Lado B

Youngblood - 5 seconds of summer


Se sabe, porque todos lo saben, que cuando algo empieza, termina. Pero, ¿qué es el fin sino un nuevo inicio? Bueno, en el caso de Peter, su fin tiene un inicio. Y lo tuvo en medio del desarrollo de su "historia". Lo tuvo tras un momento de lucidez, que no venía a cuento en su vida, dónde su reflejo le dio vergüenza y lástima.

Es fácil vivir en tu mundo de mentiras cuando la realidad no te alcanza, cuando todos los actores involucrados están realmente esforzándose por sostener el engaño. Pero un buen día un agente externo interviene y todo se derrumba. Eso fue lo que pasó para él.

Cuando surgió la oportunidad y la necesidad de abrir una sede de Stark Industries en Sudamérica, Peter conoció a una chica que, sin quererlo en lo absoluto, hizo las veces de espejo. Verla, ver de frente su situación y más dolorosas similitudes entre ellos le hizo finalmente entender todo.

No pudo escapar, no hubo mentiras que decirse por qué estaba solo en otro país y el temor que Tony siempre tuvo se manifestó una tarde mientras Peter veía a otra arquitecta del engaño enredarse en sus propias mentiras. Y fue un espectáculo tan patético que no pudo convencerse de que él no estaba interpretando el mismo show.

Así que al fin entendió que hasta las mentiras tenían su fin. E incluso cuando no quieres, cuando estás dispuesto a dejar que pasen, estas explotan en tu cara.

May solía decirle que las mentiras tienen patas cortas. Peter no sabe si, tras cinco años, aún se podía considerar que esa mentira que era su vida tuviera "patas cortas", pero así fueran cortas, medianas o largas, lo que sí podía decirse es que el velo había caído. Podía ver a través de la mentira y no era capaz de seguir engañándose a sí mismo. Era un ser patético, estúpido y sin rastro alguno de dignidad. No era un chico enamorado, dispuesto a luchar contra la injusticia (Thanos) que le arrebató algo.

Pero lector, esta parte de la historia no es una de inicios, es sobre finales. Específicamente sobre el fin de una era. El fin de una mentira que había durado demasiado.

Tony se desliza por los pasillos de la Sede de su empresa en Sudamérica con la mente fija en una sola cosa. O más bien, en una sola persona. Los empleados lo miran sin mucho interés o respeto, lo que es un recordatorio de lo lejos que está de casa. De lo lejos que huyó Peter.

O estaba pensando huir. Porque Tony no iba a ser tan idiota como para permitirle escapar. No tras todo lo que había pasado, no tras todo lo que le había entregado. Su dignidad desmoronada no iba a ser menospreciada de esa manera.

Las puertas robustas de roble oscuro de la oficina le arrancan una mueca. Todo el lugar era así: tosco y sin elegancia alguna.

Sabe, porque tampoco es un imbécil, que debería golpear, pero le dan lo mismo ese tipo de detalles y sin miramientos entra.

Peter está parado en medio de la oficina, con el teléfono en el oído y un manojo de papeles en la mano. Va y viene por la estancia, hablando en un trabado español que no hace nada sensual por su persona. Más bien lo hace parecer algo torpe y sobrepasado.

Aunque la secretaria ya le había advertido que eso era lo único que había tras las puertas, se siente aliviado. No es como si esperara encontrarlo con otro hombre. O más bien, no es como si no fuera malditamente obvio que estaba a dos segundos de perder la cordura y entonces estuviera esperando cosas horribles a cada paso.

La mirada chocolate se gira hacia él y ve como la sorpresa transmuta a la suspicacia a medida que endereza los hombros. Ve como busca algo por encima de su hombro y Tony aprovecha el instante para patear la puerta tras él y cerrarla. La mirada vuelve a caer sobre él antes de volver a los papeles y murmurar algo más en ese básico y deslucido español.

Corta, baja con cuidado el celular y se acerca con deliberada lentitud al escritorio, donde deja caer los papeles y el móvil. No le presta atención a la "oficina". No esperaba que Peter hubiera seguido sus instrucciones sobre amueblarla antes de empezar a usarla. Peter no era de los que entendían que la imagen lo era todo cuando estabas en determinadas esferas. Por eso él mismo había pensado que en su próximo viaje, solucionaría personalmente el asunto.

Una voz en su interior le susurra que quizá no va a poder hacerlo. O, mejor dicho, que no tendrá la oportunidad. Porque ese viaje de mierda no estaba programado hasta dentro de dos meses y ahora no estaba nada seguro de si para esa época sería bienvenido.

—¿Qué haces aquí?

—Hola cariño, yo también me moría por verte.

Ve el esfuerzo que le toma no rodar los ojos tan claro como ve el esfuerzo que hace por no lucir culpable o abochornado. Ambos sabían bien qué hacía Tony allí.

Maldita sea, hasta Pepper lo sabía. Ella fue la que, para empezar, le dijo que fuera a la maldita Argentina para arreglar sus puñeteros asuntos. No se sintió especialmente bien al ver lo bajo que había caído, pero como ella solía ser un as para determinados asuntos, en especial todos los que estuvieran relacionados con su pobre intento de mantenerse en control, decidió que tenía razón.

—¿No podía venir? —pregunta con suspicacia—. La última vez que revisé el nombre en la fachada es el mismo que sale en mi cédula de identidad.

—Me refería a que haces tan pronto aquí, tenías que venir en dos...

—Parker, tengo horas sin dormir y semanas sin hacerlo bien, te recomiendo que vayas con cuidado si pretendes tomarme por idiota.

Dando un respingo, el chico pasa saliva y suelta un suspiro asintiendo con cuidado.

—No intento tomarte por idiota.

—Entonces dime tú que es lo que hago aquí.

La mirada se le oscurece cuando corre incómodo los ojos.

—Dilo.

—No sé qué quieres que te diga.

El revoltijo de emociones con las que venía malabareando por los últimos días lo golpea. Con una inspiración brusca, cierra la distancia entre ellos. Peter se sobresalta e intenta escapar, pero Tony enseguida lo acorrala entre el escritorio y su pecho.

