Día uno

7 de febrero de 2014

Estado: soltera, con apuro (y antojada de chocolate).

Llevo días dándole vueltas al asunto. El bombardeo romántico empezó demasiado pronto y ya a mitad de enero hablaban de mi fecha límite.

Debo admitir que lo detesto. Odio el día de San Valentín y sus flores y bombones que no son para mí. Odio a la gente que te restriega en tu cara lo sola que estás, como si uno no lo supiera ya. Detesto todo al nivel de querer arrancarme los pelos, pero mi pelo es algo que aprecio demasiado como para siquiera pegarme un tirón en una de mis salidas melodramáticas.

Como sea, este año tenía que hacer un cambio. No sé por qué exactamente, pero ya tenía la idea metida en la cabeza y no me iba a echar atrás. Lo sé, es una tremenda idiotez y es el plan (sin plan) más ridículo de la historia. Es insensato y me recuerda a películas y series con protagonistas desesperadas. Dios, había caído bajo. Ahora, poniéndolo como desafío personal y en una perspectiva de superación de mis “miedos sociales”, puede que incluso se tomara como algo brillante. Bah, a quién engaño. Era patético. Es patético.

La cuestión es que ya estaba decidida y mi parte competitiva y orgullosa saltaba de un lado al otro esperando a que tuviera éxito. A diferencia de cierto personaje literario, yo no tenía una diosa interna que bailara salsa con pasos de merengue o que hiciera volteretas como toda una gimnasta. Probablemente fuera porque, en principio, yo no tenía un desorden de personalidad múltiple y, en segunda instancia, no tenía una loca en la cabeza a la que interpretar como mi subconsciente. De hecho, tenía la eterna duda de cómo rayos se conectaba conscientemente con su subconsciente y su inconsciente. Freud estaría muy interesado en ello, sobre todo por los aspavientos que esa diosa hacía cuando de sexo se trataba.

De todos modos, ¿a qué vino eso? Tengo la mala costumbre de enrollarme muy rápido en mi propia retahíla de pensamientos, lo que a veces hace difícil a los demás seguirme en mis reflexiones. Así que, volviendo al punto que me trajo aquí, voy a resumir el puntapié de lo que creo va a ser una serie de eventos desafortunados (¿ven? Si no pongo una referencia de un libro, una serie o una película no puedo estar). Mi misión, a lo agente sesenta y seis (¡otra vez! Al menos no era la agente sesenta y nueve, eso hubiera sido...), es conseguir una pareja en los próximos siete días. Ni uno más. Este catorce de febrero yo no voy a ser la chica solitaria de al lado.

* * *

—Repite de nuevo, que no te sigo.

—Pareja. En. Siete. Días —remarqué cada palabra como si intentara acogotar a cada una—. ¿Qué es lo difícil de seguir?

—Que lo digas tú, para empezar.

—Sam... Okay, lo admito, tienes un punto. Pero es que estoy harta, ¡harta! ¿Entiendes? Solo quiero cambiar la situación, como para variar...

—Estás loca. Y yo más por entrar en esto —Samantha no me iba a fallar, lo sabía. Compartíamos demasiados chismes sobre las idas y vueltas amorosas de todos, incluidas nosotras mismas, como para que se resistiera a ser mi cómplice en esta guerra sin cuartel.

—Ah, querida... Todas las mujeres están locas por conseguir pareja. Yo solo me uno a la moda por un ratito.

—¿Un ratito? Evey, la superficial sin corazón.

—¡Eh! Entiendo lo de sin corazón, pero de superficial nada.

—Cierto, que solo te estás uniendo a una moda —puso los ojos en blanco y yo me reí en respuesta.

—Es un panorama muy superficial para un objetivo algo más profundo, ¿ya?

—Te conozco... Y ambas sabemos que ni siquiera te conquista la superficialidad de personajes literarios hechos para enamorarte.

—Exactamente —la interrumpí. Otra de mis malas costumbres—. Yo me enamoro del perro con media cara quemada y del enano de humor ácido.

—Al caso, a lo que voy es que esto es tan poco tú.

—¡Esa es la idea! No voy a negar que ser yo el resto de los 364 días del año es muy divertido, pero el traje de Grinch me está quedando chico.

—El Grinch es anti Navidad.

