Día cinco
11 de febrero de 2014
Estado: no sabe, no contesta.
Sigo sin saber qué es lo que Seth pretendía exactamente. Lo único que pudo decirme Sam es que pidió mi teléfono porque tenía que hablar de algo importante conmigo, aunque no tenía idea de qué era ese algo. Yo menos, porque a todo esto lo único que sabía era su nombre y de pura casualidad. Anoche se había ido justo después de que terminase de cantar Strange Birds, así que no había podido averiguarlo por mí misma. Solo me quedaba esperar, si acaso, a que hiciera el bendito llamado para poder sacarme de encima la duda, fuera lo que fuera a decirme.
Por lo demás, no tenía nada que hacer. O, más bien, todo lo que tenía que hacer entraba en mi lista de "cosas que voy a evitar hasta que sea demasiado tarde y llore por el stress que me causan". Sí, el nombre solo era lo suficientemente largo como para que ya me diera espanto pensar en ello. Puede que por ese motivo terminara levantándome pasado el mediodía, poco antes de la una de la tarde, ante el ataque de una Dona muerta de hambre. Arrastré mis pies sin ánimo alguno para ir a darle de comer y me quedé sentada por un rato antes de espabilarme un poco. Desayuné a pesar de la hora que era, me di algunos mimos de fin de semana en pleno apogeo de martes (algo me dice que puede malinterpretarse... Alto ahí, mentes pervertidas, que solo me di un baño largo) y finalmente me apoltroné en la silla de la computadora para empezar a hacer nada. Se supone que estudiara, pero no tenía ganas. Nunca tenía ganas, pero debería ponerme en marcha antes de sufrir una de mis típicas crisis y correr el riesgo innecesario de desaprobar alguno de mis exámenes. Eso, definitivamente, no entraba en la ecuación.
Puse música tranquila y abrí un archivo con resúmenes que ya tenía hechos. Bastó leer cinco renglones para que ya quisiese arrancarme los ojos y ponerlos en un vaso lleno de lavandina (drama queen? ¡Cómo creen!) Pero tenía que meterme toda esa información en la cabeza, de algún modo, y como no habían inventado todavía el chicle mágico de Willy Wonka... Pues, bueno, tendría que estudiar a la vieja usanza. Rebusqué uno de mis cuadernos entre el revoltijo de cosas de mi facultad y me puse a armar una guía con los conceptos más importantes de cada autor, formando una lista más larga de lo que me gustaría. Sumida en un mar de letras apretujadas, los números y las estrategias de comercialización volaron por mi mente hasta que terminé por ponerme a reflexionar sobre cuál aplicaría mejor a mi caso y cómo podría llegar a venderme a mí misma. Solo dos horas había necesitado para terminar divagando como una loca.
Decidida a que era momento de tomar una pausa (o tres pausas seguidas, como quien dice), eché mano a un paquete de galletas y me serví algo de cereal antes de acomodarme para iniciar mi viaje no-tan-intergaláctico por Internet. Chequeé mis mails y, justo cuando iba a abrir una nueva pestaña para revisar mi cuenta de Facebook, mi teléfono celular sonó. Lo manoteé como la torpe que soy y casi lo tiro al piso en mi intento por hacerme con él, todo para ver que se trataba de un número desconocido.
-¿Hola? -dije en tono de pregunta, con una voz que podría dar a entender que tenía miedo de que un cuchillo saliera de la nada a través de la pantalla.
-¿Evangeline?
-Uh, ¿sí?
-Hey, ¿cómo estás? Soy Seth, el del bar... El que se creía Caesar Flickerman. -¿Acababa de hacer una referencia a Los juegos del hambre? Vaya, ya me caía bien.
-Sí, te recuerdo... Estoy bien, gracias. Algo sorprendida.
-¿Por qué? ¿Por la llamada o por el hecho de que me compare con Caesar? -Escuché una risa del otro lado de la línea. Casi podía imaginarlo: dientes dignos de una novela para adolescentes comercial, hoyuelos asesinos y un pase para el backstage en mi cuarto... Bueno, no, eso último no.
-¿Por las dos cosas? Ya sabes, no todos los días me llama alguien al que apenas conozco comparándose con un personaje de una saga juvenil.
-¿Me estás diciendo viejo? Eso no es muy amable de tu parte, Katniss. -Todavía seguía oyendo su risa ahogada. ¿Es que me había llamado Katniss? Se nota que nunca había sido testigo de mi puntería. Yo podía apuntar a la cabeza de una persona y darle a la cintura, estando a menos de dos metros de distancia. Haría llorar a la chica en llamas, a Peeta y a todo el Distrito Doce.
-No te dije viejo. Solo se me hacía raro que un hombre lea esas cosas. O mire las películas.
-Mi hermana es fanática y, como buen hermano mayor, la sigo en sus locuras. -¿No querría ser mi hermano también? Siempre quise uno, desde que era chiquita. Tenía la fantasía de una cosita bonita a la que pudiera malcriar y mandar a mi antojo. Después me di cuenta de que, para eso, podía conseguirme un perro. Y al final me conseguí una gata callejera. Casi-. Bueno, voy al punto. Anoche arrasaste en Liverpool.
-Ah, sí, eso... -Había olvidado el hecho de que un video había sido grabado y de que ya podría estar pululando por Youtube. Y yo no sabía cómo lidiaría con eso. Aunque probablemente solo tuviera dos visitas y no tendría de qué preocuparme.
-Al dueño le pareció increíble y cree que podrías unirte a nosotros. Los viernes y los sábados tenemos shows programados y ambos coincidimos en que tú podrías ser quien los diera a partir de ahora.
-¿Es en serio? ¿Dos presentaciones por semana? -Me hubiera caído de culo al suelo, pero ya estaba sentada. Poco más y me ponía a reír como una desgraciada hasta "reciclar" las galletas que había comido recién en una pasta de aspecto dudoso.