—¿Qué hac-?

—¿Piensas que puedes ganarme en mi propio juego, cariño? —escupe en su rostro—. Te falta mucho para eso, así que deja de intentar convencerme de que no sabes bien lo que está pasando y empieza a darme respuestas antes de que pierda la puta paciencia —le advierte, pese a saber de sobra que su presencia allí era la única muestra que se necesitaba para dejar en claro que ese puente ya lo había cruzado—. No tienes idea lo cerca que estás de que empiece a darte las nalgadas que tus blandos tíos no fueron capaz de darte de niño.

Pero Tony no tiene en cuenta que Peter está mucho más enojado que él. De hecho lector, Tony ni siquiera sabe que no está enojado. Tony ni siquiera es capaz de entender que está asustado.

Está tremendamente asustado de lo que Peter está haciendo. Está asustado de lo que eso significaba para él. Porque la decisión de Peter es mucho más que una decisión, es una condena. Y Tony, porque será lento, pero no idiota, sabe que de esa oficina puede salir entero o como un hombre muerto en vida.

Y eso, lector, eso lo aterra. Y jamás fue bueno entendiendo la diferencia entre ese miedo y el enojo.

Pero Peter sí lo sabe y está enojado. Muy enojado. Enojado consigo mismo, claro. No está enojado con Tony, porque Peter ya se dio cuenta de que Tony solo estaba navegando en aguas conocidas y poco más. Pero consigo mismo sí que estaba enojado. Y decepcionado. Estaba muy decepcionado de lo que se permitió hacer, de lo que permitió que le hagan.

—Estoy haciendo lo que me dijiste que haga —sentencia al fin, apoyando ambas manos en su pecho.

Tiene que usar parte de su superfuerza para correrlo, porque Tony estaba demasiado perdido en el revoltijo emocional que lo ahogaba como para entender que ya no tenía derecho a invadir de aquella manera su espacio personal.

—¿Yo te dije que dejaras de responder mis mensajes? ¿Yo te dije que me ignores las últimas dos semanas? —le espeta secamente—. Debió darme un maldito ACV, porque no lo recuerdo.

Esa vez Peter sí le rueda los ojos y huye tras su escritorio. Tony siente como la distancia lo hiere. Se contiene para no enseñarle los dientes, puede estar enojado como los mil demonios, pero no es ningún idiota y sabe que hacer que se enoje solo empeorará el panorama general. Que ya, de por sí, era malo.

Hacía un mes empezó a sentir que algo había pasado. Peter se empezó a mostrar errático y distante, pero le achacó todo eso al tener que estar haciéndose cargo de toda una planta en otro país. Intentó convencerse de que solo era la carga laboral y mental que el proyecto le exigía, pero cuando programó el viaje de manera improvisada y no quiso escuchar cuando le dijeron que no era necesario, que para eso había armado el equipo que tenían al frente, supo que algo malo había pasado.

Lo supo tal como lo supo cuando lo vio bajar de su jet privado y dar un respingo al encontrárselo en la pista. En ese instante, cuando vio la sorpresa en sus ojos, algo trinó en su interior. Peter no solía sorprenderse al verlo, más bien componía una sonrisa tranquila y agradecida. Pero ese día se sorprendió, como si lo viera por primera vez.

Duró un segundo y se obligó a no detenerse en esa sensación que le congeló las entrañas. Sensación que volvió a experimentar cuando lo vio subirse al mismo jet y no volteo para saludarlo una última vez.

Ahora sabía que todo eso fue un error. Ahora sabía que no debió haberse entregado al optimismo y que si no hubiera bajado la guardia, jamás se le hubiera pasado por alto algo tan vital e importante.

Porque lector, no vayas a creer que Tony no sabe bien qué clase de mierda estuvo siendo esos últimos cinco años. No. No vayas a confundir su enojo y su molestia, que reitero, solo es miedo y angustia, con ceguera.

Él siempre supo que lo que hacía con Peter estaba mal. Que era de muy poco caballero con su esposa y de muy mal padre con Morgan. Tony sí sabía todo eso, pero era rehén de lo que quería y debía hacer. Era rehén de las decisiones que tomó en un momento de total dolor y pérdida de esperanza.

Intentó por años fingir que no tenía ni uno de los sentimientos que tenía atravesados en el pecho, pero al final, cuando estuvo a punto de perderlo por segunda vez, las mentiras que se dijo se disolvieron en una sola certeza: lo amaba. Lo amaba como jamás amaría a Pepper, lo amaba como jamás amó a nadie y no podía volver a perderlo. No podía aceptar que alguien venga y se lo lleve de su lado.

Porque Tony también sabía que si Peter desaparecía en ese momento de su vida, no volvería. Porque el chico se aferraría a cualquier cosa que lo alejara del dolor que suponía creerse en medio de un amor no correspondido. Y no pudo hacerlo. Le ganó el egoísmo, le ganó la avaricia. No quedó mucho para hacer tras esa decisión de mierda. Lo único que le quedó por hacer fue interpretar un papel, y ese papel se volvió su vida mucho antes de que pudiera frenarlo. Para cuando Pepper se dio cuenta, ya no había salida. Ella le ofreció irse. Digna, recia y estoica, pero Tony fue a dormir a Morgan y entonces se dio cuenta de que había dos cosas que no estaba dispuesto a perder. Pero para sostener ambas en su vida, tendría que hacer cosas horribles y creyó que no podría, pero Peter interpretaba su papel, Peter se amoldó al asunto y entonces creyó que no podía ser tan malo si todos estaban en la misma página.

Aun así jamás, ni una vez, creyó que era bueno o lo correcto.

Sí, se acostumbró. Porque jamás pasa que no te acostumbras a lo que te queda cómodo. Y aquella situación le era muy cómoda. Peter estaba con él, Pepper aceptó el trato mientras fuera discreto y jamás lastimara a Morgan.

