CULPABILIDAD
—¿Otra vez ustedes dos aquí? ¿Estáis ocultando a la bestia juntos? —preguntó sir Nixon, irritado.
Odiaba a este hombre de todo corazón. No entendía porque siempre teníamos que encontrarnos a este hombre, qué desdicha tan grande recae en nosotros.
—Sólo somos amantes que se esconde de la multitud, no te formes ideas extrañas —mintió Jack.
Sir Nixon puso cara de desagrado y yo me quejé de su mentira. Este chico siempre estaba diciendo cosas así tan de repente...
—¡Oh vaya, pero si es la chica que me ayudó a llegar hasta la mansión de Sir Nixon! Es un placer volver a verla —recordó el otro hombre que montaba a caballo, mirándome.
Ahora que me fijaba, sí que era él.
—Igualmente —respondí.
—¿Así que ambos queréis capturar a la bestia, no es así? —preguntó Jack, más serio.
—Claro que sí. Esa bestia debe morir. Y escúchame, pase lo que pase, la ayudéis lo que la ayudéis, acabaré con su cabeza degoyada y en mis manos, ¿entendéis? —dijo el joven adinerado, amenazante.
Me empecé a poner nerviosa. Este hombre era demasiado irritante. Iba a quejarme de su comportamiento y sus amenazas, pero Jack se me adelantó. No obstante, dijo otra cosa, diferente a mi principal queja.
—No nos importa esa bestia tanto como te imaginas. Si la quieres muerta, entonces es mejor que empieces a trabajar enserio. ¿Crees que será fácil capturarla? Apuesto a que te has cargado unos cuantos animales salvajes creyendo que era ella. Aún te falta mucho por recorrer y mucho que hacer para manchar tus manos con su sangre. Claro, si ella no te mata primero...
Sir Nixon abrió sus ojos sorprendido tras aquellas palabras. Probablemente no se imaginaba escuchar una realidad como esa, o simplemente no quería escucharla.
—Es mejor que no me subestimes, inútil. Sé lo que hago y sé a lo que me enfrento.
—Sólo estás dando palos de ciego. En fin, te deseo toda la suerte del mundo, aunque te hará falta algo más que eso —siguió diciendo Jack.
Nixon dio unos pasos hacia Jack, con su caballo, mientras le miraba con odio.
—Siento como si estuvieses retándome, Jack. Tienes algo entre mente, ¿cierto? Es como si... conocieses a esa bestia demasiado bien.
Tras escuchar aquello, parte del sueño se me vino a la mente. Y ahora que caía, recordé que yo vine a buscar a Jack, debía hablar con él.
Giré mi vista hacia Jack.
—Jack, salgamos de aquí —dije, ignorando a las dos personas que había frente a nosotros.
—Con mucho gusto —respondió Jack, y me agarró de la mano, conduciéndome a otro lugar, lejos de la salida.
Pensé que quizás quería salir del bosque para no volver a encontrarnos con esa pareja de degenerados —aunque ese tal Isaac parecía una buena persona, no debía juzgar a la gente tan de repente—, pero me sorprendí al ver que me llevaba hacia otro lugar de ese inmenso bosque.
A lo lejos pude ver un caballo negro y hermoso, de pelaje brillante, y lo pude reconocer como el caballo de Jack; aún no sé si tiene algún nombre pues él nunca me lo dijo y nunca le escuché llamarlo de alguna forma.
Cuando llegamos hasta él, Jack lo acarició unos segundos y luego me miró.
—¿Tenías que hablar algo conmigo? —preguntó de repente. Él sabía ser directo cuando quería.
Tragué saliva antes de contestar. Me parecía un tema bastante delicado e importante.
Movía mis manos con nerviosismo, ese típico TIC que delataba a cualquiera.
Hice acopio de fuerzas y miré a Jack a los ojos.
—Jack, ¿tú eres... la bestia? —pregunté al fin, insegura.
Jack no mostraba ningún tipo de sentimiento en su rostro, o en sus ojos, simplemente me miraba serio, más serio que nunca.
—¿Por qué piensas eso? —preguntó con la misma seriedad.
—Ayer... recordé algo más sobre mi infancia... sobre mi infancia con la bestia. Ella y yo éramos amigos, al parecer, y a pesar de ser una bestia tenía nombre... se llamaba Jack, igual que tú. Por descontado, tiene tus mismos ojos, y...
—¿Qué ocurre si te digo que eso que me estás contando es cierto? ¿Qué harías? ¿Qué pasaría? —me interrumpió.
Me quedé muda. Si era verdad lo que yo estaba diciendo, y Jack era la bestia, entonces podría ayudarme a recuperar parte de mi pasado; por otro lado, si lo que yo estaba diciendo era completamente falso y sólo era una simple teoría basada en mi desesperado intento de recobrar mi memoria, tal vez Jack me tomaría por una tonta y pensaría que había desconfiado en él como persona. Qué debía hacer, ¿debería seguir adelante con mi teoría, o debería olvidarme de todo esto y seguir tal y como estábamos?
Alcé mi vista de nuevo a los ojos de Jack, su rostro era más relajado y alegre. ¿Acaso él se estaba burlando de mí? ¿No creía lo que estaba diciendo?
—¡Idiota, no te rías de mí! —protesté.
—Es que te veo tan seria... Dime, ¿soy la bestia o no lo soy? —insistió, ahora con una sonrisa de burla.
Desde luego, él no podía ser la bestia. Se estaba tomando en broma unas palabras tan serias como las que había pronunciado. Supongo que estaba obsesionada con todo este tema y empezaba a alucinar.
