Capítulo OO4: Red
La castaña abrió lentamente los ojos encontrándose a una taiwanesa con una pequeña sonrisa que alumbraba la habitación, no podía creer todo lo que había sucedido en una sola noche y eso que lo había estado pensando durante mucho tiempo pero nunca creyó que llegarán a eso, mucho menos el desastre que hicieron en toda la habitación, le dolía todo el cuerpo pero aún así sonrió porque estaba bastante feliz, consiguió lo que tanto había soñado.
De seguro las cosas entre ambas cambiarían pero no le importaba ya que no le daba tanta importancia como la rodilla entre sus piernas apretando su intimidad tan fuerte que si abría la boca de seguro saldría un sonido bastante vergonzoso, sus mejillas se encendieron cuando Chou se acercó a su cuello y dejó una gran marca justo en el medio de las que ya tenía, le dolió, como el infierno, pero aún así se mantuvo serena, tratando de aparentar de que todo estaba perfecta.
Estaba al borde de gritar para que se diera cuenta de lo que estaba haciendo con su cuerpo, lo había descontrolado por completo. "Buenos días preciosa". Le dio un beso en la frente. "¿Por qué sigues tan mojada?". Bajó la mano hasta el interior de sus muslos y clavo un poco los dedos, se quedó pensando por unos instantes buscando una excusa que fuera válida y creíble.
"No tengo ni la menor idea". Dijo con un hilo de voz, estaba arruinada, Chou se le quedó mirando sin decir una sola palabra y subió un poco la mano, con el dedo índice comenzó hacer círculos en el clítoris hinchado de mayor y elevó ambas cejas, la estaba incitando a hablar cuando sabía muy bien que no podía hacerlo.
"¿Segura?". Preguntó haciendo un mohín. "Quiero que me respondas, ¿Por qué estás tan mojada?". Claro que lo sabía pero el simple hecho de que la japonesa se lo dijera la calentaba, demasiado.
La nombrada no quería gemir así que mordió su labio inferior y bajo la mirada pero no fue buena idea, porque lo primero con lo que se topó fue con los dedos de Tzuyu entrando lentamente en ella, era una tortura, pero una que le estaba encantando tanto que su cuerpo tembló al sentirla. "Sabes muy bien el por qué...". Tzuyu se movía lentamente, tanto que apretó los dientes para no gritarle que la rompiera, porque era lo que quería.
"Amor, dímelo". Arqueó los dedos y sonrió.
"Por ti". Gimió tan fuerte que Chou se impresionó. "Vamos Tzuyu". Movió las caderas. "Hazlo como ayer". La rubia asintió lentamente y metió otro dedo antes de comenzar a moverse con tanta rapidez que Sana tuvo que apoyarse de ella para no golpearse con el espaldar de la cama, escondió el rostro en su cuello y lo mordió, tenía que ocultar sus gemidos para que nadie se diera cuenta de lo que estaba sucediendo dentro de la habitación.
"¿Te gusta como te follo?". La castaña asintió mientras temblaba, le clavó las uñas en la espalda y cerró los ojos, la sensación de los dedos de Tzuyu moviéndose dentro de ella la estaba volviendo loca, era tan perfecto que no pudo evitar gemir mientras pegaba los labios en el hombros de la contraria.
Cada que su vagina se contraía era una corriente eléctrica que viajaba por todo su cuerpo, haciendo que sus ojos se cerraran y que sus cejas se fruncieran, mantenía la boca ocupada para no gemir tan alto, porque de seguro se escucharía en todo el pasillo, no es que no le gustaría que los demás sepan lo bien que Chou lo hace pero sabe muy bien como es la menor y de seguro no va a querer que alguien más la escuché.
"Contéstame con esa boquita de perra que tienes". Se sentía tan humillada por los apodos despectivos pero aún así le gustaba, una sonrisa se formó lentamente en sus labios y sus ojos se cerraron por completo.
"Me encanta como me follas bebé". La rubia sonrió feliz y siguió moviéndose, esta vez buscando el punto de la mayor, quería conseguirlo para escucharla gemir tan alto que deba cubrirle los labios, no le gusta la idea de que alguien la escuche.
Minatozaki inconscientemente se movió y arqueó la espalda cuando una sensación recorrió todo su cuerpo, fue tan fuerte que los dedos de sus pies se contrajeron, había encontrado su punto, nunca le había sucedido era la primera vez que alguien se tomaba el tiempo de hacerlo, por un momento no pudo escuchar absolutamente nada, tanto que se preocupó hasta que poco segundos después todo volvió a la normalidad.
Escuchaba sus gemidos descontrolados y los jadeos muy cerca de su oreja derecha. "Que mojada estás". Rió, se estaba burlando de ella, eso hizo que algo en ella se encendiera. "No sabía que eras tan rápida". Negó con la cabeza y siguió moviéndose, Sana ya estaba cerca pero trataba de alargar lo más que podía ya que nunca se había sentido tan bien, seguía apretando los dedos de sus pies, y ahora los de sus manos, para concentrarse en otra cosa que no fueran los dedos de la menor entrando y saliendo de ella.
Ese sonido repetitivo de la palma de la mano chocando contra su intimidad, la humedad que iba en aumento entre sus piernas, todo la estaba llevando al punto final y no lo quería, luchaba contra eso pensando en miles de cosas distintas. "Vamos bebé, termina para mi". Eso fue suficiente detonante para que sus párpados se cerraran con tanta fuerza que le dolió, su cuerpo se tensó y poco a poco sintió un alivio recorrer cada centímetro de su cuerpo.
Ese era el buenos días que tanto querías desde que llegó a la habitación, se había contado lo suficiente como para no lanzarsele encima y hacerlo, se sentía orgullosa de ella.
"Todo tu cuello está repleto de marcas rojas". Sonrió orgullosa, quería ver como Sana se las ocultaba.
"Lo sé...¿Es importante?". Preguntó en un bostezo. "¿Por qué las hiciste?".
"Porque yo marco todo lo que es mío". La castaña soltó una potente carcajada que no le hizo gracia a la taiwanesa, ésta se puso de rodillas y le dio media vuelta. "Hay que castigar a la bebé por burlarse". Su mano derecha aterrizó contra el glúteo izquierdo con tanta fuerza que la cama se movió.
Y eso que a penas estaban comenzando.
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