El miedo lo tuvo tenso los dos primeros años. El miedo a que algo en su tablero se moviera sin que lo supervisara lo hizo ir con pie de plomo, pero entonces bajó la guardia y confió en la palabra de Peter, descuidando su maldito buen juicio.

Peter era un chico brillante. Era más que brillante. Tony estaba seguro de que era mejor que él en todos los aspectos humanos reconocibles. No debió, jamás, bajar la guardia y confiar en que mantendría la mentira que habían estructurado entre los tres. Nunca debió dejar de temer al día en que abriera los ojos. Pero lo hizo, lector. Creyó, tras escucharlo miles de veces decir que era suyo y que lo amaba hasta la muerte, que nunca vería lo evidente: el trato era una mierda.

Y esa pesadilla que lo había atormentado por tanto tiempo al fin se había concretado, al fin el día había llegado. Y si tuviera criterio, Tony se alejaría, le daría la espalda y lo dejaría, pero Tony había renunciado a su activo más preciado por Peter: su dignidad.

Hace cinco años renunció a ella cuando tuvo que rendirse a la evidencia de que lo amaba más que a sus propios principios y a su propia palabra. Y ya era muy tarde para dar marcha atrás.

O eso pensaba. Porque el que tenía enfrente era un hombre capaz de vencerlo en su propio juego, con las herramientas que por años le enseñó.

—Me dijiste que lo dejara, que cuando quisiera solo tenía que dejarlo —le recuerda Peter y Tony no está seguro de si desea más golpearlo o besarlo.

Allí, plantado, con el mentón alzado y el traje arrugado, la corbata desprendida y los botones superiores de su camisa abiertos, se veía exactamente como lo que era: un jodido hombre. Y no era simplemente que era dolorosamente atractivo, no. Su puñetera entereza era aún más hipnótica que su pelo revuelto y las gafas sobre la cabeza.

Y quería golpearlo porque hacía mucho esa puñetera oferta no estaba sobre la mesa. Así que era injusto y mezquino que le saliera con esas de la nada. Si quería dejarlo, que Tony aún paga por ver que fuera en serio y no se tratara de un maldito momento donde claramente no estaba pensando con toda la calma que debía, más le valía hacerlo como el hombre que fingía ser y lo hiciera con todas las puñeteras letras.

—Hace cinco años —le recuerda incapaz de dar a torcer el brazo—. Hace cinco años te lo dije.

—Tony...

—No me salgas con idioteces, Parker —lo corta impaciente—. Hace más de cinco años que no te digo nada que se le parezca.

—Quizá no debiste decirlo nunca, ¿no crees, Stark? —sisea con altivez.

Le rechinan los dientes. Ciertamente no debió. Intenta no pensar en el hecho de que use su apellido. No piensa permitir que eso lo amedrente. Era un hombre con un objetivo y lo mejor que podía hacer por sí mismo era no olvidarlo o terminaría desatando algo que no le convenía en lo absoluto.

—¿Y esta es la manera en la que lo harás? ¿Huyendo sin volver a cogerme el teléfono? ¿Eso merezco?

Peter corre la vista y menea frustrado la cabeza. Sabe bien que es injusto que sea él el enojado, pero con un demonio, tenían cinco años juntos. Lo mínimo que podía darse el lujo de esperar es que al menos lo bote como corresponde. Por no decir que, sí lo hacía de la manera que lo estaba haciendo, Tony se queda sin margen alguno para negociar nada.

Cómo podría convencerlo de que era una idea estúpida e innecesaria, si no podía hablar con él.

No quería verlo en términos de manipulación, pero maldita sea, si ese era su último recurso, cómo lo haría si Peter no le permitía ni acercarse.

—No pensaba hacerlo así. Solo... necesitaba un poco de espacio —murmura esquivo.

—Cualquiera creería que más de 10 mil kilómetros es suficiente espacio.

—No si no dejas de llamarme todos los días —lo corrige.

—Reitero, estás montando una empresa que lleva mi nombre. Parte de los beneficios de ser el dueño de todo es poder llamar para ver como va.

—¿Llamabas solo por trabajo?

La forma en la que arruga el rostro, como si la idea le doliera, lo hace maldecir por lo bajo.

—Sabes perfectamente que si no confiara en tu puñetero criterio, jamás hubiera dejado que vengas solo.

—¿Ves? Entonces sí hacía bien en no contestar.

La boca se le abre ligeramente cuando nota que fue absurdamente manipulado. El brillo astuto en su mirada reemplaza al dolorido con demasiada rapidez para siquiera darle el beneficio de la duda.

—Cuidado, niño. No quieres ir por ahí.

Alzando las manos, Peter suspira y corre la silla para poder sentarse en ella. Más bien se desploma y Tony desearía que la oficina tuviera mejores vistas, porque la maldita ventana que tenía tras el escritorio no era lo suficientemente amplia como para dejar que la luz natural entre con la fuerza necesaria para evitar toda la iluminación artificial. Su piel lucía pálida y amarillenta bajo el fluorescente. Cosa que lo distrae, porque una parte de él quiere dejar el asunto, llevarlo a casa y asegurarse de que duerma hasta que las ojeras desaparezcan de su rostro.

Arrancándose las gafas, Peter las deja caer junto al móvil y los papeles y le señala la silla que había estado fingiendo no estaba allí para que se siente.

—Haz el favor —le pide con paciencia—. Mira, no quiero pelear. Tienes razón, esta... no hice las cosas bien. Has venido hasta aquí, ¿no querías hablar? Hablemos. No tengo fuerzas para pelear contigo en este momento, así que, confío en que podamos hablarlo de manera civilizada. Sé bien lo cargada que está tu agenda, así que sé que no tienes tiempo infinito para que empecemos... para que... —dejando salir otro suspiro lo mira con tanta firmeza y seriedad que Tony por un momento duda cuál de los dos tiene 28 años y cuál 53—. Por favor —reitera, apretando ligeramente los dientes, al ver que seguía obstinadamente de pie.

Corriendo la silla, decide que por el bien de su propósito, lo mejor que puede hacer es sentarse.

