HOJAS SECAS

Título: SERVA ME, SERVABO TE

Autora: Clumsykitty

Fandom: Marvel MCU

Pareja: Winteriron.

Derechos: solamente a vivir.

Advertencias: creo que no está demás repetirlo por si se han saltado las líneas anteriores y no vieron el resumen. Esto es una historia Bucky x Tony, no se humillen, no se azoten contra las paredes ni se desgarren las ropas. Así es y así será. Claro, con el tema Soulmate (Alma Gemela) para darle más sabor junto con cambios por voluntad de la escritora. Hush hush si os espanta.

Gracias por leerme.

Serva me, servabo te ("Sálvame y te salvaré" de Petronio)




Feet don't fail me now
Take me to the finish line
All my heart, it breaks every step that I take
But I'm hoping that the gates,
They'll tell me that you're mine

Walking through the city streets
Is it by mistake or design?
I feel so alone on a Friday night
Can you make it feel like home, if I tell you you're mine
It's like I told you honey

Don't make me sad, don't make me cry
Sometimes love's not enough when the road gets tough
I don't know why
Keep making me laugh,
Let's go get high
Road's long, we carry on
Try to have fun in the meantime

Born to die, Lana del Rey.




HOJAS SECAS

TONY


Era el aniversario de la muerte de sus padres y como siempre, Tony Stark no iba a pensar en ello, estando lo suficientemente ocupado creando una nueva versión de su armadura luego del fiasco de su primera prueba en tanto Pepper estaba pisos arriba haciéndose cargo de los desastres ocasionados después de la pelea con el traidor Obadiah Stane. Había un repunte en su vida que le dejaba un sabor placentero en su interior, después de aquel renacimiento en vida gracias a la persona de Ho Yinsen aunque tenía su lado oscuro con las pesadillas que no se iban. La cueva en Afganistán. Pero estaba lo suficientemente alegre como para darles más importancia de la debida, simples malos sueños que un día se irían. Como todos y todo en su vida, salvo Pepper y Rhodey que se negaban a convertirse en los súbditos de las Moiras que gobernaban su destino.

Hombre de Hierro, alguna clase de héroe. Una súbita aparición que era bienvenida en una vida gastada en excesos tratando de llenar huecos insalvables de su muy inteligente pero desesperada mente. Se le había aparecido un hombre diciéndole que estaba entrando en las ligas mayores pero después de un intercambio de palabras, todo había quedado en un hola y adiós con retóricas sobre el bienestar del mundo en manos de personas con las capacidades suficientes para defenderlo. Para sueños de niños estaban otros ingenuos que seguro rondaban por ahí en las calles esperando por aquel pirata postmodernista intimidador pero mal vendedor de ideas patrióticas. Él tenía otras ideas en mente, como por ejemplo lo que sus diestras manos estaban haciendo en esos momentos o los planos flotando alrededor que JARVIS le mostraba acerca de una mejora en su reactor.

-J, vamos a probar el cañón.

-"Me permito recordarle su cita con el Coronel Rhodes a las cuatro en punto, Señor."

-Y yo me permito recordarte que vamos a probar el cañón.

-"¿Quiere que me comunique con el coronel por usted e invente otra excusa para dejarle plantado?"

Tony se detuvo, haciendo un mohín. -Tienes maneras muy delicadas de manejar la culpabilidad.

-"Ha estado trabajando más de veinticuatro horas continuas, Señor."

-Igual que tú.

-"Mi condición virtual me impide tener el gozo del cansancio físico."

-Okay -el castaño rió- Solo vamos a probar el cañón y después iré a prepararme para ir con Rhodey. ¿Qué tal eso?

-"Suena a un plan."

-Mi música, J.

