Capítulo 15



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Mientras avanzaba de regreso hacia la suite, las imágenes del beso y el incidente en el vestíbulo del hotel llenaron mi mente. Danna, una housekeeping nueva como yo, se había acostado con Alastor.

Él poseía una maestría innegable en el arte de la persuasión, pues con una simple solicitud logró convencerme de quedarme esa noche. Me había atrapado en uno de sus hábiles juegos al aceptar. Pero lo más inquietante era la incógnita sobre cuántas mujeres habrían compartido su cama con anterioridad.

No deseaba convertirme en la próxima en la lista, con la perspectiva de tener que lavar las sábanas al día siguiente. ¡Qué espantoso pensamiento! Podía comprender por qué Danna lució tan afectada esa mañana cuando huyó de su suite. Además, algo que hasta ese momento me había pasado desapercibido era lo atractivas que eran las mujeres que trabajaban en el hotel. ¿Sería todo parte de su estratagema?

Fue solo cuando llegué a la puerta de su suite que me di cuenta de que Alastor estaba esperándome. Sostenía mi ropa, ya seca y lavada, en sus manos.

—Pensé que te habías marchado —dijo, pero todavía no me sentí lista para responder. Su voz era profunda y autoritaria. Ni siquiera lo estaba contemplando y ya me producía escalofríos—. ¿Saliste de ese modo?

Sus dedos ardientes levantaron mi rostro en busca de mi mirada. Esos ojos negros eran como un oscuro y profundo mar. Sin embargo, yo no sabía nadar. Me ahogaría si continuaba lanzándome de esa manera.

—Algo te está molestando —concluyó.

—¿Con cuántas mujeres del personal te has acostado? —pregunté, y ante la sorpresa apartó su mano de mí para perder la mirada en el techo.

—¿Con quién hablaste? —suspiró pesadamente, como si estuviera cansado de la situación, o de mí. No comprendí por qué pudo atraerme siquiera un poco.

—Me marcho. —Pasé por al lado, arrancándole mi ropa de las manos.

Había algo que me mantendría a flote, y eso era mi decisión a no dejarme arrastrar por su furiosa corriente. Lucharía contra él y cualquier cosa, sin importar la forma.

—No vivo atado a ninguna mujer. —Sus palabras me detuvieron en frente del baño. Estaba hablando en serio—. Pensaste que tú y yo... ¿Acaso eso es lo que buscas? Un hombre con quien pasar el resto de tu vida —se rio y el agravio me apretó la garganta. Eran las mismas palabras que pronunció Mateo cuando lo encontré en plena infidelidad con la que pensé que era mi mejor amiga.

—¿Quién habló de ataduras? —respondí con una sonrisa sarcástica, desafiante ante su cinismo—. No te preocupes, no ando por la vida con esposas en la cartera. Tampoco es que quiera atarte con una cadena y lanzar la llave al mar. De hecho, lo que menos deseo es que alguien como tú forme parte de mi vida. No lo soportaría...

Trabajé mi indiferencia lo mejor que pude, aunque un pequeño fragmento en mi interior esperaba que fuera más que solo un hombre de paso, y la decepción que percibí fue aquello que lo aclaró. Por lo menos había hecho una pausa para meditarlo mejor, así no le hice saber lo que sentía, ni tampoco lo tonta que fui por encontrarme a punto de caer con él.

Me encerré en el baño y comencé a cambiarme con rapidez, sintiendo urgencia por salir de ese lugar lo más pronto posible. No me había devuelto el sostén, pero no importaba. Por fortuna, tenía otro igual.

Un hombre como él no valía la pena. Si apenas había logrado alejarme de Mateo convertida en cenizas, con Alastor... ni siquiera debería considerarlo una opción.

Me hizo recordar cuánto detestaba a esta clase de hombres. Hacían cualquier cosa sin tomar en cuenta los sentimientos de nosotras.

¿En qué pensaba? Una cena agradable, una invitación para pasar la noche, y mañana sería mi turno de marcharme a través de su puerta envuelta en un mar de lágrimas.

Salí del baño.

Alastor estaba bebiendo en su escritorio cuando dejé su suite, con un sentimiento de amargura que me revolvía por dentro.

Me dije que debía ser fuerte. Había cosas más importantes, y el trabajo era una de ellas. Aunque ya no estaba tan segura de si podría conservarlo. ¿Él sería capaz de echarme?

¿Yo sería capaz de soportar si no lo hacía?

Hace tiempo había escuchado que algunas personas se aprovechaban de los inmigrantes, pero nunca imaginé que fuera a pasarme.

