¡Oye vaquero!

No existía día en el que no pasara un solo segundo de su descanso en el taller, observarlo y buscar el pretexto perfecto para visitarlo era un sueño.

Pero ésta vez, fue diferente, en la cantina necesitaban a alguien extra para terminar de limpiar los tarros de cerveza y atender la barra.

Ella estaba lista con su almuerzo en la mano, preparada para salir de su trabajo y observar al reparador de armas como siempre, o como otros le llamaban, "El vaquero de las armas". 

Pero su jefe Knuckles obstruyó el paso, un gran Echidna rojo impotente, gruñón y con un horrible carácter controlador, impidiéndole salir, la obligó a quedarse turnos extra, le prometió dinero extra. 

Pero conociéndolo, cada palabra de su boca se transformaba en solo promesas vacías. 

Sin poder negarse, lo aceptó, todo debido a la amenaza de correrla de la posada de Rouge si se negaba. Se quedó a trabajar todo lo que restaba de la tarde hasta la noche, sin siquiera tocar el almuerzo. 

Deseaba terminar pronto para subir a la posada y dormir tal vez su cinco horas restantes, tendría que regresar muy temprano para limpiar y acomodar mesas, preparar el negocio como cada mañana.  

— Ugh – Recuesta su espalda en la silla de madera vieja, lleva media montaña pequeña de tarros y aún quedan, hay una gran fiesta y parece que no va a terminarse hasta la madrugada.

— ¿Qué sucede Rosita? Te ves muy pálida – Preocupada, Rouge se acerca tocando su frente con delicadeza, sus uñas largas, su vestido largo junto con su maquillaje, le dan un toque divino.

— Esperaba salir temprano el día de hoy, tenía una sorpresa para Shadow y todo se arruinó con la fiesta del comisario – Señala con la mirada la canasta con comida.

— Ay linda, si pudiera hacer algo por ti lo haría, con mucho gusto, pero ya conoces a mi rojito y trabajo es dinero – Intenta justificar a su esposo, con razones que sabe que ella no puede contradecir.

Trabajo es la principal fuente de su vida, si no lo tuviera, tal vez ya estaría hecha polvo en el desierto como los viajeros que se pierden en el camino.

— Espera, ¿dijiste Shadow? – Menciona abrumada la murciélago.

— El mismo – Se levanta del lugar para seguir con su tarea, el vestido azul que trae puesto es más cómodo que cualquier otro y eso facilita un poco las cosas, además de hacerle frente a las demás chicas con una cintura pequeña y figura no voluptuosa, pero si hermosa. 

— No puedo creer que sigas enganchada a ese erizo, ¡pierdes tiempo y juventud!, jamás va a ponerte la atención que mereces – Crítica fastidiada, siempre es el mismo cuento con ella. 

Obstinada a ganar el corazón de ese erizo azabache, él mientras tanto, siendo tan grosero como siempre.

— ¡Oye, mujer!, ¿Qué tal si nos ofreces algo? – Un hombre en las mesas grita con el tarro en la mano, sus mejillas están coloradas y el calor ya le ha subido los ánimos.

— Mi trabajo me llama, te veo después querida – Tras tomar un abanico detrás de la barra, Rouge se aleja moviendo sus caderas para llamar la atención y obtener un par de clientes.

Amy se queda del otro lado terminando lo que hace algunas horas comenzó.

Inesperadamente, Knuckles baja con un cubo repleto de basura, observa a Amy casi terminar con los tarros y aprovecha el momento.

— Necesito que lo saques de aquí – Se acerca autoritario, mostrando la basura.

— ¿Ahora? – Cuestiona cansada.

— Ahora – Recalca con tono molesto.

Con la poca fuerza que le queda, saca la basura del cubo, dejándola en la parte trasera de la cantina.

El día ha sido sumamente agotador, ni siquiera pudo almorzar con su vaquero, pero no funcionó y tal vez mañana pueda visitarlo.

Observa la luna llena en el cielo, prefiere regresar antes de que Knuckles le ponga algún otro trabajo o excusa para no dejarla descansar.