—El Grinch es anti demuestras de amor, felicidad y cosas bonitas... Da igual.

—Está bien, Grinch de corazones —alzó las manos en señal de rendición antes de continuar—. ¿Hay candidatos ya?

—Estás hablando con Miss Previsión, eso no se pregunta.

—¿Quiénes? Y ojo con lo que vayas a decirme, no quiero morir a edad temprana.

—No hablo entonces, lo dejamos como una sorpresa.

—Esto no me suena bien... No me digas que...

—Sí te digo que...

—No.

—Sí.

—No, no, no.

—Ya sabes quién va a ganar la discusión... Y ni siquiera hace falta que diga sí, sí, sí.

—Inventaste excusas para no salir con él.

—Y verás lo buena que puedo ser para inventar excusas para salir con él. Aunque no creo que haga falta, sinceramente.

—Liz no lo aprobará —arguyó Sam, haciendo una mueca de desagrado. Ella tampoco lo aprobaba, era evidente.

—Liz tiene la fantasía de que me voy a casar con el innombrable y voy a tener hermosos hijos rubiecitos —not gonna happen es la respuesta que obtenía de mí cada que afirmaba que íbamos a terminar juntos. Yo ya había llegado a un punto en que no quería ni nombrarlo, a saber de dónde sacaba argumentos para pensar que algo podría pasar entre nosotros.

—No va a suceder, ¿no?

—Digamos que es tan probable como que yo vaya a pisar la luna. Él ni siquiera me gusta.

—Él ya no te gusta, querrás decir.

—No nos detengamos en meras concepciones lingüísticas.

—Detengámonos en la concepción de que este tipo tampoco te gusta.

—Es distinto, lo sabes —de hecho, sí lo sabía. No tenía razones para que Mikah me cayera mal y no le diera una chance, pero sí tenía unas cuantas para querer darle mínimo un ladrillazo al otro.

—Pero... Pero es Mikah. Ese Mikah.

—No tengo un catálogo amplio como para elegir al que mejor se adapte.

—¡No elijas a nadie entonces!

—Volvamos al punto de no ser yo. Yo me quedaría sola, como cada año que pasó. Estamos intentando cambiar de paradigma, ¿okay?

—¿Y no hay posibilidad de cambiarlo con otro? ¿Con Step, quizás?

—Step está un step más arriba de lo que yo puedo alcanzar.

Introduzcamos a Step, el sueño de muchas chicas que conozco y de otras tantas que jamás conoceré. Es el chico que te va a hacer reír sin esfuerzo, el chico con el que se puede tener una charla de cuatro horas seguidas y que haya parecido que solo pasaron diez minutos, el chico que ni bien lo tienes quieres presentárselo a todas tus amigas e incluso a tus amigos. Step, el estúpidamente lindo, inteligente y divertido Step, era la clase de chico que no podía (y ya no aspiraba a) tener. Sí, ese era él y yo era una de las integrantes de la temida friendzone. Cuestión de karma, supongo. Después de haber metido en esa zona a varios, creo que tenía que pagar la cuenta.

—Stephan es ridículamente perfecto para lo que te propones.

—Que no, mujer.

—Pero...

Friendzone, mi joven padawan.

—Te recuerdo que tú eres más joven que yo, Evey.

—Sí, pero yo soy la que suena como una vieja la mayoría de las veces —tenía complejo de señora mayor, expresado a través de muchas quejas y comentarios poco dignos de mi edad—. No voy a ir por Step, tenlo por seguro.

—¿Por qué? Es mejor que Mikah. De hecho, compararlo con él se me hace un ultraje.

Creo que va siendo momento de presentar a Mikah (a riesgo de que le estallen las orejas al pobre entre tanto Mikah esto, Mikah lo otro). Seguramente se han cruzado con alguien de este estilo anteriormente. Personalmente, creo que es el terror de una chica hecho testosterona andante. Es aquel que, sin importar cuántas veces le dejes en claro que no le interesas (implícita y explícitamente... Muy explícitamente, diría yo), va a seguir insistiendo en salir contigo. Es aquel que parece conocer cada detalle de tu vida a pesar de haberlo visto solo una vez en persona. Sí, creep es una palabra sentadora, sobre todo cuando te enteras de que sabe exactamente dónde vives, sabe tus horarios y casualmente empieza a trabajar cerca de tu casa.