AC/DC retumbó en el taller al tiempo que Stark tomaba el guantelete metálico, poniéndose de pie con un giro hacia la pared recubierta con acero alemán que recibió varios impactos de su cañón repulsor. El millonario se quitó los lentes de protección, dejándolos sobre sus cabellos desarreglados para acercarse al bloque grisáceo e inspeccionar de cerca los daños. Repitió los disparos desde diferentes ángulos, marcando con una estampa de gatito que había robado de las cosas de Potts en la marca de la pared que cumplía los estándares buscados. Regresó a la mesa de trabajo a punto de tomar uno de los tornillos para hacer ajustes cuando JARVIS apagó todo disculpándose por tomar la molestia de exhortarle de manera "agresiva" a salir ya del taller con el fin de alistarse para su reunión con Rhodey.

-Voy a pensar en tus protocolos cuando vuelva.

-"Gracias por dedicarme su tiempo, Señor Stark. Por favor, tenga una excelente tarde."

Tony sonrió, sacudiendo su cabeza ante las palabras de su muy astuta IA, subiendo las escaleras hacia su piso, encontrándose con Pepper quien se alegró de verle salir de su ratonera, como le dijo, obsequiándole una hermosa sonrisa como un beso. Le ayudó a estar presentable para el coronel a quien vería en uno de sus restaurantes preferidos. Rhodey tenía un permiso de ausencia, así que visitaba a su mejor amigo y hermano para saber cómo estaba llevándolo todo. Prefirió manejar antes que llamar a Happy pese a que llevaba un día entero sin dormir. No lo necesitaba, su mente estaba llena de nuevas ideas con poco tiempo para ejecutarlas en el tiempo y orden preciso. El coronel le esperó paciente porque quizá se había retrasado un poco por una hermosa rubia ejecutiva, pero le obsequió esa sonrisa infalible que desvanecía toda molestia en su Rhodey.

-El día en que llegues puntual a una cita, ése día caerán monstruos del cielo.

-También te extrañé, Rhodey Pooh.

-Ven acá, pedazo de genio.

-Genio completo, si me haces el favor.

Se abrazaron con fuerza antes de tomar sus asientos y llamar a la camarera. El castaño le dio sus recomendaciones a su amigo quien las aceptó gustoso, abriendo la primera botella de vino que inauguró su larga conversación hasta que salió el tema de la fatídica fecha que se enlazaba con las estúpidas decoraciones y ambiente navideño que le sacaban canas que no deseaba ver en sus cabellos.

-¿Irás esta vez?

-No.

-Tony...

-¿Para qué?

-Cerrar círculos, le dicen unos.

-Deja de leer libros de pseudo filosofía barata, Rhodey, un día creerás que puedes volar por el mero hecho de extender los brazos.

-Tú vuelas.

-Ja, ja.

-En serio, Tones, puedo acompañarte si lo deseas.

-No, no -éste negó con la vista fija en su plato- Tengo demasiadas cosas qué hacer, quizá para el siguiente año.

-Así lo has dicho desde el funeral.

-Soy...

-La frase no, por favor.

-¡Inhibes mi autoestima!

-Puedes hablar con tu madre, de cierta manera, de lo que no quieres decir a nadie.

Tony le dedicó una mirada, dando un gran trago a su copa.

-¿Qué supones escondo?

-Pepper ya me dijo que estás trabajando mucho...

-Okay, en primer...

-Casi no duermes...

-Rhodey.

-Tienes pesadillas.

-¿Y qué tiene que ver eso con ir... allá? Y no es que esté aceptando sus supuestos, estoy perfectamente bien. Jamás me he sentido mejor.

-A veces necesitamos que alguien nos escuche de cierta manera, puedes decirle a JARVIS, puedes contárselo a la tumba de tu madre, confiar en mí, en Pepper.

-Esto tiene una intención detrás.

-Tú eres el genio aquí, dime cuales son tus sospechas sobre los pensamientos de tu viejo amigo.

-Que al haber cambiado es posible... -Stark desvió su mirada hacia su brazo izquierdo pero resistió la tentación de acariciarlo por encima del traje- No va a suceder ahora.

