Capítulo 38



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Mujeres en la tienda lo observaban de reojo, pero Alastor parecía ajeno a sus miradas. Aunque yo sabía que lo notaba, su habilidad para disimular era admirable.

Había hombres que preferían quedarse afuera, esperando a sus compañeras, pero a Alastor ni siquiera le importaba sugerirme un par de prendas después de estudiarlas con detenimiento. Sus ojos, igual que el ónix brillante, destilaban una intención maliciosa.

Ya habíamos seleccionado el primer conjunto, que me recordaba mucho a los que las modelos usaban en internet. Era apenas una fina tira que rodeaba la cintura, lo mismo sucedía con las correas de los hombros.

—Puedes preguntarme cualquier cosa —propuso al notar que mi atención se desviaba de las prendas a su rostro.

Mordí mis labios mientras formulaba la pregunta que había estado rondando mi mente en los últimos minutos, y eché un vistazo a un conjunto de estampado de animal, más por simple curiosidad que por auténtico interés.

—¿Has visitado este lugar antes?

—No —reconoció mientras seleccionaba un conjunto rojo con encajes de un perchero, que era bastante sobrio. Incluso yo podría utilizarlo si no fuera tan caro, pero él no se fijó en la etiqueta del precio, y yo no podía solo pasarla por alto—. A veces lo he visto desde el exterior, pero nunca entré porque tampoco tuve un motivo.

—Y esa razón... —Continué examinando, aparentando interés en la idea de lucir prendas tan deslumbrantes y sensuales, aunque no lo sentía por completo. Verlas me hizo notar que mi ropa interior no estaba a la altura de todas ellas, y el hecho de que Alastor fuera testigo me impedía mirarlo a los ojos.

Nunca pude permitirme comprar ropa interior a juego, sobre todo debido al precio. Los sujetadores eran ridículamente costosos. Mamá y yo solíamos conformarnos con lo que encontrábamos en oferta en el mercado. Nunca habíamos sentido la urgencia de vestir algo deslumbrante; lo que en verdad importaba era la comodidad y que cumpliera con nuestras necesidades. Pero aquí, en este lugar, los detalles parecían destacar más que nada, a pesar de que la mayoría de las piezas aseguraban ser cien por ciento de algodón.

—El motivo eres tú, por supuesto —respondió como si fuera algo natural, y mis ojos se perdieron en un cartel que anunciaba un 30% de descuento en las prendas fuera de temporada.

A medida que caminábamos por los pasillos hacia esta tienda en particular, me di cuenta de que Treasure no solo contaba con grandes establecimientos de renombradas marcas, sino que también desprendía una elegancia moderna. Su interior era minimalista, y me aventuré a pensar que incluso Alastor pudo haberse inspirado un poco en los muros altos y blancos, en los techos cristalizados, en las columnas con arcos y en los paneles de vidrio que cubrían gran parte de las paredes. Incluso la disposición de las discretas macetas, que no llamaban la atención, pero al mismo tiempo invitaban a quedarse, me pareció una elección acertada.

Era un lugar pacífico, sin embargo, mientras recorríamos las estanterías, me abrumó la alta gama de precios. Pagar tanto por un simple pedazo de tela solo porque tenía una marca reconocida, era excesivo. Hacía apenas unas horas, había discutido con mamá sobre la deuda que adquirimos por los teléfonos, que equivalía al precio total de un calzón en este lugar.

—Me gustaría verte con aquel —señaló un conjunto sencillo de color vino, y sonreí porque surgió en mí la necesidad de alejar todas esas miradas que lo estaban devorando.

—Es bastante... transparente —le comenté, y sus ojos chispearon con un fuego intenso.

Era ilógico que, después de aceptar salir con él sin llevar ropa interior y habiéndome visto desnuda en el baño, me sintiera cohibida. Sin embargo, no me veía lo suficientemente segura como para modelar estas prendas. A pesar de que tenía curvas en mi cuerpo que me gustaban, como mi cintura y la forma de mis piernas cortas, me sentía insegura acerca de mi pecho, que era un poco más plano de lo habitual, y de mi estómago, que no estaba tan recto como el de una modelo. Sobre todo porque él parecía pertenecer a un mundo fuera de lo común, muy diferente al mío.

