La sensibilidad de una Omega

Habían pasado varios días desde la ida de su pareja, se sentía vacía, con una intensa inseguridad en su pecho temiendo inclusive de su propia seguridad.

Deprimida, sin ánimos para probar siquiera un bocado, dormía pocas horas, esperaba a Shadow en la madrugada en la mesa del comedor, no sabía con exactitud cuándo regresaría y eso no ayudaba para nada a tranquilizarla.

Sally le explicó que las sensaciones y sentimientos eran normales cuando las parejas formaban su unión, pero usualmente, las primerizas tienen que luchar con estar separados, pues la sensación era inclusive más fuerte dependiendo del lazo amoroso entre ambos.

Lo peor era que sus días de celo estaban por acercarse, poco a poco su cuerpo comenzará a subir de temperatura, como si fuera una fiebre, el cuerpo comenzaría a dolerle y sus fuerzas se perderían, su cuerpo expondría su olor y fragancia para cualquier lobo disponible que deseara pelear y reclamar.

Se sentiría débil y entre sus piernas, bajarían los apenas visibles jugos de su interior, lo necesitaría si quería sentirse bien, por el resto de una semana entera sin salir de la habitación hasta que él deje su semilla dentro de su pequeño cuerpo.

A menos que tomara alguna pastilla para tratar de ocultar el olor, podría, tratar de soportarlo.

Irritada, esa era la sensación, se sentía molesta por tener que llegar al trabajo en esas condiciones, las pastillas funcionaban ya que no caía al suelo ni buscaba consuelo, pero el olor de su celo era inevitable.

Era tan fuerte que parecía un afrodisiaco para sus compañeros en el piso de la oficina, tuvo que bajar su falda un par de veces cuando notaba un par de miradas en sus piernas, la recorrían desde la punta de sus tacones hasta detenerse en la parte superior de su blusa.

No era una eriza de cuerpo escultural, tenía hermosas piernas, unas curvas hermosas que le daban toque elegante cuando vestía profesionalmente y formalmente; sus senos eran pequeños como dos duraznos, pero su piel era tersa y suave. 

Su cabello largo hasta la cintura, sus ojos verdes y resplandecientes de vida, seguido de un cutis y hermoso rostro. Si, Amelia era muy hermosa. 

En el descanso, tratar de llegar a la cafetería era un terreno de miradas que la preocupaban, se sentía nerviosa e insegura, sabía que aquellos sentimientos serían una molestia para su pareja, tanto así que la separación en ambos comenzaba a ser un problema. 

Compartían sentimientos, podían saber como se encontraba el otro por más lejos que estuvieran, y mientras más lejos, más dolía la marca y la depresión aumentaba. Por lo tanto, regresó sobre sus pasos para volver a trabajar, sin descanso si era necesario. 

No quería ningún otro alfa cerca de ella. 

Ésta vez, las pastillas se habían terminado, a la mañana siguiente el frasco estaba vacío y de ninguna manera saldría así a plena luz del día, se dejaría totalmente expuesta. ¡Era como poner comida fresca sobre una bandeja de oro!. 

Comenzaba a sufrir los primeros cambios, el exceso de calor, su frente comenzando a brotar gotas saladas de sudor, y sentirse sin ninguna energía. 

Sus párpados comenzaban a caer, logró sujetarse en la pared con la poca fuerza que le quedaba, necesitaba regresar a la cama.  

De manera apresurada, trataba de moverse rápido con pasos tontos y adormilados, su pecho ardía, su marca palpitaba y su interior gritaba por atención y cariño; logró llegar a la habitación, se recostó después de cerrar la puerta. 

Dejó que su cabello se extendiera entre las sábanas mientras trataba de quitarse la ropa, ya no estaba pensando con claridad cuando de entre las piernas, su intimidad comenzaba a humedecerse, podía sentir como dejaba olor en toda la habitación e iba bajando hasta la parte de abajo de la casa. 

Se le ocurrió algo tonto, descabellado, perverso. Llamar a su alfa. 

Estiró su brazo hasta tomar el celular entre sus delicadas manos, marcando con desesperación el número que se encontraba en favoritos, lo puso en modo altavoz mientras de despojaba de las últimas prendas hasta quedar desnuda sobre la cama. 

La fiebre no bajaba ni un grado, su ser estaba siendo lastimado por la falta de tacto y emoción. 

Segundos después de sonar, Shadow contestó "¿Cómo te encuentras? " lo escuchó decir, mientras al fondo se escuchaban sus dedos chocar contra las teclas de su computador. 