-No lo sabes.

-¿Y tú sí?

-Tony, tan solo...

-Suficiente tengo con el hecho de saber que él se llevó a mi madre consigo, pudo haber viajado solo, jamás se la llevaba a sus viajes de negocios, pero ése año, ése día quiso hacerlo y... no Rhodey, tampoco aparecerá un nombre en mi brazo. Así que deja de insistir, ¿quieres? Prefiero escuchar de ti, si me haces el favor.

Así lo hizo el Coronel Rhodes aunque no dejó de observar esos signos inequívocos de una inestabilidad mental como emocional que el castaño estaba dejando ver pero ocultaba a todos, porque un día Howard le dejó bien claro que los débiles no tenían cabida en el mundo, ni tampoco un niño soñando con un Capitán América como salvador de la horrible infancia que su progenitor le dejara en lugar de las coloridas memorias que se suponía debían atiborrar su pasado. Tony hizo gala de un buen humor con sarcasmo propio al hablarle sobre aquel hombre del parche mientras degustaba un vaso de whisky con más prisa de la debida.

-¿La Iniciativa Vengadores, eh? -Rhodey bufó apenas.

-Se oye tremendo.

-Te ha picado la curiosidad.

El millonario rodó sus ojos, clavando su tenedor sobre un inocente raviol.

-Sí, bueno, sí pero tú sabes que no se me da trabajar en equipo, además, tengo muchísimas ideas para la empresa... y quiero, tú sabes...

-No, no sé.

-Te gusta hacerme confesar militar engreído.

-Creí que el único engreído en este restaurante eras tú.

-Ja, ja, ja. Le he prometido a Pepper que tendríamos tiempo de calidad para nosotros.

-Wow, eso va en serio.

-Mucho.

-Por eso debes...

-¡Ah, Rhodey-Pooh! -Stark levantó sus manos- No eches a perder esta carísima cena que sabe a cloro, por favor.

-Solo piensa que si haces por fin a un lado aquello, puedes ser más libre, Tones.

-Lo pensaré, ¿feliz?

-Mucho.

-No me arremedes.

-Tú no evadas esas verduras.

-Te odio a veces, Rhodey.

-Anda, anda.

La cena terminó con el coronel llevando a un algo pasado de copas Tony Stark a su torre, dejándole dormir sobre la cama para charlar brevemente con Potts sobre lo que estaba ocurriéndole al castaño. Días y noches vinieron, muchos pendientes como esa relación creciendo de forma atropellada más por los contratiempos que por otra cosa. Howard había dejado muchos enemigos en el camino que ahora cobraban venganza sobre su hijo, quien además se vio una vez más en las puertas de la muerte cuando se dio cuenta que el Paladium estaba envenenándole. Las pesadillas eran más recurrentes como ligeras peleas que empezaron a manchar el paraíso que tenía con su alta y exigente rubia. Claro que tuvo ese lapsus de locura, arriesgándose más de lo debido al estar aterrado ante la idea de morir por aquello mismo que le había salvado la vida.

Ho Yinsen le había pedido vivir, pero estaba costándole mucho hacerlo.

Entonces la Iniciativa Vengadores vino a él, salvándole de tomar decisiones muy drásticas con respecto a su vida. Extraterrestres llamados Asgardianos como en la mitología nórdica, haciéndose presentes para resolver sus conflictos familiares en la Tierra con unos monstruos de otra dimensión destruyendo su amada Nueva York. Hasta olvidó el asunto de su Alma Gemela. También que había aparecido su héroe de la infancia, Steve Rogers en carne y hueso llamándole como todos los demás un egoísta soberbio saboteador de equipos. Por supuesto que le replicó porque hubiera dejado de ser un Stark de no hacerlo, pero por dentro sintió como algo se quebró en él. No era nada sin el traje, pero el traje estaba protegiéndole de tantas cosas que nadie sabía, nadie querría comprender... ni siquiera su Pepper.