Al entrar a la cantina, observa la pequeña disputa entre el comisario y el reparador de armas.

— ¡Shadow! – Dice contenta, el erizo está acompañado de unos vaqueros color café oscuro, sus botas cubiertas con polvo y un sombrero negro característico de él.

Antes de acercarse, observa su reflejo en una de las jarras de metal, su cabello está bien ondulado, su vestido un poco sucio pero, son pequeños detalles que el agua puede quitar. 

— Tú hip... ¿Te creés muy fuerte con tus armas?... – El comisario ríe sonoramente, fingiendo ser el dueño de todo como siempre.

— Solo vine a buscar a alguien – Voltea el rostro para no oler el horrible aliento a alcohol salir de su boca.

— Estás molestando en mi fiesta, nadie te ha invitado erizo estúpido - Su tono de arrogancia causa molestia en el contrario, no soporta al comisario Sonic y su maldito ego de quedar como el más fuerte frente a todos. 

— Escuche, es mejor que se calme antes de que realmente, quiera hacer un escándalo - sus ojos rubí lo atravesaron en señal de advertencia, no estaba jugando, el comisario tragó grueso por aquella señal, conocía perfectamente al tal sombra. 

— ¡Vamos, Sonic!, ¡no dejes que éste patán te haga menos! - Gritó su compañero y amigo zorro, Miles el cobarde, escondiéndose en su sombra cuando el peligro se acercaba, pero abría la boca para entrometerse. 

Seguido de ese apoyo, el resto de sus compañeros y amigos comenzaron a levantar los puños, algunos golpearon con sus palmas contra la mesa, para que un encuentro iniciara entre ambos.

Desde hace años el comisario y el reparador tenían cuentas pendientes, pero no era el momento adecuado para aquello. 

A pesar de la mirada retadora de sombra, el comisario sin dudar sacó su arma, apuntando en la frente al azabache, no se inmutó, sus ojos seguían meramente clavados en aquel dizque, "Protector del pueblo". 

 — Vas a mostrarme respeto, reparador - Dijo y las sonrisas de sus fans detrás de él aparecieron, Sonic era un sueño para muchas, y una admiración para otros. 

Amelia observaba todo desde la barra, apretando los puños con fuerza al tratar de esa manera a su futuro prometido. Se armó de valor y abrió la pequeña puerta del mostrador, saliendo decidida a enfrentar al comisario y darle una buena bofetada. 

Antes de poder llegar, sintió imprevisto un brazo que sujetaba su cintura, junto con una mano estrujando una de sus nalgas, sus mejillas subieron de color y se sobresaltó por tal agarre. 

Giró su rostro y su mirada se enfocó en un mapache apodado ladrón, sucio, apostador y alcohólico, sintió como la mano bajaba y apretaba su culo de formas asquerosas. 

— Mira nada más, por fin saliste de tu madriguera preciosa, vamos a la mía por que necesito una buena atención, prometo que te lo pagaré - Obsceno, trató de robarle un beso apasionado, ella giró su rostro y alargó su mano para detener sus labios. 

Su aliento apestaba a basura combinada con tarros de cerveza, sintió unas horribles ganas de darle un puñetazo en el rostro y salir corriendo a los brazos de su vaquero. 

Pero él apretó su agarre con la cintura, pegándola a una pequeña erección bajo sus vaqueros chocolate, tras batallar por ser liberada, los gritos seguían dispersándose por la cantina, ella en un terrible intento fallido decidió golpearlo con fuerza pisando su píe. 

Él solo la agarró más fuerte, e inconscientemente y por los efectos del alcohol retrocedió golpeando una mesa con su espalda, ésta se movió y junto a ella se cayeron varios tarros llenos de cerveza, mojando el suelo de madera. 

El estruendo de los cristales en el piso alertó al comisario y al vaquero oscuro, todos los presentes, o algunos, concentraron su vista en el alboroto de atrás. 

