La Fin: Acte trois (El Fin: Acto tres)

Aterrizando suavemente sobre la entrada de la antigua residencia Medici, Arael ingresó en ella.

Al entrar, notó como sus discípulos estaban en movimiento, corrian a todas partes y trasladaban cosas ¿Estaban empacando? El no dio tal orden ¿Qué estaba pasando?

Deuvo a uno para pedirle información y éste solo se soltó de su agarre y siguió su camino ignorándolo por completo.

¿Habrá sido por el ataque fallido hacia los Inferno? De ser así, Ratko estaría furioso.

A paso rápido se dirigió al despacho donde estaba Ratko, con cautela abrió la puerta y lo encontró hablando con el líder de tropa de los discípulos.

A su lado estaba ese chico extraño que siempre lo acompañaba, nunca hablaba, solo permanecía a su lado como una estatua. Como Ratko, vestía de negro, tenía el cabello cobrizo y ligeramente despeinado, su rosto lo enmarcaba una ligera barba rojiza y tenía unos ojos cautivadores del color del cielo.

-¿Se puede saber por qué están empacando? – Bramó el ángel – Yo no he dado la orden de irnos.

Ratko le susurró algo en el oído al líder de tropa y este asintió y salió de la habitación.

-Yo di la orden – dijo Ratko quitándole importancia.

-¿Desde cuando eres el que da las órdenes? – la sangre de Arael hervía y el demonio estaba consciente de ello - ¡Tú no eres su comandante!

Ratko se sirvió un trago de una mesita y bebió del líquido

-Lo dejaste de ser en el momento en que dejaste de serme útil – la cara de Arael se contrajo.

-Si es por lo de sus hermanos... debes saber que... - Ratko lo interrumpió.

-El Aquelarre de la cobra intervino, lo sé – dio otro sorbo – Justo como lo planeé – sonrió y Arael se confundió.

-¿Estás diciendo que planeaste un fracaso? – para el ángel esto ya no tenía sentido – Esto es ridículo, tú eres ridículo.

-Oh no, no fue un fracaso – dio el último sorbo y dejo la copa en la mesita y se acercó a paso lento – Necesitaba tenerte fuera un momento para así lograr lo que... - hizo un ademán con los dedos entre él y el ángel – Quería lograr con esto.

-Rata asquerosa – dijo empuñando sus dagas doradas apuntándolo - ¡Voy a matarte bestia maldita! – acto seguido, decidió atacar. Pero entonces algo pasó, las dagas no pudieron herir al demonio.

-¡Oh! La pequeña avecilla ya no tiene su fuerza – se burló el demonio al mismo tiempo que lo tomaba del cuello – Me pregunto si aún posee sus alas.

-¿Pero qué? – dijo Arael atónito con el corazón latiendo como las alas de un colibrí.

-¿No te enseñaron a no aliarte con uno de nosotros? – Ratko sacó las garras apretando la carne del cuello del ángel – Es sacrílego, pequeño.

Acercó su cara y soltándole el aliento caliente y hambriento a través de los fauces asesinos que brotaban de sus encías

-Hace tanto que no bebo sangre de ángel – Arael trataba de zafarse con todas sus fuerzas, pero aparentemente ya no podía con el demonio, sentía que dentro de su ser una luz se iba apagando, lo asfixiaba y lo consumía un abismo oscuro.

Una oscuridad que jamás había conocido.

Ratko lo arrojó estampándolo contra una pared haciéndolo gemir de dolor, otra novedad. Arael no sentía dolor hasta esa noche.

El demonio se acercó e inhaló hondo el aroma de la sangre que brotaba por la herida de su brazo, Arael trató de levantarse, pero el dolor en su brazo era insoportable, se le había atravesado un trozo de madera de la mesa sobre la que cayó.

El asesino se colocó de cuclillas a su lado después de tomar la botella de la que bebió un momento atrás.

-¿Pensaste que iba ayudarte? – Se acercó aún más - ¿Qué iba a dejar que me traicionaras? – tomó un puñado de cabello y lo obligó a verlo a los ojos – Entiende esto bien – lo apuntó con el dedo en la frente – Métetelo en tu maldita cabecita de pájaro – le brindó una sonrisa siniestra mostrando sus colmillos – Yo tengo ojos y oídos en todas partes – Arael se sentía acorralado, ya no le quedaba nada y estaba en las manos de un demonio, de un hijo de Lucifer, ese primogénito. Ese que por tener demasiado mal el primer rebelde encerró y que luego escapó.

Ese maligno, inteligente y sádico, ese que manipula a todos como sus peones en un juego del mal que llevaba años diseñando, ese capaz de no sentir amor alguno, el del corazón de hielo y envenenado, ese obsesionado con el caos y la violencia, ese que los sagrados llamaron Aamón desde el día que nació, Ratko Inferno.

Bebió un largo sorbo directo de la botella y prosiguió.

-Pero que ojos tan bonitos – siseó al tiempo que deslizaba sus dedos largos que ocupaban esas filosas garras – Me pregunto a que sabrán ¿Tendrán el sabor del cielo? ¿De la inocencia?

El ángel rompió en llanto al saber qué es lo que haría a continuación y entre lágrimas y desesperación gimoteó - ¡¿Qué es lo que quieres?! ¡Podemos negociar! Te serviré para siempre, pero por favor no lo hagas – rogó.

-Pero es que lo que quería de ti ya me lo diste – contestó el demonio acunando la cara – Necesitaba un ejército y tu simplemente me lo diste – le susurró al mismo tiempo que enjuagaba sus lágrimas – No lo viste venir ¿No es así? Tal parece que entonces no los necesitas. Pero empiezo a tener hambre así que...

