La Fin: Acte deux (El Fin: Acto dos)

En el Averno, Rosette apenas despertaba del hechizo de Claude.

-¡Vaya, por fin despiertas! – dijo una de las chicas al costado de la cama, tenía el cabello oscuro y lacio, los ojos como el cielo en una tarde primavera. Vestían de negro, el fúnebre color contrastaba con su pálida tez. Tenían una belleza aterradora ya que era como ver dos gotas de agua, no había ni un detalle distinto, incluso sus expresiones eran las mismas.

Nada más y nada menos que las gemelas Corin y Edah.

-Pensamos que habías muerto – dijo la otra – Hasta una mosca voló y entró en tu boca. Fue asqueroso.

-¿Qué hacen aquí? – dijo Rosette levantándose – Saben que Claude detesta que entren a su habitación.

-Claude no está aquí – contestó la de la derecha sentándose en el borde de la cama – Así que aquí es dónde crearon al otro bebé de la discordia.

-¡Corin! – se rio Edah sentándose del otro lado, Rosette estaba acorralada por las diablillas.

-¿Qué? – Rosette se estrujó los ojos, aún estaba mareada por el hechizo - ¿De qué están hablando? – las chicas se miraron y rodaron sus ojos al mismo tiempo.

-Tienes que ser más específica – volvió a hablar Corin.

-Si, estás dando vueltas – contestó Edah haciendo un círculo en el aire con su dedo.

-¿Dónde esta Claude? – Rosette pegó un chillido al abrir los ojos y ver que tenía a las chicas observándola muy de cerca - ¿Qué hacen?

-Una pregunta a la vez – Edah le dio un toquesito en la nariz a Rosette.

-¿Con que esperas un hijo de Claude? – Corin metio la mano bajo las sabanas para tocar el vientre de Rosette, pero la voz autoritaria de Adeline la detuvo.

-Corin, Edah. Fuera – Estaba parada en la puerta con los brazos cruzados enarcando una ceja – Tienen cosas que hacer.

-¡Nos atraparon! – las gemelas se miraron con una mirada traviesa, se acercaron de cada lado de Rosette y besaron sus mejillas para luego salir tomadas de la mano.

-Espero que no te molestaran, suelen ser un tanto molestas – la princesa se aclaró la garganta de manera sutil – Sobre todo con ese poder mental que tienen, pueden darte una horrible jaqueca.

-Con que eran ellas – se levantó de la cama y se colocó la bata - ¿Dónde esta Claude?

-En la tierra del hombre, en una misión – contestó y Rosette la miro aterrada.

-¿Qué? – susurró.

-No voy a repetirlo y no me mires con esa cara de espanto – se quejó cortante.

-¿Por qué no se despidió? – Preguntó – ¿Hace cuánto se fue? ¿Cuánto durará allá? ¿Está bien? – estaba desesperada caminando de un lado al otro con las manos en la cintura.

-Calla niña, haces muchas preguntas – rezongó – Se fue esta mañana y quizás no se despidió porque estabas dormida y roncando como un cerdo – prosiguió mientras se miraba las uñas, Rosette le dedicó una mirada asesina. La princesa ni se inmutó.

Rosette corrió las espesas cortinas y el sol ya se estaba ocultando.

-¡¿He estado durmiendo todo el día?! – gritó.

Adeline rodó los ojos mientras se apretaba el tabique de la nariz.

-Maldición, haces mucho ruido – se giró y salió de allí, pero antes chasqueó los dedos y entró un alma. Tenía que alimentarse, no se había dado cuenta que el bebé le pedía alimento al estar inmersa en su drama.

La puerta se cerró y Rosette se abalanzó sobre aquella alma.

Daena se encontraba mirando por la ventana, pensaba como estaría Sckarn y los demás. Se acariciaba el vientre sobre la bata.

Ultimamanete no le provocaba vestirse demasiado, le incomodaba además de que solo la vería la reina.

-Todo irá bien, pequeño – susurró – Tu padre volverá y todo estará bien. Estaremos juntos por siempre.

Y entonces entró en trance.

Ya conocía cuando esto pasaba, ya conocía cuando ese ojo brillante y celesta la miraba.

Enrico Maxwell.

-¿Qué quieres? – Cortó – No es seguro que expanda mi mente.

-Vengo a ayudarte y a tu hijo – Daena resopló.

-¿Ah sí?

-Por supuesto, verás... eres más fuerte de lo que crees – expuso – Eres más fuerte de lo que todos piensan. Además de ser única en tu especie.

-¿Te refieres a ser una Ignis? – Contestó – Sé que soy la primera en eones, pero no pienso arriesgrar a mi hijo solo por ser una criatura única, Tuve una visión.

-Ah si... tu sueño, lo vi – afirmó.

-¿Cómo sabes de eso? – preguntó.

