02. the future king

CAPITULO DOS. El Futuro Rey
✞ ✞ Locación: algún lado de NORTHUMBRIA
✞ ✞ Capítulo NO editado

Iban al final de toda la fila justo por delante de la carroza que llevaba a los enfermos del lepra. El viaje era silencioso para todos aunque no era de extrañarse, las arcanians tampoco esperaban que hablaran con ellas teniendo en cuenta que les tenían un profundo temor. Miraban sobre sus hombros en todo momento vigilándolas, incluso se persignaban como si intentaran defenderse de algún mal que sería liberado de solo mirarlas de reojo o saber de que se encontraban respirando el mismo aire estando tan cerca. A Elysia le incomodaba un poco las reacciones que estaban teniendo, a Zyphira le daba igual.

—¿Confías en él? -Elysia se gira hacia Zyphira cuando la escucha hablar.

El grupo se había detenido un momento en medio del bosque pausando su viaje para poder descansar, comer un poco y dar de comer a los caballos que los transportabas. Todos se habían dispersado por el lugar buscando aprovechar a sus maneras ese descanso mientras que las dos nuevas integrantes se quedaron cerca de los caballos. Elysia se encontraba con uno de los caballos mientras Zyphira se alejó un poco para poder reconocer el terreno en el que se encontraban temporalmente.

—¿En quien?

—Sabes de quién habló -Responde con neutralidad rayando la dureza pero no era una sorpresa ni se lo tomaba personal, esa era su forma de hablar y llevaba acostumbrándose estos últimos días–. De ese tal... Uhtred.

—No lo sé -Ella murmura y la mira–. ¿Tú confías en él?

Zyphira mira a su alrededor notando al resto de miembros del grupo que se encontraban a varios pasos lejos de ellas pero aún así no dejaban de verlas desde la lejanía, susurrando entre ellos o evitando la mirada de la más joven al descubrirlos.

—Yo tampoco lo sé pero no confío en el grupo de sacerdotes que viajan con él -Responde con un pequeño gruñido de fastidio al verlos–. Me están poniendo enferma. Creen que mirándonos nos arrancarán la cabeza.

—Esa es la mirada de rechazo que suelen tener los del exterior -Ella responde mientras da algunos pasos hacia quedar frente al caballo para darle de comer una manzana–. Crecí escuchando historias sobre eso, el desprecio que nos han tenido durante tantas generaciones y veo que aún persiste.

—No me cabe duda si es que aún tenemos a Los Mártires dando vueltas por los bosques cazando -Zyphira mantiene sus ojos en el grupo de sacerdotes que se encontraban a varios pasos lejos de ellas–. ¿Crees que alguno de ellos les de el aviso de que estamos aquí?

—No todos los sajones conocen a Los Mártires.

—Esa es una mentira -Elysia gira levemente a mirarla al escucharla–. Todos conocen a Los Mártires, ya no es un secreto para nadie como antes. No hay nadie quien conozca no su propósito y con la reciente caída de tu gente, es probable que dispersen su victoria entre los reinos y aldeas para que se corra la voz de que la cacería es más fuerte y efectiva que nunca.

Elysia la mira en silencio mientras piensa en sus palabras sabiendo que probablemente tenga razón. Los Mártires son un grupo de sajones ligados a la Iglesia, creyentes radicales de Dios con un propósito sangriento y centrado de poder acabar con todos los Arcanum que existieran, eliminar cualquier arcanian en nombre de su Dios era su objetivo diario durante tantas generaciones pasadas y prevalecía incluso en ese momento. No se había vuelto a tener señales de ellos durante muchos años pero aún así las comunidades eran conscientes de su existencia en el exterior, teniendo cuidado y midiendo sus pasos para no ser atrapados por ellos pero los localizaron, mataron a toda una comunidad sin piedad y no cabía duda que se regodearían de ello entre las aldeas para hacerles saber de que está cumpliendo con su objetivo.

La derrota de su comunidad marcaba algo diferente para ellas, las ponía en medio de un campo para ser el objetivo perfecto. Recolectarían la fuerza suficiente, harían que más personas quisieran seguirlos y casi convertirse en un gran ejercito que buscará purgar todo el "mal" que habita en las penumbras.

—No podemos irnos de aquí -Elysia murmura.

—¿A qué te refieres?

—No podemos alejarnos de ellos -Responde con más claridad mirando a Zyphira–. Debemos mantenernos en este grupo, nos serviría de ayuda dejar de deambular solas por los bosques.

—Pero tampoco no estamos tan lejos del enemigo. Esos sacerdotes que Uhtred lleva consigo significan la misma amenaza para nosotras -La joven le contesta, mirando por momentos a esos hombres de Dios–. Solo que ellos no saben como blandir una espada pero no dudarán en hacerles saber a Los Mártires que estamos aquí y ese no es un riesgo que quiera correr, moriríamos en sus manos de todas maneras.