-Si te parece bien... No serías la única, tenemos una banda que hace actuaciones también. Más bien hacían, hasta que se quedaron sin vocalista... Digamos que ella era un tanto problemática. Si tan solo te tuvieran a ti de reemplazo, la situación sería bastante distinta.
-Suenas como mi mayor fan.
-Podría serlo -dijo. Yo no sé si pudiese, pero sí confirmaba que Seth era una persona demasiado amigable. Trabajar con él no sonaba mal, y Liverpool era un bar bastante respetable... Definitivamente podría hacerlo. Además... ¿Ganar dinero por cantar? Estoy totalmente dentro.
-Claro, claro. Volviendo al tema... ¿Sería todos los viernes y sábados?
-Si todo funciona como debería, así es.
-Supongo que ya tienen a su nueva estrella -dije en tono burlón. ¿Podría pasar algo más esta semana?
-¡Genial! Deberías pasar por el bar hoy o mañana, ¿te parece?
-Seguro, ¿a qué hora?
-¿Puedes esta tarde? Así hablas con Vince y arreglas todo. Después podría presentarte a Ky, mi hermano. Es el líder de Black Eyed, la banda de la que te conté. Él realmente quiere conocerte.
-¿Conocerme? -pregunté haciendo una mueca, como si él pudiera verme.
-Es que vio tu video... -Aguarden un minuto. Mi... ¿Video? Ay, Dios. No. No, no, no. Por favor, que esto no fuera lo que yo pensaba. Que esto no significara nada. Que solo fuera un incidente aislado. Por favor-. Dijo que Black Eyed podría resurgir contigo.
-Espera, espera, más lento que soy lerda. Iré a hablar con Vince esta tarde. Después ya veremos. -Sí, ya veremos. Si es que no me tiro por el hueco del ascensor primero.
-Perfecto, no hay problema. ¿A las seis?
-A las seis. -Vaya, ese podría ser nuestro okay.
-Te veré allí entonces. Adiós Eve.
-Evey.
-Evey, cierto.
-Nos vemos, Seth.
No había ni terminado la llamada y ya estaba saltando como un resorte descontrolado. Dona se acercó a ver por qué hacía alboroto y terminó girando entre mis brazos, ajena a lo que estaba sucediendo. ¡Me iban a pagar por cantar cuando podría hacerlo gratis! ¡Gratis! Chillé casi como una desquiciada hasta que volví a caer en la cuenta de un minúsculo detalle: el video.
Dejé a Dona en el suelo nuevamente y volví a sentarme frente a mi computadora, dispuesta a resolver mi duda. Entré primero a mi cuenta de Facebook y con solo ver la cantidad de notificaciones me quedé en blanco. Con menos de cien amigos en mi haber, lo máximo a lo que estaba acostumbrada eran diez, quince notificaciones como muy exagerado. Tener casi ochenta notificaciones era sinónimo de alarma. Y de una de esas chillonas, rebotando contra las paredes de mi cráneo como una pelotita saltarina.
El. Maldito. Video.
Marqué como leídas aquellas que no tenían relevancia y después confirme mis temores. Likes, comentarios de gente que no conocía, etiquetas por doquier, compartidos... Mi video había invadido el muro de varios de mis amigos (que contaban con una lista de contactos casi tan amplia como la lista de gente a la que yo había conocido durante toda mi vida), y de los amigos de mis amigos. Era un virus que se propagaba al ritmo de Rolling in the Deep. Nunca una canción más apropiada para una situación como esta. Rodando hacia el mismísimo averno.
Hice clic en el post original de Katia, que había subido el video a Youtube y lo había compartido en su muro, etiquetándome cómo no. Leí algunos de los comentarios antes de pasar a otra publicación en la que también estaba etiquetada. Y a otra. Y a otra más después de esa. Mi estómago amenazaba con fundirse para cuando me negué a abrir una nueva notificación.
Evangeline Lane: el nuevo descubrimiento de las redes sociales.
Abrí Youtube para ver si allí también había estallado la pólvora. En apenas quince horas, el video ya tenía casi cinco mil visitas y unas cuantas decenas de comentarios de gente a la que en mi vida había visto (por supuesto, Evey. ¿Es que estás tonta o qué? Como si conocieras a cada uno que te cruzaras por Internet). Y me quedé ahí, viendo la pantalla como una tonta, callada como ratoncito a punto de ser comido de un bocado por el terrible gato. Y me empecé a reír. Histéricamente, como una verdadera loca, me reí a mandíbula batiente, a carcajada limpia. De un ridículo incidente a una noche de karaoke... ¿A esto?
Me quise esconder debajo de mi cama. Y quise festejar. Y esconderme mejor. Y gritar. Pero me quedé sentada, mirando la pantalla, tratando de sofocar ese acceso de desequilibrio risueño. Volví a mi muro de Facebook y leí las publicaciones que habían hecho en él. Mis amigos bromeaban y se quejaban de que nunca cantara así estando con ellos, mis amigas se habían vuelto unas groupies bastante particulares y hasta Step había roto su cascarón y me había dejado un mensaje.
"Quiero que todo el mundo vea que yo era tu amigo desde antes de que te hicieras famosa... Y que se sepa que aposté por ti".
-Bien jugado, Step. Bien jugado -dije en voz alta. No sabía si era a propósito o había sido un desliz de su inconsciente, pero aquellas últimas palabras eran una cachetada mental para avivarme. Dando este martes como perdido, tenía dos días, dos míseros días para lograr conseguir una cita y a gatas había conseguido un beso de refilón.