Había decepcionado a su Capitán América para colmo de males, así que no tuvo nada de extraño sacrificar su vida para salvar a todos, llevando esa ojiva nuclear sobre sus hombros, viendo el terror que aguardaba del otro lado del portal, sin escuchar nada de la rubia a quien había llamado, dejándose caer simplemente a los brazos de la muerte. Nadie iba a extrañarle. Y una vez más, no murió. Volvía a la vida como si ésta insistiera en hacerle sufrir, aunque por un buen tiempo le concedió razón gracias a la convivencia con los Vengadores. Ese tontuelo de Thor, el criticón de Clint, la peligrosa Natasha, su hermano de ciencias, Bruce... y claro, ese ejemplar perfecto llamado Steve Rogers quien fue más amable con él, plantando ideas muy peligrosas en su mente que su brazo izquierdo le negó. Ningún nombre apareció.

Nueva York dejó una marca profunda en su mente que empeoró las pesadillas, llevándole al quiebre como a la idea desesperada de usar el Extremis. De pronto todo estaba pasando muy rápido frente a sus ojos, apenas si pudiendo estirar una mano y atrapar algo de sensatez en medio del caos. Decidió despedirse de sus armaduras, quedarse por fin al lado de Potts como se lo merecía y quitarse ese reactor del pecho que a veces le asfixiaba. Sin embargo, ni así pudo armarse de valor para ir a la tumba de sus padres, ni hablar sobre su accidente, ni del hecho de que la marca en su brazo volvió a aparecer muy indecisa. Era un hastío, una desesperación, un vacío igual a aquel portal, a la oscura cueva de Afganistán, el hueco en su pecho. Todo peligraba, tenía que seguir protegiéndolo. El mero hecho de destruir sus armaduras fue la peor de sus ideas. Se había quedado vulnerable.

Lo cual estuvo más que claro cuando sucedió lo de Ultrón, porque había sido su culpa y nada más que su culpa que aquello sucediera. Había perdido los estribos por completo. Jarvis estaba tan muerto como sus padres, y de nuevo no hubo alguien que le dijera qué hacer en esos momentos, no consuelo ni forma de superarlo. El mundo estaba en peligro por sus idioteces. Esta vez Steve realmente se decepcionó de él, y no solo el Capitán, todos los Vengadores. Pudo sentirlo a sus espaldas, casi escuchando sus rumores. Su brazo mostró algo como un nombre largo, pero sin forma definida, en la noche siguiente de la partida de Pepper, mientras él bebía en el suelo del pasillo con lágrimas desbordándose de sus ojos. ¿Acaso era esa clase de monstruo que todos afirmaban, que merecía tal tortura?

Una mujer en el MIT se lo confirmó. La muerte de Peggy se lo confirmó. El abandono de todos se lo confirmó.

Solo le quedó el último refugio de su sanidad en Steve, pero Siberia escondió su tiro de gracia que rompió lo poco que hubiera dentro de él para romper. Ni siquiera Rogers le había considerado un amigo como lo hizo con su padre Howard. Era algo tan espantoso que no merecía saber la verdad acerca de sus padres sobre el 16 de diciembre de 1991. Rhodey estaba usando ayuda para caminar, Visión se había quedado solo, el mundo reclamaba justicia. Todos querían respuestas que él ya no tenía ni quería dar, pero como el monstruo infame que era, debía cumplir con sus obligaciones. Tal vez por ello el whisky volvió a él, las lágrimas como las pesadillas con mayor fuerza de lo debido en su siguiente cumpleaños. María Stark había dado a luz a un engendro abominable no a un hijo como toda madre debía tener, por eso se la habían arrancado de su vida. No la merecía.

