Capítulo 21

¡Hola, llegué yo y traje pollito! 

Naah mentira, traigo un CAPITULAZO ¡Espero les guste! 

Recuerda dejarme tus muy bien recibidos comentarios y votos, sin más que agregar (por ahora) les dejo el capítulo.

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-Hace tanto que un humano no nos visitaba – dijo el monarca mientras sacaba la espada del centro del pentagrama dibujado en el suelo – Déjame adivinar... - se acercó a la temerosa Rosette que mantenía los ojos cerrados en el pecho del joven demonio - ¿Creyente?

Claude asintió mientras rodaba los ojos.

Hell junto a Adeline, habían organizado un comité para la llegada del clan y ya se encontraban organizándolos en uno de los grandes salones del castillo.

Sckarn había tomado a Daena de los brazos de Neal después de agradecerle.

-Ve con los demás, nos reuniremos después – el chico asintió y le contestó.

-Suerte, te espera una grande cuando despierte – le palmeó el hombro y se fue.

"No tienes ni idea" pensó Sckarn mirando a Daena profundamente dormida en sus brazos, se despidió de su padre y hermano con un gesto y salió del lugar en dirección a su habitación para allí acostar a Daena, esperar a que despierte y explicarle.

En simultáneo, Rosette seguía sin querer mirar, a los largo de su vida se había instruido bajo a fe, lo que toda ésta significaba, por eso estaba tan asustada de abrir los ojos y enfrentar a quien por años a través de lecturas en las santas escrituras había sido "Lucifer"

-Rosette, estás a salvo – le susurró Claude tratando de tranquilizarla, pero era en vano, tenía miedo de afrontarlo, minutos atrás había visto como Arael asesinó a la única familia verdadera que llegó a conocer y que le quedaba, pero esto era acompañado por el total cambio de roles y bofetada de realidad.

Un ángel, lo que por siempre consideró puro e inmaculado, era capaz de asesinar a sangre fría, sin mencionar de conspirar contra la vida de quien se revelase ante su autocrático jefe.

Lucifer se acercó con andar relajado y le indicó a su hijo que se encargaría

-Claude, permíteme – el demonio soltó el agarre de Rosette y el suyo, la volteó para que encarara a su padre, ella seguía con los ojos fuertemente cerrados repitiendo las escenas una y otra vez – Abre los ojos, querida niña.

Una especie de luz y calma le hizo relajarse para abrir lentamente los ojos y encontrarse con un hombre de gran porte, cabello largo, una curiosa barba en su rostro inmaculado con los ojos de Claude y con una apariencia bastante autoritaria pero que te invitaba a muchas cosas.

-No hay cuernos – susurró la chica absorta ante lo que veía, nada más y nada menos que a Lucifer.

El rey, por otro lado bufó ante el comentario – Veo que el rumor continua esparciéndose entre los humanos, aunque si me gustan los antiguos nombres – murmuró irritado – Bienvenida a mi reino... - dejo la idea en el aire como esperando algo y Claude fue quien respondió.

-Rosette – Lucifer asintió mientras retomaba su postura.

-Rosette, espero disfrutes tu estancia – tomó la mano de la chica y depositó un casto beso en el dorso – Por lo visto no es como Eva.

Rosette abrió los ojos de par en par y miró a Claude que se mantenía impasible en su sitio, con su usual postura estática.

-Hablaremos después, Claude – soltó mientras caminaba a la puerta y antes de cruzar el umbral se volteó – Al igual con tu hermano, házselo saber, por favor.

Dicho esto se fue.

-Vamos, te llevaré a que te instales – le invitó doblando el brazo para que lo tomara. Por supuesto, ella lo hizo y se encaminaron a la habitación de Claude.