La sangré hirvió por sus venas al ver a un mapache sobrepasarse con la señorita Amelia, enseguida dejó de interesarle al reparador. 

Inesperadamente, y para el colmo de Sonic, Shadow se apresuró al rescate de la damisela en apuros, y sin sacar su arma asustó tan solo con la presencia y cercanía al mapache, que soltó sin pensar a la rosada dejándola con los pechos casi de fuera. 

Acto siguiente, Shadow la cubrió, acercándola a su pecho tomándola desde el hombro para tapar el roto vestido de frente, esas uñas de mapache son afiladas y peligrosas.

El rostro de él estaba radiante de furia, ¿Cómo se atrevía a tocar a tan preciosa mujer?. Tapándola bien de las miradas impertinentes, iba a salir con ella de ese apestoso lugar. 

Knuckles no dijo palabra alguna, mordía su lengua para no detenerlos, tocarle los cojones a sombra de esa manera ya era peligroso.  

Solo los observaron salir, sin decir ni siquiera una sola palabra. 

Sonic solo apretó el arma sin munición, maldito vaquero negro. 

— Shadow... - Al salir de la cantina, seguro de que nadie saldría tras ellos, la montó sobre su caballo, ignorando palabras de ella, la llevó hasta su taller. 

Un lugar seguro para ambos. 

Al ayudarla a bajar, despega rápidamente la mirada de su casi cubierto pecho, entrando por las puertas grandes de madera con hierro como decoración, la jala para que entre, al entrar seguido cierra la puerta con cierta fuerza que le provoca miedo a la contraria. 

— ¿Por qué no llegaste?, ¿estuviste demasiado ocupada con ese mapache para venir? - Reclamó molesto, confundiendo las cosas. 

— Estuve trabajando sin descanso - se defendió cuando recuperó el valor —Traté de venir pero Knuckles me dejó más trabajo, de lo contrario me correrían de la posada, hasta te preparé un almuerzo en la canasta de siempre. 

— Una mujer como tú no tiene por que sufrir con tanto, sabes que puedes irte si quisieras. 

— ¿Tú me acogerías? - Intentó probarlo, viendo la mirada confundida del azabache mientras agachaba su cabeza, ocultando parte de su rostro con ese sombrero. 

— Es indecente que te vean con alguien como yo, no podrías conseguir un buen hombre - Le dio la espalda, acomodando su chaleco dejando en la mesa del centro su arma grabada, dentro habían varias armas más dentro de cofres, habia algunas mesas llenas de herramientas. 

El olor a metal, para ella, no era desagradable; ¿hombre?, el erizo era necio.

Apresurada, se colocó frente a él, no importándole si el frente de su vestido dejaba ver más de lo que quería, poniendo ambas manos sobre su cintura y con el ceño fruncido, dijo. 

— ¿Crees que te he dado almuerzos para nada?, Shadow estoy enamorada de ti desde que nos conocimos, acaso ¿no soy suficiente...? - Decepcionada, un repentino dolor en su pecho se esparce. 

— ¿Podrías cubrirte?, maldición, no puedo tomarte en serio. 

— Pues vas a tomarme enserio, Shadow el erizo - Se aproximo a él con confianza, y con el corazón puesto y lleno de sentimientos — Quiero que seas mi hombre, mi prometido y mi marido. 

Sin esperar respuesta alguna, enredó sus brazos con su cuello, acercando de forma brusca sus labios rosados contra los de él. 

En cambio, el erizo sonrió por sobre el beso, sabía las intenciones de aquella mujer, además de amar esa iniciativa. 

Se atrevió a capturar una vez más sus besos, bajando así la furia dentro de él, saciando su molestia con leves caricias para limpiar aquellas de ese horroroso mapache. 

Amelia  separó sus labios de los suyos, recuperando un poco de oxigeno, rubí con jade combinados, una reacción incomprensible. 

Sin o con permiso de ella, la tomó por la cadera y la subió a una de las mesas sin tanta herramienta encima, besando y recobrando la respiración en cada apasionado beso. 

