Capítulo 25
Tenía que sacarla de allí, ella había visto a su hermano en aquel cuadro, necesitaba explicarle muchas cosas. Enterarte de que el responsable de tanto dolor era el hermano del amor de tu vida, no debió ser fácil.
-Vamos, te explicaré – se acercó lentamente para intentar sacarla – Pero no aquí.
Ella miró de nuevo el cuadro y se estremeció ante las imágenes de aquel sueño retumbaban en su cabeza, regreso la mirada a Sckarn, éste estaba compareciente y con la mano extendida para que ella la tomara, con él siempre se sentía segura, pero en este caso, no era así. Caminó decidida para salir de allí pasándole por el costado.
-Daena – la siguió.
-No quiero estar contigo ahora, Sckarn – masculló
El aceleró el paso y la tomó del brazo para girarla – Por favor, tienes que escucharme.
-Quiero estar sola – le dijo mirándolo a los ojos, él titubeó un segundo pero la dejo ir, que darle tiempo, no era sencillo, además de que posiblemente algo peor la tiene así. La soltó mientras le dedicaba un asentimiento, ella se dio la vuelta y se fue.
Por otro lado, Claude trataba de apaciguar su mente en la biblioteca documentando lo ocurrido en los últimos días, pero la noche que había pasado con Rosette lo descolocó, no sólo porque la beso hasta que ella se quedó dormida en sus brazos, no, bueno... al menos no sólo por eso, sino que la manera en que como el estar con ella pasó de ser accidentado, extraño e incluso irritante a un estado completo zen, ése en el que sus hermanas a veces entraban para conectarse como mentes gemelas que eran.
Ella lograba tranquilizar al Leviatán, pero ¿cómo? Sólo era una humana y más bien su bestia era adicta a consumir la carne y sangre de la raza más débil pero destructiva del planeta. Le extrañaba también la fuerza que le generaba el estar con la joven Rosette.
Una idea fugaz traspaso su cabeza, una que no le agradaba para nada. Se puso de pie y trato de considerar otra alternativa, pero mucho ruido indeseable no lo dejaba conseguir otra opción. Se quejó con un gruñido y salió de la biblioteca, iría a hablar con su hermano Kratos.
A medida que se acercaba los sonidos que inundaban su cabeza le resultaban más repulsivos, pero tenía que hacerlo, necesitaba un consejo de su ebrio y promiscuo hermano. No es que sería su primera vez, por el contrario, los Inferno eran hijos, precursores de los que se consideraba pecado e impuro y el sexo era una de ellas.
Gemidos masculinos y femeninos resonaban al otro lado de la puerta, rodo los ojos y decidió entrar antes de arrepentirse, la enorme habitación estaba atestada de personas tocándose en una espesa masa de éxtasis, masa en la que no veía a su hermano, pero a pesar del olor fuerte de cuerpos sudados de feromonas lo captó.
-Kratos, tengo que hablar contigo – dijo tras dedicarle una mirada asesina a un par de hombres que se le acercaron queriendo despojarlo de sus ropas - ¡Kratos! – bramó mientras los empujaba y se reajustaba la ropa.
De las piernas de una mujer delirante por las habilidades provenientes de la boca del príncipe.
-Mi querido hermano ¿Vienes a unirte a la fiesta? – apenas se le veía la cara entre tantos cuerpos amontonados en aquella cama, varias eran chicas de Luke y habían otros rostros desconocidos pero muy hermosos.
-No, por supuesto que no – rechazó de inmediato – Pero si requiero de... - se le perdió la idea al ver unas personas haciendo algo que no creía posible.
-¿Interesante verdad? Es tan flexible – respondió orgulloso Kratos viendo la escena – Amo a los franceses ¿Qué necesitas, hermanito? – Claude negó con los ojos cerrados.
-Necesito hablar contigo – su hermano le dedico un gente de "soy todo oídos" – En privado – dijo con obviedad, Kratos rodo los ojos y como pude se fue desligando de los cuerpos sobre el logrando salir de la cama, estaba completamente desnudo, pero no le importaba en lo absoluto.
Claude esperó pacientemente que se colocara unos pantalones y lo espero fuera de la habitación, Kratos al salir, se despidió de sus amantes.