No era ningún novato, no llegó a donde llegó porque le faltaban dotes para negociar. Si Peter pensaba hacer aquello de la manera más ridícula del mundo, disfrazando todo como si fuera una charla profesional, Tony estaba listo para librar la batalla en ese terreno.

Se deja caer con suficiente elegancia para enganchar los ojos de Peter a su cuerpo, cruza con cuidado las piernas y se reclina sobre el respaldo dejando caer las manos entrecruzadas sobre su rodilla.

—Te escucho, Peter. Dime.

—Yo... yo...

—Tú, me queda claro.

Lanzándole una mirada de odio, Peter mira al suelo a su lado y vuelve a empezar.

—No puedo seguir así. Me corrijo, no quiero seguir así.

—¿Por qué?

—Si tú vas a empezar a ser el obtuso, no nos iremos más de aquí.

—Tengo mucho tiempo libre por delante —se burla.

—No lo tienes. En tres días tienes una junta con...

—Cancelé mi agenda —le informa con sorna— así que por mí te puedes tomar el tiempo que quieras.

—Bien —escupe con fastidio—. Yo no tengo todo el tiempo del mundo. Sabes por qué no quiero seguir como están las cosas. No voy a creer que eres tan idiota como para no entender por qué, desde mi perspectiva, esto no es funcional.

—Me cuesta entender qué cambió. Hasta hace un mes, no parecías tener problemas con el acuerdo. Sabes tan bien como Pepper que mi matrimonio es una mentira.

Esa afirmación, tan real como el suelo bajo sus pies, lo deja algo pasmado. Tony tuerce el gesto sin creerse que esa idea le resulte ni remotamente sorprendente.

—Yo... ¿cómo se supone que sepa lo que pasa en tu matrimonio? —se queja, recuperando la compostura.

—Porque conoces a la dama en cuestión. No me creo que hasta ahora te estés enterando de eso.

—Po-por supuesto que suponía que Pepper...

—¿Suponías? Es Pepper, Parker. Ella lo supo mucho antes de que pudiera ponerme a averiguar qué tan lejos íbamos a llevarlo.

—Por qué ella aceptaría... ¿Por qué no te has separado? ¿Por qué ella no te dejó? —pregunta con una mezcla de sorpresa y horror.

Tony a veces olvidaba lo ingenua que era la juventud. No es que las preguntas fueran malas, es que para alguien de cierta edad, con cierto tipo de vida, era difícil entender lo que la vida de adultos, como padres, te obligaba a hacer. No estaba hablando de un matrimonio que pudiera disolverse con la ayuda de un par de abogados, era una familia la que tendría que desarmar y eso... bueno, mierda, eso ya era mucho más complicado que solo separarte de una esposa que ya no amas, pero a que aprecias.

—No espero que lo entiendas —lo corta porque no tiene ganas de ponerse a explicarle algo que, si bien le concierne, no era el maldito punto. La manera en la que se manejaba puertas adentro en su matrimonio sin dudas no era algo que le interesara ponerse a hablar con él—. Solo quiero que me expliques por qué demonios ahora es un problema. Si lo único que te preocupaba era que le estuviéramos mintiendo, puedes librarte del cargo y culpa a tu consciencia. Ella está perfectamente al tanto de lo que hago o dejo de hacer con mi vida.

Peter lo mira como si estuviera loco. Y no le faltaba razón. No es que él terminara de entender a Pepper, pero se hacía una idea: así como él nunca tuvo una familia de la que sentirse parte, de igual manera ella estaba dispuesta a hacer la vista gorda si eso le permitía mantener unida la familia que habían formado, al menos hasta que Morgan fuera más grande.

Su hija apenas tenía diez años. No era una niña, pero sin dudas aún podían seguir compartiendo como si fueran una familia. Eventualmente, cuando ella fuera más grande, podrían explicarle de manera que pudiera entender todo lo que pasaba cuando dos adultos decidían que una relación no tenía salvación y como eso no implicaba que su familia, tal como la conocía, se había acabado. Ya habría tiempo para que ella entendiera que sus padres, además de ser sus padres, eran dos adultos con sus propias necesidades y deseos, y que separarse no significaba que lo que tenían y habían creado dejara de ser válido o real.

No le costaba nada ver que Peter no había pensado en ese tipo de detalles, que él no había hecho el ejercicio de ponerse en el lugar de una niña de diez años a la que habría que explicarle una serie de cosas que aún no podía entender.

Y estaba seguro de que, en el fondo, Pepper, como él, no quería romper algo que aún le costaba creer habían sido capaz de crear.

—Pues porque no tengo ganas de seguir siendo tu amante toda mi puñetera vida, Stark —se queja molesto, echándose hacia atrás—. No se trata solo de tu esposa o tu hija, tengo 28 años. Creo que estoy en edad para asentarme y hacer mi propia familia. Tú tienes la tuya, yo solo tengo el tiempo en que no estás con ellas.

Tony ve con dolorosa claridad esos rostros extraños que podrían ser parte de esa familia que Peter estaba buscando y una parte primitiva de su cerebro le escupe que fue siempre muy optimista por fingir olvidar que Peter era joven y con necesidades que, a su edad, estaba un poco lejos de poder cumplir.

Maldita sea, él no se veía, para nada, volviendo a empezar con niños o algo que se le pareciera. Fue un proceso hermoso, pero difícilmente se veía repitiendo la experiencia. Y era obvio que Peter lo querría. Era un encanto con los críos, lo fue con Morgan hasta que empezó a tirárselo, y de repente, empezó a evitarla.

—Esto es porque soy demasiado grande como para que me consideres como una opción —intentó sonar estoico e indiferente, pero ni siquiera él se creía esa basura.

—Me sacas 25 años desde que te conozco, Tony —se queja irritado, lanzándole una mirada por demás enojada—. Jamás fue sobre tu edad. ¿Piensas que no pensé, a lo largo de todos estos años, qué pasaría cuando yo tuviera tu edad? Lo hice, créeme, jamás me importó una mierda. Se trata de que estás casado, y no veo que vayas a divorciarte como para creer que eres una opción.