-Querida, estoy dentro de tu cabeza – señaló a su alrededor – Incluso ahora. No hay que temer, te lo aseguro – explicó colocando una mano en su hombro.

-¿Cómo estás tan seguro? – Quitó la mano de un manotazo - ¿Qué es lo que sabes? – preguntó con los dientes apretados, mejor dicho. Los colmillos.

-No es lo que sé, es lo que siento – explicó – Soy un Banshee y mi habilidad no solo es entrar en la mente de las personas si no que mi habilidad principal es percibir y traer la muerte. Soy algo así como un oráculo de la muerte.

Se acercó por la espalda de Daena y le dijo al oído:

-Y no percibo muerte en ti ni en tu hijo o hija – ella se giró

-No te atrevas a mentirme – lo apuntó con el dedo.

-No te miento – se cruzó de brazos – Escucha, no tienes nada que temer, además... sé que estás harta de estar encerrada en esa habitación, sin ver a tu hermano... a tus amigos. Esta vez vine en son de paz, te noté muy deprimida.

-Aún no se si puedo confiar en ti – proclamó.

-Entiendo, pero yo si confío en ti – replicó – Por eso te escogí para cuidar del heredero Maxwell. Aun no siento su esencia, pero ya aparecerá... ahora debo irme, recuerda que todo estará bien.

Y la conexión se cortó dejando que sus palabras hicieran eco en sus oídos.

La puerta se abrió y tras ella apareció Hell.

-Traigo la cena – se hizo a un lado y dejo pasar varias almas, quizás la sobrealimentaban, pero querían que el primogénito del futuro rey naciera fuerte y vigoroso.

-Hell, quiero salir de aquí – soltó después de devorar a una de las almas – Estoy harta de estar aquí y sé que si algo me pasa, podré manejarlo... ya sobreviví a Ratko una vez y siendo una mortal.

-Oh querida, se que eres fuerte e intrépida – le sonrió mientras tomaba asiento – Pero no podemos correr riesgos, además de que es el aislamiento el que habla, tranquila, comprendo.

-Disculpe, pero no le estoy pidiendo permiso – sostuvo.

-De todos modos, la respuesta es no – contestó en un tono menos amistoso - No voy a arriesgar a mi primer nieto, solo porque su madre quiere aire fresco.

-No me voy a quedar encerrada aquí, lo siento – replicó acercándose a la reina. Empezaba a sentir el poder llameando en sus venas.

-Ten cuidado, niña – amenazó dedicando una mirada feroz, como la de una pantera preparándose para atacar.

-Me mantendré en los límites del reino, pero no podrá evitar que salga de esta habitación – amagó devuelta mientras se colocaba una capa de Sckarn y se dirigía a la puerta, con velocidad sobrehumana, Hell se posicionó sobre la puerta obstaculizando el paso.

-¡Te dije que no! ¡Guardias! – llamó, Daena la tomó arrojándola sobre la cama colocándose a horcajadas sobre ella, en cuanto los guardias intentaron tocar a Daena, ella dejo que ese calor que sentía en sus venas corriera, llameara.

Levantando una mano, con el solo impulso de una llamarada, los guardias retrocedieron para protegerse del fuego que salió de la palma de su mano.

Se giró y miró a la reina que estaba estupefacta. Miro sus ojos que eran de un dorado brillante y furioso.

-Voy a salir de aquí y no va a intentar detenerme – escupió – Ya me cansé de tener miedo, maldita sea.

Dicho esto la soltó y salió de la habitación.

-Es una Ignis – susurró sorprendida, las Ignis aparecían cada tanto como un ave fénix llenos de fuerza que representaban el renacimiento del alma. Daena ya no era la misma, ella ahora danzaría en el fuego, será besada por él y ese fuego será la liberación de todo lo que su corazón esconde y ha soportado, ella renació, ella sería imparable, ella ahora es la hija del fuego, el que la acuna y la sustenta.

El fuego, ahora liberado es quien siempre estuvo con ella dormido, esperando a una oportunidad de dar rienda suelta a su verdadero ser.

-Majestad, órdenes – preguntó uno de los guardias.

-Vigílenla, pero mantengan distancia – respondió y salió de la habitación.

"Bien hecho, mi vigilante" dijo Enrico en la mente de Daena, ella la silenció con un chasquido de dientes.

Estando en el jardín del palacio, decidió disfrutar de las flores, el viento y el millar de sensaciones que le brindaba el campo.

Instintivamente se acarició el vientre con dulzura y empezó a tararear una tonada, la tonada que su madre solía cantarle.

Tú, lo más hermoso. Tú lo que yo más quiero

La luna sale y las flores se bañan de luz

De sus ojos el mar, tú el amor que yo más quiero.