También por ello la justicia vino a él, por fin, a escupirle en la cara su sentencia. Tony gritó con todas sus fuerzas cuando recordó en ese cumpleaños tan solitario como amargo su marca en su brazo izquierdo tan inconcina. Ahora era clara como el agua, tan maldita como todos esos años de existencia vacía sin propósito firme. Se mordió, se rasguñó hasta sangrarse. Visión llegó a él para impedir que se jalara la carne con el pedazo de vidrio de un vaso roto en desesperación. Algo le dijo, pero no lo escuchó, esos compasivos susurros se ahogaron en sus gritos de rabia como su llanto que le dejó sin aliento mientras era bañado con tanto cariño como lo recordaba del viejo Jarvis, el mismo gesto hecho cuando sus padres murieron. Y la causa era la misma.



En su brazo izquierdo, estaba claramente escrito un nombre.

El peor de todos.



James Buchanan Barnes.





BUCKY

Lo que le sucedía era muy difícil de explicar, había que vivirlo para tener idea de cómo se sentía, lo más que Bucky podía describir era como estar en una habitación infinita de paredes oscuras sin luces ni sonidos, que con el paso del tiempo creaban desesperación y miedo. A veces, muy pocas veces, una ventanita se abría, permitiéndole ver lo que pasaba afuera. Se podía ver a sí mismo, o mejor dicho, su cuerpo moverse sin que estuviera comandándolo, hablando en idiomas que jamás había aprendido en su natal Brooklyn, tomando armas extrañas o cuchillos que brillaban a la tenue luz de una habitación con paredes rojas. Él gritaba, pero nadie atendía. La sangre manchaba sus manos como el piso entre las risas o las nuevas órdenes. Algo cerraba la ventanita y él caía, caía y caía hasta que perdía el conocimiento. Entonces todo volvía a comenzar.

Con tantas ventanitas abriéndose y cerrándose, con infinidad de veces cayendo a la oscuridad, el tiempo se volvió un bucle infinito. Perdió noción de su vida, de su nombre, de su persona. Olvidó cómo se llamaba, dónde había nacido, cuándo había nacido, se olvidó de sus padres, de sus amigos, de las chicas hermosas que fueron sus novias, se olvidó qué le gustaba o qué no. Cuando la ventanita volvía a abrirse, ahora tenía miedo porque no sabía qué significaba ni que eran esos rostros duros, tampoco sabía qué estaba ocurriendo y por qué veía una mano metálica junto a una de carne y hueso tomar un arma y disparar desde muy alto, o bien, usar un cuchillo filoso para enterrarlo en un cuerpo que apenas si podía entrever. Bucky dejó de ser Bucky.

Un día, la ventanita se abrió mucho más, convirtiéndose en una puerta.

-¿Bucky?

Pero eso la hizo pequeña de nuevo.

-¿Quién demonios es Bucky?

Había que obedecer al Soldado de Invierno, sabía lo que hacía y el por qué. Él solamente debía dejarse caer una vez más mientras la ventanita se cerraba, perdiéndose en la inmensidad de su oscura prisión eterna. Ahí estaba bien porque asomarse estaba muy mal. Dolor, muchísimo dolor podía brotar salvajemente si se acercaba. ¿Quién era Bucky? ¿Qué era Bucky? Hubiera querido preguntarle al Soldado de Invierno, pero éste jamás respondía, solamente actuaba. Y castigaba, por supuesto. Nunca debía perturbarle so pena de ver cosas espantosas por larguísimo tiempo. Su curiosidad fue mayor cuando la ventanita se hizo puerta una vez más y la cruzó. Un hombre rubio estaba con el rostro molesto, le abofeteó. Ah, tenía un cuerpo. Y un brazo metálico. Pero aquel individuo ordenó que volviera a su prisión de tinieblas, él no quería sin antes saber qué era Bucky.

-Límpienlo.

Se quedó en ese vacío mucho y poco tiempo, una voz hizo eco como buscándole con desesperación. Rompió la pequeña ventana que se abrió, haciendo una extraña, pero enorme puerta por la que salió, observando unos ojos azules de un rostro maltrecho.