Bufé con aires de indignada, entrecerrando los ojos. Responder a todo lo que me habían escrito llevaría más tiempo del que disponía, así que preferí dejarlo para después de mi reunión. Mataría dos pájaros de un tiro de esa manera. Mientras tanto, podría dejarlos con una incógnita subiendo un estado críptico, de esos que la gente pone para hacerse la interesante. Aunque, bien pensado, mejor no ponía nada.
Cerré mis cuentas y tomé el teléfono de donde lo había dejado, justo al borde del escritorio y en precario equilibrio, demandando mi atención y mis torpes dedos. Marqué el número de mamá (el de casa, porque esa mujer no podía ser capaz de llevar consigo su celular ni aunque se lo pegaran con pegamento universal) y esperé a que atendiera, lo cual no tomó mucho.
-¡Lo vi todo! ¿Cuándo ibas a decírmelo? -Claro que lo vio todo. Eso es lo que pasa cuando tienes a tu propia madre como amiga en las redes sociales. Al menos no comentaba por todos lados, pero lo que hacía me dejaba un tanto intranquila. Es de las que ven todo desde las sombras. Y con todo... Me refiero a todo. Incluyendo el revisar perfiles de los chicos que comentan más a menudo mis publicaciones. Menuda stalker.
-Oye, mamá, espera... ¡Acabo de enterarme! Yo no tenía ni idea, estuve estudiando para los exámenes y recién descubrí todo el alboroto. Y ni siquiera sé qué hacer con ello.
-¡Aprovéchalo!
-¿Qué? Mama, ¿tomaste algo? -pregunté frunciendo el ceño-. Estoy al lado del auricular, ¿sabes? Deja ya de cacarear como una gallina o me dejarás sorda.
-Oh, perdona Evey... Deberías haber subido antes un video, cuando querías hacerlo, ¿recuerdas? Te quejabas porque no tenías una cámara.
-Y ahora ni sabía que me estaban filmando. Y se siente raro. Todo esto es como... No lo sé, una implosión de estrellas justo en cada órgano de mi cuerpo.
-Y yo soy la que tomó algo...
-Me salió esa comparación, ¿qué quieres que te diga? Es genial, pero a la vez es vergonzoso que me vean así, tan... Tan poco yo.
-¿Poco tú? -Su voz estaba cargada de incredulidad, como si le hubiera dicho la cosa más disparatada del mundo-. No hay nada más tuyo que el canto.
-No lo entiendes... -Suspiré. Esa no era yo. Yo soy la chica que nunca está conforme consigo misma. La que a veces se siente cómoda con su reflejo y otras solo quiere romper el espejo para no tener que verse más. Soy la que se critica constantemente y la que se burla de sí misma para que no sean los demás los que la lastimen con sus palabras.
No es fácil tener que llevar a cuestas el odio o el desagrado de los demás. Pero eso no se compara con tener que arrastrar el odio y el desagrado que uno puede sentir por sí mismo. Eso es lo que más duele. Eso es lo que más lastima. Eso es lo que resulta más difícil de evitar. Porque yo puedo ignorar las voces de los demás, pero no puedo ignorar a la vocecita que llevo dentro y que todo el tiempo busca nuevos defectos que recalcar. Esa maldita voz nunca se calla.
Al haber sido alimentada desde que era niña con los comentarios insidiosos de mis compañeros, creo que nunca, jamás, dejará de susurrarme lo mucho que me detesta. Que mi sonrisa no es bonita si muestro mis dientes (a pesar de haber pasado por la tortuosa experiencia de llevar brackets a los dieciocho, todavía me cuesta horrores sonreír abiertamente sin pensar lo espantosa que me debo ver), que mis cejas son muy gruesas, que mi nariz es muy grande, que mi piel es muy grasosa o poco tersa, que mi cara es demasiado gorda, que mi boca es muy pequeña y mi cuello muy corto, que mi estatura es paupérrima, mis caderas muy anchas y mis muslos muy gruesos... ¿Algo más que sumar a este inacabable inventario que esa vocecita me recita?
Rompo con todos los parámetros de belleza y no coincido con ninguna de las características que exaltan como perfectas. No hay un hueco entre mis piernas como el que tienen las chicas en las millares de fotos populares que abundan por internet (y ahora a la moda se le ocurrió que debía ser lo suficientemente ancho como para que pasara un burro... La moda es ridícula), mi panza no es chata y definitivamente mis pechos no son ni copa C ni copa D. En resumen, para la industria no soy bonita, ni especial, ni nada. Y como es la industria la que tiende a moldear la mente de la sociedad (queramos o no, da igual si una se resiste o se entrega como un corderito, todos terminamos aprisionados en el fondo de sus moldes), para la mayoría tampoco soy bonita, ni especial, ni nada. Soy estándar, una chica bajita que podría confundirse con una tabla de planchar con trasero incorporado.
Pero la Evey del video... Ella es perfecta. No porque sea como los demás pretenden que sea, sino porque es como ella quiere. Esa Evangeline es feliz como es, porque tiene muchas cosas buenas de las que enorgullecerse que opacan aquellas de las que podría avergonzarse. Esa Evangeline se apaga demasiado pronto... Y mamá no lo entendía. Pero no me iba a poner a discutir sobre ello.
-Escucha ma, no voy a hablar por mucho más porque tengo que salir. Solo quería contarte que, gracias a lo de anoche, me van a contratar en un bar... En ese bar. Tengo una entrevista con el dueño del local en menos de dos horas.
-¡Al fin un trabajo! Era tiempo de que hicieras algo, pequeña vaga.
-¡Hey! Ayer fui a dejar currículums por todo el barrio. El trabajo en Liverpool solo sería los viernes y sábados, así que todavía estoy esperando que a alguien se le dé por contestarme para ofrecerme un puesto más... Serio. Dudo que solo trabajando los fines de semana pueda pagar todos mis gastos.
-Es mejor que nada.