—¿Entonces que sugieres que hagamos? Ambas opciones nos lleva a ser cazadas por ellos -Elysia baja levemente la voz, acercándose un poco a ella para que nadie más las escuche–. ¿Qué más podríamos hacer para salvarnos? Estamos indefensas por ahora. Lo mínimo que podemos hacer es viajar con ellos hasta que nos acerquen a algún Arcanum y buscar refugio ahí.

Zyphira mira a un punto muerto mientras piensa en sus opciones, las cuales no eran muchas. No quería seguir a ese grupo teniendo a esos sacerdotes cerca, harían lo que sea para disolver el mal terrenal que ellas representaban. Podría regresar a huir por el bosque, ha vivido en las profundidades durante mucho tiempo así que no sería para nada complicado tener que regresar a esa vida pero seguiría siendo un objetivo fácil para Los Mártires, en ese tiempo no tenía una amenaza de esa magnitud.

La situación era mucho más complicada de lo que creía y estaba con las manos atadas.

—Al menos Uhtred confía en nosotras como para permitirnos quedar el resto de su viaje a... sea donde sea que vaya.

Elysia gira levemente su cabeza para poder ver a Uhtred, quien se encontraba rebuscando en la carroza donde habían estado transportando a los enfermos de lepra así como los bolsos con sus pertenencias y provisiones para el viaje.

—Hablaré con él.

No espera un respuesta por parte de la más joven antes de acercarse hacia Uhtred, quien seguía abriendo bolsos como si buscaba específicamente algo. Da pasos suaves pero firmes hacia el hombre que en ese momento estaba concentrado en su búsqueda, su corazón latía con fuerza mientras pensaba en la manera de poder hablar directamente con él por primera vez en todo el viaje que llevaban teniendo por un largo tiempo desde el amanecer.

—¿Buscas algo? -Ella le dice, captando su atención momentánea antes de volver a girar su cabeza para seguir buscando.

—Sí -Responde con neutralidad. Su voz era grave y casi brusca aunque no tuviera intenciones plenamente de hacer notar que estaba enojado o molesto, parecía que era normal ese tipo de tonalidades vocales entre los daneses–. ¿Qué quieres?

—Quiero agradecerte por... habernos salvados, ya sabes.

—No es nada -Respondió en el mismo tono neutral y casi agresivo. Era bastante similar a hablar con Zyphira, solo que él tenía un marcado acento–. Solo hice lo que tenía que hacer pero ahora son libres de irse si quieren, no pretendo retenerlas ni obligarlas a seguir con este viaje. Pueden seguir con su camino a donde sea que vayan.

—Solo quisiera saber, ¿por qué nos salvaste? No nos conocías en lo absoluto -Ella le dice, casi obviando lo que le había dicho de que podían irse en cualquier momento–. Y somos la representación de lo que el exterior considera como... una abominación, la personificación del mal y el trabajo del propio Diablo.

—Pueden decir lo que quieran pero creo que es obvio que yo no soy sajón así que no comparto sus creencias -Ríe entredientes levemente–. Ustedes no significan una amenaza para mi a menos que tomen una espada e intenten matarme.

Elysia lo mira en silencio procesando sus palabras. Tenía razón, él no era un sajón por lo que no tenía las mismas creencias que él así que no las encontraba como una amenaza ni una especie de maldad terrenal como hacían los sajones, no tenía razones para dejarlas morir pero tampoco para dejarlas vivir, no lo entendía.

—Estamos perdidas -Dice soltar luego de unos segundos en silencio–. Antes de ser capturadas en esa aldea, habíamos llevado algunos días vagando por el bosque. Realmente no tenemos un camino el cual seguir, pasaremos hambre y... sé que hay más peligros para dos mujeres deambulando solas.

Uhtred la mira de reojo sobre su hombro, escuchando cada una de sus palabras pero no siendo demasiado relevante para él aunque la atención que le daba al escucharla era suficiente, más de lo que podría darle a cualquier otra persona que recogiera en el camino.

—¿Y dónde me involucro en todo eso?

—Queremos seguirte -Elysia responde yendo directamente al punto–. Acompañarte en el viaje que debas seguir.

Esta vez gira levemente su cabeza para mirarla sorprendido por sus palabras, no esperaba escuchar aquello. Pensaba que su buena acción las libraría de esa condena de muerte en Eoferwic, que dejaría que los acompañaran hasta cierto punto del camino para luego ellas puedan desviarse hacia algún otro lugar al que deban ir pero parece que no tenían un lugar específico al que ir o si tenían uno, definitivamente habían decidido obviar esa opción y seguirlo en el resto del viaje pero... ¿por qué? ¿Sentían que tenían alguna deuda con él por haberlas salvado?