-... estaré contigo hasta el final de la línea.

Aquel hombre le decía Bucky pero él ya no sabía qué significa eso, más sus palabras tenían algo que sabía a paz. No supo por qué le rescató del agua, en verdad que no tuvo la respuesta, simplemente quiso hacerlo porque en su interior dolía muchísimo la palabra caída. Regresó a donde sus adiestradores, golpeándolos hasta que le dijeran qué era Bucky. Nadie quiso explicarle, así que optó por huir porque ya no quería más ventanitas ni el Soldado de Invierno castigándole hasta que ya no sabía más. Llevado por una extraña sensación, terminó en un museo, viendo luego de 70 años de cautiverio que él era Bucky. James Buchanan Barnes. Un sargento que había nacido en Brooklyn a principios del siglo XX, dado por muerto en Europa durante una misión en la que acompañaba a Steve Rogers, el Capitán América.

Estaba muerto.

Y vivo.

Trozos deformes de su memoria fueron llegando, pocos eran gratos, la gran mayoría eran retazos de torturas y adiestramientos a base de terror, abusos y las atrocidades crueles que una mente humana hubiera podido concebir para romper una mente e instalar en su lugar otra más. Comenzó a anotarlas de todas maneras para llevar una cuenta de lo sucedido. 70 años de cautiverio en esa forma luego de caer del tren. Zola había creado su brazo metálico gracias a los conocimientos de HYDRA, esos rostros duros que le entrenaron como Soldado del Invierno, ellos lo crearon con unas palabras que le retorcían de dolor y lo enviaban de vuelta a la prisión de paredes oscuras sin fin. Era un asesino buscado, un monstruo creado en Siberia para servir a otros intereses.

Mamá, papá, ya no existían. Ni los Comandos Aulladores.

Seguía sin ser Bucky aunque se aferró al nombre más por la esperanza de que repitiéndolo a sí mismo consiguiera ser algo diferente al esclavo del Soldado de Invierno, quien ahora estaba preso en aquella cárcel, con la enorme diferencia que eso podía escaparse y asomar la nariz de vez en cuando para su terror. Claro que no tenía la fuerza como cuando las palabras lo despertaban por completo, pero aun así era suficiente para causarle no solo terrores nocturnos sino también pánico de un día lastimar gente inocente si acaso estaban cerca cuando despertara. Por ello eligió vivir en las zonas menos habitables, para no tener esa clase de problemas, buscando una manera de recuperar algo de lo robado, solo sabía que era un Sargento del Ejército de los Estados Unidos dado por muerto con honores, pero en su mente no había nada, igual que en su vida.

-¿Qué carajos quieres?

-Por favor, t-tengo hambre.

-Esta no es la iglesia de las hermanitas de la caridad. ¿Quieres este pan?

-Sí...

-Entonces bájate los pantalones y chúpame la verga.

Aquellas cosas no importaban, después de todo su cuerpo hacía mucho tiempo había dejado de ser digno de cualquier cosa. Estaba sucio y fue cómplice de un monstruo que esperaba ganar la partida en su mente. Hizo los trabajos que nadie quería hacer para llevarse algo de alimento a su boca, tener billetes con qué pagar su huida de Estados Unidos a un país al que no avergonzara ni estuviera persiguiéndole. Viajó como polizonte en barcos pesqueros, a veces haciendo favores a cambio de hincarle el diente a uno de los pescados o dormir en un camarote, aunque lo compartiera con pestilentes marineros. Así llegó a Europa, la que reconocía más por las memorias del Soldado de Invierno que por las propias, recorriendo siempre con temor las calles solitarias, no porque no fuese capaz de defenderse, era miedo a ser reconocido y humillado.

-¿Qué es esto?

-Ay, ósea... ¿qué quiere?

-¿Cómo se llama esto?

-¿Es en serio?... ay, se llama rosa. Hello?

-Rosa...

-Dásela al abuelo, amiga, pobrecillo. Creo que tiene retraso.

