¡Oh, que pecado!
El viento gélido de la mañana golpeaba las ventanas del edificio con fuerza, fue construido alrededor del siglo XV para albergar algunos secretos de la iglesia dentro de pergaminos antiguos, resguardados dentro de una gran bodega en el sótano.
Se levantó de la cama, con las púas despeinadas hacía arriba, caminó hasta el armario viejo de la habitación y encontró su capa larga y sencilla de color gris, cerrada por el cuello y muy amplia de abajo para tener algo de libertad en sus movimientos.
Sus maestros no estaban de acuerdo con que utilizara camisas y pantalones largos, por que no eran colobios y no seguía las órdenes religiosas. La cogulla es un hábito monástico, no es un ornamento litúrgico.
Sin embargo, era más sabio que cualquiera de los otros alumnos dentro del monasterio y por ende, tuvieron que seguir admitiéndole dentro de la casa de la luz como así le llamaban. Oculta entre las montañas con un hermoso sendero que lleva a la cima, allí, el gran santuario.
Bajó las escaleras luego de arreglarse, sus discípulos esperaban sobre una larga mesa de madera en el comedor central, uno de ellos, sirviendo una pequeña porción de arroz dentro de tazones de barro junto con un vaso de agua, y pequeños cubos de tofu.
Tomó asiento junto a ellos en la banca de madera oscura, pero un monje con la toga casi hecha pedazos entró, empujando con fuerza las dos puertas grandes de madera mientras se recargaba sobre una de ellas, recuperando el aliento del susto que había tenido.
— ¡¿Lu, qué fue lo que pasó?! - El erizo con el torso rasguñado trataba de decirles algo, estaba desesperado por hacerlo, sin embargo, sus ojos se giraron hacia atrás hasta volverse blancos, hasta que cayó al suelo, totalmente inconsciente.
Shadow se levantó de la mesa junto a los demás y socorrieron a ayudarle, no era normal, y pensaron lo peor al verle en el suelo con ese aspecto. Quizá, un feroz animal.
— Maestro, parece que no hay rastro de mordidas de animales - explicó uno de los monjes principiantes — Parece que se ha quedado sin energías y no despertará hasta que las recupere.
— ¿Qué pudo haberle provocado semejante miedo? - cuestionó el azabache, siendo Clayton quien hiciera sus propias conclusiones.
— Maestro, ¿y si una bestia lo atacó? - preguntó uno de los discípulos, preocupado por la seguridad del monasterio menor, un poco más abajo de la casa de la luz.
— Investigaremos, hay que dejarlo descansar - aclaró, necesitaba hacer que los demás entraran en calma.
Se acercó a observar la ropa rasgada, parecían uñas largas y grandes, y en su piel algunas marcas en el torso y en el cuello de moretones muy morados.
Salieron de la recámara, dejando a Lu dentro y en un profundo sueño. Cuando la mayoría se retiró, él tenía que hacer un par de encargos para la congregación, pronto iniciarían los eventos que la iglesia realizaba para la recaudación de ropa para gente pobre.
Caminó fuera del monasterio, caminando por las amplias escaleras de piedra decoradas con algunas de las plantas que nacieron ahí. Entre esos huecos de tierra.
Sintió una mirada y algunos pasos muy cerca, por lo que agudizó sus sentidos, prestando atención ante cada sonido hasta que percibió a uno de los monjes bajando las escaleras hasta alcanzarle.
Su rostro estaba demostrando el miedo que tenía por haber salido del monasterio, realmente era un misterio lo que le había sucedido a Lu, pero él ya lo había visto antes, y eso, no era una bestia cualquiera.
— Maestro... yo sé lo que le ocurrió a Lu - musitó con temblor en su voz.
Shadow se detuvo a escucharle, por supuesto, cualquier indicio será mejor para poder encontrar la forma de detener los ataques.
— Creo que hay un súcubo atacando la casa de la luz...
Abrió el gran libro cubierto de polvo, la biblioteca se mantenía cerrada y no era abierta debido a los pergaminos secretos que se encontraban ahí.
Cualquiera se volvería escéptico y buscaría otra explicación, pero la iglesia creía y buscaba pruebas de la existencia de esa especie de demonios para cazarlos.
Algunos se encargaban de la caza, pero esos demonios son muy comunes dentro de monasterios donde los monjes principiantes habitan, son las presas más fáciles.
Colocó la vela en la parte de la madera, para que la luz pudiera alumbrar los escritos sagrados.
Los súcubos, demonios con el mismo aspecto que Lilith, reina de la oscuridad. Aunque pueden revelar su verdadero aspecto horrendo, con alas, dientes largos y filosos o garras con las uñas tan afiladas que pueden cortar a un zoomorfo en dos.
Consumen la energía de la víctima mediante relaciones sexuales, durante los sueños, aunque, es posible morir durante éste.