>>Te sacaré las alas, beberé directo de tu corazón y lo mejor de todo es que me verás hacerlo.

Se levantó y aplastó la cabeza de Arael con su bota e introdujo las garras en su espalda en donde estaba el tatuaje de las alas y con fuerza sobrehumana las fue sacando provocándole un dolor inimaginable, derramando sangre y soltando alaridos de máximo dolor. La piel desgarrada y bañada en sudor se retorcía, pero Ratko no se detuvo hasta tener las alas por completo entre sus manos.

Una vez logró lo que quería lo arrojó con fuerza a un escritorio a sus espaldas y subió a él de un salto.

Levantó un poco al moribundo ángel del cabello y de una estocada certera, introdujo la mano en su pecho y envolvió con sus garras el aún palpitante corazón.

-¡Por favor, mi Lord perdóneme! ¡Piedad! – balbuceó mientras se ahogaba en su propia sangre.

-Te ha abandonado, pequeña ave. Sólo está la oscuridad – ya sin esperanzas, se entregó al demonio que mordió su cuello desgarrando la carne y al segundo de la muerte, le extirpó el corazón y lo dejó a un lado del cuerpo.

Su acompañante estaba inmóvil aún, esperando instrucciones.

-Bueno, es hora de irse – le dijo Ratko al chico que asintió en silencio – Gracias por ser tan ingenuo, avecilla – le dijo al cuerpo sangrante de Arael mientras se dirigía a la puerta con el chico pisándole los talones – Fue divertido ¿No es así Mikah?

El chico sólo asintió y salieron del lugar.

En el refugio del Aquelarre de la cobra, Nina gritaba en su habitación, eran gritos desgarradores y de dolor.

¿Pensabas que ibas a salir airosa, eh brujjita? La voz de Ratko retumbó en su cabeza en un eco ensordecedor.

Renzo entró en la habitación y así auxiliar a su madre que se tomaba la cabeza con fuerza.

-¡Madre! – Intentó envolverla en sus brazos para calmarla, pero se movía con tanta violencia que no podía - ¿Qué es lo que ocurre?

-¡Esta en mi cabeza! ¡Esta en mi cabeza! – gritó.

-¿Quién? ¿Quién está en tu cabeza? – preguntó preocupado. Los demás no tardaron en llegar - ¡Ayúdenme a sacar quien esté en su cabeza! – ordenó Renzo a su familia.

-¡No! ¡Si lo hacen los va a matar! – contestó Nina.

-¿Qué? – se contrarió Renzo. Los Inferno llegaron al rescate, Kratos pudo tomar a Nina entre sus brazos y tocó su frente con la de ella.

-Es Ratko, la está torturando – anunció.

-Todos salgan – ordenó Sckarn – No pueden estar cerca o los enlazará y acabará con ustedes. Eso te incluye Renzo.

-¡No voy a dejar a mi madre morir en manos de un maniaco! – bramo.

-¡Y yo no dejaré que mis hijos mueran! ¡Largo de aquí! – constestó Kratos – Yo cuidaré de ella, trataré de que no sufra, es lo que puedo hacer. Por favor – su voz se suavizó.

Renzo miró a su madre que se estaba calmando con lo que estaban haciendo los hermanos al unísono.

Te amo, madre. Susurró entre lágrimas Renzo con profunda tristeza antes de salir de la habitación.

-Es imposible que Ratko logre hacer esto solo – dijo Claude.

-Se ha vuelto fuerte y astuto – contestó Sckarn.

-No está solo – susurró Nina con poca energía.

-¿Qué? – se contrajo Kratos - ¿Arael lo ayuda? – ella negó.

-No... alguien poderoso – su voz era patosa, ya casi se sería su fin – Se parece a su esposa, su majestad – ligeramente miró a Sckarn y este quedó contrariado.

-¿A Daena? – preguntó.

-Pero es un chico... solo un chico besado por el fuego – dijo apenas moviendo los labios, cerró los ojos y dejó que las caricias de Kratos que la sostenía con firmeza se llevara su alma y el dolor. El besó su frente y le dijo un último Te amo, acompañado de la promesa de cuidar de sus hijos.

-¿Crees que ese chico sea..? – preguntó Claude saliendo de la habitación con Sckarn para darle privacidad a Kratos de despedirse.

-Si no lo asesinó e hizo a todos creer que sí – se pasó la mano por los rizos rebeldes en un gesto de incredulidad – Quiere decir que Mikah D'lourdeth está vivo.

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¡Son la 1:30 am! pero no podía acostarme sin actualizar...

Se los debía y mira que si.. esperen el Epílogo que viene con pañuelos porque si que van a llorar, esto aqui fue "Bienvenidos a la montaña rusa emocional de la Serie Marcados" 

Nina, vuelta alto Nina.

Arael, te dieron lo que merecías ¿Si o qué? 

ESPERO RECUERDEN QUIÉN ES MIKAH si no, bueno, armamos un debate en el grupo Serie Marcados, únee y se parte de la familia marcados. 

Nos vemo pronto (de verdad que pronto) para el epílogo. Los amodoro aunque ustedes quieran matarme, pero he estado ocupada y en bloqueo sooo... sorry y no me juzguen, en fiiiiin espero les gustara y no olviden regalarme tu voto y comentarios.

y recuerda sieeeeeeeeeeeeeempre que #TeQuiero

ThisEd

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