-¿Sabes? Tus abuelos te hubieran amado muchísimo mi pequeño... o pequeña – sonrió – Aún no sé qué eres, pero sé que eres mío y te protegeré hasta con mi vida si es necesario – la suave tela bajo sus dedos se sentía delicado, su piel era ese campo protector de esa vida que crecía, ese fruto del gigantesco amor entre ella y Sckarn – Aún no sé qué eres, pero eres mi mundo ahora. También el de tu padre, a pesar de ahora estar lejos, él está aquí con nosotros – con la otra mano rozó con un dedo el collar que la unía a su precioso demonio – Para siempre.

Duro un rato más en su pequeño momento de paz acariciando su vientre suavemente.

-¿Daena? – la voz de Rosette la sacó de su momento de paz obligándola a darse la vuelta.

-Rosie, hola – la saludó con una sonrisa.

-Hola – la saludo - ¡Qué bueno verte afuera! – animosa se sentó a su lado en el banquito – Lamento lo que sea que te hizo encerrarte, de verdad – estaba arrepentida de algo que no existía, se miraba las manos hechas nudos, Daena estalló en risas – No es la mejor disculpa, pero tampoco es graciosa – contestó confundida.

Daena negó mientras se recomponía de la risa – Rosie, no estoy molesta ni me hicieron nada.

Ella la miraba como si le fuera salido otra cabeza - ¿Por qué te encerraste entonces? – levantó la ceja mientras se cruzaba de brazos - ¿Acaso preferiste encerrarte todo el tiempo con Sckarn para...? ¡Ustedes si que son pervertidos! – terminó haciendo pucheros.

-Rosie, calla – le pidió entre risas – Tampoco fue por eso.

-¿Entonces? ¿Por qué te encerraste? – susurró.

Le tomó la mano y se la colocó en su vientre - Tengo que protegerlo.

Rosette abrió mucho los ojos y con su boca formó una "o"

-¡No puede ser! – Ella hizo lo mismo con la mano de Daena y esta se sorprendió - ¡Estamos embarazadas! – chilló feliz tomando las manos de Daena.

-Así es – sonrió – ¿Claude lo sabe?

-Si e hizo todo un drama por ello – resopló – Y ahora se fue con Sckarn y Kratos ¡Sin si quiera despedirse! Desperté y no estaba, por cierto dormí todo el día, este bebé sobrenatural si que te hace perder el conocimiento – aclaró después de su enojo hacía su misterioso demonio.

-Ah... te hizo el "duerme" – lo ultimo lo dijo haciendo comillas – Sckarn me lo hizo cuando escapamos de Paris por el ataque de Arael.

-¿Cómo que el "duerme"? – se quejó.

-Pues es algo que hacen con sus mentes, te duermen y tu pierdes el conocimiento – hizo un gesto como de tener poderes mentales – Cosas de hombres y por supuesto, demonios.

-¿El muy... - se calló mientras cerraba los ojos de la ira - ¡¿Me durmió y escapó?! ¡Voy a matarlo cuando vuelva! – gritó molesta.

-¿Se encuentra bien Lady Du Vois? – preguntó una voz juvenil, se dieron la vuelta y estaba el más joven de los hombres Inferno, Aldrik, a pesar de ser el más joven, tenía una complexión atlética en crecimiento, el cabello lacio y oscuro desordenado por el viento, pero lo que más llamaba la atención en él, eran espesas cejas que enmarcaban sus ojos azules.

-Hola Aldrik – lo saludó Daena – ¿Tu madre te mandó a vigilarme?

-Hola, su majestad – saludó Rosette – No, no estoy bien. Tu hermano es un asno.

Aldrik rió ante los comentarios de las chicas.

-Ehhh... no, más bien mi hermano me pidió que te hiciera compañía antes de partir, pensé que estarías en su habitación – sobre ellas había una gran rama de un manzano que estaba cerca y les daba sombra, Aldrik movió el dedo y una manzana cayó y luego de atajarla en el aire le dio un gran mordisco – Si, Claude puede ser un prodigio en muchas cosas pero es un idiota y por favor – tragó – Llámame Aldrik.

-Estar encerrada me estaba volviendo loca – contestó Daena.

-Lo imagino, por eso casi nunca estoy adentro – siguió comiendo la manzana – No te ganas el título del más rápido por estar encerrado – dicho esto le guiñó el ojo – Aunque la verdadera exploradora sea Rina.

-Imagino que sí - coincidió Daena.

-La princesa Rina me agrada, es divertida – comentó Rosette.

-Nunca le aceptes ir a cabalgar ni un trago – dijo con la boca llena – Te dejará en el bosque como parte de una pequeña broma y la otra forma, terminarás en su cama. Ella y Kratos viven peleando porque se roban los amantes – se aclaró la garganta – Mejor dicho juguetes.

Los tres estuvieron charlando y riéndose por un buen rato, hasta que Rosette se sintió cansada y decidió irse a su habitación, Daena y Aldrik decidieron ir al caminar, rutina que terminarían haciendo durante su embarazo.

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