—Si pretenden pagarme por haberlas salvado, no es necesario su lealtad, puedo aceptar piezas de plata si es que tienen...

—Es una forma de agradecerte, si -Ella asiente–. Pero también creemos que nuestra lealtad debería estar en alguien que no nos ve como una amenaza, que cree en nosotras como personas igual al resto. Eres la primera persona que hemos conocido en nuestras vidas que cree eso.

Uhtred estaba ligeramente sorprendido de escuchar sus palabras. No esperaba que lo siguieran, no sabía cómo enfrentar aquello ni tomar una decisión frente a lo que le estaba pidiendo

—Nos están siguiendo -Habla uno de los sacerdotes, el que no tenía casi nada de cabello y quien hasta cierto punto miraba a Elysia con un poco de curiosidad incluso en ese momento cuando se acercó a ambos para hablarle a Uhtred–. Estás consciente de eso, estoy seguro.

—Sí -Uhtred desvía su mirada de Elysia por un momento para continuar con lo que estaba haciendo, sosteniendo una capa negra en sus manos luego de haber rebuscando entre los bolsos de la carroza.

—¿Sí? ¿Por quién? -Se acerca uno de los acompañantes de Uhtred, quien comía una manzana.

—Hombres de Kjartan -Contesta Uhtred mientras rompe la tela de la carpa en sus manos–. Ellos son los pastores y nosotros las ovejas.

—Entonces, ¿es una trampa?

—¿Quién es Kjartan? -Elysia decide interrumpir con su pregunta, llamando la atención de los presentes incluso de la monja y otro sacerdote que se acercaron a ellos.

—Un danés, enemigo -Responde el chico, a quien recordaba que se llama Halig.

—Entrarán al mercado de esclavos solos -Uhtred sigue hablando.

—¿Y después qué pasa, la muerte?

—Yo entro después -Continua explicando lo que parece ser un plan que Elysia desconocía pero trataba de entender–. Yo estaré con los leprosos.

—¿Usted no estará a nuestro lado? -Pregunta el sacerdote de poco cabello que había estado al lado de Uhtred.

—No.

—Su propósito en este sitio es protegernos -Protesta el otro sacerdote que se unió último en la conversación.

—¿Saben montar? -Ignora sus palabras y toma un envase de agua entre sus manos, totalmente tranquilo por la situación.

—¿Desea saber si los leprosos saben montar? ¡No tengo ni idea! -Gira a ver al otro sacerdote que se mantenía sereno ante la decisión de Uhtred–. Beocca, ¿qué son estas tonterías?

—Si vamos a salvar a Guhtred y vivir para verlo coronado como rey, entonces el esclavista y quien sea que esté con él deben temerme -Explica brevemente–. No negociarán y yo soy solo un hombre. Así que deben temerme y yo decidiré cómo -Los mira por última vez antes de alejarse unos pasos–. Beocca, necesito que haga su parte.

Elysia lo ve alejarse un poco mientras la conversación que ambos tuvieron quedó en el aire y ella trataba de poder entender la situación a la que ellos se estaban acercando y parecía que deberán acompañarlo. Uhtred se acerca levemente hacia ella por lo que mueve su cabeza para mirarlo con atención al notar su proximidad, probablemente para seguir con la conversación que tenían.

—¿Me serán de utilidad? No llevo peso muerto.

—Zyphira, la joven que me acompaña, parece que es buena manejando la espada y tiene un buen instinto de supervivencia. Conoce su entorno, a donde se dirige y las posibles amenazas de la naturaleza -Ella le responde levemente, solo para que ambos pudieran escucharlo–. Yo... tengo conocimiento curando a las personas. También sé utilizar un arco.

—Bueno, podrían servirme -Asiente levemente–. ¿Cómo era tu nombre?

—Elysia.

—Nos acompañarán, Elysia -Él responde manteniendo sus ojos en ella así como su seriedad–. Pero deberán obedecer, no me gustan las rebeliones.

—Confía en nosotras.

Uhtred tenía algunos problemas para depositar su confianza en las personas pero también tenía una buena percepción de las personas, como si pudiera ver sus verdaderas intenciones y de alguna manera, su interior le decía que podía confiar en ambas mujeres desconocidas pero aún así decidió tener cuidado, seguir cada uno de sus pasos mientras las mantenía cerca hasta probar que cumplían con la palabra que prometían. Él termina asintiendo, estando de acuerdo con darles una oportunidad, siempre tener más gente detrás suyo podría ser favorable y más en ese momento que estarían encaminándose hacia una misión complicada.