—Podrías haberme preg-

—¿Vas a divorciarte? —arremete con cinismo, sin dejar que pueda decir más.

—Bueno, ciertamente no pretendo...

—En el futuro inmediato —lo corta impaciente—. ¿Pretendes pedirle el divorcio a Pepper una vez que abandones esta oficina? ¿Siquiera se te pasó por la mente que me hartara de ver que no soy parte de la foto de tu familia?

—Eso no es así —masculla apretando los dientes, decidiendo con sumo cuidado cuál de esas preguntas iba a responder y cuál esperaba que se la lleve el viento—. Sabes que todo el mundo...

—Cree que soy algo así como tu hijo adoptivo —termina por él, con una mueca de desagrado torciéndole el gesto.

—No estaba hablando de la prensa —rebate con el mismo tono frío y molesto.

—¡Yo sí! —estalla dándole un golpe a la mesa—. Maldita sea —gruñe, arrastrando una de las manos por su rostro, volviendo a reclinarse lejos suyo en la silla—. Yo sí estoy hablando de eso. Siempre me quedo al borde, asegurándome de no salir. Y cuando no lo intento, los mismos fotógrafos me piden que me haga a un lado para poder tener una de "tu familia" sola.

—Desde cuando eso te importa —se queja él, molesto con este pequeño mundo de cosas que para él jamás fueron importantes y que ni siquiera sabía que para Peter lo fueran—. Huyes cuando ves una maldita cámara. Casi te mueres cuando hicimos la presentación a la prensa de nuestro proyecto —apuntala, enojado—. ¿Cómo demonios esperabas que sepa que eso era un problema?

—Vergüenza....

—Sí, ya sé que te da vergüenza salir por todos lados, pero-

—Me da vergüenza el lugar desde el que lo hago —lo corrige, incapaz de fijar la vista en él—. Maldita sea, Tony, no puedes en verdad decirme que no notas que todo esto está mal —se ríe con un poco de histeria—. Así Pepper lo sepa, está mal y yo... yo no quiero seguir siendo tu amante. —juntando aire con fuerza, Peter alza la vista y Tony se queda petrificado al ver todo el dolor que sus ojos de repente le transmiten—. No me importa una mierda tu edad, no me importa una mierda la prensa, no quiero seguir siendo tu maldito amante. No quiero que tengas dos casas. Porque, sabes, eso también es una mentira. Mi apartamento no es tu casa. No tienes ropa ahí, no tienes más que un cepillo de dientes y ni siquiera es que lo dejaste tú, lo compré yo. Vienes con un bolso cada que te vas a quedar más de una noche. May... ella murió sin saber que tenía algo contigo. Mis amigos no lo saben. Tus amigos no lo saben. Happy tiene años pensando que salgo con alguien de la empresa. ¿En verdad vienes aquí y me cuestionas por qué quiero terminarlo? —y la pregunta es tan seria y desprovista de cualquier emoción, que Tony se ve sin palabras para rebatir esos argumentos. Que para empezar, sabía bien que no podían ser rebatidos—. Tienes razón, no debí escapar. No debí dejar de coger el teléfono, pero no quieras hacerme pasar como el malo de la película solo porque me cansé de ser un secreto que vives escondiendo del mundo.

—Ya te dije que si el problema es que crees que Pepper no sabe qué es lo que está pasando, no es así. Y puede ser que no esté por todos lados diciendo una mierda, pero no es porque no me importes. Te dije mil veces que te am-

—¡No! No quiero seguir escuchando eso. Porque no puede ser verdad o al menos, no de la manera que seguramente crees que lo es.

—No te atrevas a querer explicarme mis malditos sentimientos —le advierte ofendido con la acusación.

Porque maldito fuera, lo que sentía por él era algo que lo consumía y le borraba el buen juicio que siempre, pese a su descontrolada manera, tuvo.

—Jamás me animaría —responde con malicia, como si lo considerara incapaz de entender de sentimientos en primer lugar—. Pero la manera en la que lo haces, no es la correcta. O, si quieres, no lo es para mí —añade, al ver que está listo para pelear ese punto.

—A cuento de que no lo es. —Se queja molesto, incapaz de seguir manteniendo la puñetera compostura—. Te amo. Maldita sea, te amo, Peter. Sé que no es el trato más justo que puedo ofrecerte, sé que es una mierda, pero no será para siempre.

—Ya, pero no quiero seguir esperando a que sea el momento. No merezco esperar. Soy mayor de edad, soy... maldita sea, soy tan dueño de esta compañía como tú. No tengo por qué seguir esperando... no merezco esto. Si no quieres aceptarlo, me parece perfecto, pero no voy a seguir haciéndolo. Si no estás listo para divorciarte, me parece igual de perfecto. Pero no puedes obligarme a que no me importe, no puedes obligarme a que me dé lo mismo. ¿Pepper lo sabe? Bueno, me alegro por ustedes y sus retorcidos acuerdos, yo no tengo ganas de tener... algo con alguien que duerme en otra casa más de la mitad de las noches de la semana. No me interesa ni siquiera saber si es o no correcto decir que eres mi novio.

—Puedes decir que tienes un puñetero novio si el maldito título es algo que te importe.

—Ya, me importa más tenerlo. Y la última vez que revisé, cuando alguien está casado, no tiene novios. Tiene amantes y, felicítate, has hecho de mí lo suficientemente inteligente como para darme cuenta de que eso es una mierda y no me interesa más ser parte de esto.

—¿Eso significa que terminamos?

—Eso significa que, o te divorcias, o se terminó.

—No es... no es solo Pepper.

—Lo sé. Por eso se terminó. No puedes tenerlo todo, Tony —sentencia levantándose de su asiento con toda la calma y la dignidad del mundo—. Y no te respetaría como lo hago si tomaras la decisión de elegir esto por sobre tu familia —afirma, arrebatándole cualquier intento por decir una mentira que, en el fondo, sabe solo causará más dolor—. Hace cinco años me dijiste cientos de veces que abriera los ojos. Siento mucho haber tardado tanto en hacerlo. Siento... siento mucho no haberme dado cuenta de lo estúpido que era todo esto antes de que pasara tanto tiempo, pero... bueno, mejor tarde que nunca. Ahora, si me disculpas, tengo que ir a una junta. Puedes quedarte o irte, como gustes. Pero busca dónde quedarte, porque no será en mi apartamento.