Experimenté una mezcla de enojo y decepción hacia mí misma. A pesar de todo lo que viví, seguía siendo ingenua.

—Hola —saludé a mamá al entrar en el auto. Afortunadamente, no tuve que esperar mucho por su llegada. A pesar de que el calor escocía en mis ojos y apretaba los dientes, estaba decidida a no mostrar el caos en que se habían convertido mis sentimientos. No quería preocuparla.

Pude sentir el peso del silencio, pero también algo más. Una especie de energía oscura que parecía emerger desde algún rincón del hotel, erizando mi piel.

Desplacé la mirada hasta encontrarlo de pie detrás del gigantesco panel de cristal que reconocí como la Suite 999. Alastor estaba allí, observándome desde ese lugar. Lucía tan glorioso y majestuoso que asustaba. Parecía el ángel de la venganza, erguido sobre una cornisa en el infierno, mientras nosotros, los mortales, yacíamos a sus pies.

—¿Y bien? —insistió mamá.

—¿El qué? —pregunté, devolviéndome hacia la bolsa que sacudió en frente de mis ojos.

—¿No quieres ver cuál será tu nuevo teléfono? —Me miró como si sospechara que algo andaba mal, pero no dejé que preguntara.

Tomé la bolsa y rebusqué en su interior.

—¡Es un iPhone! ¡Son carísimos!

—Considerando cuánto se gana, no aquí. Y además es de segunda mano —me informó—. Siempre quisiste uno de esos, no el Nokia que, al caer, rompía los azulejos del suelo. Pero ni se te ocurra tirarlo, ¿me oíste? —advirtió y consiguió sacarme una sonrisa. No sabía qué sería de mí en este mundo sin mamá.

—Gracias. —La abracé con ganas.

—Creí que no te gustaba llevarlo suelto. —Habló de mi cabello, y fue tarde cuando tomó un mechón. Todavía estaba húmedo—. ¿Te mojaste?

—Lavar las duchas es un poco incómodo. En el trayecto perdí la goma con la que lo llevaba atado.

—No me espantes —pidió mientras encendía el auto, y cuando miré hacia esa ventana, él ya no estaba—. Cada vez que te veo me hace pensar que este hotel es un infierno.

Lo era.

Pero ese beso se sintió como un castigo divino: ardiente y poderoso. Levantó polvo, tanto que una sensación de brillante e ilusa asomó. Tenía que devolverla al lugar de donde salió, enterrarla en lo más profundo.


Durante la noche, Alastor me visitó en mis sueños, evocando el calor de su cuerpo y cómo ardía dentro de mí con cada insignificante roce de su piel con la mía, recordándome que siempre tuve un gran defecto: hacerme ilusiones y enamorarme con tan poco. Esto no era amor, de eso estaba segura. Pero tampoco era algo que fuera a olvidar con facilidad.

«Huye y no dejes que te seduzca». El consejo de Danna me despertó temblando al día siguiente.



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Enfurecido, me había dirigido a la lavandería porque ni siquiera sabía con precisión dónde se encontraba. No solía hacer cosas como implorar para que una mujer se quedara a pasar la noche conmigo. 

Me dije que era suficiente, que no perdería más mi tiempo con alguien tan joven e ingenua. Se había terminado.

Sin embargo, durante la madrugada, no pude dejar de reproducir el momento en que levanté su rostro y esos ojos cafés verdosos reflejaron un rechazo absoluto hacia mí. Era evidente que había cometido un error, uno que no podía borrar de mi mente: la herí.

—¿Qué sucede? —preguntó Laurent al verme sentado en mi escritorio, con la mirada perdida en la pantalla de bloqueo de la MacBook. No sabía en qué momento entró—. No lograste convencerla.

Me quedé en silencio por un instante, tratando de reunir mis pensamientos. Luego, finalmente, levanté la mirada hacia Laurent y le respondí con un suspiro.

—Se fue. Creo que cometí un error tratando de convencerla. No está interesada en quedarse. —Me pasé una mano por el cabello en un gesto de frustración.

Laurent asintió con comprensión y puso una mano en mi hombro.

—A veces es mejor dejar que las cosas sigan su curso natural. No puedes forzar a alguien a quedarse.

Sus palabras me hicieron reflexionar sobre mis acciones.

—No te conviene —añadió—. Mejor, ¿por qué no encuentras un reemplazo? Hoy llega una lista numerosa de universitarios recién graduados en busca de diversión.

Consideré su ofrecimiento, y aunque no me apetecía, terminé por acceder. Si tan solo de esta forma podía arrancarla de mí tan rápido como entró.


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