Claramente entiendo por qué Sam, Liz y cualquiera de mi grupo podría horrorizarse ante el hecho de que saliera con Mikah. Bueno, en el caso de algunos de mi grupo eso no es tan difícil de lograr. Se horrorizarían y pondrían mala cara así saliera con Step. Tomen nota: los amigos a los que les impusiste la friendzone ponen mala cara ante cualquier figura masculina que se te acerque. Cualquiera, ¿entendido?

—Mikah no es tan malo. Digamos, obviando su aparente y poco atractiva obsesión, es bastante entretenido pasar el rato con él.

—Evangeline, habla como un hombre de las cavernas.

—No saldría con él por su bella escritura y manera de expresarse.

—Evey, seamos sinceras, tú matarías a cualquiera que hable y/o escriba mal. La gramática, para ti, es más importante que el aire que respiras.

—Cuando tienes razón, tienes razón —asentí, sin posibilidad de rebatir su argumento. Todos saben que, en ese sentido, soy una maldita perfeccionista—. Si no es Mikah, ¿quién entonces? No tengo muchas ideas.

—Step, Step, Step, Step... ¿Ya te mencioné a Step? ¡Harían buena pareja!

—En un universo alternativo, talvez. Pero esta es la realidad Sam y en siete días con suerte puedo conquistar un resfriado.

—Tú y tus cambios de paradigma. A veces me pregunto si la universidad nos arruinó el cerebro.

—No sé para qué te lo preguntas... Es obvio que sí —Sam negó con una sonrisa plantada en su rostro, como si no hubiera esperado menos de mí.

—Volviendo a los candidatos... ¿Qué tal si le pregunto a Harry si tiene algún amigo disponible?

—Eso sería... Raro.

—¿Vas a aceptar salir con Mikah y dices que eso es raro?

—¿Prefieres que salga con tú-sabes-quién? ¿Con alguno de sus amigos?

—Prefiero que salgas con alguien que te merezca. Mikah no tiene nada que ver contigo, sin importar lo mucho que lo intente.

—Sabes, mamá se quedó soltera por esa razón, por esperar a alguien que valiera más y concretara sus expectativas...

—Es mejor que estar con alguien que no las cumple.

—Probablemente, aunque la soledad aburre.

—Y la soledad, aun estando rodeada de gente, duele.

Esa tarde nos reunimos con Liz, quien obviamente puso el grito en el cielo al enterarse de mi loca y desesperada idea de último momento. El manotazo de ahogado al estilo Evey parecía no gustarle a nadie, todo por el hecho de que mi lista era prácticamente unipersonal y giraba en torno a Mikah. En eso todos estábamos de acuerdo: Mikah era ciertamente inconveniente. Pero, a su vez, era el único que mostraba señal de interés. Y, teniendo en cuenta que el catorce de febrero estaba a la vuelta de la esquina, no podía simplemente quitarlo de mis opciones. Quién sabe, quizás me acostumbraba al hecho de salir con él.

Salir con él. Con Mikah. Salir con Mikah.

Okay, no, no me sonaba para nada. De hecho, hasta cierto punto eso ponía a mi cerebro a llorar. Nota dos: las estupideces se hilan una con otra, así que no sorprende pasar de la idea de una cita con Mikah a la imagen de un cerebro que llora. Esto era estúpido, estúpido, estúpido. Y yo era una tonta por llevarlo a cabo.

Aunque, por otro lado, me picaba la curiosidad de saber qué reacciones tendrían aquellos más cercanos a mí al enterarse de que salía con alguien. Vamos, ¡esa diversión no podía quitármela nadie! Mencionar a Mikah solo completaría la escena como para hacer memes de las caras y expresiones de cada uno. Incluso uno con mi propia cara. De hecho, ahora mismo podrían usarme para un cómic o algo.

La verdad, Mikah me parecía tan poco interesante. Ni siquiera suponía el desafío de tener que ganármelo, porque sin haber hecho nada ya había captado su atención. ¿Cómo? No tengo la más remota idea. La naturaleza no me había agraciado con el don de la belleza (de hecho, estoy más que segura de que se burló de mí al darme la estatura de un hobbit) y mi personalidad es... Complicada. Y uso la palabra complicada porque no sé de qué otra manera definirme. Algunos dicen que soy graciosa, simpática y divertida, pero la mayoría cree que estoy loca. En el buen sentido (sigo sin saber cuál es el buen sentido de eso, de todas maneras). Se me considera inteligente, aunque últimamente destaco por las idioteces que hago y digo (apuesto a que no se habían dado cuenta de ello). En fin, es fácil de ver que el concepto que tengo de mí misma no es el mejor de todos.