Dándole un asentimiento, se acomoda la ropa y Tony se queda muy quieto viéndolo coger los papeles, el móvil y los lentes.

—Adiós.

—Esta sigue siendo, en parte, mi compañía —dice, mientras pasa a su lado, listo para dejarlo allí plantado y solo.

—Y espero que así siga siendo —susurra, sin estar seguro de que sea un aliciente que su voz transmita tanta honestidad—. En verdad no quiero dejar de trabajar contigo.

—¿Y cómo pretendes hacerlo funcionar? —se queja entre dientes, empezando a sentir como si toda la habitación cambiara su centro de gravedad.

—Alguien tiene que quedarse aquí. Ya vi un lugar y... supongo que ya nada me impide comprarlo.

Cuando la puerta se cierra, Tony solo es capaz de quedarse allí sentado, sin entender cómo mierda es que pasó todo lo que pasó. Y bueno, lector, ¿qué puedo decirte? Supongo que cualquiera que no esté en su mente creería que tiene lo que se merece, pero si pudieras inmiscuirte entre sus pensamientos, podrías sentir el entumecimiento que empieza a reptar por todo su cuerpo.

Creo que si existiera la forma de que reemplazaras tu corazón con el de él, podrías sentir el dolor que empieza a sentir.

Entonces busca en su interior, busca la furia, busca el enojo, pero no hay nada de eso. Y eso que rebusca, porque es claro que Peter tiene un tiempo pensando todas estas cosas, acumulando estos malestares, y jamás confió en él como para dejarle ver algo de ello, y Tony, que detesta admitirlo, muchas veces le dijo a Peter la cosa más honesta que tenía para decirle a nadie: te amo.

Tony no era de los que lo dicen y estaba seguro de que se lo dijo las veces suficientes para sentirse completamente desarmado en ese momento, sintiendo como la vida que injustamente estructuró a su alrededor se desvanecía.

Pero, también, no creas lo contrario lector, sabe que no tiene nada para decir que abogue en su causa. Si no puede convencerlo de que se quede a su lado, de que resista, no tiene nada para ofrecer. Porque Tony sabe que está casado y que Peter no erró en ninguno de sus puntos. Peter tenía toda la razón, si es que esas cosas de verdad (y no lo dudaba) le dolían, tenía toda la razón en sentirse así. Pensó que su amor era... pensó... bueno, no sé decirte que pensó. Supongo que como el egocéntrico que siempre fue, creyó que su amor era suficiente. Pensó que Peter, sabiéndose dueño de su corazón, se sentiría completo. Pero es claro que subestimó lo que es tener el corazón de alguien. Subestimó que al no ser algo tangible, las personas necesitan pequeñas demostraciones a las que aferrarse, hechos concretos y públicos que dejaran en claro que las palabras eran más que palabras que podían llevarse el viento.

Pero no lo hizo, y mientras la noche cae tras el cristal frente a él, lo único que tiene claro es que debe volver, porque no tiene derecho a quedarse allí.

*****

Peter está centrado en sus propios asuntos cuando Harley atraviesa jovial las puertas de su oficina. Apenas alza la vista y solo menea la cabeza a modo de saludo cuando lo ve derrumbarse sin pena o indicios de necesitar permiso para hacerlo, en la silla frente a su escritorio.

No se molesta en decirle que debía tocar antes de entrar. Harley no era de los que respetan el espacio de nadie.

—Entonces, encanto, ¿aburrido?

—No precisamente —murmura, sin dejar de leer sus papeles.

—Por suerte para ti, tengo un chisme que matará la monotonía en la que vives.

—Justo eso está en las antípodas de mi interés, Harley —murmura, pasando la página.

—¿Sabes quién se divorció?

Peter deja quieta la lapicera en su mano y alza la vista, clavándola fijo en Harley. Con una sonrisa traviesa, su amigo lo mira y alza las cejas de manera intrigante.

—Sí lo sé. ¿Cómo es que lo sabes tú?

—Cómo es que no lo sabría el mundo, encanto.

Peter arruga la nariz y lo mira sin entender.

—¿Por qué le importaría al mundo que Daniela de RRHH se hubiera divorciado? —consulta, ladeando la cabeza—. ¿Cómo es que a ti te importa? —especifica, dado que eso era aún más sorprendente.

Desde que Harley decidió trasladarse a Sudamérica, no se molestó ni una sola vez en fingir que le importaba alguien del personal.

Peter, que tenía tres meses dedicándole cada minuto de su vida a la compañía, estaba decidido a darle toda su atención a la más mínima cosa que pasara. Esa era la única herramienta que tenía para no pensar en lo mucho que extrañaba a Tony. Era mucho más fácil atravesar su mierda si tenía una centena de empleados por los que preocuparse.

No fue fácil, pero descubrió que era más fácil no tener que lidiar con su vida si podía dividir su tiempo entre ser Spider-Man, que mierda si no era necesario en esa parte del mundo, y la otra mitad en hacer de esa sede de Stark Industries una de las ramas más rentables y destacadas de la compañía. Por no decir de su proyecto que estaba cada día más cerca de poder empezar a concretarse como una realidad y dejar de ser un sueño.

Sabía que el dolor que vivía anidado en su pecho pronto tendría que sumergirse aún más en su interior. Una vez que terminaran de instalar las terminales climáticas, le tocaría ponerse a supervisar los datos que se subirán de manera automática al servidor de su IA y, a partir de ahí, los siguientes tres años de su vida serían un completo caos.

Encantador.

Le agobiaba un poco el pensamiento, pero en la misma medida se sentía ansioso y deseoso de que los problemas, multiplicados por cien mil, le arrebataran la capacidad de pensar en nada.