-Por ahora que la facultad no inicia. -Y que los gastos eran menores. ¿Después? Si seguía sin un trabajo formal fijo y los alquileres seguían con su carrera de aumentos, terminaría viviendo debajo de un puente-. Como sea, ya tengo que colgar, solo quería avisarte sobre esto antes de que los demás se enteraran. Después de la entrevista tengo que reunirme con alguien más, así que no sé a qué hora vuelva.
-¿Con quién vas a juntarte?
-Con el hermano del chico del bar que me contó sobre este puesto. Historia larga.
-¿Para qué? ¿Es una cita? ¿Acaso al fin vas a tener una cita? -¿Qué les dije? Para mamá el estar soltera es casi un pecado.
-No es una cita, mamá. El hermano de Seth tiene una banda y quería conocerme. Él también vio el video de anoche y... Bueno, en realidad desconozco lo que se le pasó por la cabeza. Ya veremos cómo sale eso.
-Suerte entonces, nena. Mañana podríamos almorzar juntas y así charlamos al respecto.
-Seguro. -Ugh. Almuerzo. Mikah. Recuerdos. No ahora-. Más tarde arreglamos dónde nos encontramos. Nos vemos, ma.
* * *
Vince me recibió con mucho más entusiasmo del que esperaba. Yo no sé lo que le había pasado a la gente de la noche a la mañana, pero lo que sí sabía es que me dejaban a cuadros de colores porque no entendía absolutamente nada. De golpe y porrazo todo se me había ido de las manos. ¡Por culpa bendita o bendición culpable de un video! No le encontraba el sentido pero Vince aparentemente sí. Había visto esto como una gran oportunidad para el negocio y me trataba como si yo fuera conocida o algo por el estilo. Hello, no lo soy. Soy Evey, la don nadie. Que un videito no te engañe.
-Compartí tu video en la página del bar hace un rato y ya lleva unos cuantos cientos de visitas más. Es impresionante. -¿Unos cuantos cientos de visitas? ¿Pero qué clase de magia es esta?-. ¿Cantas profesionalmente o estudias canto siquiera?
-Eh... No. Canto en la ducha, ¿acaso cuenta? -Vince me echó un vistazo, apartando la mirada de su portátil. Creo que no se esperaba esa respuesta.
-¿Fue tu primera presentación en público? -¡Fue una noche de karaoke!
-No, no realmente. Canté en unos pocos concursos y en algunos eventos de la secundaria. Nada especial. -Mentira. Sí que era especial para mí. Eran mis pequeños logros.
Vince se quedó pensativo, como si estuviera reflexionando sobre algo sumamente importante. Yo miré con mucho interés todos los papelitos que había sueltos por el escritorio y adornando la pared detrás de él, formando un mar caótico de post-it. Su oficina, si así podía llamársele a la caja de zapatos donde nos encontrábamos, era una especie de batiburrillo que transmitía menos seriedad que las respuestas que yo estaba dando. Había notitas, más papeles, carpetas, botellas vacías a modo de decoración, estatuas del tamaño de mi mano de hierro y símil mármol, cuadros de anuncios publicitarios del año de la escarapela y marcos con fotografías que, según sospechaba, eran las mismas que venían al comprarlos. Y nada, nada, tenía un orden claro.
-Bien... Bien. -¿Bien qué? Por favor, hombre, que no estoy metida adentro de tu cabeza-. Creo que tienes futuro, Evangeline. -¿Como vendedora? ¿Como perdedora crónica? Quién sabe. ¿Como cantante? Pues ya me habían dicho una vez que para triunfar en el mundo de la música hay que tener suerte, conexiones y belleza. Y digamos que andaba corta de las tres, así que a saber qué futuro podía construirme aparte de ser tira cables-. Piénsalo de este modo: Liverpool no es un bar tan conocido ni tan grande... Y ya viste el impacto que tu actuación causó. ¿Te imaginas si hubiera sido en un lugar popular? Tienes el toque, niña.
-Si usted lo cree, mejor para mí.
-No solo yo lo creo... Pero digamos que soy tu sponsor oficial. Así que te quiero los viernes y sábados aquí. Cantarás unas cinco canciones en total, con una paga de $1500 al mes -dijo con todo el convencimiento del mundo. Y yo no opuse queja alguna. Con eso podría cubrir parte del alquiler y no iba a tener que sudar la gota gorda para ganármelo-. Si funciona, considera como seguro un aumento. -Sí, sin quejas he dicho.
-Me parece bien. ¿Cuándo empezaría? -Que no se note mi ansiedad. Ansiedad de dinero, señores.
-Este viernes, claro está.
¿Este viernes? ¿El día de San Valentín? Oh, esto se ponía más interesante con cada minuto que pasaba. Gracias por tanto, dioses en lo que no creo y los que probablemente deben estar causando todo esto en venganza de mi falta de fe. Gracias por todo.
-Vamos a tener gran cantidad de clientes, por lo que va a ser tu gran oportunidad -continuó mientras yo me perdía en los recovecos de mi mente de perseguida crónica, buscándole la vuelta a un asunto que nada tenía que ver con trabajar.
-Viernes entonces, a pie de cañón. -Y lista para salir disparada como una bala.
Acordamos que firmaría el contrato ese día antes de que Vince me saludara efusivamente (en serio, necesitan parar con el entusiasmo. Están logrando asustarme) y yo pudiera salir de su despacho. Seth me estaba esperando sentado en una de las mesas cercanas a la barra, ya que todavía no había iniciado su turno. En su lugar, una rubia muy bonita, no mucho más alta que yo, estaba atendiendo a los clientes y le echaba de vez en cuando miraditas a él y a quien supuse debería ser su hermano Ky. Solo tenía una cosa que decir al respecto: era completamente entendible el por qué la chica estaba prendada de esos dos.