—Es solo una excusa —susurró con su voz serena y melodiosa tan cerca de mi oreja, que un escalofrío recorrió mi piel debido al cosquilleo causado por su aliento—. ¿Te parece bien este?

Una leve curva apareció en sus labios cuando se apartó de mí para echar un vistazo a mi cuerpo, y al parecer, ya conocía mi figura mejor de lo que yo misma lo hacía.

—Está bien —me atreví a decir, de repente, disfrutando de la sensación de complacerlo un poco—. Pero no sé cómo se verá el resultado final en mí.

—Encantador, seductor... —El fuego en su mirada se desvaneció debido a su teléfono celular.

—¿Tienes que irte tan pronto? —pregunté mientras movía de un lado a otro las prendas colgadas, sin prestarles atención.

No era una experta en compras por placer, pero tampoco quería parecer descortés o, mucho menos, exigente. Lo que hacía este momento agradable era su compañía. Por fortuna, tampoco parecía tener fetiches o gustos extraños que resultaran incómodos para mí.

Guardó su teléfono de nuevo en el bolsillo, luego acarició mi brazo al colocarse justo detrás. Apartó mi cabello sobre mi hombro y besó mi piel, frenando mi tarea de deslizar un nuevo conjunto a mitad del camino.

—Tengo una duda —murmuró—. ¿Puedo confirmar algo?

Sin estar segura de a qué se refería, y con la mente nublada, asentí.

Dejó los dos conjuntos que elegimos a un lado de la percha y deslizó su mano bajo mi camiseta para acariciar mi piel. Comencé a comprender sus intenciones, pero al mismo tiempo, me preocupó que alguien pudiera vernos.

Las perchas que teníamos de frente llegaban hasta mi mentón, y las de atrás estaban más cerca de lo que esperaba. Había elegido un lugar estratégico para acercarse a mí como un depredador. A la distancia debió parecer un abrazo inocente, y quise reír por su astucia, aunque contuve la respiración, tanto por el cosquilleo que ascendía sobre mi piel como por instinto.

En mi mente, podía imaginar cuán abiertos estarían mis ojos al examinar alrededor. Alastor me ayudó a pasar la prenda que tenía en la mano, luego a otra más, y así continuó, como si su forma de no llamar la atención fuera fingir que sus dedos, todavía bajo mi camiseta, no ardían casi tanto como el carbón.

Cada músculo de mi cuerpo se tensó al ver la incógnita sembrada en su rostro, que apareció junto a mi hombro cuando se detuvo para estudiar mi reacción. Tal vez esperaba que lo frenara, pero mi silencio le concedió el poder para continuar.

—Respira, Sam —susurró, y solté el aire de forma entrecortada. Necesitaba un nuevo aliento, pero me costaba trabajo, como si mi respiración pudiera delatar lo bien que se sentía su tacto, y entonces quedásemos expuestos a quienes nos miraban con ternura. Si supieran lo que este hombre me estaba haciendo en realidad, y también todo lo que me producía.

—¿Es necesario confirmarlo? —pregunté, mi voz era casi un susurro—. La talla...

Y su sonrisa respondió con un no, por supuesto, era completamente innecesario.

—No usas sujetador —observó cuando su mano rozó mi pezón y su dedo giró perezosamente alrededor. Apreté los labios por segunda vez, y mi corazón dio un respingo en respuesta.

—Ya conoces la razón.

—Por ello, he de admitir que me tienes fascinado —comentó.

Sus dedos pellizcaron mi pezón con suavidad, me apreté contra él y ahogué un sonido en la garganta. No sabía que existieran tantas terminaciones nerviosas en ese lugar, pero le satisfizo, y a mí tampoco me desagradó.

—Eres peligrosa. —Capté a lo que se refería al notar su dureza pegada a mí, y solté el aire que retenía en mis pulmones. Sus labios rozaron mi hombro por última vez. —Deberíamos llevar este también. ¿Qué opinas?

Parecía complacido cuando tomó el conjunto que acababa de pasar en frente de mí, uno negro. Aprecié el modelo poco antes de que lo apartara de mi vista. Este era más adecuado para el uso diario, a diferencia de los anteriores, que tenían un corte más provocativo.