Quizá de esa manera podría terminar de olvidarse de Tony. Quizá de esa manera, al fin pudiera terminar de rellenar ese hueco que tenía entre el pecho y la cabeza.

—¿Daniela? —pregunta Harley sin entender.

—¿La morena?

—No sé de qué hablas, pero si está linda, bien podrías presentármela.

Rodando los ojos, Peter menea la cabeza.

—Deja en paz al personal. Ya te dije que no tienes permitido meterte con nadie de aquí.

—Aguafiestas —murmura con un mohín—. Pero, en fin... no era de ella de quien hablo.

—Bien. Mejor. No quiero que se anden esparciendo chismes —musita, soltando un suspiro, antes de volver a prestarle atención a los papeles que tenía que entregarle a su asistente para que pudiera iniciar los trámites legales que iban a tener que aprobarles si pensaba poner terminales climáticas en los países cercanos.

—No me has preguntado quién se divorció.

—Recuerdo que hace cinco segundos te dije que no me interesan los chismes —responde lacónicamente, firmando el pie de una de las hojas.

—Es de casa.

—Mucho menos me interesa. Vivo aquí ahora, así que bien puedes llamar a Happy y chismosear con él. Seguro que le interesa más.

—Él fue el que me pasó el dato. O bueno, el que me dijo que iba a llegarme el dato.

—Hum... —murmura, bloqueando de la superficie de sus pensamientos el doloroso hecho de que Harley hablaba tanto con Happy porque, como supuso, Tony decidió cortar toda comunicación directa con él.

Estaba ligeramente convencido de que, por más que su amigo jurara lo contrario, había sido enviado a Sudamérica con ese fin. Después de todo, había que comunicarse periódicamente para pedir fondos, suministros y permisos.

—¡Presta atención, Parker! Te mueres cuando te cuente.

Irritado, Peter vuelve a dejar el bolígrafo y lo mira con toda la mala gana que puede acumular.

—¡Pues dilo y deja de torturarme! —gruñe molesto.

—Una foto vale más que mil palabras, cariño.

Peter se sobresalta cuando deja caer un periódico sobre la mesa. No es la primera plana ni mucho menos, pero sí es la portada de una sección en específico.

Y sí, Harley tenía razón cuando decía que se moriría cuando lo supiera.

—Dile al piloto que salimos lo más rápido que se pueda —musita, leyendo el ominoso título—. Muévete —añade con la voz temblando por culpa de la furia.

*****

Tony está sentado en la oficina tolerando a Rhodes y a Happy cuando la puerta se abre tan de golpe que sus dos amigos se sobresaltan y giran para ver al recién llegado.

—Eres un hijo de puta, ¿lo sabes, no? —le escupe Peter, dejando caer de malos modos un periódico arrugado en su escritorio.

—¿Qué demonios...? —murmura Rhodes, pero Tony ni siquiera lo escucha.

—Ah... eso sí, tiene sentido —musita Happy, enderezándose con un suspiro—. Nos vamos —sentencia, tirando del brazo de Rhodes.

—Se quedan. Continúa, Parker.

—Se van —lo corrige Peter, pero Tony se endereza y toma el brazo de Happy impidiéndole moverse.

—Se quedan, Parker —repite con la misma altivez—. Prosigue, todos aquí estamos listos para escucharte.

Rhodes tiene cara de no entender nada, Happy tiene cara de querer estar en cualquier lugar menos ahí. Peter tiene cara de querer descuartizarlo, Tony tiene cara de querer que lo haga.

—¿Qué se supone que esperas que haga? —le espeta, decidido a no dejarse.

—Sabes perfectamente que espero —le responde sin más, con toda la calma del mundo.

La mirada chocolate brilla peligrosa, la mirada avellana brilla expectante. Rhodes mira a Happy, que de repente encuentra muy interesante en la punta de sus zapatos.

—¿Qué demonios pasa con ustedes dos? —pregunta el coronel, completamente perdido.

—Tú no quieres saber —canturrea Happy por lo bajo.

—¿Te parece que esta es la forma en la que me tengo que enterar? —gruñe Peter, sintiendo tantas cosas revolverse en su interior que no está seguro si lo domina el enojo, la tristeza, la felicidad o el fastidio.

—Me pareció que esta era exactamente la forma en la que querías que lo haga. Rápido y público. Espero que entiendas que había un tiempo mínimo que iba a demorar. No me interesó pelear por mis activos, pero aun así la burocracia se toma sus propios tiempos.

—¿No podías al menos llamarme para avisarme?

—No creía que fueras a cogerme el teléfono. Y tampoco me pareció que fueras a creerme si decidías tomar la llamada.

Con un nudo en la garganta, Peter lo mira largamente.

—No lo hubiera creído.

—Me pareció. Ahora, ¿qué harás? —le pregunta, con toda la tensa calma que es capaz de fingir.

—¿Qué harás tú si no hago nada? —retruca Peter, porque no está seguro si desea golpearlo o besarlo.

Está más que convencido que esa era una de las tantas estrategias que siempre usaba para manipularlo y forzarlo a hacer lo que quería. Pero eso no anulaba el hecho de que lo había hecho y lo que eso podía significar.

—Dejarte vivir en paz, Parker —le escupe, enojado.

—¿Por qué demonios él tendría que hacer algo? —se queja Rhodes, hablando con el único en la oficina que parecía dispuesto a responderle.

—Hum, si les das un par de segundos...

Peter, poseso de un fastidio que no conocía precedentes o dimensiones, esquiva al par que se interponían entre Tony y él. Ve en la mirada avellana el terror cuando se acerca lo suficiente para poder acertarle un buen golpe en la quijada.

Descarta que sea eso lo que le asuste. Sabe que lo conoce lo suficiente para saber que no le pegaría por mucho que este tan enojado que apenas pueda hilar palabras.

—Dijiste que era mucho más complejo de lo que yo daba por sentado.

—Y tú dijiste que no podía tenerlo todo —le recuerda.

—¿Y esto es lo que elegiste? —se queja, señalando el periódico.