Yo no sé qué es lo que había sucedido esta semana, pero últimamente estaba no solo metida en situaciones prácticamente delirantes, sino rodeada de modelos salidos de un anuncio de Abercrombie. ¿Por qué se habían mantenido fuera de mi radar hasta ahora? ¿Es que acaso había una epidemia? Porque si ese fuera el caso, a Seth y a Ky les había dado fuerte, justo hasta los huesos. ¿Para cuándo me tocaba contagiarme? Porque juro y perjuro que no voy a oponer resistencia alguna. Es más, me someto voluntariamente a una inyección de la cepa del virus que esté causando eso. Y ni se preocupen por el antídoto, que eso ya lo tengo en mi genética.
-Hola. -La palabra se coló entre mis labios como un susurro. Saludé con la mano a ambos, como lo hubiera hecho una nena de cinco años. Inmediatamente quise golpearme la cabeza contra la pared, pero contuve esa necesidad volátil. Me quedé ahí parada, junto a la mesa, mirando a los hermanos con cara de póquer. Si esperaban una personalidad estelar, bien podrían sus ilusiones caer como meteoritos a la Tierra, desintegrándose en el proceso.
-¿Qué tal, Evangeline? Te presento a mi hermano querido, Ky -dijo Seth con un tono que destilaba un toque de sarcasmo.
-Venga, hermana. -Ky se puso de pie y me estrujó entre sus brazos, como si me conociera de toda la vida. Yo ni siquiera pude responder a eso. Me quedé tiesa como palito de helado congelado, tratando de averiguar qué se suponía que hiciera con esas dos cosas que colgaban a mis costados, parecidas a brazos pero sin su utilidad.
-Ky, la estás asustando -apuntó Seth. Yo no podía verlo pero, por la inflexión de su voz, podía imaginar la expresión de su rostro.
-No la estoy asustando -respondió, dejándome libre casi a regañadientes.
-Que sí. ¿Es que no le ves la cara?
-No te estoy asustando, ¿no? -Lo miré casi en pánico. Mi cerebro no lograba funcionar, a saber por qué. Mis neuronas habían decidido entrar en paro indefinido, bloqueando toda sinapsis que me permitiera hablar sin dejarme como una estúpida en frente de los hermanos.
-Ky...
-Esto es extraño. Muy extraño. -Conseguí articular, frunciendo levemente el entrecejo.
-¿Ves? -Seth fulminó a Ky con su mirada al tiempo que yo me preguntaba por qué el mundo estaba empeñado en ponerme enfrente a gente con ojos azules. ¿Que no se supone que el marrón es el color dominante? Pues últimamente no me lo parece.
-Quizás son los tatuajes. ¿No te gustan, Eve? -Ky... Vamos, Ky es como un niño, solo que de metro ochenta y con los brazos completamente tatuados. Y, más que sangre, apostaba a que tenía azúcar (quizás rancia y todo) en las venas.
-No realmente. Depende de la persona, pero no soy muy partidaria de la tinta permanente.
-Oh... Ya veo. Bueno, eso debe ser, Seth.
-Kyle, ya cállate.
-¿Por qué?
-Evey, siéntate. Puede seguir así por horas. -Seth se arrellanó en su asiento, más bien resignado. Le hice caso solo para darle el gusto.
-¿Seguir así? ¿A qué te refieres? Hermano, en serio, no me dejes mal parado.
-¡Pero si ni me hace falta!
Me quedé sin decir nada, apoyándome contra el incómodo respaldo de madera de mi silla, que apenas me llegaba por debajo de la altura de mis omóplatos. La rubia del mostrador me miró sin entender en qué estaba metida y yo me encogí de hombros, implicando que yo tampoco estaba enterada de qué pasaba exactamente. Hermanos... Todavía no comprendía la dinámica compleja que los unía.
Ky y Seth siguieron discutiendo en tono jocoso y yo apoyé mi mentón entre mis manos, acodada ahora sobre la mesa (después de comprobar que si seguía reclinada terminaría con la espina dorsal partida en pedazos gracias al diseño cero por ciento ergonómico del estúpido asiento en el que estaba sentada). Amagué con decir algo pero me sentía bastante fuera de lugar. Ellos dos se veían como la clase de personas con las que podría llevarme perfectamente bien, pero se sentía mal interrumpirlos. Meter un bocadillo en su conversación me haría sentir como una intrusa. Y ya de por sí me sentía bastante cohibida por el hecho de que los dos parecían príncipes salidos de alguna película de Disney (dejando de lado el hecho de que Kyle tenía más tinta en su cuerpo que los guiones de dichas películas). Y yo... Bueno, podíamos dejarlo en que era una versión de Cenicienta venida a menos, esperando a que una varita mágica me tocara y me convirtiera en alguien más o menos decente. Pero, obviamente, mi hada madrina o se había perdido en el camino o simplemente prefería mantenerse en estado "no disponible".
-¿Ves que la pobre no puede seguirte?
-Creo que no puedo seguir a ninguno. -Me atreví a decir. Ambos me miraron con carita de perrito mojado y yo casi me deshice en la mesa. ¿Qué cuernos pasaba con mis hormonas? ¿Todo este alboroto es a causa de que San Valentín está golpeándome en el trasero y yo todavía sigo con cero invitaciones en mi haber?-. Yo solo no quería interrumpirlos. Supongo que no tengo mucho para decir.
-¡Pero tienes mucho que cantar! Te quiero en Black Eyed, te quiero en mi banda y te quiero ahora. -Y yo te quiero para otras cosas, pero no me ves haciendo aspavientos por eso-. Tenemos... Teníamos a una cantante pero... Bueno, digamos que estaba loca.
-Kyle...
-Hermano, es la verdad. Tu ex es una desgraciada. -Nota mental: Seth está soltero.