Elysia regresa con Zyphira luego de que recibiera la aceptación de Uhtred sobre unirlas a su grupo de viaje y también explicarle brevemente a donde se estaban dirigiendo así como el propósito. Le contó a la más joven de que había un sacerdote sajón que al parecer recibió la profecía de un Santo en el que le hacía ver que se aproximaba un rey que gobernaría a los daneses y sajones, un hombre que fue raptado por los daneses y vendido como esclavo luego de que derrocaran y mataran a su padre. Los sajones ahora solicitaban la ayuda de Uhtred, quien al parecer tenía la capacidad de ayudarlos a liberar a este rey para que pueda establecer la paz entre ambos poderes que convierten las aldeas en sus campos de batalla luchando por gobernar.

Poco después retomaron su camino con dirección a donde se encontraba el punto de encuentro y negociaciones entre el esclavista y los potenciales compradores, donde se encontraban los esclavos retenidos y entre ellos se encontraría este gran rey. Elysia estuvo pensando que tal vez eso sería bueno para todos aunque ella no se encontrara de un lado ni en otro pero si se establecía una alianza o paz tanto entre los daneses como los sajones, podría incluirse a la serenidad a los arcanians que viven en tierras inglesas desde antes de la llegada de los daneses y cualquier nórdico que vino a conquistar, así como que tampoco tenían planes de conquista ni de dominación más que clamar por el respeto y la libertad de vivir entre ellos.

El viaje fue relativamente largo, para la noche ya se encontraban cerca de llegar pero Uhtred fue el responsable de dividirlos explicándoles rápidamente como procedería el plan. Zyphira y Elysia tuvieron que alzar sus capuchas para cubrir sus cabellos, una manera de precaución que deberían mantener en todo momento a partir de esa noche. Uhtred se quedó varios pasos hacia atrás del grupo, quienes avanzaron con normalidad hacia el interior del lugar que estaba rodeado de estructuras hechas de madera y antorchas pero lo que más llamaba la atención era el grupo grande de esclavos que estaban juntos a un lado en lo que parecía ser un gran corral similar a donde colocaban a los animales en las aldeas.

Las arcanians iban detrás de los dos sacerdotes y la monja mientras sus ojos detrás de la oscuridad de sus capuchas le permitían ver la terrible situación a la que estaban ingresando, el horrible destino que estaban pasando esos hombres inocentes vendidos como esclavos.

—Hola -Salud aun hombre de gran sonrisa que se acerca al grupo-. Es mi amigo, el monje de plata -Mira a las personas que iban a sus lados y detrás–. Y con invitados -Sigue avanzando hasta quedarse varios pasos delante de ellos–. Y tres mujeres, qué agradable -Halig se baja de su caballo mientras el resto permanece con su atención puesta en el hombre, quien parecía ser el esclavista–. He olvidado su nombre, monje de plata, pero no de nuestro precio. ¿Lo tiene?

—¿Tiene a nuestro hombre, Guhtred? -El sacerdote más joven que iba al lado de Beocca, a quien parecía conocer el esclavista, es quien habla.

—Tengo a su hombre. Por supuesto que tengo a su hombre.

—Entonces lo veré.

—No -Responde el hombre de inmediato con seriedad–. Me dará la plata ahora -Desvía su mirada hacia la monja que iba al lado del sacerdote más joven que Beocca–. Se ve fuerte, me gusta eso.

—La mujer no es parte del precio.

—Buenas piernas fuertes... para aferrarse a mi trasero -El hombre dice con sorna aunque parecía hablar en serio y luego mira a las dos mujeres que están detrás, escondidas debajo de la capucha–. Entonces, ¿podrían considerar dejarme ver a las otras dos? No puedo verlas con tantas... capas de ropa pero estoy seguro que podrían ser útiles.

El sacerdote lo mira en silencio, no sale a negarse ante la idea de poder entregarle a esas dos abominaciones del diablo y sumarlas al precio para que liberen a Guhtred. Es más, sería una salvación para todos que pudieran deshacerse de esas dos presencias del mal que los acompañaban desde el inicio del viaje.

—Lo estás considerando -Reconoce el esclavista con una gran sonrisa de satisfacción al notar el rostro contemplativo del sacerdote.

—No -Responde Beocca, hablando por primera vez en la conversación–. Esas dos mujeres tampoco entran en el precio.