Inhalé para controlar mi respiración agitada y me molestó la distancia que tomó a continuación. Tan pronto me hizo falta su calor.

Volteé, y estuve a punto de admitir que era el modelo que más me gustaba, pero perdí la voz al tropezar con sus ojos. El deseo y la diversión brillaban con fuerza.

—Está lindo —respondí en un hilo de voz—. Se acerca más a mi estilo —admití un segundo después de aclarar mi garganta.

Su mano, la misma que se aventuró de forma provocativa sobre mi pecho, ascendió con confianza hasta mi mentón. En mi boca, depositó un beso suave y, con una mordida ardiente en mi labio inferior, prolongó el contacto antes de soltarme.

Si un momento atrás me costaba trabajo respirar, cuando se alejó de mí, esta vez me quedé sin aliento. Cada terminación nerviosa esperaba otro roce, pero por desgracia, no hubo nada más. No podía ser que deseara que me tocara, no en un lugar público y bajo la mirada de tantos presentes. Pero en algún punto del camino, olvidé todos esos detalles. Insignificantes, eso es lo que me parecían ahora.

Recuperé la conciencia cuando nos encontrábamos frente a la caja, y la mujer que atendía no se molestó en mirarnos. Mientras la vi guardar las prendas en una bolsa de papel, sentí un escozor en la nuca. No me volteé porque Alastor me rodeó la cintura con su brazo y me apretó contra su costado. Luego, presionó los labios contra mi sien y susurró:

—¿Te incomoda que nos observen?

—En lo absoluto.

—Pretendo dejarlo claro.

—¿El qué?

—Que estoy contigo, y que no me interesa nada más.

A su lado, me condujo hacia la salida del establecimiento, y no pude evitar sentirme complacida y valiosa, sabiendo que era la única que le interesaba, y que todo lo demás carecía de importancia. Esa certeza me llenó de confianza mientras caminaba junto a él. Alastor comprendía lo que significaba para mí, y eso me daba un profundo sentido de seguridad.

Frente a la puerta principal de Treasure, Alastor me soltó al ver que su automóvil se aproximaba al estacionamiento, con José al volante.

—Nos vemos esta noche —dijo antes de besarme en la frente y ofrecerme una mirada que prometía mucho. Creí que ya había superado los temblores que su contacto provocaba, pero seguían allí, alerta cada vez que su piel rozaba la mía.

Mientras José guardaba la bolsa en el maletero y se tomaba un momento para contemplar el centro comercial con un aire nostálgico, Alastor se molestó en abrirme la puerta del copiloto. Me acomodé en el asiento y me pidió que bajara la ventana por un momento. Presioné un botón, y el cristal se deslizó hacia abajo. Él se inclinó para acercar su rostro al mío. Sus cabellos oscuros resaltaban con reflejos rojizos bajo el sol, y se deslizaron sobre su frente mientras sus ojos se encontraban con los míos.

—Quédate con José —me pidió. La preocupación en su rostro era inquietante por todo lo que implicaba, pero luché por no dejar que el miedo aflorara en mí.

—Lo haré.

—Y no te muevas mucho. Queremos que te recuperes lo más rápido posible. —Su sonrisa era seria, con un matiz de diversión, lujuria y ese toque sombrío que le caracterizaba.

Asentí.

Cuando el auto comenzó a moverse, todavía me sentía conmovida. Me llevó varios minutos apartar mis pensamientos de él, y salir de ese hermoso sueño.

—¿Podemos hacer una parada antes de volver al hotel? —le pregunté a José. Aún tenía el dinero de Danna en el bolsillo delantero de mis pantalones cortos y una deuda por dos teléfonos, uno de los cuales solo había usado durante un par de días.

—Por supuesto —dijo y tocó la pantalla detrás de la palanca de cambios, donde apareció un mapa que marcaba nuestra posición en la carretera. Saqué el teléfono del bolsillo. Era un préstamo de Alastor, que no tenía intenciones de quedármelo para siempre. Finalmente, en el dispositivo del auto, ingresé la dirección que mamá me envió esta mañana.


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Deja aquí tu comentario acerca de lo que pienses de Alastor.

Aquí lo que opines de Sam.

En este lo que desearías decirle a César o a sus hijos.

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