Capítulo 18
*Bastian*
Hogar. Nunca imaginé que volvería. Después de lo sucedido con Adela no pensaba regresar a Sfera, y menos aún a la que había sido mi casa todos estos años. Era muy duro vivir rodeado de los recuerdos de su presencia sin poder tenerla.
No fue hasta que no estuve delante de la puerta de mi antiguo hogar, que me di cuenta de lo mucho que había echado de menos a mi familia. Mamá aún estaba trabajando, así que tendría que esperar para poder verla.
Sin embargo, su ausencia no me impedía entrar, la llave que guardábamos de repuesto debía estar en el mismo lugar de siempre. Y así era, tras el tercer ladrillo de la ventana.
Cuando entré me alegré de ver que las cosas seguían estando justo como cuando me había ido.
Cerré con cuidado la puerta, dejé atrás el pequeño recibidor y me encaminé hacia el despacho de mamá. Ahí estarían las respuestas a mis preguntas.
Pasar de nuevo por aquellos pasillos me llenaba de melancolía. Me hacía recordar todo lo que había perdido. Mi vida aquí en Sfera, a Adela, a mi padre…
Su pérdida dolía más de lo que quería admitir. Sin embargo, no era tiempo de detenerme en esos pensamientos. Debía centrarme en encontrar la caja.
Sacudí mi cabeza, como si de aquella manera pudiese guardar mis recuerdos en algún lugar oculto de mi mente y de difícil acceso.
Inconscientemente me llevé una mano al bolsillo de mi chaqueta y saqué de ella la carta que me dejó papá antes de morir y que llevaba a todos lados conmigo.
“Mi querido hijo:
Sé que debes odiarme en estos momentos. Pero hice lo que era necesario para todos. Algún día lo entenderás y espero que puedas perdonarme. Mientras tanto necesito que seas fuerte y cuides de mamá y Tristán. Pero sobre todo de ti.
No quiero que pienses que eres el responsable de mi muerte, no pudiste frenar mi marcha porque no había forma de pararme. Debí irme con los caminantes, era la única manera de manteneros a salvo.
Te pido que no vayas en busca de venganza. Deberás esperar, la justicia se toma su tiempo en actuar, pero hay que aprender a ser paciente.
Algún día necesitarás la caja que tanto me he esforzado en proteger. Ahí hallarás las respuestas a todas tus preguntas. Ábrela solo cuando sea necesario, no antes, abrirla antes de tiempo tan solo traerá caos a tu vida y no saciará tu sed de curiosidad.
Confío en que sabrás cuando será el momento y espero que llene de paz a tu ahora atormentada consciencia.
Te quiero con todo mi corazón hijo, no lo olvides nunca.
Pd: Ella es la clave de todo. Cuídala y protégela. Solo así conseguiremos ser libres.”
Leer de nuevo aquella carta que ya había memorizado, me encogía el corazón una vez más. Y me recordaba la gran cantidad de incógnitas que asechaban a la muerte de mi padre.
En estos años no he conseguido averiguar quién es ella, esa persona que nos liberaría, pero tampoco he descubierto de qué nos deberá liberar. Tan solo tenía preguntas que esperaba que se resolviesen hoy.
Aunque temía estar equivocado y que aquel no fuese el momento en el que debía abrirla. Mi padre había dado su vida por proteger la caja. Y él por alguna razón había decidido hacerme a mí responsable de ella.
El despacho de mamá no había sufrido ningún cambio en estos meses. El escritorio continuaba repleto de carpetas y de documentos, los cuadros de Tristán y míos adornaban las paredes y como de costumbre las ventanas estaban cerradas con candados.
Nos vimos en la obligación de asegurar las ventanas para proteger los expedientes de los alumnos del amparo y tras la muerte de papá fuimos víctimas de varios intentos de robo.
Paseé mis dedos sobre la madera del escritorio en busca de la tabla que sobresalía. En cuanto di con ella me agaché para poder ver el botón que abriría uno de los cajones. Ahí es donde había guardado mamá la caja.
Al otro lado se escuchó un ligero clic que me alertó de que ya estaba abierto. Rodeé la mesa pero en cuanto estuve delante y terminé de abrir el cajón, ante mí no había rastro de la caja, en su lugar había una nota junto a una especia de brújula. El papel decía que la brújula me orientará en el bosque y espantará a las tinieblas.
Busqué en el resto de cajones, pero nada, la caja no estaba aquí. Guardé el objeto en mi bolsillo y salí de casa. Aprovecharía mi visita a Oniris, antes de regresar de nuevo al campamento.
Volver a mi trabajo anterior era extrañamente agradable. Antes salía de este lugar deseando no volver más y ahora me alegraba de estar aquí una vez más. A lo lejos la sirena sonó y los alumnos salieron en manada de la pequeña puerta del centro. Aquello me hizo recordar a mis años en el instituto y la cantidad de veces que me escapaba para evitar salir con el resto de alumnos por esa pequeña puerta.
Esperé a que la masa de gente que luchaba por llegar al exterior se despejase y a lo lejos vi una robusta figura caminar hacia la salida. Llevaba su bolso colgado al hombro, y su cabellera pelirroja peinada hacia atrás.
Yo continuaba apoyado en el muro de en frente cuando pasó por mi lado sin si quiera reparar en mi presencia.
—Uno sale por una temporada y al volver no tiene ni bienvenida de su mejor amigo. — Mis palabras consiguieron frenar su paso y que se diese la vuelta.
Su cara era la clara expresión de desconcierto. No esperaba verme aquí.
Sin darme cuenta sentí sus fuertes brazos envolver mi cuerpo en un afectuoso abrazo. Sin duda, él también me había echado de menos.