Zyphira desde su lugar alzó ligeramente una ceja sorprendida por su respuesta y decisión de no entregarlas al esclavista. Le sorprendía que no cediera ante semejante propuesta tentativa teniendo en cuenta que era un sajón y probablemente cualquier otra persona en su lugar hubiera aceptado, justo como el otro sacerdote pensaba hacer para liberarse de ellas y el peligro que puede significar sus simples presencias. Al menos no tendría que ensuciarse las manos, planeaba cortarle la cabeza a ese hombre o acabar con su propia vida y la de Elysia antes de permitir siquiera dejar que las tomaran como esclavas.

—Vinimos aquí por Guhtred -Continua con firmeza–. ¡Guhtred! ¡Preséntate! ¡Guhtred de Cumbraland! ¿Puede escucharme?

—Yo decidiré cuando ver a su hombre.

La atención se desvió cuando apareció un hombre acompañado de varios hombres guerreros pero sobre todo se veía imponente, tal vez inusual por el parche negro que llevaba en el ojo izquierdo. Zyphira vivió mucho tiempo en el exterior, había visto gente de todo tipo pasar por los bosques antes de caer en manos del Arcanum por lo que reconocía a ese hombre como un danés, lo podía ver y oler a metros de distancia así que su mano se dirigió lentamente hacia la empuñadura de la espada que tenía en su cadera por debajo de la capa que llevaba, solo por precaución.

—Nos dará el rescate y lo dará ahora -Siguió avanzando hasta detenerse varios pasos frente al grupo–. Hará todo lo que diga.

El sacerdote lo miró unos segundos antes de bajarse de su caballo.

—Bájate del caballo, muchacha -Dijo el danés más joven. Con los reflejos danzantes del fuego en las antorchas se podía reconocer su cabello largo rubio. Desvió su atención hacia las otras dos mujeres que pretendían permanecer en el anonimato pero parece ser que eso no sucedería–. Ustedes dos también.

Elysia giró levemente a mirar a Zyphira como si buscara en ella la manera de poder saber qué hacer pero la joven mantenía sus ojos desafiantes puestos en aquel danés, sin soltar la empuñadura de la espada en el cinturón. La mayor gira de regreso hacia el joven que les exigía a las mujeres que bajaran de sus caballos, la primera en cumplir fue la monja por lo que las otras dos debían obedecer pero fue solamente Elysia quien se deslizó fuera de su caballo aterrizando en el suelo con un sonido seco amortiguado por el césped. Zyphira se quedó sobre el lomo del animal, sin siquiera mover un dedo para obedecerlo.

El danés se acercó hacia la monja, alzando su mano para intentar tocarle la mejilla pero esta movió su cabeza en un gesto de mantener la distancia, lo que ocasionó la ligera diversión del hombre y mira a su alrededor como si buscara testigos de la audacia de la mujer.

—Demasiado vieja para quedársela -Analiza a la monja–. Quítate la ropa.

—No lo haré -Responde la mujer de inmediato sin una sola gota de temor por él ni la situación.

—Bueno, igual aún tengo dos potenciales opciones, no te creas tan importante -El tuerto danés desvía su mirada hacia las otras dos mujeres aunque su atención cae en Elysia, quien estaba un poco más cerca y de pie al lado de su caballo. Zyphira vio que dio un par de pasos hacia ella por lo que se bajó de su caballo llamando su atención.

—Señor, faltan jinetes -Dijo uno de los hombres que acompañaban al danés.

—¿Qué dices?

—Faltan hombres -Repite alzando un poco la voz para que pudiera escucharlo–. Conté cinco caballos más de los que están aquí. Deben estar ocultándose, señor.

—Sacerdote -Llama la atención del mencionado, quien se había alejado para sacar un pequeño bolso de lona de la carroza, probablemente el precio que acordaron para la liberación de Guhtred–. ¿Está en lo correcto mi hombre? ¿Hay más jinetes?

—Está en lo correcto, señor -Fue el turno de Beocca de hablar–. Pero estos jinetes, salieron de la nada, preguntándonos a dónde íbamos y oramos para que nos dejaran, que desaparecieran.

Zyphira se mueve sigilosamente al ver que la atención del danés ya no se encontraba sobre ellas. Coloca su brazo delante del cuerpo de Elysia indicándole en silencio de que retrocediera unos pasos y se colocara detrás suyo.

—¿Quería librarse de ellos? -Pregunta el danés.

—Créame cuando le digo que ellos no eran de este mundo, señor -Beocca continua hablando tratando de convencerlo–. No eran hombres como usted y yo.

El sacerdote se persigna y es seguido por el otro sacerdote, quien se encontraba un poco tenso sin participar en la mentira por miedo a que no sea creíble o se vean descubiertos, así que solo imita a su compañero persignándose.

—¿A qué se refiere con que no eran hombres? -Cuestiona un poco confundido–. Y, ¿por qué hace eso? -Mueve una mano como si quisiera replicar la persignación aunque no le sale de la forma adecuado–. Esto. Persignando a su Dios.

