OO6

Julian.

─ ¿Qué? ¡Eu, soltame pelotudo! ─ El cuerpo de Enzo sobre el mío me impedía totalmente el movimiento. ¡¿Qué mierda le pasa?!

Enzo no me contestó. Por un momento pensé que estaría jodiendo, pero su silencio y su desnudez lograban desechar esa idea. No estoy seguro de qué pasa, pero comenzaba a asustarme. Parecía ¿dormido?

─ ¿Enzo? ─ Le hablé moviéndo un poco sus brazos. Pero no respondió. Siguió en la misma posición, sobre mí y su rostro perdido. ─ E-Enzo cortala... ─ De un movimiento demasiado repentino, mis manos fueron arrastradas hasta quedar sobre mi cabeza, y mis brazos extendidos en mi contra. Enzo se encargó de sujetarme con fuerza, demasiada. Levantó su rostro, hasta dejarlo por fin frente al mío. Sus ojos estaban oscuros, y su pelo se ceñía a su frente.

─ Repetí mi nombre... ─ Su voz era grave. Más ronca de lo que normalmente es. ─ Y te voy a cojer tan fuerte. ─ Mi cuerpo entero tembló por la amenaza. ¿Está hablando en serio?

─ Enzo, ¡dejame de romper las bolas! Si esto es una joda, no es graciosa, p-porque... ─ Una de sus piernas se colocó entre las mías y las separó de golpe, interrumpiéndome.

─ Te avisé... ─ Musitó

─ ¿Qué? Eu no, yo... ─ Una de sus manos cubrió mi boca, mientras la otra me siguió sujetando. Y ahora sí, me asusté. Escondió su rostro en la curva de mi cuello y sentí un escalofrío cuando la punta de su cálida lengua recorrió mi piel fría. Lo hizo sin ninguna clase de gracia o mentira impregnada en el acto.

Como si yo no fuera su mejor amigo, o como si no fuera simplemente yo.

Intenté liberarme pero era demasiado fuerte. La puta madre, ahora es cuando odio que el idiota mida diez centímetros más que yo. Comencé a llamarlo, pero su mano me impedía hablar con claridad.

Enzo descendió su cabeza, pasando su lengua por mi piel. Depositó una mordida descuidada en mi clavícula que logró erizarme por completo. La concha de la lora, ahí no.

Sacó su mano de mi boca.

─ Enzo basta. Salí. ─ Ordené en cuanto quedé liberado. Pero él sólo me ignoró y colocó su mano libre sobre el lugar menos apropiado. ─ No... ─ Comenzó a masajearme, pasando la palma de su mano con movimientos circulares. ─ No toques... ahí. ─ Suspiré en voz baja. Su gran mano siguió acariciando, cambiando ahora su trayectoria y haciéndolo de arriba a abajo. ─ Enzo no... No esta bien... ─ Rogué con voz temblorosa. La mano entera de Enzo se cerró sobre mi nueva erección por sobre mi ropa. ─ ¡Enzo! ─ ¿Por qué lo hace tan bien? ¡Pero no! ─ En... Enzo esto no... ─ Alzó su mano y la metió dentro de mi pantalón de pijama y el bóxer. Toda su mano sujetó mi pene erecto, amoldándolo en su palma caliente. Gemí

─ Pero si te gusta... ─ Sus roncas palabras sacudieron mis sentidos por completo. Enzo comenzó a bajar y subir su mano a lo largo de mi miembro. Cerré mis ojos. Mis brazos sujetados hacia arriba por Enzo estaban casi entumecidos. Pero el placer que comenzaba a sentir hacia que se me empezara a olvidar. ─ Te gusta mucho. ─ Besó debajo de mi oreja y suspiró cerca de ésta misma. Sentí cómo uno de sus dedos dibujaba el contorno de mi punta húmeda. Mi cuerpo entero tembló.

Sí, sí me gusta. Esto me gusta mucho.

El más alto apretó mi erección entre sus dedos, acarició mi sensible piel con parsimonia. Cada roce comenzó a entremecerme. Demasiado placer. Demasiada lentitud.

─ Hacelo rápido... ─ Murmuré en voz baja y débil. Hasta ese momento en el que hablé, me pude dar cuenta de mi voz temblorosa y ronca. Casi pude sentir una sonrisa.

─ ¿Qué decis, Ju? No te escucho ─ Susurró en mi cuello. Soltó mis manos, pero no las moví, las mantuve alzadas, me sentí inmóvil. Su mano en mi pene era lo único que sentía. Y se sentía demasiado bien.

