta falta, por atrás se subía, sus muslos estaban descubiertos y por atrás, seguramente era algo que le encantaría ver.

— Amelia, no jodas - Tragó saliva con dificultad, sus puños permanecían escondidos con fuerza y se apoyaba contra el sillón de manera firme.

Por delante sus piernas se habían separado más de lo normal y sentía su cuello arder.

Unas pequeñas gotas de sudor recorrieron su piel y en un par de minutos ya estaba muerto en calor, había cerrado los ojos para evitar mirar sus bonitos senos, pero parecía imposible.

— ¿Estoy siendo muy cruel?, dame el paquete - Desabrochó el cinturón, al momento de acercarse.

Recargó una de sus rodillas sobre el sofá y pegó su frente a la contraria mientras tomaba el cinturón en sus manos con rudeza.

Bajó sus labios hasta el cuello, besó, dejó pequeñas mordidas en el cuello y al final, volvió a regresar a los labios deseando tomarnos con salvajismo, quería sentir el sabor de su lengua contra la suya.

— Eres una desgraciada, pero no vas a verlo - Su respiración estaba demasiado agitada, se sentía literalmente por los suelos.

¿Qué le estaba pasando?.

El contacto de los labios ajenos era demasiado tentable, lo necesitaba más que a nada pero podía resistir, estaba seguro que lo lograría. 

Sus ojos nuevamente se cerraron guardando la imagen de la hermosa piel de sus piernas y, de nuevo, obligándolo a abrir los ojos solo para mirarlas.

Sus labios permanecieron entreabiertos, con sus manos soltandose un poco para relajarse. Estaba demasiado tenso.

— Y te gusta, te encanta que sea así de desgraciada, admítelo cariño esto te prende - Se separó, con el cinturón en sus manos, lo agarró de los extremos, como si fuera a darle un pequeño castigo. 

Se sentó en sus piernas, dejando un poco de espacio para ver el cierre abierto, puso una de sus manos sobre el pequeño bulto.

Sus uñas acariciaron la tela del boxer y su mano libre por debajo de la camisa.

Shadow inclinó su cabeza hacia atrás y llevo sus manos hasta su propia cabeza, sosteniéndola con un poco de brusquedad.

Estaba demasiado mal y tenerla encima le provocaba ganas de tocarla por todos lados posibles.

A pesar de que el día de la boda vería el traje, no quería que fuera hoy, aunque la situación se le escapara de las manos.

Estaba muerto en sus manos y que su manos tocará de manera tan peligrosa su miembro, de por sí ya lo alteraba, pues la erección que comenzaba a crecer parecía aumentar ante el toque de sus manos.

— Eres una tramposa, pero admito que me estás volviendo loco - Murmuró con la voz grave y se movió un poco para acomodarse, haciendo que un roce entre ambos le tocará un pequeño jadeo.

— No te muevas - Jadeó casi rogando, no quería que terminara pronto, aunque la idea del traje por su cabeza se volvía un poco alejada de su verdadera intención.

Tenerlo suplicando.

Desabrochó el botón del pantalón. Se levantó un poco, inclinándose y recargando sus senos sobre el pecho del erizo, sus manos bajaron al igual que su pantalón que llegó hasta las rodillas.

Luego, tras darle un pequeño beso en la barbilla, regresó a la misma posición.

Agitando solo un poco su retaguardia contra la erección.

Hizo un par de movimientos a los lados y en círculos. Solo estaban esos bóxers y su delgada tela estorbosa.

— Si solo pudieras sentirme - Jadeó ella, sin detener ninguno de sus movimientos.

El azabache podía sentir su humedad, estaba traspasando un poco y el calor de su cuerpo era maravilloso.

Aprovechó demasiado aquella frase, por lo que voluntariamente, meneo con suavidad sus caderas contra ella.

Mal ahí.

Cuando sus caderas comenzaron a menearse contra su miembro, su temperatura pareció explotar y su erección creció de manera inmediata, sin control que él pudiera tener encima.

Se acercó al oído de la hermosa eriza sin siquiera rozarla, pero lo más cerca que pudo.

— No sabes lo mucho que quiero tocarte, lamerte hasta hacerte venir en mis labios - murmuró con la voz ronca y un jadeo abandonó sus labios, haciendo que se recargara hacia atrás.

De forma brusca, la eriza se levantó solo para pasar sus manos por debajo de su propia blusa, haciendo un recorrido mientras él la miraba atento.

Apretó sus senos, gimiendo alto cuando la erección pegó justo en su entrada.

Las pasó por el seguro pequeño de enfrente del sostén, y fácilmente lo quitó.

Un par de maniobras y sacó ante sus ojos el sostén de tela delgada con encaje.

Lo dejó a un lado del sofá. Ahora sus senos solo quedaban descubiertos bajo esa pequeña capa de tela. Podían apreciarse sus pezones duros.

Despeinada, se recargó sobre el pecho contrario y su mano bajó hasta meterse en el boxer.

— ¿Qué debería hacer?, te tengo a mi merced y hay tanto pero no sé por dónde empezar.

— Necesitas de mi ayuda, pídelo - Él murmuró con la voz grave y la esperanza de poder llegar a un trato.

A veces la palabra "arriesgado" era demasiado para él y efectivamente terminaba en situaciones como ésta, donde estaba su orgullo y el amor/ placer con su pareja.

Un jadeo sonoro acompañó a Rose y no pudo evitar mover su cadera hacía arriba, estaba tan mojada que podía sentirse sobre su boxer.

Estaba apretando con tanta fuerza su labio inferior que había ignorado el hecho del sabor a sangre que había comenzado a emanar hace rato.

— Ya basta Rose, déjame tocarte.

— Aún no.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top