—Estaba pidiendo su protección de los jinetes, señor.

—Si no son hombres, ¿qué son? -Cuestiona el esclavista, quien también estaba escuchando la historia falsa que Beocca le estaba contando pero todos parecían estar creyendo.

—Por favor, hablar de ellos puede hacer que los llame.

—¿De dónde? No me está diciendo nada.

—¿No podemos simplemente darles la plata e irnos, señor, por favor? -Insiste Beocca pareciendo estar un poco alterado y preocupado por el regreso de esos supuestos jinetes, mientras que el otro sacerdote extiende el bolso con la recompensa por la liberación de Guhtred.

—No hay nada que temer sino a las mentiras de un sacerdote -Responde el danés, convencido de que tal vez no era cierto lo que decían–. Lo sé.

Uno de los acompañantes del tuerto danés se gira sobre su lugar al escuchar sonidos detrás de ellos, entre la penumbra de la noche puede visualizar siluetas así como distinguir algunos sonidos inquietantes.

—Señor -Llama a quien considera su superior.

—Santo Dios en los cielos, es él -Beocca expresa con angustia y vuelve a persignarse.

—¿Es quién? -Pregunta mientras da unos pasos más acercándose hacia donde se encontraba su hombre tratando de ver mejor.

Entre la neblina, aparecen figuras de luz similar a lo que parecen ser linternas de fuego que se van acercando así como el galopar de caballos. No hace falta esperar mucho para que las sombras adquirieran forma acercándose rápidamente cuatro hombres que el grupo de visitantes sabían de que se trataban de los leprosos con antorchas en mano y los habían implementado con algunas armas colgando de sus caderas para hacerlos ver como guerreros o que al menos sabían como defenderse. El danés junto a sus hombres retrocedieron varios pasos y sus manos fueron instintivamente a las empuñaduras de sus armas al verlos como una potencial amenaza, más cuando los cuatro hombres se acercaron de manera que los rodeaban.

Pretendían asustarlos haciendo que sus caballos relincharan parándose con sus patas traseras y asustando a los hombres con las antorchas que llevaban en manos.

—¡Vinimos por sus almas! -Vociferaban.

—¿Quién eres? -Pregunta el danés a ver entre los hombres a alguien que vestía con una gran capa gris y llevaba el cráneo de un animal cubriendo por completo su rostro.

—Soy el mensajero de Odín para mandar -Responde a lo que los viajeros sabían que era Uhtred–. Vengo del Salón de los Muertos Elegidos. ¿Eres Sven Kjartansson? -Lo señala con su espada–. ¡Contéstame!

—¿Qué quieres con Sven Kjartansson?

—He sido enviado para llevarme las almas de Kjartan y su hijo.

—Ataquen -El tal Sven les dice a sus hombres pero estos no se mueven–. ¡Ataquen!

Zyphira sabía que las cosas se iban a poner feas así que se giró hacia Elysia, ambas habían estado observando todo desde sus lugares.

—Súbete al caballo -La joven le dice a la mayor, quien mantenía sus ojos puestos en lo que parecía ser el inicio de una pelea pero terminó subiéndose hacia su caballo–. Ya sabes qué hacer si las cosas se ponen duras.

Elysia desvía su mirada por uno segundos hacia Zyphira y asiente haciéndole saber que recordaba lo que habían acordado, el plan de contingencia por si su entorno se ponía peligroso y sus vidas corrían peligro pero era ella quien debía huir muy lejos antes de que las cosas empeoren. Zyphira asiente de vuelta al ver que entendió, por lo que se acerca hacia donde se estaba dando la pelea, desenfunda la espada que llevaba debajo de la capa negra y no duda en hacerles frente a los hombres de Sven que pretendían atacar a Uhtred junto a los leprosos.

Esquiva el ataque de un hombre que pretendía atacarla con su espada, lo toma del hombro antes de no dudar en atravesar el medio de su cuerpo con la espada que cargaba en su mano y retirarla de la misma manera, haciendo que cayera al suelo sin vida y que se formara rápidamente un charco a su alrededor. Escuchó el gruñido de otro hombre que vino por su lado, le cortó las pantorrillas y al agacharse evitó que pudieran cortarle la cabeza ya que el hombre se acercó decidido a eso. Lo siguiente fue escuchar el grito de dolor de él, Zyphira dio pasos hasta colocarse detrás suyo y no lo pensó mucho antes de colocar el borde de la espada en su garganta y cortarle el cuello acabando tanto con su vida como con los gritos de dolor.