-Sí, puede que sea cierto, pero no hace falta divulgarlo a los cuatro vientos. -Repito: soltero.
-Como sea. La cuestión es que Lila ya no funcionaba con nosotros. En realidad, no estoy seguro de que alguna vez lo haya hecho. Así que tú vendrías a ser nuestra solución, Evey.
-¿Solución? ¿No estás exagerando un poco mucho?
-Oh, no. Estuvimos buscando un reemplazo desde hace un tiempo, pero ninguna terminaba por adecuarse. Vee y yo vimos tu video y ambos coincidimos en que mínimamente deberías hacer una prueba con nosotros.
-¿Quién es Vee?
-Nuestra hermana menor, bajista y corista de la banda.
-¿Y por qué no la eligieron a ella? -pregunté, ladeando mi rostro. Así que la hermanita fan de The Hunger Games era parte de la banda... Interesante.
-Nah, Vee no es tan buena para ser la voz principal. Quiero decir, ella tiene actitud y todo, pero ese papel no le queda. Lo intentamos, de hecho, y no salió muy bien.
-Yo los escuché. -Asintió Seth, poniendo una cara la mar de graciosa. Este hombre no podría estar en el mercado de solteros por mucho tiempo.
-Ya, entiendo. -Puse el freno de mano por las dudas. No quería quedarme observándolos discutir por otros quince minutos. Bueno, no tenía problemas en mirarlos, pero creo que con mirarlos no iba a ser suficiente. Okay, ya. Ya está bien hormonas, es suficiente por hoy y por el resto de la semana-. Por mí está más que bien. Siempre quise ser miembro de una banda... Pero nunca había tenido la chance de conocer a alguien que tuviera una.
-Perfecto entonces. Deberíamos comenzar con los ensayos, algo así como... Ya.
-¿Te refieres a ya, ya? ¿O a ya esta semana?
-Si no fuera porque Vee está haciendo no-sé-qué-cosa y Baz está internado en su turno de trabajo, ya te habría arrastrado a nuestro garaje. -Hice una mueca de entendimiento, como si realmente supiera quién era Baz. ¿Es que todos teníamos apodos minúsculos?-. ¿Cuándo estás disponible?
-Veamos, estoy esperando algunas llamadas importantes -que, por cierto, todavía no había recibido ni una y podría entrar en pánico si eso no sucedía dentro de las próximas horas-, y tengo que estudiar para mis exámenes finales... Eso sin contar que el viernes es mi primer día de trabajo aquí. Así que, no lo sé, ¿el fin de semana? -Así, si San Valentín sale como San Fracasada, por lo menos tengo en qué ocuparme al día siguiente.
-El sábado es día sagrado. -Ky alzó las manos y por un instante creí que se pondría a rezarle a algún santo del que no tenía conocimiento. Seth puso los ojos en blanco casi automáticamente, por lo que podía descartar ese primer pensamiento-. ¿Qué? El sábado no se trabaja, pecaminoso.
-Sí, sí, como sea. Dile eso a Vince cuando vuelvan a tocar.
-El domingo por la tarde estará bien para todos. O, al menos, me aseguraré de que así sea -dijo Kyle, ignorando las últimas palabras de su hermano.
-Está bien. Ahora, hay algo que no comprendo del todo. ¿Cómo se supone que vamos a hacer nuestras actuaciones? Si es que llego a formar parte de la banda, claro. Vince me contrató para cantar como solista... -La gente me va a ver hasta en la sopa si hago dos presentaciones.
-Supongo que eso podremos arreglarlo después.
Media hora más tarde ya me encontraba de vuelta en la calle, rumbo a casa. Ky y Seth se habían encargado de llenarme de detalles sobre los otros integrantes de la banda, Bastian y Skandar. Para cuando nos despedimos, tenía una cantidad ingente de datos que no creía necesitar, sobre todo en estos momentos donde tenía tantas cosas en la cabeza. Lo más probable es que me olvidara de todo, como si nunca me lo hubieran dicho.
Todavía tenía que responder los mensajes que me habían llegado después de la revolución del video, revisar de nuevo mi cuenta de mail (solo para confirmar que los milagros no se producían... O sí, quién sabe) y tenía que asumir mi papel de buena amiga y llamar a Lena para ver cómo estaba. Con todo lo que había pasado entre ella y Fred alias bolas-en-llamas, no sabía qué esperarme. Bueno, lo más probable fuera que otra vez hubiera arruinado todo, lo cual sucedía más a menudo de lo que cualquiera de mis amigas y yo querríamos. Alguien tendría que darle una lección a ese desgraciado. Si fuera por mí, yo ya se la hubiera dado hace bastante. Aun así, todavía estábamos a tiempo.
* * *
Clic. Tecleo. Enter. Clic. Tecleo. Enter. Repetir veinticinco veces aproximadamente. Llorar a gusto.
No había recibido ni una mísera respuesta después de haber dejado mi currículum en cuanto local pudiera. ¡Ni una! ¿Qué estaba haciendo mal? Ser simpática no servía, ir formal no servía, ir semi-formal tampoco. No importaba nada, a fin de cuentas. No conseguía un puesto de trabajo fijo ni aunque apuntara a alguien con un arma. Minuto, eso todavía no lo había intentado. Oh, cierto, es ilegal. Tendría que seguir esperando y, si para el viernes no tenía noticias de ninguno de los locales, más me valdría a salir corriendo a meter mi currículum en cuanto buzón hubiera. Mientras tanto, no podía hacer mucho más al respecto, por lo que debería ocuparme de los otros tantos asuntos que tenía pendiente y solucionarlos a todos ellos. Lo cual, entre otras cosas, me retrotraía a Mikah.