-Llévatela, mi buena obra del día. Voy a ponerlo en mi Twitter.

-¡Jajajajajajaja míralo que tonto!

Sí, parecía un recién nacido conociendo al mundo de nuevo, reconociéndolo, mejor dicho. Nombres, aromas, sabores, colores. Algunas veces olvidaba qué eran o para qué servían. Sentía su corazón latir tan aprisa, faltarle la respiración, miedo, muchísimo miedo y todo daba vueltas. A veces también olvidaba su propio nombre por angustiosas horas, le parecía que el Soldado de Invierno sonreía desde su cárcel, esperando un momento de debilidad para hacerse cargo del asunto. La luz del día lastimaba, demasiadas personas en la calle lastimaban. Demasiados ruidos por todas partes lastimaban. Ir buscando el refugio adecuado le llevó más tiempo del que había creído, robando periódicos dónde vio aparecer a Steve Rogers. Vengadores. Capitán América.

De las pocas cosas útiles que le proveyera HYDRA, su capacidad políglota le permitió llegar a Bucarest, donde gente como él no era molestaba en aquel barrio de inmigrantes. Ahí sus cuadernos se llenaron de más recuerdos apurados. Dormía, despertaba, comía algo, dormía, escribía, a veces venían los ataques, también por eso tapizó ventanas y puerta con periódicos. No deseaba que los demás supieran, sospecharían. ¿Qué le hacía luchar contra el titán que era el Soldado de Invierno? Esa ya casi nula esperanza de que hubiera una respuesta al por qué estaba vivo, sin esperar nada de un Alma Gemela. Con suerte ya había muerto. 70 años eran mucho tiempo como para esperar por alguien, mucho menos alguien como él, tan... horrible.

-¿Cómo se llama esto?

-Ciruelas.

Una misión exitosa a veces le permitía estar fuera del sueño helado por unas horas más, sus adiestradores le palmeaban la cabeza como el perro que era antes de arrojarle al suelo su premio. Ciruelas. Sabían a gloria pese a que no estaban del todo maduras, frente al vómito que llamaban comida y que a veces por deleite vaciaban en una charola de perro que no habían lavado, ordenando que lo dejara perfectamente limpio. Las ciruelas eran el paraíso, un pequeño gusto que se dio contra su voluntad porque él no merecía nada, era un monstruo, un asesino cuyas manos jamás estarían limpias ni su consciencia. No era nada frente a la orgullosa figura del Capitán América. Seguro que él no tenía esas pesadillas de rostros gritando por piedad, ni tampoco recuerdos falsos bien sembrados entre los verdaderos.

Encontró cierto tiempo de tranquilidad, viendo a personas encontrar su Alma Gemela, mirándoles como el idiota que era la forma en que se abrazaban, reían, se besaban. Bucky se preguntó qué se sentiría un abrazo, una caricia de la persona amada, verse reflejado en sus ojos y saber que todo iba a estar bien. No podía recibir ni dar abrazos, temblaba o entraba en pánico. Jamás iba a recibir un beso o una caricia, demasiado íntimo. La idea de que todo terminara empezó una madrugada que no pudo dormir porque los terrores fueron demasiados y el Soldado de Invierno quería salir. Mientras apretaba con todas sus fuerzas un trozo de vidrio para hacer sangrar su mano derecha y así el dolor traerlo de vuelta a la realidad, morir ya no fue tan malo.

Fue tomando coraje para ello, llenando más cuadernos que probablemente iban a terminar en la basura en cuanto hallaran su cuerpo descompuesto. Decidió darse un último obsequio, saliendo a comprar ciruelas. Aquella persistente inquietud cobró bríos al notar una mirada en un vendedor de periódicos que huyó como si hubiera visto al monstruo en su interior. La foto fatídica de algo que no recordaba, pero tampoco podía negar. Cuando el Soldado ganaba, él no sabía qué cosas había hecho porque le encerraba por completo y temió que realmente esta vez todo se hubiera salido de control. Volvió a su departamento únicamente para encontrar a la persona menos pensada con un mensaje igualmente fatídico.