—¡Ningún hombre se moverá o Sven Kjartansson morirá! -Vociferó Uhtred, quien tenía neutralizado a Sven en el suelo con la rodilla apretando en el medio de su espalda–. ¡Ya me escucharon! Todos ustedes deben irse de aquí. ¡Váyanse! ¡O con un toque de mis jinetes, estarán malditos! ¡Váyanse!

Todos los hombres que habían acompañado a Sven así como los hombres del esclavista y potenciales compradores obedecieron a lo que Uhtred vociferaba, así que se movieron rápidamente de un lado a otro tratando de conseguir sus caballos y alejarse de ese lugar antes de que fueran los siguientes en morir mientras que por otro lado, Elysia veía todo el caos a su alrededor incluso la manera en como la monja sorprendió al esclavista por detrás al enterrar profundamente la espada que ella llevaba y así acabando con su vida.

—¡Señor! -Beocca se acerca a Uhtred que aún tenía amenazado a Sven en el suelo–. Señor, se lo suplico. Ya le teme lo suficiente. Permita que lleve ese miedo a Kjartan.

Uhtred gruñe debajo del cráneo del animal, parecía reusarse a permitir dejar con vida a Sven cuando estaba tan cerca de lograr lo que por muchos había estado persiguiendo con tanto anhelo, el poder acabar de una vez con los responsables del daño ocasionado tras la muerte de su familia. Todos sus acompañantes lo miraban expectantes a unos pasos de distancia esperando ver si es que Uhtred suelta su espalda rindiéndose o le corta la garganta. Zyphira se encontraba a unos pasos mirándolo con detenimiento mientras su pecho subía y bajaba constantemente después de la pequeña pelea que libró, por otro lado se encontraba Elysia subida en el caballo y miraba a Uhtred con la misma atención de anticipación.

El hombre levanta la mirada centrándose en Beocca, quien en silencio le suplicaba que no lo hiciera. Desvía su mirada entre sus acompañantes viendo que estaban a la espera de ver qué decisión toma pero su mirada termina recayendo en Elysia, en quien veía reflejado un poco el miedo y la incertidumbre de lo que pueda hacer.

Gruñe una vez más antes de levantarse lentamente, abandonando la opción de matarlo y tomando la decisión de dejarlo vivir, solo por esa oportunidad.

—Liberamos a los prisioneros, señor -Anuncia Beocca al ver que renunció a la posibilidad de matar a uno de sus enemigos y eso lo alivió–. Hay que buscar en las jaulas a nuestro amigo, el rey.

—Puede hacerlo -Uhtred dio su brazo a torcer entre respiraciones agitadas y la voz ronca tratando de distorsionarlo un poco–. No tengo nada con usted.

—Gracias, señor. Nos iremos de este lugar tan pronto lo encontremos. Será lo mejor.

Zyphira limpió la espada que llevaba con su capa mientras daba pasos tranquilos y despreocupados de regreso hacia donde se encontraba su caballo al lado del de Elysia. Los sacerdotes se encargaron de recorrer las jaulas que más parecían corrales donde aguardaban a los esclavos, vociferando el nombre del rey de sajones y daneses en su búsqueda para poder rescatarlo, cumpliendo con la misión y así poder irse de ese lugar.

—¿Estás bien? -Pregunta Elysia cuando ve a Zyphira regresar y limpiar su espada, la cual enfunda antes de subirse a su caballo soltando una exhalación cansada.

—Sí, normal -Ella responde en voz baja e indiferente antes de tomar las riendas del caballo, preparada para partir en cualquier momento cuando la misión acabara al encontrar a Guhtred entre los esclavos.

Los sacerdotes parecían haber encontrado a Guhtred, un hombre que se abrió paso entre uno de los grupos de esclavos a varios pasos lejos de donde ellas se encontraban pero sus atenciones se desviaron hacia Uhtred, quien se puso en movimiento.

—¡Tomarás el camino de regreso a casa en medio de la tiniebla! -Avisa antes de golpear a Sven, dejándolo inconsciente en el suelo.

No pasó mucho tiempo para que pudieran rescatar al tal Guhtred y abandonaran el espacio donde contenían a los esclavos. Uhtred dijo que se desviaría un momento mientras se hacía cargo de Sven, nadie se opuso a eso porque ninguno tenía el valor de hacerlo, su decisión estaba clara y tratar de hacerle cambiar de opinión no funcionaría en una segunda oportunidad. Subieron a Guhtred en un caballo, dieron media vuelta tomando camino para emprender a otro viaje lejos de ese lugar mientras que Uhtred se desvió llevándose a Sven en el proceso para encargarse de él.

