ROCE

En este preciso momento, mi madre se encuentra encantada en el carruaje. No para de animarme, diciéndome que seré la chica más guapa de la fiesta y otras cosas más.
Sinceramente, no me preocupaba por destacar. Ni siquiera quería ir a ese dichoso baile, pero como dije en una ocasión anterior, a mi madre no le importa mi opinión.
Dejamos a mi padre leyendo uno de sus libros. Al menos, él no tenía que sufrir por esto.

Cruzamos el condado de los Nixon y, cuando bajamos del carruaje, nos adentramos a éste.

Le dimos nuestros nombre y apellidos a un señor el cual vigilaba en la puerta y pudimos adentrarnos al baile.
Me quedé perpleja al ver el gran salón repleto de personas.
Las chicas llevaban los más elegantes vestidos que jamás había visto, incluso me atrevía a pensar que vi algunos de seda china.

-¡Este lugar es increíble! Y mira cuánta gente hay -comentó mi madre, igual de alucinada que yo. Bueno, al menos yo nunca había visto una ceremonia de bienvenida tan alegre y majestuosa como esta.

Me fijé en la vestimenta de dos chicas las cuales miraban por encima del hombro a cada persona. Podría decir con total tranquilidad que estaban mofándose de los vestuarios de todas las señoritas del lugar. Lo cierto era que la vestimenta que usaban era bastante refinada y elegante, así que tal vez poseían bastante dinero.

De repente, un chico se acercó a ellas y habló con una mujer. Parecía ser su madre.
El chico era bastante apuesto y también vestía muy elegante. Parecía proveniente de Escocia. De repente, una bombilla iluminó mi memoria. La familia Nixon era proveniente de Escocia. ¿Podría ser que ellos...?

-¡Mira, Elena! ¡él es el señor Nixo! -exclamó mi madre, señalando con disimulo hacia el chico pelirrojo-. Parece ser que también te percatarse, ¿cierto? ¡vayamos a presentarnos! La familia Adkins no debe ser menos. Vamos, hija querida.

Bufé y seguí a mi madre.
Mi madre era una de esas personas la cuales eran bastante directas y no mostraban ni un ápice de resentimiento en su pálido y ya algo envejecido rostro. Algo me dice que no le agradaremos a la familia Nixon.

-¡Buenas noches, señora Nixon! Esta fiesta de presentación está siendo bastante agradable. No quiero más que agradecerle por tal velada tan encantadora -habló mi madre.

-Muchas gracias, señora...

-Soy la señora Adkins. La mujer de Robert Adkins -completó e informó.

-Oh, claro. ¿Y su marido?

-Decidió quedarse en casa, él está... algo enfermo -mintió.

De repente, alguien más me sorprendió.

-Buenas noches, señorita. Es la primera vez que la veo. ¿Acaba de llegar? -me preguntó Nixon, haciéndome sorprender.

Asentí con la cabeza.

-Más por obligación que por gusto, señor Nixon -respondí sincera.

-¿Así que fue usted obligada? En ese caso, haré que se divierta. ¿Sería usted tan amable de concededme un baile? -pidió, tendiéndome su brazo.

Lo acepté algo vacilante y miré a mi madre. Tenía la mirada llena de orgullo. Luego pasé mi mirada por la de ésas dos chicas y me miraban arrogantes. Entonces supe que me había ganado el odio inmediato de sus dos hermanas menores.

Una nueva música empezó a sonar y ambos nos colocamos para el baile.
Mientras bailaba, pude sentir las miradas recelosas de las demás damas. No pretendía envidiar a nadie, simplemente acepté este baile por cortesía y nada más.

-Lo siento, no me había presentado, qué modales... Soy Nixon, futuro heredero del condado de Lakeville.

Hice un atisbo de sonrisa.

-Es difícil no saber quién es usted. Su nombre es lo único que se puede escuchar en las calles donde resido -respondí nada sorprendida.

Él rió.

-Entonces, ¿cuál es su nombre? -preguntó.

-Mi nombre es Elena. De la familia Adkins.

Él asintió.

-Así que de la familia Adkins. Está bien, les invitaré al próximo baile que convoque -me advirtió.

-Creí haberle dicho que no tenía mucho afán por los bailes de salón -recordé.

-Sólo me dijo que fue obligada a venir.

-¿Y no le delata nada eso?

Él rió.

Una vez terminamos de bailar, Nixon decidió seguir manteniendo la conversación conmigo.
Actualmente, hablábamos de mi problema de amnesia.

-¿Y le resulta incómodo el no saber qué ocurrió en su infancia? -me preguntó.

-Al principio quise saberlo debido al temor que me ocasionaba el no tener recuerdos, más tarde me cansé y di por hecho que jamás los recobraría, pero ahora...

-¿Ahora qué?

-Es como si ahora debiese saberlo. Hay algo que me llama, eso es lo que creo. Llámelo curiosidad, pero hay algo que me incita a querer saber más sobre mi pasado.

-¿Qué información perdiste? ¿reconocías a tus padres cuando eso te ocurrió? -preguntó curioso.

-Digamos que siempre supe lo básico: quién eran mis padres, cómo comer, cómo hablar, cómo caminar... pero los recuerdos me fueron borrados.

Nixon iba a decir algo más, pero una mujer empezó a gritar, totalmente aterrorizada.
Todos nos acercamos a ella rápidamente.

-¡He visto un monstruo! ¡he visto un monstruo! -empezó a decir, completamente descompuesta.

Nixon se acercó a ella.

-Tranquilícese señora. ¿Cómo era ese monstruo del que habla? -preguntó.

-¡Era horrible! ¡Tenía garras enormes y negras, su cuerpo estaba vendado, tenía una nariz larga y puntiaguda, sus dientes eran afilados, y su rostro emanaba desprecio! -describió, tan aterrada que incluso parecía que lo tenía de nuevo frente a ella.

Algo hizo clic en mi interior. De alguna forma u otra, ese «monstruo» se me hacía familiar. ¿Pero por qué? ¿Por qué razón? ¿pude haberlo visto antes?

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