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*se nos acabaron las frases en la fábrica, envíe una en español traducida al francés y gánese un Adrien de regalo* 

Perdone los problemas técnicos, gracias. 



Se hallaba en el auto de Adrien. Había sugerido llevar el suyo pues no se podían usar los del servicio de inteligencia para otras cosas que no sean aquellas misiones. Se mantuvo con los ojos vendados hasta cierto tiempo donde su acompañante le permitió quitarse la tela. Marinette le observaba de reojo en el asiento del copiloto, se dirigían al hospital donde se encontraba Nathanael y el rubio parecía serio. La joven apartaba la mirada, simplemente no sabía en dónde enforcarla. Recordaba ese beso, quizás había sido necesario pero sentía como si un montón de sentimientos se hubiesen intensificado luego de aquello.

—¿Tengo algo en la cara que me miras tanto? —preguntó Adrien con una sonrisa juguetona.

—¿Qué? ¡C-claro que no! —Marinette se cruzó de brazos, aunque con el cinturón de seguridad fue algo molesto—. ¿Es que no puedo mirarte? ¿Eres de propiedad privada? ¿Me denunciarán por hacerlo? ¿eh?

Adrien parpadeó sorprendido ante una contestación tan rápida y soltó una risita.

—No, claro que no. Ojalá fuese propiedad privada, me refiero, a propiedad de alguien —dijo mirándole de reojo y volvió su mirada en la carretera. Apretó sus manos en el volante. Marinette apretó sus labios, sabiendo muy bien que se refería a ella.

En cuanto llegaron al hospital Marinette abrió la puerta pero vio a Adrien hacer lo mismo.

—¿También bajas? —preguntó confundida.

—Sólo te acompañaré —respondió apretando el botón de su llavero para cerrar su auto de forma automática. Lo guardó en el bolsillo de su traje, tanto Marinette como él se habían duchado y cambiado.

—¿Qué haces? No, Adrien, no será bueno que...

—¿Qué entremos juntos? No lo iba a hacer, dejaré que hables con él y entraré luego —comentó mientras subían las escalinatas a la puerta principal del hospital.

—Eso me da aún más miedo —contestó y agradeció al ver que Adrien empujaba la puerta y la mantenía abierta para ella. Al entrar no reconocía a nadie pero le pareció que su compañero ya había estado allí.... Una gran cantidad de veces pues todos los enfermeros y enfermeras le hablaban de forma familiar incluso a pesar de ser famoso.

Un enfermero los guió hacia donde estaba la habitación de Nathanael, les había dicho que tenían suerte de haber venido en horario de visita.

—¿Por qué todos te conocen aquí? —quiso saber la chica al mismo tiempo que se dirigían a la habitación.

—¿Será porque soy famoso?

—No me engañas, todos te tratan como si fuesen buenos amigos.

—Soy una persona muy sociable —Adrien alzó sus hombros con indiferencia y sonrió.

Antes de entrar el chico se detuvo y dejó que Marinette entrase primero. El cuarto de Nathanael era simple, pero en la mesa de luz había una gran pila de cómics. Su cabello pelirrojo contrastaba entre tanto blanco.

—¡Mari! —exclamó el chico dejando el comic que tenía entre sus manos sobre su estómago—... No sabía en dónde estabas... Estaba preocupado —extendió su mano hacia ella y Marinette se la dio. Éste la atrajo para darle un abrazo.

—Perdóname por no haber venido antes. ¿Cómo te sientes? ¿Estás bien? —dijo al verle vendada la cabeza y otras partes del cuerpo.

—Estoy mucho mejor ahora que te veo.

Marinette sonrió algo avergonzada y le dio un beso en la frente.

—Te pregunto en serio. ¿Cómo te sientes?

—Mejor. Mamá me trajo algunos cómics de casa, los que no me llevé a mi departamento, mira —tomó un par y se los dio—. Los leía cuando era pequeño, me encantaban.

—Vaya... Se ven tan coloridos. ¿En verdad te gustaban estas cosas?

—Sí, son algo infantiles pero me agradaban —respondió y volvió a acercarle para abrazarle—. ¿A ti te pasó algo?

Se abrazó a sí misma y recordó. Había dejado atrás a Nathanael para correr hacia Adrien.

—No... Estoy bien. Yo...

—Sé que lo sientes, por esa noche.

—Sí, en verdad lo siento, sólo...

—Lo comprendo, en verdad, te gustó por mucho tiempo y verle de nuevo así...

—¡Nathanael tú también me gustas! No debí haber actuado de esa forma —dijo rápidamente nerviosa.

—Espera, ¿qué dijiste?

—Que me gustas Nathanael, eso dije.

—No, no. No fue eso exactamente... Marinette, dime lo que...

—Dijo que también, que también le gustabas —otra voz irrumpió en la sala, era Adrien quien había entrado en cuestión de segundos. Miró a Marinette con una leve sonrisa—. Es extraño cuánto peso puede tener una sola palabra, ¿verdad?

Marinette se quedó muda. Inconscientemente se había confesado y lo peor de todo, se lo había dicho a Nathanael quien ahora observaba al rubio con el ceño fruncido. 


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¡Hola! Aquí de nuevo. Gracias por leer y no se olviden de dejar un comentario <3 Los leo todos a pesar de que no contesto la mayoría de las veces. 

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