Derrotado por amor
Argentina x Perú
Argentina siempre había sido competitivo, especialmente en el fútbol. Ganar no era solo una meta; era un estilo de vida. Pero en la Copa de Naciones de este año, algo raro estaba sucediendo: su enfoque imbatible estaba en peligro, y todo por culpa de… Perú.
Todo comenzó en su primer partido contra Uruguay. Argentina estaba seguro de que ganaría fácilmente. Pero una sonrisa en las gradas lo desconcentró. Bueno, no era cualquier sonrisa; era la de Perú, con esa expresión amable y divertida mientras animaba a todos, no solo a su equipo.
El marcador final: 2-1 a favor de Uruguay.
Argentina regresó al banquillo furioso, mientras Uruguay celebraba su victoria. Desde el costado del campo, Brasil observaba la escena con una banana en la mano.
—¿Qué te pasó? ¿Te cambiaste de deporte o qué? —se burló Brasil con una sonrisa burlona.
—¡Déjame en paz! —gruñó Argentina, tirando su botella de agua al suelo.
Brasil alzó una ceja, claramente divertido.
—Hmm… No sé, pero parece que estabas más interesado en cierta persona en las gradas que en el balón.
Argentina se sonrojó tanto que parecía a punto de explotar.
—¡No digas estupideces! —protestó, aunque su mirada lo delataba.
Brasil dio una carcajada, claramente disfrutando del momento.
—Claro, claro… Lo que tú digas, Romeo.
***
El siguiente partido era decisivo. Argentina estaba decidido a ganar y demostrarle al mundo que seguía siendo el mejor. Pero su resolución se desmoronó cuando vio el cuadro de enfrentamientos: su próximo rival era Perú.
Brasil, que estaba mirando el mismo cuadro, soltó una carcajada tan fuerte que llamó la atención de todos.
—¡Esto no tiene precio! —gritó, mientras fingía limpiarse una lágrima de risa.
Argentina lo ignoró, aunque por dentro sentía que el universo estaba conspirando en su contra.
Cuando llegó el día del partido, Argentina intentó mantenerse firme, pero al entrar al túnel y ver a Perú ajustándose los zapatos con esa sonrisa relajada, casi se derrumba.
Perú lo saludó con entusiasmo.
—¡Hola, Argentina! ¡Que gane el mejor, eh!
Argentina apenas logró asentir.
—¿Todo bien? —preguntó Perú, ladeando la cabeza con curiosidad.
—S-sí… todo bien —balbuceó Argentina, aunque su tono lo traicionó por completo.
Desde el otro lado del túnel, Brasil estalló en risas otra vez.
—¡Mira nada más al campeón! —se burló, haciendo un corazón con las manos hacia Argentina.
Argentina lo fulminó con la mirada.
—¡Cállate!
Pero su rabia se desmoronó cuando Perú le dio una palmada en el hombro.
—No le hagas caso. Tú solo juega lo mejor que puedas, ¿sí? —dijo con una sonrisa.
El partido comenzó, y desde el primer minuto, Perú estaba en su elemento. Cada pase, cada movimiento, era perfecto. Argentina intentaba concentrarse, pero no podía dejar de admirar la forma en que Perú corría por el campo, siempre con una sonrisa radiante.
Minuto 75. El marcador estaba empatado 1-1. Perú tuvo un tiro libre cerca del área, y Argentina se colocó en la barrera, rezando para que el balón no entrara.
Cuando Perú se preparó para patear, Brasil no pudo evitar gritar desde las gradas:
—¡Argentina, pídele matrimonio antes de que te meta otro gol!
El disparo de Perú fue impecable, y el balón entró en la esquina superior del arco. Gol.
Perú levantó los brazos, celebrando con una risa feliz, mientras Argentina se desplomaba en el césped, derrotado.
Brasil seguía riendo a carcajadas desde el banquillo.
—¡Esto es mejor que cualquier novela! —gritó, sosteniéndose el estómago.
Cuando terminó el partido, Argentina se acercó a Perú con una mezcla de admiración y frustración.
—Buen juego… —murmuró, evitando mirarlo directamente.
Perú, todavía jadeando por el esfuerzo, le dedicó una sonrisa amplia.
—Gracias. Pero tú también jugaste bien, aunque estabas algo distraído, ¿no?
Argentina abrió la boca para protestar, pero se quedó congelado cuando Perú se inclinó y le dio un beso rápido en la mejilla.
—Nos vemos en la final, ¿sí?
Perú se alejó hacia los vestuarios, dejando a Argentina completamente paralizado en medio del campo.
Brasil, por supuesto, no perdió la oportunidad de burlarse más.
—¡Eh, Argentina! ¿Quieres que te compre un anillo o prefieres hacerlo tú mismo? —gritó, muerto de risa.
Argentina suspiró, llevándose una mano a la mejilla donde había recibido el beso. Brasil podía decir lo que quisiera, pero por primera vez, Argentina no se sentía tan mal por perder.
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