Siguió leyendo, pero no había forma de vencer a ésta criatura, las escrituras no lo especificaban. Si Lu no despertaba, moriría en menos de seis horas.
Salió de la biblioteca, dejando cerrado con un candado de plata y cadenas bañadas en oro sagrado.
Observó por la ventana del edificio la Luna llena asomarse, faltaba muy poco para que todos fueran a dormir.
Subió las escaleras con tanta prisa que no se detuvo a ver las sombras que corrían por el hermoso jardín, tan misteriosas.
Al abrir la gran puerta de madera, estaría fuera de la protección del edificio sagrado. Sabía que debía protegerse, por lo cual, cogió una de las dagas bendecida por el mismo Arcángel protector. Hecha de un material completamente hecho a mano y forjado desde hace miles de años.
La ocultó dentro de su capa, sabía que podía encontrarse con el súcubo, y no sería nada difícil encontrarla, su aspecto simplemente resalta de todo lo demás.
Al salir, caminó por el bastó camino de piedras, igual al de antes, rodeado de flores y arbustos grandes junto con los árboles viejos de las montañas.
El gélido viendo frío volvía a aparecer todas las noches durante el invierno. Luciérnagas y grillos lograban escucharse dentro de la oscuridad del bosque.
Su trabajo como maestro, era enseñar a sus discípulos el camino de la luz y la entrega hacía la búsqueda del rey.
Cuando era más joven, su trabajo era ayudar en un viejo monasterio a pelear con demonios de un nivel bajo que atormentaban familias de recursos bajos. Pero ese tiempo, había finalizado cuando la oportunidad llegó a la puerta, y su maestro, se convirtió en su propio alumno.
Mientras recordaba, un movimiento tan veloz pasó cerca de los arbustos. Giró con rapidez, la criatura era rápida, demasiada, y logró escuchar su risa entre los árboles hasta que alzó la mirada y se encontró con un bulto oscuro y robusto.
Cuyos ojos eran morados tan resplandecientes y afilados cual dagas infernales.
Retrocedió, alzando los puños ante el contrataque. La criatura sonrió, y sus afilados dientes provocaban pánico, pero no para él; y carcajeó llena de sorna.
— ¿Un monje, peleando?, ¡Que te expulsen por usar la violencia monje estúpido!. — Exclamó riendo.
— No tienes permiso para estar aquí, éste es un lugar sagrado, rata inmunda.
El demonio gruñó, al mismo tiempo que una ligera corriente se avecinaba hasta que el súcubo inhaló el aroma del azabache.
Sus alas se expandieron entre los árboles, y aunque no lograban apreciarse muy bien, podía verse gracias a la luz de la luna que atravesaba el espacio entre las hojas.
— Ese olor... - masculló — Supuse que un monje normal no sería tan tonto para enfrentarse a mi.
La criatura estaba contenta, saltó en la rama hasta caer y alzarse en la oscuridad, el azabache caminó hacía atrás, necesitaba trabajar en la luz por que la oscuridad sólo le daba fuerza al súcubo.
— ¡Sal y muestrate!, criatura vil. Haz cometido un pecado al atacar a mis alumnos, la casa de la luz tomará eso como una grabe ofensa - declaró con fuerza.
— Si él salió de su propia casa no hay nada que puedas hacer - sus cuerpo salió de la tremenda profundidad del suelo cubierto por arbustos.
Con ropa transparente y unas mallas negras que contrastaban tan bien, su cuerpo cuyo pelaje rosado y de tono color durazno precioso, a la par de sus ojos morados transformados en un verde muy puro sólo para él.
— Demonio asqueroso - susurró, pensando en el cuerpo ajeno como una simple imágen falsa. No podía ser verdad, los súcubos cambiaban de forma para verse más atractivos ante la persona que eligieran.
Éste era su caso. Una eriza preciosa cuyo cuerpo era atrayente y voluptuoso.
— No había tenido el placer de conocer a semejante cazador, ¿no es emocionante?, no cualquier súcubo puede salir vivo - se acercó muy rápido, aunque su dulce voz era utilizada para hipnotizar al azabache.
Shadow sacó la daga, y el súcubo se detuvo justo antes de que el filo tocara la piel de su cuerpo. Jadeó asustada al ver la luz resplandeciente del arma, y tragó su saliva con verdadero temor.
— Por favor... no me hagas daño - chilló, mientras sus ojos se ponían lagrimosos y su voz se cortaba por el nudo formado en su garganta. Totalmente falso, pensó él.
— ¿Cómo podría dejarte libre luego del pecado que has cometido?, demonio infame - añadió molesto.
— Yo no tuve la culpa - aseguró, y provocó confusión en el monje azabache quien su daga no bajaba — tú alumno llegó sólo, ¿creés que no sé qué éste lugar es sagrado?, el niño ya estaba hundido en su propia oscuridad. El deseo de un adolescente caliente es tentador, y muy peligroso para él... - sus ojos miraron la daga, y Shadow no lo sabía, pero su mano comenzaba a bajar el arma lentamente — estaba en el jardín de la casa, mientras yo descansaba en el árbol, su rostro rojo mientras se masturbaba fuera de tú preciado convento.