La realidad es que soy muy insegura, incluso en las áreas donde hallo mayor comodidad y confianza. Parece que nunca soy lo suficientemente talentosa, ni lo suficientemente linda, ni lo suficientemente capaz. Nunca me sentí como alguien que importara en este mundo. Nunca me sentí muy a gusto conmigo, ni con nada directamente relacionado a mí. Y, paradójicamente, soy muy orgullosa. Orgullosa de las cosas que he logrado, de lo que hago e incluso de mí. ¿Se entiende por qué elegí definirme como una persona complicada? Lo soy. A veces, ni yo misma me entiendo. Y creo que es precisamente eso lo que utilizo como barrera para defenderme del mundo que me rodea.

La gente, en parte, me da miedo, por más que nadie lo note. Miedo porque cada persona que se acerca a mí es un riesgo potencial y catastrófico, un riesgo de que acabe lastimada de uno u otro modo, otra vez. Visto y considerando, la positividad no era uno de mis atributos (sin importar lo que afirmen otros). Tengo mis motivos, enterrados en un complejo entramado de vivencias y recuerdos que no quiero revolver, no sea que salgan a flote a la superficie y las heridas vuelvan a supurar angustia y lágrimas.

Así es que, con el correr de los años, desarrollé un negativismo crónico que me protegía de los fracasos (¿o me empujaba a ellos? No estoy segura). No es lo mismo fallar cuando esperas lo mejor que fallar cuando no esperas nada bueno como resultado. La caída es mucho menor en este último caso. Algo así es lo que sucedió con Step.

Step es una de esas personas que instantáneamente te agradan, aun cuando la gente en general te saque de quicio. De algún modo que no comprendo, se hace querer rápidamente, como si lo hubieras conocido desde siempre. Llevarse bien con él es tan sencillo que hasta a mí, que las relaciones sociales se me dan fatal, me resultó demasiado fácil hacerme “amiga”. Con énfasis en esas comillas.

Ya lo dije antes, Step es... Bueno, es él. Así como era pan comido que te cayera bien, era prácticamente obvio y se daba por descontado que te terminara gustando. También era obvio y se daba por descontado que, ni bien eso sucediera, yo estaría jodida. No tenía la más mínima chance con Step. Yo me lo imaginaba con una chica radicalmente opuesta a mí, por lo que ni siquiera me hacía ilusión de salir con él (bueno, quizás mienta un poco... Al fin y al cabo, soñar es gratis).

La cuestión es que debo haberle dado pena a algún dios antiguo porque sí salí con Step. Claro que él no adivinó así como así mis intenciones. La verdad, mi desvergüenza y bocaza (o, más bien, mis atropellados dedos y el embrujo de chat de Facebook) hicieron todo el trabajo. Porque, por supuesto, mis habilidades de conquista y coquetería son nulas, por lo que tuve que echar mano a mi humor y comentarios cargados de doble sentido (lo sé, ahora mismo deben estar pensando lo irresistible que soy...). ¡Y eso funcionó! Con Step, funcionó con Step, lo cual implica unos cuantos puntos extra.

Puntos que perdí súbitamente en la cita. Abordando de nuevo el tema de las relaciones sociales, debo decir que sufro de nerviosismo agudo. Cuando alguien me agrada mucho (del sexo masculino, específicamente), a un nivel más bien romántico, suelo actuar como una real imbécil por culpa de los nervios. O bien hablo hasta por los codos al punto de formular teorías sobre tortugas intergalácticas azules o bien me quedo callada como una tumba en pascua, acurrucándome en mi miseria interna. Con Step, vaya casualidad, experimenté un nuevo nivel de nervios fuera de toda escala conocida.