Santa mierda de los camellos del desierto (¿qué carajos, Evey?). Yo no sé en qué me había metido, pero una parte de mí quería huir hacia la frontera más cercana y no volver a aparecer nunca más por estos lares. Y la otra parte, más chiquita y medio chillona, se sentía toda... ¿Cómo decirlo? Algo así como "asdasdfsdfdas" (¿nunca vieron este tecleo random en Internet? Entonces puede que no estuvieran navegando por la web, sino simplemente mirando el microondas). Como una niñita que había recibido el regalo que quería para Navidad, se removía inquieta en mi interior y no me dejaba en paz. Si ella no existiera, todo sería mucho más sencillo. Mandaría todo al cuerno: los planes, Mikah, todas mis estúpidas ideas... Pero no podía.
Eran pocas las ocasiones en que alguien siquiera me daba una segunda mirada. De hecho, hasta las pasadas vacaciones, no me daban ni una. Que alguien, de casualidad, se sintiera aunque sea un poquito atraído hacia mí era motivo de regocijo para esa parte tan molestamente falta de cariño que ahora amenazaba con hundirme. Y yo (bueno, aquella otra parte restante que poseía cierta capacidad de raciocinio) no sabía cómo lograr convencerme al completo de que esto no iba a funcionar. De que no podía hacerlo, porque no era justo para nadie. Era, incluso, egoísta. Querer tener solo por el hecho de tener algo... Esa no era yo. O, al menos, se supone que no lo era.
Me quedé mirando la pantalla de mi computadora, rascando detrás de las orejas de Dona (que, cómo no, se había apropiado de mi regazo ni bien pudo) de manera inconsciente. Faltaba demasiado poco para San Valentín, pero todavía podía echarme atrás si así lo deseaba. Tenía hasta la excusa perfecta para hacerlo, para dejar todo de lado y concentrarme en otras cosas que probablemente valieran más la pena. Las citas podrían esperar. Ya llevaba veintidós años sin ellas, no habría mucha diferencia si seguía sin una a la vista por un tiempo más... ¿O sí? Necesitaba dejar de hacerme un embrollo respecto a este tema, como si fuera una adolescente más. Noticias impactantes, Eve: dejaste la adolescencia hace rato.
-Si tan solo fuera sencillo como suena. -Dona me miró, inclinando su cabeza hacia un lado y soltando un ronroneo grave. Ojalá entendiera lo que decía, a riesgo de que pensara que era una tonta de proporciones épicas, en empaque mini-. Vamos, abajo. Evey tiene que dejar de ser estúpida por un momento y encargarse de algo más aparte de ella misma.
Lena no había aparecido online en todo el rato que llevaba en mi computadora, lo cual era extremadamente extraño tratándose de ella, la chica de las redes sociales. Twitter había pasado a ser una extensión de su mente y estaba 24/7 en Facebook, así que no encontrarla disponible era señal de alarma. Era probable que Fred la hubiera jodido más allá de lo humanamente imaginable, lo cual no era sorprendente en lo absoluto. Ese chico era una desgracia desde el vamos.
Podría describirse como el típico gallito que se pasea entre las gallinas creyéndose un dios, aun cuando no pasara de pollo desplumado. Los chicos malos de los libros que las chicas de hoy en día leían con avidez no tenían ni punto de comparación con él. Frederic, una pesadilla andante con un nombre que ayudaba a la causa (porque no me van a decir que no les suena a maldad en envase masculino). La cuestión es que Lena cayó por él como una mosquita atraída a la miel y era imposible sacarla de esa cosa pegajosa sin romperle las alitas. Y no hay nada más triste que eso: hacer que alguien pierda toda ilusión y esperanza. ¡Pero nosotras se lo habíamos advertido desde el principio! Yo misma le había dicho un millón de veces que diera media vuelta y dejara a Fred librado a su buena suerte. Ese chico jamás la querría para algo más que calentar su cama, y era evidente que le tenía más estima a su pene que a cualquiera que lo rodeara.
Pero qué iba a hablar yo de hacerla entrar en razón, si ni siquiera podía yo misma entrar en razón. "Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago", jamás una frase había sido tan certera. Porque yo era buena dando consejos, pero a la hora de aplicarlos era una imbécil con título y honores.
-¡Hey, Lena! -exclamé en un tono por demás alegre, aunque mi alegría se hubiera ido de paseo a la otra punta del globo. No me quedaba otra que agregar entusiasmo extra, obligándolo a empujones mentales a salir por mi garganta en vez de quedarse hecho un nudo. Alguien tenía que levantarle el ánimo a esta chica antes de que sintiera deseos de tirarse por un barranco.
-Evey... ¿Podemos hablar después?
-No, no realmente.
-¿Por favor? -¿Lena suplicante? Otro motivo para negarme. Las fiestas de conmiseración no son buenas para nadie, mucho menos para ella, que seguro terminaba cayendo en los brazos de Fred de nuevo.
-Que no, mujer. ¿Se puede saber qué hizo el idiota en esta oportunidad? Porque, en serio Lena, se está ganando una disección peneana gratuita en estos momentos. Sin anestesia.
-No quiero hablar de ello.
-Y yo no quiero ser tan bajita, pero así estamos. Vamos, ya desembucha o voy a tener que arrastrar mi trasero hasta la puerta de tu casa. -Por favor, que no me obligara a ello. Con cómo iba mi semana, y con lo lejos que vivía, de seguro me terminaba topando con Godzilla o quién sabe qué cosa en el camino.
-Me dejó. Algo así.
-¿Cómo que algo así?
-Dijo que me quería, pero que estaba confundido.
Hagamos una pausa aquí, justo como en las películas. ¿Quién rayos tuvo la gran idea de inventar esa frase clichestástica? En serio, ¿qué se creen? ¿Que somos así de tontas como para tragárnosla? ¡Por favor! Cualquiera que diga algo así es porque no tiene interés, lisa y llanamente. Es la excusa favorita de aquellos (y aquellas) que no tienen el valor suficiente para terminar lo que empezaron.