—Exactamente.

—¿Por qué?

—Sabes por qué.

Peter ve la forma en la que su mentón alzado lo desafía. Niega. No quería ni pensar en lo que eso significaba. Porque Peter ya había escuchado suficientes de sus malditas mentiras como para dejarse convencer con tan poco.

—No. No lo sé. Nunca sé qué haces. Nunca entiendo por qué lo haces.

—Te lo dije mil veces, te amo.

Happy suelta un suspiro al mismo tiempo que Rhodes un jadeo sorprendido.

—Dijiste que no ibas a dejarla —insiste, sintiéndose infinitamente pequeño y asustado.

Cabe la posibilidad que no hubiera pensado con claridad el asunto de ir a buscarlo e increparlo. Puede que en ese momento se hubiera sentido tan insultado y molesto, que solo hubiera pensado en que quería verlo a la jodida cara y exigirle una explicación, pero puede que ahora que lo tenía de frente, la valentía se le hubiera esfumado del cuerpo.

La nota era vaga y superficial. No tenía idea del porqué, de cómo, del cuándo. Ahí solo decía que el mayor filántropo del mundo había terminado su relación con la mujer que había formado una familia y poco más. No tenía ni la más remota idea de si eso había sido cosa de él o de ella. No tenía idea de si eso... si eso había sido... si era por él o no.

Y recién ahora es que se le ocurre que fue imprudente de su parte lanzarse a por esa respuesta sin pensar en lo que quedaría de él si la decisión la había tomado Pepper y no Tony.

—Y tú dijiste que se terminó. No pienso aceptar que se termine.

—Dijiste que, si no quería nada, me dejarías seguir con mi vida —le recuerda, sintiendo cómo en todo su cuerpo se desata una batalla campal entre la parte que quiere creerle y la parte que le dice que deje de ser tan débil, y que, por una vez en su vida, use su buen juicio y aprenda a discernir entre una mentira y la verdad.

—Ya, pero no lo quieres —sentencia con firmeza—. No viniste de Sudamérica solo para decirme que fui un idiota, que no debí divorciarme porque no piensas volver conmigo. No importa cuánto quieras convencerte de que solo viniste a alejarme de ti, no importa cuánto creas que necesitas empujarme para que vea que esto no funcionará. Sabes que no lo haré, Peter. Sabes que te amo y que te voy a elegir las veces que sean necesarias. No voy a correr lejos, no voy a alejarme de ti. No importa qué, no lo haré, porque tú no quieres que lo haga. No quieres que me vaya. Y no interesa cuánto intentes empujarme, cariño, no voy a irme. No voy a dejarte, porque no importa qué hagas, con cuantas personas puedas intentar estar para olvidarte de mí, siempre me verás en sus rostros. ¿Sabes por qué lo sé? Porque para mí es lo mismo. ¿Pensaste que nuestra última conversación fue un adiós? ¿En verdad pensaste que eso se quedaría así? Me conoces lo suficiente para saber que jamás lo hubiera permitido. Te necesito, te necesito en mi vida tanto como tú me necesitas en la tuya. Todo el tiempo. Y si me tengo que arrastrar para que me vuelvas a decir que me quieres, me arrastraré. Porque te amo, Peter. Te amo y sabes que me amas más de lo que me odias en este momento. Porque somos la misma criatura estúpida que no puede mantenerse el tiempo suficiente lejos del otro antes de caer en la maldita locura.

Todos contienen el aire cuando Peter alza con rapidez la mano. Rhodes atina estirarse para intentar evitar lo que a todas luces era un golpe, pero Happy no se lo permite y Peter cierra la mano sobre el cuello de Tony antes de tirarlo sobre sí.

Tony separa los labios cuando su boca choca contra la de Peter. Suelta un gemido estrangulado y adolorido. Entonces siente cómo todo su cuerpo cobra vida. Siente como el aire vuelve a entrar en sus pulmones y como su corazón se atreve a volver a latir con normalidad. Peter suelta una maldición en su boca, pero continúa besándolo aun cuando escucha a Rhodes soltar una serie de improperios. Happy se encarga de llevárselo de allí una vez que queda en claro que Tony no piensa soltarlo ni para darles al menos algo parecido a una explicación.

—No te atrevas a lastimarme —le advierte Peter, mientras enreda ambas manos en su cabello y lo jala más cerca de él.

—Nunca más —jura Tony, abrazándolo contra su pecho—. Nunca más.

Y sabes lector, Tony cumplirá esa promesa. Hasta el fin lo hará. Jamás volverá a lastimarlo, ni directa ni indirectamente. Tony le puso fin al dolor que atormentó su corazón. Y Peter, por más que pensó que se podría tragar todas sus palabras una vez que su relación se hizo pública y la prensa cayó sobre ellos con la fuerza de mil demonios, se convenció de que todo era verdad cuando vio que Tony estaba ahí, junto a él, luciendo como el tipo más afortunado del mundo por poder presumir, al fin, con libertad que eran pareja.

Porque no importa qué, sabe que para Tony, pese a las mentiras y a la insana cantidad de daño que se habían hecho el uno al otro, su amor era más importante que sus orgullos o sus prejuicios. Y Peter, como bien le dijo a Tony, sabía bien el tiempo que el tenían para ser felices juntos era limitado. Y sí, así hubiera sido cobarde que hubiera hecho las cosas de la forma en la que las hizo, así hubiera sido un maldito egoísta, ellos se habían hecho una serie de promesas que así hubieran estado enredadas en un sin fin de mentiras, tenían demasiada verdad como para obstinarse en una recompensación. Porque si había algo que Tony supuso y no era una mentira, era que para Peter, saberse dueño de su corazón era suficiente.


Sí, Peter creía que quizá habían perdido años, pero también sabía que Tony daría lo que fuera por retroceder el tiempo y hacerlo todo diferente. Y sabía que eso era verdad, eso no era mentira, Tony lo amaba y así ambos hubieran sido dos mentirosos, ambos se amaban más de lo que podía considerarse prudente.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top