CONEXIÓN
Me acerqué hasta Jack. Necesitaba respuestas.
—Jack —le llamé, y éste se giró hacia mí—, ¿a qué te refieres con «mi promesa»? Nunca hice una promesa contigo. Al menos, no lo recuerdo.
Él sonrió.
—Sí que la hiciste. Deja de darle vueltas a las cosas y hagamos algo productivo. Si no quieres cazar a la bestia, ¿qué quieres hacer entonces? —preguntó.
Abrí mis ojos. ¿Pensaba hacer algo conmigo?
—¿Quieres que hagamos algo? —pregunté extrañada.
—Claro que sí. Ya que estamos aquí, ¿por qué no damos una vuelta por el bosque? Estoy seguro que hay lugares que ni siquiera has visto —propuso, sin abandonar su sonrisa.
Miré a mi alrededor, a todo el bosque que me rodeaba. No parecía mala idea, es un bosque bonito pero nunca me había adentrado demasiado en él pues se dicen varias cosas sobre éste las cuales puede crear a uno pesadillas, pero con el Sol fuera el miedo no aparecía, así que acepté su propuesta.
×××
—¿Has visto alguna vez el lago? —preguntó mientras caminábamos por entre los arbustos.
—¿Aquí hay un lago? —cuestioné sorprendida.
—Sí, lo hay. No estamos demasiado lejos, puedo guiarte.
Asentí con la cabeza, esperando ver el lago. Espero que sea un lugar bonito.
Tras caminar un par de minutos, finalmente conseguimos llegar hasta el lago. Era hermoso; lo imaginaba bonito, pero definitivamente la realidad venció a mi imaginación.
—Es hermoso —musité, mientras me dedicaba a escrutar todo el lugar con mi vista. Quería hacer pequeñas fotografías en mi memoria para no olvidarlo nunca.
—¿Te gusta? —preguntó con entusiasmado.
—¿Que si me gusta? ¡más que eso! Me encanta, es hermoso; gracias por llevarme hasta aquí —agradecí sin quitar la vista del lago.
—Hay una cosa que es esencial hacer cuando llega aquí —decía Jack, mientras se quitaba la ropa.
Tapé mis ojos con la palma de mis manos. Sentía mi rostro enrojecerse por segundos.
—¡Cielo santo, Jack! ¡vuelve a colocarte la ropa, por el amor de Dios! —pedí avergonzada.
—¡Estamos en libertad, Elena! —exclamó, y escuché el sonido que hace el agua cuando un cuerpo cae en ella— ¡vamos, únete! —pidió.
—¡No voy a hacerlo! ¡es vergonzoso estar en paños menores junto a un chico! —negué rotundamente.
Entonces, Jack salió del agua cual Dios griego, mientras su torso bien entrenado se encontraba empapado de agua, mientras las gotas que tenía por toda su anatomía resbalaba en él. Quería alejar mi mirada de aquella imagen, pero no podía, era como si lo único que existiese en mi visión fuese su cuerpo, su maravilloso...
—¿Concentrada en algo? —preguntó con orgullo.
Levanté mi vista hacia sus ojos, y era imposible no ruborizarse en aquél instante. Me había descubierto analizando su anatomía, y eso era demasiado vergonzoso.
—¡No! ¡No te inventes las cosas, Jack! —le contradije.
Él se limitó a reír.
—Vamos, entra al agua. Está bien, está en el mejor momento. No seas una aguafiestas —insistió.
Me sorprendió encontrar aquella faceta de él. Siempre había pensado que era un chico medianamente serio el cual se preocupaba por cierta cosas, pero era como todo adolescente que quiere divertirse al menos algunos minutos de su vida, alejando las cordialidades cuando se encontraba en situaciones como estas, con personas como yo y como él.
—No soy una aguafiestas, simplemente no me apetece —mantuve mi negativa.
—Usted se lo pierde —contestó, encogiéndose de hombros, sin tutearme.
Crucé mis brazos. Al fin se volvió a vestir. Por suerte no se había quitado ciertas prendas relevantes.
Una ve se hubo vestido, se tumbó en la hierva. Hice lo propio, a su lado.
—Elena —me llamó, y giré mi cabeza hacia la suya, quien miraba el cielo—, en realidad te conozco más de lo que crees —confesó.
¿A qué había venido aquello? ¿cómo era que me conocía más de lo que creía? Jack siempre había sido una persona incierta, y de eso he podido percatarme a pesar del poco tiempo que llevo tratando de conocerle.
—Explícame eso —exigí.
Él sonrió, y luego me miró.
—Creo que la frase habla por sí sola, ¿no es cierto?
—Quiero saber qué es eso que sabes de mí —especifiqué.
—Ciertas manías, algunas aspiraciones, cosas como ésas...
—¿Crees que lo sabes, o realmente lo sabes? —pregunté extrañada.
—Realmente lo sé pero, tal vez hayan cambiado.
Arrugué mi entrecejo. No estaba entendiendo a Jack, sus palabras me hacían entrar en un laberinto complejo. ¿Acaso había algo escondido en aquellas palabras? ¿o me estaba tomando como a una ingenua fácil de engañar? En ese caso, sería bastante absurdo.
—Jack, por favor, explícate; no entiendo qué es lo que dices. ¿Cómo que tal vez haya cambiado? ¿sabías algo antes? No me conocías antes... ¿o sí?
—Tal vez sí, o tal vez no.
Me irritaba. Este individuo realmente me irritaba con tantas cosas inciertas que me hacían estar dubitativa.
—Jack, déjate de juegos y responde a mi pregunta: ¿por qué dijiste que me conocías más de lo que creía?
—Querida, eso es algo que sabrás con el paso del tiempo... verás, no quedaría bien si te lo dijera ahora; es más, reaccionarias de cierta forma, y no quiero que te lleves un shock.
—¿Cómo? ¿así que vas a dejar que la duda me carcoma? ¿así es como trabajas, Jack? Esas cosas no se hacen, si no vas a decírmelo, no hubieses dicho aquello —me molesté.
—Yo también tengo una duda que me carcome por dentro, y que sólo tú puedes revelarme... pero no quieres. Así que estamos en paz.
—¿Ah, si? ¿cuál?
—Cómo estarías en lencería...
Abrí mis ojos como platos. No podía creer que Jack me hubiese dicho aquello. Parecía un chico razonable y cuidadoso, y ahora me encuentro con esta personalidad totalmente contraria a la que yo creía y que él solía mostrar.
—¡Jack! —me quejé.
—Sólo bromeaba, no te sulfures. No soy así... pero parece ser que tú sí. ¿Quién se quedó mirándome cuando salí del agua?
Giré mi cabeza hacia el lado contrario donde Jack se encontraba. Había batido el récord de rubores en mi rostro en un sólo día. Esto era lo que traían los chicos...
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