mi obsesión
China x Perú y Alemania x Perú
AlemaniaxPerúxChina
Los grandes salones de la ONU estaban llenos de voces, discusiones en múltiples idiomas que resonaban por todo el edificio. Perú, con su porte sereno y una leve sonrisa en el rostro, caminaba por los pasillos, saludando a unos pocos aliados cercanos. Su atención estaba puesta en la reunión que se llevaría a cabo, pero no estaba solo.
A la distancia, dos figuras lo observaban con intensidad. Alemania, de pie junto a una ventana, lo miraba como si fuera el centro de su universo. Había algo en Perú que lo tenía completamente atrapado: su calidez, su resiliencia, su forma de hablar. Era como un imán del que no podía apartarse.
Por otro lado, en un rincón opuesto, China también lo miraba. Para él, Perú era más que un simple aliado; era alguien que había logrado colarse en su corazón. Pero el sentimiento que lo consumía iba más allá del amor: era obsesión. Una necesidad imperiosa de que nadie más lo tuviera, de protegerlo incluso de sí mismo.
Cuando Perú entró a la sala de reuniones, ambos lo siguieron con la mirada, como depredadores acechando a su presa. La reunión transcurrió sin incidentes, con los países discutiendo temas económicos y ambientales. Perú hizo una intervención breve pero significativa, ganándose la aprobación de varios presentes. Al final de la reunión, mientras los demás comenzaban a abandonar la sala, Alemania y China intercambiaron una mirada cargada de tensión. Ambos sabían lo que sentían por Perú y, aunque no lo decían en voz alta, su rivalidad era evidente.
Perú salió del edificio acompañado por México, quien bromeaba sobre algún tema trivial, haciendo reír al bicolor. Alemania apretó los puños al verlos; la cercanía de Perú con otros lo llenaba de celos. China, por su parte, mantenía una fachada tranquila, pero por dentro hervía de enojo. No podían permitir que alguien más se interpusiera.
Esa noche, en un bar cercano, Alemania y China se encontraron por casualidad. Al principio, el ambiente fue tenso, con ambos ignorándose mutuamente, pero después de varios tragos, las palabras comenzaron a fluir.
—¿Qué piensas lograr persiguiéndolo? —preguntó Alemania, su tono frío.
—Lo mismo que tú, supongo —respondió China, tomando un sorbo de su bebida—. Pero yo soy más paciente.
—¿Paciencia? —se burló Alemania—. No parece que eso te haya llevado muy lejos.
La conversación rápidamente se tornó en una discusión acalorada, con ambos exponiendo sus sentimientos por Perú. Sin embargo, a medida que avanzaba la noche, algo cambió. En lugar de pelear, comenzaron a darse cuenta de que tenían un objetivo en común.
—Si trabajamos juntos... —sugirió China, dejando la frase en el aire.
—Podríamos asegurarnos de que nadie más lo tenga —completó Alemania, su mirada sombría.
Así nació una alianza retorcida y peligrosa. Ambos comenzaron a planear cómo acercarse más a Perú, cómo aislarlo del resto del mundo. Utilizaron su influencia y poder para manipular reuniones, desacreditar a otros países y asegurarse de que Perú dependiera solo de ellos.
Al principio, Perú no notó nada extraño. Seguía asistiendo a reuniones, interactuando con otros países y viviendo su vida como siempre. Pero poco a poco, las cosas comenzaron a cambiar. Sus aliados más cercanos empezaron a distanciarse, reuniones importantes se cancelaban sin explicación, y siempre que necesitaba ayuda, Alemania o China estaban ahí, listos para ofrecerle una solución.
Con el tiempo, Perú empezó a sentirse atrapado. No podía moverse sin que uno de ellos estuviera cerca, vigilándolo con una sonrisa que ocultaba intenciones oscuras. Intentó confrontarlos, pero siempre encontraban una manera de desviar el tema o hacer que pareciera que todo era por su bien.
Una noche, mientras Perú estaba en su casa, recibió una visita inesperada. Alemania y China llegaron juntos, algo que nunca antes había sucedido. La tensión en el ambiente era palpable.
—¿Qué hacen aquí? —preguntó Perú, intentando mantener la calma.
—Queríamos verte —respondió China, su tono suave pero cargado de intención.
—Asegurarnos de que estás bien —agregó Alemania, cruzando los brazos.
Perú dio un paso atrás, sintiendo que algo no estaba bien. Antes de que pudiera reaccionar, ambos se movieron, bloqueando cualquier posibilidad de escape.
—Esto es por tu bien, Perú —dijo China, acercándose lentamente.
—No queremos que nadie más te lastime —añadió Alemania.
Esa noche marcó el inicio de un cautiverio del que Perú no podía escapar. Alemania y China, consumidos por su obsesión, lo encerraron en una mansión aislada, lejos de todo y de todos. Usaron su poder para manipular a la ONU y asegurarse de que nadie cuestionara su ausencia. Incluso llegaron a amenazar a otros países para mantenerlos alejados.
Perú intentó resistirse, buscando formas de escapar, pero siempre lo detenían. Alemania y China, aunque diferentes en su forma de actuar, compartían un objetivo común: mantenerlo solo para ellos. Y mientras el mundo seguía girando, Perú se convirtió en el centro de un amor enfermizo que no le dejaba salida.
Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses. Perú comenzó a perder la esperanza de ser libre, mientras Alemania y China, cegados por su obsesión, seguían reforzando su control. Para ellos, no importaba lo que tuvieran que hacer. Perú era suyo, y estaban dispuestos a destruir a cualquiera que se interpusiera en su camino.
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