Habían pasado varias horas de que se dio aquello, las dos mujeres de cabello blanco aún se escondían debajo de sus capas como una forma de precaución en medio de su viaje y para evitar ser reconocidas por cualquier miembro de Los Mártires que pudieran encontrarse en el camino o pudieran reconocerlas a lo lejos. Siguieron al grupo sin rumbo conocido para ellos y el cual no era dirigido por Uhtred incluso cuando los primeros rayos de la mañana iluminaron el cielo, el danés no daba señales de aparecer para unirse a ellos y continuar con el viaje. Sin embargo, pasaron el tiempo escuchando a lo lejos como los sacerdotes hablaban con Guhtred preguntándole todo lo que había pasado para que acabara como potencial esclavo y así mismo, escuchar las historias que había vivido durante esa pesadilla.

Se detuvieron en un campo abierto para poder descansar y comer un poco luego de una noche bastante agitada pero la prioridad era que Guhtred tuviera algo decente en el estomago, la vida de esclavo no estaba llena de lujos y lo más probable es que hubieran veces en las que no comió durante largos periodos. Zyphira tenía apoyada su espalda contra un árbol, la capucha de la capa lo suficientemente abajo para poder cubrir parte de su rostro mientras sus brazos estaban cruzados y dormía plácidamente. Al lado había una piedra en la que Elysia se encontraba sentada mientras comía un poco de lo que Halig le había dado, tenía sus ojos pegado en el campo abierto mirando como el Sol se veía reflejada en la vegetación y bañaba de dorado cada espacio aunque se sabía que pronto su brillo se apagaría para dar paso a un cielo gris y sin vida.

Entre los árboles más profundos vio una figura en caballo acercarse, solo cuando estuvo lo suficientemente cerca vio que se trataba de Uhtred. El hombre ya no llevaba a Sven, se había encargado de él de alguna manera en la que las opciones potenciales se encontraba que acabó con su vida aunque eso no debía ser conveniencia de nadie más que de él mismo por ser su asesino aunque eso significaría que todos los que lo acompañaran corrían peligro. Elysia desechó esa idea, también había la posibilidad de que se ocupara de él de otra manera sin necesidad de matarlo.

—¿Ahora qué harás? -Elysia pregunta suavemente mientras se acerca a él. Se había detenido un momento frente a un recipiente de agua donde se mojó el rostro y el cabello largo.

—Iremos a Cumbraland a regresar al rey perdido -Responde reincorporándose para poder mirarla. Elysia agarra la tela que se encontraba cerca y se la extiende, Uhtred mira su gesto pero lo acepta tomando la tela en su mano y secándose el rostro.

—¿Qué hiciste con ese hombre? Sven, ¿ese es su nombre? -Él asiente, terminando de secarse la cara y las manos.

—Lo dejé en medio del bosque. Alguien lo encontrará y lo llevará de regreso a casa -La mira por un momento antes de sonreír de lado–. No lo he matado, si eso es lo que pensabas.

Elysia niega ante sus palabras aunque de alguna manera se encontraba aliviada de que no lo hubiera matado, no era simpatizante de la violencia en ninguna forma.

—¿Les ayudaste en algo?

—Sí -Ella asiente mientras desvía la mirada un momento hacia el resto del grupo que se encontraban descansando a varios metros de donde ellos estaban–. Tuve que pelear un poco para que me permitieran ayudar a curar algunas heridas de Guhtred aunque tuve la ayuda insistente de... tu amiga, la monja.

Uhtred ríe levemente al escuchar como ella se refiere a la rubia que era su acompañante desde hace un tiempo. Asiente sabiendo que era algo que haría ella completamente sabiendo de que no confía en ambas peliblancas debido a sus arraigadas creencias.

—Sí, Hild puede ser un poco protectora con eso pero es una buena persona, te lo aseguro -Elysia asiente levemente. No tenía dudas de que pudiera ser así, solo que hasta el momento no había tenido la dicha de que los miembros del grupo sin contar con Uhtred, hayan tenido un buen gesto con ellas–. Ahora sí creo que serán de ayuda. Esa niña que llevas contigo tiene agallas.

Ahora es turno de Elysia de reír levemente ante la descripción de Zyphira y asiente, reconocía también que la joven era una feroz guerrera por alguna razón que ella desconocía y que la valentía recorría por su venas junto a una actitud terca pero aún así era una buena persona, a pesar que su alma se encontraba profundamente lastimada.

Uhtred da un pequeño paso hacia ella y coloca una mano sobre su hombro, llamando su atención centrando sus profundos ojos azules en él ante su inesperado gesto.

—Bien hecho.


pay attention 'cause
५🦁★ ASLAN SPEAKS . . .

resucito de entre los muertos
porque estos días me picaba la
mano para volver a actualizar

yo: *veo que hay pocos votos*
también yo: "q actualice dicen"

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