Era obvio que podía sentir las emociones de su pareja, la marca y el lazo lo decían todo.

Estaba molesta, hirviendo y la ronca voz de su alfa causó la mínima sensación de escalofríos en la parte baja de su espalda, la marca dolía, como si los colmillos de él fueran nuevamente enterrados en su suave piel. 

Suspiró bajito, cerca del celular mientras se daba vuelta para quedar boca arriba sobre las sábanas. 

— Regresa, te necesito – Gimió su nombre repetidas veces, como susurros cortos, estaba tratando de conectarse, necesitaba tenerlo encima suyo, de una u otra manera tenía que hacerlo regresar. 

A pesar de no verlo, podía imaginarlo, tratando de ignorar posiblemente el dolor de su marca, o las ganas de regresar y reclamarla una y otra vez sobre la cama. 

Estaba perdido, él mismo lo sabía cuando noches antes, el dolor en su hombro se esparció, todo a causa del lazo y unión, incluso comenzaba a enfadarse o irritarse con facilidad con los demás, incluyendo sus propios compañeros. Era porque su hembra estaba cerca del celo. 

Y todos eran un problema.  

Alzó la mirada fuera del computador, estaba en la cama de su hotel, las ventanas estaban cerradas, cerró la pantalla del computador y decidió darle la satisfacción a su Omega, al menos hasta que regresara que en cuanto pudiera, iría y pasaría el resto de su celo a su lado. 

— Oh, debes estar tan mojada, ¿no es así? - Habló ronco, excitado emocionando a la eriza del otro lado de la línea. 

— Así es, necesito tenerte conmigo en estos momentos, ¡no puedo seguir con éste dolor!, ¡por favor regresa! - Sentía impotencia, quería verlo, tocarlo, besarlo, montarse sobe él, ¡todo por los cambios de humor y sus celos!, comenzó a sentirse deprimida mientras el dolor y la calentura no cesaban. 

— Vas a tener que buscar una manera de controlarte, sabes bien que en cuanto llegue te abriré las piernas y vas a tener que gritarme que te deje en paz - Mencionó, no imaginó que la contraria comenzaría a estimularse del otro lado. 

Podía escuchar levemente los pequeños quejidos y jadeos, ¡joder!, su hembra le hablaba mientras se masturbaba, era perfecto, su marca ardía y quemaba cuando ambos tenían el mismo deseo y necesidad sexual. 

— Shadow, se siente bien, ¿acaso tú me lo provocas? - Acarició con delicadeza los labios vaginales de su intimidad, pasando sus dedos sobre su piel y el contorno de uno de sus senos. 

Estaba tratando de controlarse. 

— Tú sabes que si, Rose.

Pero mierda, la calentura era inevitable; introdujo un par de dedos en su feminidad, disfrutando de la sensación e inclusive, sintiéndose totalmente bañada en su lubricante.

— Estoy tan mojada... – Ronroneó, dándole satisfacción al contrario, le gustaba cuando su hembra se ponía de esa forma.

— ¿Es por mi?, apuesto a que te enciende mi voz – Shadow sonrió de forma ladina, coqueto y de cierta forma, con la misma idea de realizarse una paja por los gemidos que su pareja estaba dando.

— Voy a... siento que voy a tener un orgasmo – Apretó uno de sus senos con fuerza, moldeando y moviendo en círculos su pequeño pecho; sus dedos en su interior se detenían y volvían a moverse.

Esa pequeña fragancia comenzó a aumentar de aroma, ¡hombre muerto que se acercara a la casa!. Conocían a la pareja de la rosada.

— No te detengas – Mandó, utilizando la voz de alfa, implicaba un control absoluto sobre su pareja; para Amelia, escucharlo de esa manera era excitante, se ponía posesivo, demandante, incluso salvaje.

— N-no puedo – Musitó, su interior estaba derramando lubricante, sus dedos no se detenían y seguían con el mismo ritmo, lo imaginó, encima de ella dando órdenes y tocandola en la parte baja con sumo placer.

Su mente se nublo cuando comenzó a escuchar suspiros y gemidos roncos de su Alfa, él también estaba teniendo su propio placer.

– Dije que no te detengas, ¿piensas desobedecer a tu Alfa? – Gruñó cuando apretó su miembro erecto, la imaginaba, podía hacerlo.

¿Sexo telefónico?, si, tal vez era algo tonto, pero era la única manera de poder escucharse entre sí cuando se necesitaban de esa forma

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