-Esto no tiene que terminar en una pelea -casi suplicó Steve.

-Siempre termina en una pelea.

Odiaba su brazo metálico, porque era algo de HYDRA y porque con él, el Soldado de Invierno había cometido atrocidades que le robaban el sueño. Nunca nada bueno provenía de él, y así fue. Peleando, lastimando gente al huir con sus memorias, el único tesoro de su persona real porque todo el mundo estaba acusándole de algo que ni siquiera estaba seguro hubiera ocurrido. Atrapado como animal una vez más, sufriendo en aquel espacio tan diminuto, con las descargas en su brazo para mantenerlo a raya como si fuese un perro rabioso bajo la mirada de desaprobación y asco de todos los que le rodeaban. Nadie iba a creerle de la prisión, ni tampoco del Soldado de Invierno, solo quería ya descansar, pero era un privilegio al que no estaba destinado. Un hombre pronunciando esas fatídicas palabras, sellando con eso su destino al liberar el monstruo en su interior, apenas si pudo escuchar algo que le pidió, un reporte de una fecha en particular. Bucky no sabía qué había pasado, pero tuvo un horrible presentimiento que quiso compartirle a Steve cuando volvió en sí, sin embargo, no le quiso escuchar.

Ese presentimiento cobró fuerzas cuando vio por primera vez y de cerca a Tony Stark, hubo algo en su mirada, algo que su presencia que causó un revuelo en su interior sin explicación aparente, aunado a un miedo espantoso. Si volver a Siberia lo había puesto ya estresado, la inquietud relacionada con el millonario y gran amigo de Steve lo tenía con los nervios de punta. Algo andaba muy mal, el Soldado de Invierno estaba quieto como esperando solamente el desenlace fatídico que vino con un video que le sacó lágrimas, sintiendo que la única dignidad que tuviera se perdía por la alcantarilla más cercana. Había asesinado a Howard y María Stark un 16 de diciembre de 1991. Lo había hecho el Soldado, claro, pero en términos pragmáticos era él.

A un amigo suyo lo había masacrado, a su esposa, ahorcado cuando ella pidió ayuda.

-¡¿Lo sabías?!

Bucky tuvo pavor, reaccionó cual animal atrapado, ya no supo que era lo que realmente quería, deseó vivir y al mismo tiempo deseó la muerte. Cada golpe proporcionado al Hombre de Hierro rompió cada buena memoria suya, gritando como desesperado por un milagro que jamás apareció. Todo estaba mal. Al volver a serenarse, rompió en llanto con los brazos gentiles del rey de Wakanda sosteniéndole. Le suplicó por ayuda, porque fue imposible seguir de esa manera. Steve se opuso tajantemente cuando escuchó lo que pedía de ellos, mirando al joven monarca para que le sacara de ese error, pero ya T'Challa le había dado su promesa de auxiliarle en ese último camino por recorrer. La única salida después de todo lo sucedido.

-Es lo correcto, Steve.

-Van a matarte.

-Es lo correcto -repitió con una sonrisa, conteniendo las lágrimas que quisieron brotar de nuevo para que su viejo amigo no se quebrara como él- Quiero entregarme.

Un juicio, una sentencia. Bucky estaba seguro de que iban a encontrarle culpable, ¿quién iba a creer que era inocente? Entonces lo llevarían a una cámara, le inyectarían y todo acabaría. No más Soldado de Invierno, no más pesadillas, no más vergüenzas ni dolor. No más ilusionarse con Almas Gemelas o una vida como la de los demás. Todo acabaría cuando una aguja tocara su brazo y la muerte recorriera su sangre. Paz, al fin. El descanso eterno que le había sido arrebatado cuando cayó de aquel tren en un invierno lejano.

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