─ Que me toques. Más rápido Enzo... ─ Rogué.

No sé si sentirme humillado. Avergonzado. Enfermo. Sucio. Desesperado. O una puta... Lo que sé es que quiero esto. Lo Quiero y mas si es con Enzo.

Debería ponerme a pensar en lo que esto afectaría a nuestra amistad, mañana que nos despertemos y nos miremos a la cara, pero... bueno, no es muy fácil pensar con una mano en la pija. Con la mano de Enzo en mi pija.

Suena raro. Pero me gusta.

La mano de Enzo comenzó a estimularme nuevamente, ahora lo hacía más rápido, justo como le rogué que lo hiciera. Cerré mis ojos nuevamente, disfrutando de la sensación que invadía mi cuerpo entero, mis brazos libres ya, bajaron hasta rodear el cuello de Enzo.

─ ¿Así? ─ Murmuró besando mi cuello.

─ Sí... así... ─ Gemí en respuesta.
Fruncí el ceño y entreabrí la boca, dejando escapar gemidos más fuertes, cuando Enzo empezó a masturbarme con más rapidez. Mis brazos abrazaron a Enzo con más fuerza, dejando su pecho pegado al mío. Casi sentí su corazón acelerado. ─ Enzo... ─ Gemí fuerte. Un cosquilleo se aproximó por todo mi interior, concentrándose deliciosamente en mi miembro. ─ Me falta poco... ¡Enzo! ─ El placer estaba sobrepasándose. Su mano... que mano.

─ Todavia no... ─ Y sacó su mano de mi ropa.

¡¿Qué?!

Hijo de puta. ¿Que le pasa?... Dios, yo... Qué frustrante.

Le hubiera dado un sopapo de no ser porque me faltaban fuerzas. Y porque él se levantó de la cama. Lo miré.

─ ¿A-Adónde vas?... ─ Pregunté recargándome en mis codos con la poca fuerza que tenía sobre el colchón. Enzo no me contestó, en cambio, pude ver cómo, parado frente a mí a los pies de la cama, empezó a masajear su erección latente. Tragué saliva nervioso. Se me había olvidado que él también tiene pija.

─ Date vuelta. ─ Ordenó.

No sé porqué. No sé si fue por mi dolorosa erección, no sé si fue porque soy un sumiso de mierda, no sé si fue porque las palabras de Enzo me calentaron... pero lo hice.

Me di vuelta.

El cuerpo de Enzo se recostó sobre el mío. Su ardiente pecho acarició mi espalda, casi quemándome, encajó en mi anatomía perfectamente, me cubrió por completo. Suspiré.

Sí esto sigue así probablemente tenga que admitir que soy gay. Porque me gusta demasiado. Demasiado.

Sus manos recorrieron mis costados, acariciando mi piel, bajaron hasta mis caderas y continuaron su camino hacia mi culo. Cerré mis ojos. Sus dedos sobre mi piel me hicieron sentir extraño, me hicieron sentir una especie nueva de placer. Besó mi hombro, y respiró cerca de mi oreja, entremeciéndome otra vez. Besó mi nuca con suavidad, removiendo mi cabello con la punta de su nariz.

─ Juli... ─ Gimió. Sentí algo en mi parte trasera. Suspiré, sabiendo claramente qué era. Alcé mi cadera suavemente, repitiendo el roce. ─ La puta madre, Ju.. ─ Algo comenzó a hacerse espacio dentro de mí. Gemí. Uno de los dedos de Enzo se adentró en mi interior, robándome un jadeo tembloroso por el repentino dolor que sentí. ─ Estás... ─ Musitó sin dejar de mover su dedo. ─ Re apretado... ─ Susurró entrecortado. Intenté desviar el dolor pensando en otra cosa. Pero era inevitable.

No se puede pensar en otra cosa cuando estás a punto de tener relaciones con tu mejor amigo. Y mucho menos cuando tienes su dedo en el culo, dilatándote. No, por supuesto que no se puede.

¿Todo esto es porque lo vi pajeandose? O... espera. ¿Era cierto lo de garchar inconscientemente con cualquiera? ¿Sexomnia?

Entonces, ¿Enzo me la va a meter dormido?

Me siento un fracasado.

─ Enzo, dale... ─ Murmuré ansioso. ¿Ansioso? No sé qué va a ser de mí después de esto.

Dejé de pensar, dejé de sentirme relajado cuando la punta del miembro de Enzo presionó contra mi entrada. Suspiré agitado. Sí, sí dolía. Probablemente sea una confusión eso de que soy gay, esto duele, y no me gusta.