De pronto dejé de sentir su cercanía y su cara de felicidad se transformó en una de preocupación.
—¿Ha pasado algo? Dijiste que no volverías en un largo tiempo. ¿Están todos bien?
—Sí, sí. Todos estamos bien. —Miré a mis lados para asegurarme de que no había nadie cerca que pudiese escuchar lo que le iba a contar a continuación.
Sin embargo, decidí no decirle nada de la razón de mi vuelta a Sfera, o por lo menos no aquí. Ningún lugar era lo suficientemente seguro, pero contarlo en la calle era más arriesgado.
—Tenemos que hablar, Kevan. —Decidí decir en su lugar.
—Vamos a casa. Allí estaremos solos. —Había entendido que la causa de mi regreso sería un tema delicado.
Estaba viendo los cuadros que tenía en la estantería cuando lo escuché entrar al salón. Sostenía una cerveza en cada una de sus manos.
—De alguna manera tengo que celebrar que tengo a mi mejor amigo de vuelta conmigo —comentó a medida que extendía una de ellas hacia mí. La acepté y continué mirando las fotos tras darle un trago.
Cogí entre mis manos un marco donde estábamos Kevan y yo disfrazados de gato y ratón.
Recordaba que esa foto nos la había sacado mamá poco tiempo después de habernos conocido en el amparo. Él había llegado aquí con tal solo ocho años tras perder a su madre. Y yo pasaba las tardes ahí jugando con el resto de niños cuando papá estaba fuera y no podía cuidarme.
Días antes de sacar esa foto, mamá me había dejado jugando en el patio con el resto de niño, cuando a lo lejos lo vi a él solo. Decidí acercarme y le propuse jugar juntos. Sabía que era nuevo y no quería dejarle solo.
De inmediato, los dos propusimos el mismo juego. El gato y el ratón. A partir de ahí nos volvimos inseparables.
—Me alegro mucho de que estés aquí, capitán gato —dijo mirando la foto a mi lado.
—Siempre estaré al rescate, señor ratón. —Dejé de nuevo el cuadro en su sitio y me senté en el sillón. Ya era hora de hablar. Él pareció entender mis intenciones y copió mis movimientos.
—Cuando llegué a la Tierra —comencé sin rodeos —. Nunca imaginé que volvería, y menos para contarte todo lo que te voy a contar.
Kevan a mi lado escuchaba con atención cada una de mis palabras.
—Los primeros meses fueron difíciles, trataba de adaptarme a la nueva vida. Me busqué un trabajo, un piso y comencé de cero con Turrón. Eso ya lo sabes.
Él asintió en respuesta.
—El tiempo pasaba y había conseguido adaptarme a la rutina que había creado. Estaba empezando a acostumbrarme a la vida allí, pero de pronto un día, cuando ya había asumido que nunca más la volvería a ver, ella apareció.
—¿Qué? ¿La encontraste? ¿A nuestra Adela? —Parecía no creerse lo que le decía.
Asentí en respuesta. No podía hacer nada más. Yo tampoco me lo creería si no lo hubiese vivido. Las probabilidades de volvernos a encontrar eran escasas y sin embargo aquí estábamos.
Comencé a contarle detalladamente todo lo que había pasado desde que la había encontrado hace unas semanas atrás en el supermercado hasta ahora. Él escuchaba atento a cada una de mis palabras, hasta que de pronto me paró.
—Espera, para. —Levantó sus manos para enfatizar sus palabras —¿Me estás diciendo que recordó que eras alérgico a las gambas? ¿Sin tú haberle dicho nada?
Fruncí el ceño. No sabía a dónde quería llegar con esas preguntas. Lentamente asentí, expectante de que sería lo siguiente que dijese.
—¡¿Sabes que significa eso?! —Su emoción había conseguido que diese un salto sobre mi asiento —. Hermano, eso es lo mejor que te podía haber pasado.
—¿De qué estás hablando? —Parecía que había encontrado la cura a una enfermedad mortal. Estaba fuera de sí.
—Escúchame. —Cogió mi cara entre sus manos e hizo que le mirara —. Ella consiguió recordar tu alergia, porque de alguna manera sabía que algo no iba bien. Eso solo significa que sus recuerdos no han sido borrados, solamente están anulados. Tan solo tenemos que hacer que vuelvan.
Ahora sí entendía su emoción.
—Entonces, si estimulamos esa parte de su cerebro que está anulando sus recuerdos, tal vez podremos hacerla recordar —terminé yo.
En aquel momento la poca esperanza que me quedaba volvió a florecer, y por primera vez en mucho tiempo creí que todo saldría bien.
—Ya sé con quién debo hablar. Déjame todo esto a mí.——Mañana debía visitar a una vieja amiga. Ella me ayudaría a hacer recordar a Adela.
El resto de la tarde continuamos poniéndonos al día de lo que había pasado en nuestras vidas durante este último año. De pronto la cantidad de cervezas que nos habíamos bebido comenzaron a incrementar.
Y así, sin darnos cuenta, pasamos la noche. Él, feliz de tener de vuelta a su amigo, y yo, rebosante de alegría y esperanza, lejos de la incógnita de la caja y su paradero.
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Estoy de vuelta! 🤗🤗
Sé que hace tiempo que no actualizo y me disculpo por ello, pero espero que este capitulo les haya gustado mucho.
Una pequeña aclaración que quería hacer sobre el capitulo. El juego del gato y el ratón, la verdad que no sé si es típico de aquí en España o también es conocido en el resto del mundo, pero es parecido al juego de las cogidas, por si no lo conocían.
Muchas gracias por leer.
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Besooos 💞💞
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