El nombre habrá sido casualidad, y los ojos... tal vez no eran tan iguales, tal vez sólo tenían un color parecido.
¿Cómo podía creer que una persona podría tener a capacidad de convertirse en bestia? Debí haber medido mejor mis palabras y haber pensado con más coherencia.
Empecé a reír.
—De acuerdo, olvida lo que dije, tuve una mala noche —respondí.
—Oye —me dijo— ¿no te apetecería dar una vuelta montada en esta hermosa criatura? —preguntó, mirando a su caballo.
Recordé de repente el momento en el que pensé que este caballo no tenía un nombre.
—A propósito, Jack... ¿No le pusiste un nombre a tu caballo? Al menos nunca escuché que le llamas de alguna forma...
—Los animales son o deben ser libres, Elena. Si le pongo un nombre, lo ato a mí, y tampoco busco eso. Es cierto que yo monto en este caballo y me conduce hacia donde yo quiera ir, pero a pesar de eso no lo llamo como mío. Que tal vez está acostumbrado a mo presencia, puede ser, pero no es mi caballo, él es libre —respondió.
Cierto era que no esperaba una respuesta como tal. ¿Un caballo libre? Nunca se me habría ocurrido. Pensaba que talvez sí tenía un nombre, pero eso era algo que yo desconocía. Entonces, volví a hacer una de mis preguntas.
—¿Y qué podría decirse que es tuyo, Jack? Pareces un hombre poco atado a lo material.
Él me miró con tristeza. Deseé no haber preguntado aquello, pero soy una niña bastante bocazas, y eso no era algo nuevo en mí.
Jack tendió su mano hacia mí y la agarré para poder subir con más facilidad al caballo. Yo me encontraba posicionada delante de él, mientras él sujetaba las riendas de éste. Hizo un movimiento y el caballo comenzó a trotar, no muy rápido.
—No me gusta decir que algo es mío. ¿Y sabes por qué? Porque mientras más protejas algo y más lo quieras, antes lo pierdes. Y cuando se va... te duele —respondió sincero, y con la voz rota.
Estaba segura que él había tenido una mala experiencia con alguien o algo, que se fue para siempre.
Tal vez es por eso que nunca dice su apellido, o tal vez es por eso que nunca menciona dónde vive o vivió. Ahora mismo sentía bastante lástima por él. Supongo que no habrá tenido una muy buena vida.
Paramos en un lugar del bosque donde nunca había estado. Ya dije que este bosque era inmenso, y que había varias partes de él donde nunca había pisado. Era como Jack, supongo... hermoso y con muchos misterios.
Entonces me percaté de algo, ¿le había llamado hermoso? Le miré por el rabillo del ojo. El sol se estaba poniendo, y dejaba unos rastros de luz anaranjada en el rostro de Jack.
No había mentido, él era hermoso. No puedo mentirme a mí misma, tengo unos gustos y unas preferencias, y cuando le veo, me agrada.
De repente, él miró hacia mí y yo volví mi vista al frente pero cabizbaja. Me había sonrojado y no quería que me viera así.
—¿En qué meditas, Elena? —me preguntó, con una dulce voz.
Empezaba a sentirme extraña, y sentía cómo mi estómago empezó a molestarme, o algo por el estilo. No sabía que los nervios podían hacerme sentir de esta forma.
—Sólo pensaba... que tal vez... alguien puede amar algo o alguien, aún sabiendo que en algún momento puede marcharse. Lo importante es darle motivos para que se quede, o si lo desea, dejar marcharse justo porque sientes su aprecio. En esta vida hay cosas y personas que se van. A veces vuelven, o tras veces no, pero supongo que es ley de vida. Todas nos dejan algo: una lección, un sentimiento, otra forma de ver el mundo... pero nunca hay que ver una despedida como algo negativo, sino más bien como algo beneficio para la persona. Para ambas, diría yo. Nada viene y nada se va sólo porque sí. Al menos, eso es lo que yo pienso —solté, a pesar de que eso no era lo que estaba meditando, sí era algo que quería decir.
—Eres una chica muy madura cuando quieres, Elena. En realidad pensamos igual, la única diferencia es que yo sufro con las pérdidas y tú las transformas —declaró él, bastante enserio.
Le miré. Podía decir que sus ojos estaban vidriosos en ese momento. Había algo en él, un recuerdo acompañado de un sentimiento bastante doloroso.
Sin pensar en lo que estaba haciendo, y tan sólo dejándome llevar por el momento, abracé a Jack, y sorpresivamente él me devolvió el abrazo.
El sol se escondía, y la luna llena empezaba a alumbrar el lugar. Aún no nos habíamos despegado del abrazo, y tampoco parecíamos querer separarnos. Sin embargo, antes de hacerlo, él me dijo algo.
—Tomaré tu ejemplo, Elena. Pero antes debería pedirte permiso, y ojalá no suene muy comprometedor, pero... ¿Quisieras... ser mía?
El corazón empezó a bombearme sangre más rápido de lo usual. Estaba nerviosa de nuevo, con ese molesto sentimiento en mi estómago.
Entendía cómo se sentía, quería tener algo para él, y yo parecía entenderle bastante bien, por lo que no tuve problema en responder a su pregunta:
—Sí. Y prometo que no me iré.
Sabía que sería una promesa, tal vez, imposible, pero intentaré cumplirla sea como sea.
Aunque me daba la sensación... de que ya hice una promesa parecida en mi pasado.
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