RECUERDOS

(*) Tengo que cambiar cosas de este primer capítulo puesto que no está inspirado en la época Victoriana. Lo siento.

¿Alguna vez te han preguntado cuál era tu juguete favorito de pequeño? ¿Qué dibujos solías ver? ¿Con quién te gustaba jugar? ¿Cuál era tu afición? Responderías correctamente a todas estas preguntas, y algunas preguntas te resultarían dificultosas, tal vez.
Bien, pues para mi, todas resultarían dificultosas debido a que sufrí de amnesia a los siete años y desde esa edad, no recuerdo nada más. No fui al hospital por razones que desconozco y sólo mi madre sabe.
Ella suele ayudarme a recuperar la memoria pero sospecho que todo lo que me cuenta son mentiras. Se le nota en el rostro cada vez que intenta responder a alguna pregunta sobre mi pasado. No sé, supongo que trata de esconderme algo... algo sobre mi pasado.
A veces, sospecho que fue ella quien me hizo caer en esta amnesia, pero eso es algo de lo que no estoy segura al cien por ciento. Tal vez, mi seguridad sea de un cinco por ciento, pero el cinco es una cifra, y mientras haya una cifra, mis sospechas estarán siempre alertas.

Hoy, ahora mismo, en este momento, mi madre está mostrándome fotos de mi infancia, y ninguna me devuelve al pasado. Ninguna me devuelve la memoria.
Por cierto, actualmente tengo dieciocho años.

—Aquí estabas junto a tu prima Lorena. Estábais adorables —me dijo, sonriente, mientras me mostraba una foto la cual estaba yo sujetando la mano de mi prima Lorena mientras sonreíamos a la cámara.
Tenía unos cinco años en esa foto, y mi prima tenía siete.

Mientras mi madre acababa de mostrarme el álbum, tomé otro y pasé la primera página.
Había una foto la cual me sorprendió bastante.
Estaba sentada en el tronco de un árbol, yo llevaba un vestido blanco adornado de dibujos de flores azules y a mi lado había alguien... o algo. Podría decirse que tenía forma humanoide, y era...

—¡No toques ese álbum! —gritó mi madre mientras me arrancaba el álbum de las manos.

Me sorprendí ante aquél gesto.

—¿Qué ocurre, mamá? —pregunté algo atemorizada.

—Ahora no viene este álbum, vamos por etapas —intentaba convencerme—. Veamos ahora este. ¡Mira que bonita sales en esta foto!

Me quedé pensativa, ignorando las fotos que mi madre me mostraba. Ese álbum tenía algo y quería saber qué clase de fotos había ahí.
Como decía, mi madre me ocultaba algo de mi pasado, y esta vez había sido corroborado ante mis ojos.
Lo había visto, ahí había alguien, y algo me dice que tuvo que ser un pilar importante de mi infancia.

×××

Llegó la hora de cenar y mi padre, como siempre, traía noticias que contar.

—Hoy me contaron que mañana a las cinco de la tarde harán un rastrillo benéfico. Las ganancias serán destinadas a una organización no gubernamental de la cual el ayuntamiento se encargará de enviarla. He pensado que tal vez nosotros tengamos varias cosas que vender en el trastero. ¿Hace cuánto que no bajamos al trastero? Casi desde que nuestra hija quedó en amnesia —comentaba mi padre.

—Podríamos ayudar, claro que sí. Hay varias cosas las cuales ya no utilizo y si las vendo y su fin es bueno, entonces merecerá la pena —asintió mi madre.

—Creo que tengo algo también por mi cuarto que ya no use —dije, uniéndome a la idea.

—Genial entonces —finalizó mi padre mientras tomaba una cucharada más de su sopa.

Llegó la hora de dormir y de nada me servirá echar pestillos a la ventana o a la puerta pues sabía perfectamente que despertaría de nuevo en aquél lugar.

Mientras caía en un sueño profundo, una pesadilla se reproducía en mi subconsciente, haciéndome despertar agitada, y en el bosque.