Y, ahora sí, de vuelta a la programación habitual (¿no parece como si este hubiera sido un anuncio en cadena nacional? Porque juro que me recordó a cierta persona que no voy a nombrar).
-Dime que ya te encargaste tú de diseccionarle su fábrica móvil de hacer hijos. -Gruñí. Creo que un "te lo dije" no era el comentario más adecuado para hacer en este instante, pero por mí cantaría esa frasecita hasta quedarme sin voz. Lo sé, no soy la mejor persona. Lo bueno es que lo tengo asumido.
-Evey...
-A la de cinco puedo ir y hacerlo yo. O llevar helado y nueve temporadas de Supernatural a tu departamento. Nadie puede decirles que no a los Winchester.
-Solo quiero estar sola. Probablemente insultarlo y clavarle dardos a un par de fotos.
-Pero no tienes dardos... Y las fotos están en tu celular. -Sí, bueno, no sé si destacar lo obvio ayudara al caso. Háganme un juicio si quieren.
-¿Por qué lo hizo? -Me cortó y su voz pareció romperse en mil pedazos. Temí que se pusiera a llorar en ese instante.
Odio cuando la gente llora a mi alrededor. Ya puedo imaginarme que, después de esa afirmación, deben creer que soy un monstruo y planean darme un adoquinazo por la cabeza. Todo tiene una explicación, lo juro, pero es algo complicada. La cuestión es que cuando alguien llora y tengo la desgracia de ser la única cerca, no solo me siento incómoda sino que me cargo con frustración porque no tengo ni la más pálida idea de qué hacer. En serio, no se me ocurre cómo ayudar y en general meto la pata o me pongo rígida como tablón (¿se acuerdan de él? No mientan, esa carita de madera es inolvidable). Balbuceo como una idiota cosas que no vienen a cuento, digo más estupideces de lo normal y termino convirtiéndome en un yunque para la pobre víctima ahogada en llanto. Realmente soy muy mala dando consuelo porque solo sé recurrir a mi lado sarcástico y jocoso, y no todo el mundo encuentra eso apropiado. ¿Entienden el problema?
-Porque es un idiota, Lena. Ya lo hablamos antes, pequeña saltamontes. Ese chico es un desastre caminante y es mejor tenerlo lejos y dejarlo que él solito colapse. Porque va a colapsar, tarde o temprano, y va a arrastrar a cualquiera que tenga a su lado.
-Pero...
-Lena, él no te quiere. Ni a ti ni a ninguna otra chica, ¿me escuchas? Él solo las usa por cuanto tiempo estime conveniente. -Siempre y cuando se lo permitieran. No era lo que se dice un amante de los retos-. No permitas que lo haga. Yo... Yo sé que duele -en realidad no tengo mucha idea de eso, aunque ese no es el punto-, pero pon tu amor propio por delante y deshazte de ese imbécil. Ya ni siquiera le respondas, no lo veas y, hagas lo que hagas, no sucumbas a sus palabras. Son la misma mierda que todo tramposo tiene aprendida como guion.
-Lo sé. ¡Lo peor es que lo sé! -exclamó y pude adivinar que trataba de contener una marea de llanto. Creo que requeriría refuerzos para la misión, al fin y al cabo-. Yo lo sé, pero no puedo evitarlo. No puedo, Evey.
-Sí que puedes. Hay tantos, tantos chicos que merecen la pena. No pierdas el tiempo con Fred. Él no lo vale. Me tienes a mí y al resto de nuestras amigas. Tienes una carrera por delante. Tienes un trabajo y una familia de los cuales disfrutar... Y preocuparte, también -dije y solté una breve risa, medio estrangulada-. A lo que voy... Fred está cuarenta y cuatro peldaños por debajo del subsuelo en la escala de importancia. Tú eres más importante, Lena. No dejes que un hombre te haga sentir como si no valieras nada. No permitas que nadie te haga sentir así, nunca. -No permitas que te hagan sentir como me hicieron sentir a mí.
Eso no lo dije. Simplemente, como siempre, me lo guardé para mí.
* * * * * * * * * * * * * * * *
¡Pasó tanto tiempo! Lo sé, lo sé, pueden tirarme piedras. No voy a robarles mucho tiempo con explicaciones al respecto. Entre la universidad (estoy a nada de recibirme... Este cuatrimestre es el último), mi vida personal, problemas, falta de inspiración... En fin, con tanta cosa en la cabeza escribir parecía más una obligación que un gusto y no me salía nada. Espero no decepcionarlos con este capítulo que va dedicado a todos ustedes, los que esperaron pacientes, los que me dieron ánimos y también a los que recién conocen a Evey. ¡Perdonen por haber tardado tanto!
En otras noticias... ¡Nueva portada! Gracias a @Syuniikiss por haberla hecho ♥ Además de eso, estoy participando con esta historia en la iniciativa de Lucía (LBSilva) para el Camp Nanowrimo. Ando un poco atrasada con el recuento de palabras (cuándo no), pero pronto van a tener novedades. Está decidido ya que Seven Days of Dreaming va a estar terminada, a más tardar, a principios de mayo para así poder trabajar en la continuación (o precuela, todavía no lo tengo decidido... Pero con el final que esta historia va a tener, lo más probable es que me tiren un zapato para que escriba la segunda parte).
Ya no los hago seguir leyendo más de mi cháchara. Ya saben, si les gustó el capítulo, sus votos y comentarios son más que apreciados. Si tienen dudas, ideas, teorías, tomates que tirarme o cualquier cosa... Pues, también, dejen sus comentarios :D
¡Nos leemos pronto!
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