🍭 ፧ 𝘃𝗲𝗶𝗻𝘁𝗶𝘀𝗲́𝗶𝘀 • ✦⁾
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Beomgyu miraba el frío techo de su habitación de la niñez con melancolía.
Después de que Kang se fuera no tenía a dónde más ir cada semana con él.
Como extrañaba esas veces en las que mínimo el chico lo trataba mal. Inclusive eso era mejor que esos momentos cuando lo ignoraba por completo.
Se sentía demasiado mal. Kang no le dirigía la palabra y Soobin aún se portaba incómodo cuando lo veía.
¿Acaso todo estaba perdido? ¿No había esperanzas para él?
Jungwon tenía razón. Él había nacido para hacer daño.
Dañaba a las personas que amaba sin siquiera notarlo. Por muy buenas que fueran sus intenciones, no servía de nada porque estaba en su naturaleza causar dolor.
Por su culpa Yeji había muerto. Pobre de la chica cuando le abrió las puertas de su hogar e invitó a Beomgyu.
Ese día lo había llamado ángel, y si pensara en todas las veces que lo habían llamado así, le parecería una broma de mal gusto.
Choi Beomgyu no era un ángel. Jamás lo sería.
Se removió sobre las sábanas, cubriendo así su rostro demacrado.
Choi Beomgyu. El ángel.
Pero que estupidez.
Se levantó, ya que no aguantaba seguir acostado sin hacer nada. Simplemente martillandose la cabeza con mierda.
Había lastimado a Taehyun. Lo había lastimado y pudo haberlo evitado.
Si tan sólo le hubiese dicho la verdad.
No le había dado el apoyo suficiente a su madre. Por eso ahí se encontraba. En su vieja habitación. Sólo. Incluso Yeonjun se había ido.
Sólo.
¿Su madre se había sentido así?
La única persona que había estado con ella, su padre, la había traicionado y días después de enterarse, él había muerto.
¿Acaso eso era poco? ¿Por qué no le había tomado importancia?
Se sentía como una mierda. Como una verdadera mierda.
Miró su celular. Ninguna llamada de nadie.
Nadie lo llamaría. Ni siquiera Soobin.
Su Soobinnie. Su bebé. Lo había herido y aunque Soobin no lo odiaba, el simple hecho de haberlo lastimado rompía su corazón en pedazos.
¿Acaso podría ser más dañino?
Incluso la única persona en el mundo que lo conocía desde pequeño, la única en la que confiaba ciegamente lo había traicionado.
Somi.
Una parte de Beomgyu quería creerle. Quería ir a sus brazos y llorar para que lo consolara, le dijera qué hacer.
Pero no podía controlar su rabia.
Tenía tanto odio acumulado que la había echado.
¿Y Felix?
¿Qué sería de su pequeño hermano?
Ahora que no estaba su padre, ¿Quién lo mantendría?
Había hecho las cosas sin pensar y las consecuencias parecían desastrosas.
Se miró al espejo.
Tan demacrado. Demasiado delgado, horribles ojeras dejaban a relucir lo oscuros que eran sus ojos, vacíos y sin brillo.
¿Así lucían los ángeles?
Golpeó el espejo y sintió la sangre correr por su mano.
Vio un gran trozo de vidrio caer.
Pudo ver su reflejo en él y comprendió.
La respuesta había estado frente a sus ojos todo el tiempo.
Él.
El mundo estaría mejor sin él.
Tomó el vidrio y corrió al baño.
Llenó la bañera y ni siquiera se molestó en desnudarse o en que se llenará su gran tina. Se metió ahí. Viendo el pedazo de espejo en su mano.
Comenzó a cantar goodbye de 2ne1 a todo pulmón. Tratando torpemente de sacar una última sonrisa de sus agrietados labios.
—¡Adiós hasta el día en que nos volvamos a ver! ¡Adiós!
Recordó cantar con Heeseung esa misma canción. Cuando su mejor amigo tenía buena salud.
No fue hasta que la tina le llegó al cuello cuando tomó el vidrio entre sus manos y cortó sus muñecas.
El dolor físico era soportable si lo comparaba con el dolor de su alma.
Fue hasta ese momento que comenzó a pensar en el daño que causarían sus acciones.
Hiciese lo que hiciese dañaría a los demás.
Pensó en Yeonjun. Su bonito hermano.
Lo dejaría sólo.
Y aquella casa que lo había visto crecer, lo llenaría de malos recuerdos, donde su padre abandonó a su madre para ir a morir al otro lado del mundo y la mujer que lo dio a luz y su hermano menor se habían suicidado.
Pensó en Heeseung.
Perdón Yeonjun, perdón Heeseung. No saben cómo los voy a extrañar.
Fue a los primeros a los que les pidió perdón.
Se sentía tan sensible. Tan vulnerable.
Ojalá hubiera sacado ese lado suyo cuando echó a su nonna sin una buena excusa.
Perdón Nonna. La quiero. Perdón Felix. Me habría encantado verte crecer.
Pensó incluso en Kai. En Riki, en Sunoo y en Jake.
El chico de mejillas lindas que lo había ayudado tanto. Incluso a ellos les afectaría verlo en su ataúd.
Perdón chicos.
Yang Jungwon y sus cachetes le vinieron a la memoria. Ni siquiera a él le deseaba que cargara con culpa.
Perdón, pedazo de idiota.
El hermoso rostro de su madre estaba ahí, frente a él. Sonriéndole como nunca lo había hecho en vida.
—Perdóname Omma.
Dijo con lágrimas en los ojos a la figura de su madre creada por su cabeza.
Irene se le acercó y le acarició el rostro.
No le habló siquiera. Sólo desapareció.
Nunca le había dicho un te quiero a su propia madre, ni ella a él.
Nunca se había tomado el tiempo de reconciliarse con ellos cuando tuvo oportunidad.
Pensó en Yeji y en la madre de la chica. Ambas habían muerto por su horrible culpa.
Perdón.
Perdón.
Perdón.
Tenía tantas cosas de que disculparse y tan poco tiempo.
Entonces las dos personas que había deseado no pensar llegaron a él.
Perdón Soobinnie, perdóname Taehyunnie.
Comenzó a llorar. Llorar con ganas.
Sabía todo el daño que le haría a su conejito. Tanto que le haría falta.
Y Taehyun...
¿Lo iba a dejar así?
La respuesta llegó con una velocidad perturbadora, igual que una fuerza descomunal que lo impulsó a salir de la tina.
NO.
Había perdido mucha sangre. Lo sabía. Pero no podía hacerlo.
No podía irse. No aún.
Se arrastró por el baño y tomó un par de toallas con el que trató de detener el sangrado sin mucho éxito.
No se daría por vencido.
Por ellos.
Buscó a tientas su celular y llamó al número de emergencias.
Deseaba que no fuera demasiado tarde.
Cuando la voz de la operadora le preguntó por su emergencia usó todas sus fuerzas para hablar.
—Me iba a suicidar —su voz era débil y bajita. La voz de alguien a quien la vida estaba a punto de escapársele—. Soy Choi Beomgyu...
Dijo su nombre, perdiendo consecuentemente la conciencia.
Ojalá estuvieran a tiempo...
Y todo eso por la ira. La estúpida ira. Todo aquello que contenía por temor a lastimar. Los sentimientos acumulados se pudren, creando una marea imparable de odio e inestabilidad. Aquello lo había llevado a tomar las peores decisiones cegado por ideales que desconocía y mentiras que se creía.
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