— ¡Mientes! - gritó él, negando sus palabras con tal de no creer en lo que supuestamente, era la verdad.
— Es verdad - corrigió ella — conoces mi naturaleza, cazador. No puedo resistirme ante las presas fáciles - añadió y aprovechó para acariciar la barbilla masculina del erizo, la daga había dejado de apuntarle — ¿pero sabes qué es mejor que un adolescente caliente?, una presa difícil de conseguir - acarició su cuello con sus afiladas uñas, rozando la punta de sus púas contra las yemas de su mano izquierda — la experiencia de un verdadero macho que no ha probado el dulce sabor del placer en mucho tiempo.
La fuerza de su cuerpo desapareció, su corazón estaba latiendo con fuerza, y sus ojos estaban centrados en los del color verde.
Podía sentir los senos desnudos rozando contra la tela de su camisa negra de botones, los pezones erguidos que estaban tocando su torso, y esa fragancia tan dulce que emanaba del cuerpo femenino estaba entrando por su nariz.
Sus labios rosados se veían tan carnosos, deseables y apetecibles. Estaba en aprietos.
— Tus palabras no son más que sucias mentiras - agregó entre dientes, había caído dentro del hechizo del demonio frente a él.
Lo tenía atrapado, estaba hundido en su aroma.
— Estaba siendo sincera, y me llevaré un castigo por eso, las mentiras siempre han sido lo mío... a excepción de ésta noche - acarició la mejilla ajena, disfrutando de la sensación mientras le llevaba lentamente dentro de los arbustos para continuar.
— Lu no sería capaz, lo conozco, un chico excelente - no quería entrar a la oscuridad, pero ya no tenía el control de su cuerpo, estaba siendo controlado y la única forma de salir era negándose. ¡Podía hacerlo!.
— Así, ¡estás tan apretada!, ¿puedo tocarte los senos? - el tono de voz era exactamente igual al del chico, Shadow quedó perplejo — tú chico es muy guarro. Apuesto a que tú no me vas a decepcionar... ¿O si?.
Su torso desnudo estaba lleno de besos, ligeras mordidas y un olor impregnado a rosas.
Sus ojos estaban cerrados, su mandíbula apretada mientras los gemidos ajenos se escuchaban tan dulces.
Del árbol caían las hojas verdes durante cada dura embestida, la espalda del súcubo estaba pegada al tronco, y sus brazos estaban cruzados en el cuello del monje.
Sus mejillas calientes y rojas mientras de esa boca no salían más que burlas y jadeos.
La fricción entre su cuerpo y el suyo, estaba ardiendo.
Desde otra perspectiva, el azabache estaba teniendo sexo con el súcubo usando el árbol como la pared, mientras sostenía sus muslos rosados con sus manos fuertes sin dejar de estocarla.
Su pantalón estaba en el suelo, junto a sus zapatos y esa capa negra sobre uno de los arbustos junto con la daga en el bolsillo.
El súcubo lo disfrutaba, tanto como él mientras en su mente se arrepentía por caer en los brazos de la lujuria.
Sus bocas volvieron a unirse cuando su interior se puso caliente, y ambos llegaron al punto exacto del dulce placer.
Estaba cansado, y alejó su boca para recuperar el aire. Podía decirse que el súcubo por fin había tocado las nubes.
— Eres diferente cazador... muy diferente - sonrió extasiada.
— Cierra la boca.
— ¿Hacemos un trato? - susurro en su oído con tono meloso, provocador - aún sigues adentro.
— Te recuerdo que no tengo el control - gruñó él.
— Oh no, si tú lo tenías, te lo devolví luego de nuestro primer beso - mencionó con burla mientras acariciaba sus hombros — volveré todas las noches para tener sexo contigo, prometo no tocar a ninguno de tus alumnos si me dejas consumir la mitad de tú energía.
Él rió, separándose del cuerpo femenino para mantenerse alejado de sus engaños.
Estaba poniéndose la ropa antes de que alguien lo viera o sería el final.
— Tú no puedes hacerlo.
— Si puedo - aclaró — los dos salimos ganando, te dejo con la energía suficiente para volver a tú monasterio, y yo me quedo con mi energía y con tú deseo.
Era peligroso hacer un trato con ella, un súcubo siempre podía mentir, ella era un demonio, y él un monje, no era lo correcto.
— Seguir visitándote sólo aumenta mis pecados - añadido, ella se aproximó, ayudándole a cerrar esa camisa negra de botones con sus dedos.
— Podemos pasar desapercibidos. Me interesas, cazador - no era un encanto, no estaba sobre un hechizo, pero no podía decirle que no.
Sólo por un bien mayor, sólo por eso, ¿No?.
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