Para empezar, llegué tarde. Y despeinada. Y de mal humor, porque llegué tarde y despeinada. Y, cuando vi a Step, perdí la poca cordura e integridad que me quedaba en el tarro. “No babees, no le saltes encima, actúa normal, sobre todo no babees como una idiota” se convirtió en mi mantra y música de fondo. Pero parece ser que centré demasiada atención en eso, porque no podía coordinar ni un saludo coherente. Al menos no babeé.

De allí en más, absolutamente todo fue cuesta abajo. Yo combinaba momentos de hablar como una loca con silencios pesados e intentos vanos de rellenar esos silencios. Ni siquiera entiendo cómo Step soportó eso. Yo misma quería auto imponerme una orden de restricción y un bozal legal. Pero no, seguí metiendo la pata como una condenada, hice que nos perdiéramos y terminamos caminando como dos beduinos en medio del desierto.

Demás está decir que cuando llegué a casa quise golpear mi cabeza contra la pared, repetidas veces. Y fuerte, muy fuerte. Después me preguntaba por qué estaba soltera... Bueno, ¡Step puede responder eso! Con suerte no había terminado mudándose de país después de aquello, lo cual me reconfortaba un poquitito.

Así que, resumiendo, él realmente quedaba fuera de mi liga. Sam podría insistir todo lo que quisiera, pero mi chance ya la había tenido y para lo único que pude aprovecharla fue para dejarme en ridículo. Entonces, volvíamos al principio, al punto disruptivo: Mikah.

—Me niego a que eso pase.

—Liz, tú no vas a salir con él. Esa vendría a ser yo.

—¡Y me niego!

—Trav está fuera de discusión en esto —Trav, Travis, el innombrable. Mientras menos se lo mencionara, mejor.

—Yo no pierdo las esperanzas de que Travey suceda algún día.

—Primero, Travey es el peor nombre en la historia de los nombres de parejas. Segundo, lo detesto. Y si con eso no basta —hice una breve pausa y tomé un lápiz y papel. Dibujé un pequeño gráfico con muñequitos de palito, donde una mujer golpeaba a un hombre considerablemente más alto que ella—. Eso es Travey hoy, Travey mañana y Travey siempre.

—Él te gustaba, yo lo sé, estoy segura.

—Es genial que hayas usado el tiempo pasado. Porque. Es. Pasado.

—En eso estoy con Evey. Travis se comporta como un niño —dijo Sam y yo sonreí con suficiencia. Era bueno saber que no era la única que pensaba algo por el estilo. De ese modo, nadie podría tildarme de exagerada.

—Sam me da la razón, doy por concluido el tema Travis.

—De paso da por concluido el tema Mikah, por favor. Debe haber alguien más.

—Cal y Dave. Dave es un no-no para mí.

—Veamos al tal Cal —Liz tomó el mando de la notebook de Sam y chequeó mi lista de amigos en Facebook. Mordió su labio inferior con insistencia, revisando un par de las fotos más recientes de Cal—. Nunca alguien más o menos normal, ¿no?

—Los normales no pegan conmigo, it is known —esperé a que captaran mi referencia a Juego de tronos, pero nadie pareció dar señales de interpretarla—. Como sea, él no está mal... Pero es regla que no sales con quien ya friendzoneaste previamente. Eso rompería el balance del orden mundial.

—¿Y Mikah? Él también está en la friendzone.

—Técnicamente no. Vamos, ¿qué tan malo puede ser?

—Se te puede pegar su ortografía. Eso es lo suficientemente terrible.

—Ni que fuera a tenerlo escribiendo en la cita.

—Imagina que te regala algo e incluye una dedicatoria de su puño y letra. Solo imagina —y lo hice. Y me dieron escalofríos.

—Más le vale que sean chocolates, para aplacar el dolor visual.

Liz, Sam y yo nos quedamos charlando hasta bien entrada la madrugada, mayoritariamente riéndonos de todos los posibles escenarios que podrían darse. Peor que lo sucedido con Step no podría ser, definitivamente, pero aun así el panorama no dejaba de ser tragicómico.

Sin una conclusión ni una decisión tomada, cerré los ojos a las cinco de la mañana, esperando que el descanso me ayudara en algo. Pero en la tierra de los sueños la confusión era mucho mayor que en mi estado de consciencia plena. Step, Trav y Mikah danzaron ante mí, entremezclándose uno con otro y susurrando incoherencias que se siguieron repitiendo en un coro infinito hasta la hora de despertarme.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top