Una vez más, no desperté en mi habitación.
Deducía que serían las tres de la noche, pues siempre solía despertar aquí, en el bosque, y a ésa hora.
Durante once años, me despierto en este lúgubre bosque el cual se encuentra a las fueras del pueblo.
¿Por qué me ocurría? Ojalá pudiese responder alguna vez a esa pregunta, pues llevo haciéndomela desde que todo esto me ocurre.
Supongo que mi mente me lleva a este escenario por alguna razón la cual actualmente desconozco.
Lo curioso era que la foto extraña la cual pude percibir con la vista a aquél humanoide, se ambientaba en este bosque.
Ahora tengo algo más de información desde que por «error», vi esa foto.
Algo pasó en este bosque, pero desconozco por completo la razón.
Espero reunir la piezas de este rompecabezas y, al menos, si no puedo recobrar mi memoria, me gustaría saber los principios de mi existencia. Sobretodo ahora que todo se ha vuelto algo turbulento.
¿Quién era aquél extraño ser? ¿Mi madre me escondía cosas oscuras sobre mi pasado? ¿qué ocurrió en mi infancia exactamente?
Tras hacerme esas preguntas, empezó a dolerme la cabeza y caminé de nuevo hacia mi hogar.

Como siempre, trepé hasta la ventana de mi cuarto y me adentré en mi habitación.

×××

A la mañana siguiente, me levanté extrañamente temprano, y pude percibir un olor extremadamente apestoso desde la ventana de no cuarto.

Me asomé a la ventana y pude ver una especie de hoguera en nuestro jardín.
No hacía falta acercarme demasiado a la hoguera para saber qué estaba quemando mi madre: aquél álbum de fotos tan extraño, y algunos que otros juguetes los cuales supongo que fueron de gran influencia en no infancia. ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué quemaba mis cosas... mis recuerdos?
Mi madre no obra bien; ella no quiere que recuerde mi infancia, sólo me hace creer que quiere ayudarme.

Bajé las escaleras y me encontré con mi padre.

—¡Buenos días, pequeña! —me dijo mientras limpiaba algunas mesas de madera.

—¿Son para el rastrillo benéfico? —pregunté, señalándolas.

—No las voy a vender, sólo servirán de soporte —me dijo.

—Por cierto —cambié de tema—, ¿sabes que mamá está quemando cosas en el jardín? —le hice saber.

Mi padre me miró extrañado.

—¿Qué está quemando? ¿en nuestro jardín? —preguntó, dejando lo que estaba haciendo.

—Mis juguetes. No sé por qué propósito.

Mi padre arrugó el entrecejo y caminó hasta el jardín, pero le paré.

—Da igual —le dije, y subí al trastero para ver exactamente qué había dejado mi madre allí, ya que había quemado todas las cosas.

Cuando penetre el trastero, pude ver a simple vista tres o cuatro cajas viejas.
Una por una, vi qué tenían dentro, pero sólo había revistas viejas.
En una de las cajas, pude ver una araña, y no es que las arañas me atemorizasen demasiado, pero una araña tan descomunal como aquella me hizo azotar la caja debido al susto, y todas las revistas cayeron esparcidas por el suelo.
Iba a recogerlas, mirando hacia dónde se había escondido aquella araña, hasta que tropecé con un objeto cuadrangular.
Me fije bien aquél objeto. Podría decirse que se trataba de una caja musical la cual debía tener décadas. Moví el manillar, curiosa, y una música azotó mis oídos con delicadeza.
Aquella música no sólo sonaba bastante bien, sino que me había devuelto un poco al pasado... a mi pasado... La cabeza empezó a dolerme a horrores y la música no dejaba de sonar. Extrañamente, escuché una risa tétrica, y podía jurar que provenía de aquella música, de aquella caja, aunque sabía exactamente que una caja de música no podía reproducir tal sonido.

De repente, un sonido logró sacarme de aquél terrorífico momento.

—¡Elena, sal de ahí ahora mismo! —gritó mi madre notoriamente enfadada

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