─ Enzo, me duele. ─ Me quejé con el ceño fruncido. Pero lo único que hizo fue embestir suavemente. Solté un grito. Me sentí invadido, de una extraña manera. No era desagradable, era más bien soportable. Quizá porque es Enzo quien lo hace y no cualquier otro. Otra embestida y su pelvis se estampó contra mi culo, volví a soltar un grito ahogado. Ahora estaba en mí completamente, y ya no se siente tan mal. No, se siente bien. La caliente y palpitante piel de su miembro rozaba con cada movimiento mis paredes, introduciéndose cada vez más. Se siente tan preciso, tan extraño. Pero me gusta. El dolor ya no está, se fue, dejando una sensación nueva, una sensación que hizo palpitar mi erección placenteramente.

Dios, retiro lo dicho. Sí soy gay.

─ Más... ─ Recargué mi rostro contra la almohada, y enredé mis manos en la sábana. Esto se siente muy bien. Sentí frío cuando el cuerpo de Enzo desapareció de sobre el mío. Pero rápidamente sus manos me sujetaron de la cadera con firmeza, elevando mi culo, sin dejar de embestirme con su prepotente erección. Gimió y se escuchó increíblemente bien. Alcé mi cuerpo con las pocas fuerzas que me quedaban o amenazaban con quedarse, y me recargué con mis manos sobre el colchón. En esa posición pude sentir aún con más claridad lo que tenía dentro de mí. ─ ¡Ah, Enzo! ─ Tiré mi cabeza hacia abajo, con los ojos cerrados. Disfrutando de la sensación.

Enzo arremetía contra mí sin medida. Cada estocada me hacia sentir más cerca del final, y sólo quería que lograra meterlo más. Gimió una serie de puteadas inentendibles, y palabras que no escuché. Comenzó a hacerlo con más fuerza, y no sabía de donde mierda la sacaba. Se supone que está dormido. ¿Por qué lo hace tan bien?

Dejé que mi cuerpo se desplomara sobre el colchón, dejándome más expuesto a Enzo. Más expuesto a sus embestidas, más expuesto al placer.

Casi podía sentir el sudor generarse desde su cuello, resbalarse hasta su clavícula, continuar su trayecto por todo su formado y tatuado pecho, detenerse a iluminar su deliciosamente marcada línea V y terminar su excitante recorrido descendiendo hasta mi culo y muslos.

La mano de Enzo pasó por mi abdomen, acariciándome, y fue bajando hasta tomar nuevamente en sus manos mi dolorosa erección.

─ ¡Si, ahí! ─ Comencé a gemir con más fuerza cuando Enzo golpeó en una parte de mi interior que resultó delirante al contacto. Empecé a estamparme contra el pelirubio, al mismo tiempo que él me embestía para sentír más de eso. ─ Más... ¡Más fuerte! ─ Rogué. La mano Enzo sobre mi pene, y el pene de Enzo dentro de mí, simplemente indescriptible.

Enzo soltó un ronco y alto gemido y poco después sentí todo su orgasmo dentro de mí.

Dios, mi mejor amigo sexomne acabo adentro mío. Tranqui eh, nada del otro mundo.

Con una última embestida potente, logré llegar también, derramándome sobre su mano y parte de las sábanas.

Enzo se alzó, saliendo de mí. Se dejó caer en la cama, boca arriba. Su respiración era muy irregular, y su rostro estaba sudado, sus ojos cerrados, sus labios entreabiertos. Me recosté de igual manera. Mirándolo disimuladamente.

¿De verdad está dormido? ¿De verdad tiene sexomnia? Y... si sabía eso ¿Por qué permitió que me quedara en su casa ésta noche?

Ni siquiera nos besamos. Pero ¿Por qué me preocupo por eso? Para la próxima vez... espera, ¿qué? ¿Próxima vez? No. Seguro que cuando se despierta no se acuerda de nada.

Enzo se removió junto a mí, dio media vuelta sobre la cama y de un momento a otro sus brazos me envolvieron, abrazándome. Quedé paralizado, sin saber qué hacer.

─ Enzo... ─ Le hablé. No contestó. Suspiré, ¿Ahora qué? La cara del pelirubio se escondió en mi cuello. Me entremecí. Sentí pequeños besos sobre mi piel.

─ Julián... ─ talló sus ojos.

─ ¿Qué?...

─ ¿Que pasó?

Fin.

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