-Cuando dice Eva... - comenzó la chica - ¿Se refiere a esa Eva? – su curiosidad era palpable al igual que la maravilla que le resultaba el lugar, lleno de lujos, grandes columnas, espesas cortinas de terciopelo, hermosas vistas a inmensos campos de flores, fuentes y estatuas. A lo lejos se vislumbraban otras edificaciones de enormes y elaboradas arquitecturas.

-Sí, la última humana viva en pisar estas tierras – responde tranquilo Claude viendo a Rosette como daba saltitos mirando las cosas, cuadros con escenas que contaban historias, algunas bélicas, otras subidas de tono al igual que de tratados importantes.

-A mi hermano Kratos le encantaba, Eva – continúa el joven demonio – Eran igual de libertinos.

-¿Qué le pasó? – continuó.

-Murió y mi padre le hizo un monumento, después te levare a verlo, si quieres – ella lo miró y asintió energéticamente con una gran sonrisa.

-Fue muy dulce de su parte hacer eso por ella.

-Sí, pues ella fue quien creyó y aceptó el que nosotros existiéramos a diferencia del palurdo de Adán, no hacía más que estar en un rincón soltando improperios acerca de nosotros, no tienes idea de cuánto daño quería hacerle Ratko, mi hermano mayor – se quedó ceñudo al recordar el destino que había escogido su hermano, siendo capaz de herir a su propia sangre violando todo tipo de honor familiar – Lo sacaba de quicio.

-¿Cuántos hermanos tienes? – preguntó mirando unos adornos lujosos en unas mesas de madera labrada.

-Siete, yo soy el número cinco – le respondió alejando la mano de Rosette del objeto – Es peligroso – aclaró y ella lo entendió – Luego los conocerás – llegaron a una gran puerta custodiada por dos guardias que en cuanto vieron a Claude hicieron una reverencia y luego se marcharon.

-¿Cómo te acostumbras a eso? – preguntó viendo el nivel de respeto y subordinación, incluso algo de miedo de aquellos hombres hacia el príncipe.

-Nací siendo príncipe, no conozco otro trato – respondió encogiéndose de hombros mientras abría la puerta y le ofrecía entrar, cosa que ella hizo y al entrar se quedó boquiabierta. No era nada parecido a lo que había visto en la mansión, esta habitación era una cuatro veces más grande, había una enorme cama con dosel perfectamente arreglada, todo estaba en exceso ordenado, nada fuera de lugar, una gran lámpara de araña colgaba del techo dónde grades velones que en cuanto Claude entró las llamas se encendieron de inmediato, el resto de la habitación se iluminó por otros candelabros y dejo visto varios libros en un escritorio donde también estaba un pequeño frasco con tinta y una pluma junto al tintero.

-Vaya... con que así es la habitación de un príncipe – murmuró dando paso lento - ¿Qué es esta puerta? – señaló una puerta doble que estaba cerrada.

-Va hacia el balcón – se acercó y la abrió de par en par dejando que entrase la brisa fría de esas tierras, la vista era sólo espectacular, daba a una enorme laguna donde la fauna disfrutaba del agua, el cielo era extrañamente estrellado y mostraba una enorme luna en fase menguante, en la lejanía estaban siendo encendidas grandes antorchas en las torres que conectaban con las fuertes murallas.

-Esto es hermoso ¿Por qué en las escrituras lo describen como un lugar horrible? – preguntó.

-Porque él no quiere que la gente sepa la verdad, por eso estamos aquí – respondió mirando al horizonte – Mi padre quería decirles las verdad, pero el otro sujeto necesitaba un juez, lo suficientemente duro para que ustedes los humanos pensaran que era un verdugo, el necesita que ustedes tengan miedo para así tener el control.

Rosette solo se limitó a asentir y volver la vista al hermoso paisaje.

Sckarn se encontraba esperando a que Daena despertara, la había acostado en su cama y se veía tan pacifica, le encantaba verla dormir, las pestañas hacían sombra en sus pómulos, los labios entreabiertos, esos labios que le encantaba besar, el suave respirar y como su pecho subía y bajaba lentamente, la roja melena esparcida en la almohada, parecía estar acostada sobre lava ardiente en vez de sabanas de seda.