-Nos vemos, queridos disfruten sin mi mientras tanto – dijo mientras palmeaba unos cuantos traseros con su salida.
-¿Cómo en cuantos cuerpos has estado hoy? – pregunto Claude al ponerse en marcha en dirección a la biblioteca.
-No lo sé, no los cuento, solo los disfruto querido hermano – admitió con su usual sonrisa ladina palmeándole la espalda.
Corredores después llegaron a la biblioteca y se encerraron en ella.
-¿Qué pasa hermanito? ¿Por fin cumplirás mi deseo de un esplendoroso, caluroso y fraternal incesto? – le bromeó. Claude se dio la vuelta y suspiró sonoramente – Tranquilo, es solo una bromita, aunque...
-Kratos, basta, es en serio – su hermano levantó las manos en rendición y tomó una postura mas seria.
-De acuerdo ¿Qué pasa? – tomó asiento y Claude se recostó en el enorme escritorio.
-Anoche di un paso con Lady Rosette – Kratos sonrió – Pero no se si deba dar otro, ella... mmm... - negó incomodo – Tu eres el experto en esas cosas con los humanos, demonios, ángeles, todo lo que tenga un hoyo que llenar...
-Y cosas que probar – finalizó orgulloso, Claude asintió – Aún posee su virtud intacta, lo sé, más temprano hablé con ella, pude olfatearlo a la perfección –Claude lo miró interrogante – Antes de que enloquezcas, no, no toqué a Lady Rosette, sabes que respeto a las parejas de mis hermanos y mira que Lady Daena está exquisita, las pelirrojas son mis favoritas.
-En fin – alzó las manos en un ademán de aclaratoria – Ella no es mi pareja – farfulló – Y si, lo sé, eres muy responsable con eso, al menos – le reconoció con una mueca.
-La orden real que diste, dice otra cosa, Claude... es tu chica, reconócelo – lo reprendió – Escucha, está bien que te guste, está más que bien que la protejas y se te ve menos tenso cuando estás cerca de ella. Sea lo que sea que esté pasando entre ustedes, me gusta, te vez menos atormentado, hermano – dijo esto último con dulzura, Kratos amaba a su familia y siempre le entristecía ver a su hermano sufrir por su bestia interna que no lo dejaba ser feliz y estar en paz.
-No podía dejar que estuviera indefensa entre tantas criaturas – aclaró – La verdad ella si me hace sentir una extraña paz. Con ella, Leviatán se queda dormido y no me atormenta como siempre.
-¿Lo ves? Entonces no le veo nada de malo – Claude lo consideró.
-¿Y si ella no...? – preguntó dudoso.
-¿Está dispuesta? – Finalizó la frase y Claude asintió – Ella te lo hará saber, hermano no eres puro, hace tiempo que no - le recordó.
-Sí, pero en ese entonces no me importaba la otra persona – respondió rápidamente sin pensarlo, Kratos abrió los ojos de par en par de la emoción, estaba por emocionarse como una doncella, pero Claude lo detuvo – No empieces. Además lo digo porque es humana.
-Mírate, pareciera que fueras a perder tu virtud, como toda una princesa en su noche de bodas – ese comentario le hizo ganarse un golpe en la cabeza – Ya, ya tranquilo, todo irá bien, además eres un Inferno, sabes qué hacer. Además el hecho de que sea una humana no significa nada peligroso – le guiñó un ojo y se colocó de pie - ¿Es todo?
-Sí, vuelve a tu a extraña orgía – Kratos asintió y se dirigió a la puerta - ¿Kratos? – Lo llamó, este se dio la vuelta – Gracias, hermano.
-Cuando quieras hermano, disfruta – le guiñó un ojo y desapareció por la puerta.
Ya con la mente más tranquila, retomó el trabajo de documentación hasta que se hizo de noche, se fue a su habitación que al llegar estaba solitaria y a oscuras, revisó en uno de sus cajones encontró sus habanos, tomo uno y lo acercó a una de las velas en seguida se encendió e iluminó gran parte de la habitación.
Con el habano en la boca, mientras soltaba el humo por la nariz como si de un toro rabioso se tratara se relajó quitándose las ropas de la cintura para arriba, las arrojó al chaise launge y salió al balcón para fumar admirando la tranquilidad de la noche.
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