Él apretó el rostro de ella al acercarse, quería explorar su boca con deseo, ella siempre imaginó éste momento, pasarlo a su lado en el taller, dejándose llevar por la inseparable atracción. 

Sin preocuparse, la rosada llevó las manos del contrario hasta las cuerdas que sostenían el corsé, en cambio, el azabache observó como los ojos de ella brillaban con lujuria, algo que nunca había visto en aquella eriza molesta. 

Alzó una ceja sonriendo contento, cosa que raramente y pocas veces ocurría en alguien como él... detalles como éste la hacen sentir especial, tener la oportunidad de verlo sonreír con sinceridad, no con burla, ni con ironía. 

Jaló y trató de zafar las cuerdas sin siquiera voltearla, conocía ese corsé como la palma de su mano, la había visto tantas veces por la espalda cuando ella no se daba cuenta, además de mirarla en repetidas ocasiones cuando se agachaba a ayudarlo levantando la herramienta. 

Cuando menos lo esperaba, la corriente de aire chocó contra su pecho al desnudo, sin nada debajo, solamente el miserable corsé decorado. 

Se sacó el sombrero negro, otorgándole algo de respeto al ver sus pechos, lo dejó de lado, sintiéndose afortunado. 

Besó el hermoso seno de color durazno, succionando y lamiendo parte del pezón, se mantuvo tranquila, o eso quería creer, sus mejillas estaban tan teñidas de color que eran casi del tono de las vetas rojas del vaquero. 

Mantuvo sus gemidos, pero mientras hacía más caricias, el azabache poco a poco iba despojándola de sus calurosas y molestas prendas, la falda del vestido, sus cortas botas con poco tacón de color blanco, incluyendo su propia ropa con una experiencia que ella prefirió ignorar. 

No tenía intención de preguntarle donde la había conseguido. 

Shadow acarició su entrada con dos dedos, extasiado de poder ver su cuerpo al desnudo, se lo había imaginado tantas veces, pero ahora no tenía palabras. 

Con su hombría al descubierto, después de otro par de miraditas juguetonas y besos húmedos, introdujo la punta en su entrada, provocándole un dolor, al seguir introduciendo, logró sentir la pequeña tela fina dentro de ella. 

Una estocada y se rompió, ella apretó sus uñas contra los hombros y espalda del azabache, dejando que con sus besos la relajaran para seguir lo que habían empezado. 

— No...no pensé que fuera a doler de ésta forma - Articuló palabras para decirlo, no podía describir la sensación al completo. 

— ¿Creíste que iba a ser piadoso?, parece que no sabes con quien hablas - Jugó al tomarla de las piernas, abriéndolas siendo brusco y sin darle tiempo de contestarle. 

La sangre pronto recorrió la fina piel rosada de ella, llenando un poco a Shadow por obvias razones, pero la sangre no le importó y continuó. 

Meneó sus caderas, sintiendo así las paredes apretadas de ella sobre su miembro palpitante, ella arqueó la espalda, se sentía tan bien, tan satisfactorio, el lado salvaje del vaquero sombra apareció. 

Cada estocada movía la mesa y las herramientas con ella, tirando una que otra en el proceso de hacerlos llegar al momento de que él, pudiera sacar su semilla, no dentro, no quería que ella tuviera un hijo suyo tan pronto. 

Mordió parte de su cuello al verlo disponible, sacando varios chupetones en la acción, ella se sentía como la mujer más deseada, apreciada por el único ser que le importa. 

— Maldito erizo... - Cabreado, Sonic observaba por fuera de taller, en un pequeño orificio entre las puertas de madera, estaban teniendo coito ahí, la preciada mujer que él consideraba es ahora, una mujer con un hombre a su lado. 

Asqueado, se alejó con un mal carácter y mal sabor de boca, quería plantarle una bala al azabache por el culo.

Pero sus balas se habían terminado y de cierta forma lo necesitaba para que le diera más, todo por no ser lo suficientemente veloz, Shadow se quedó con la damisela en apuros




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