-Cuando despiertes vas a querer cortarme la cabeza – susurró mientras el acariciaba el rostro con el dorso de la mano.

Dentro de Daena, imágenes horribles se presentaban, muerte, desidia y tortura.

Llamas consumiendo carne de cuerpos humanos y gritos, seguido de la imagen del que ahora sabe que es Enrico Maxwell, la observaba al otro lado de las llamas, paso un segundo que parecieron horas y Enrico sólo dijo.

"Sigue alimentándote, así será fuerte"

Daena abrió los ojos y se levantó súbitamente, una mano se posó en su espalda y una voz no tardó de acompañarla.

-Daena ¿Estás bien? – la voz de Sckarn la reconfortó, pero solo por unos segundos porque recordó el por qué estaba despertando.

Alejó la mano de Sckarn y se dispuso a colocarse de pie.

Estaba molesta, no, estaba furiosa con él por no haberla dejado decidir, por haberla dormido con sus poderes ¡Por ir a arriesgarse a que Arael lo matara! Lo miró furiosa y recordó cuando pensó que él la había abandonado y todos esos años que pasó pensando que el ya no estaría más en su vida, en como su corazón se había roto debido a eso.

-Daena sé que en éste momento estás furiosa conmigo y lo entiendo – comenzó Sckarn explicándose levantando las manos en son de paz – Pero debes comprender que... - ella lo interrumpió con un grito.

-¡No te atrevas a decirme que hacer! ¡Y mucho menos que entienda! – Espetó colérica - ¿Qué quieres que entienda? ¡¿Que me dormiste para arriesgar tu vida?! ¡¿Que decidiste por mí?! ¡¿Que te importó una mierda tu integridad?!

-Daena necesitaba ponerte a salvo – le aclaró tratando de acercarse, pero ella sacó sus colmillos gruñéndole.

-¡No te atrevas a acercarte, Sckarn! – lo amenazó - ¡¿Ponerme a salvo?! ¿Es que acaso no lo entiendes?

-No, no lo entiendo, podrás no ser mi Alestrada, pero yo siempre voy a protegerte Daena, así sea con mi vida – le respondió tratando de acercarse nuevamente pero ella a velocidad sobrehumana se dirigió a la puerta.

-Entiende que si algo te pasa, que si mueres – dijo con un poco las defensas bajas – Yo ya estaría muerta, 'porque no podría perderte una vez más – dicho esto tomó el pomo de la puerta para abrirla y salir de allí, iba a hacerlo pero Sckarn la tomó del brazo y volvió a cerrar la puerta a la espalda de ella.

La miró a los ojos y éstos eran un tormento, tal cual Herman Melville describía los mares que surcaba el capitán Ahab en su obsesa cacería de aquél cachalote llamado Moby Dick.

¡Que indómito océano! Que belleza de azul, que podría ser el hogar de sirenas. Pensó Sckarn.

Y citando a Melville en Moby Dick, los ojos de Sckarn eran un millar y millar de mortales absortos ante un ensueño de mar, una brillante y vasta inmensidad de intrépido oleaje en una marea bajo una tormenta eléctrica.

La batalla de titanes marinos era testigo fiel de la tensión tan palpable que podría ser cortada a cuchillo.

Tensión que era como lava ardiente que estaba preparada para que ambos se consumieran en ella, tal cual destinó Sckarn al acortar el espacio entre ellos sentenciándolos con un beso ardiente y demandante.

La apretó contra su cuerpo de manera posesiva, atacándola con la lengua, ella se aferró a sus hombros en respuesta.

El instinto salvaje fue despertado y expulsado de su cueva y se apoderó de estos amantes, el lugar estaba que explotaba como festividad del año nuevo chino. Sin importarle un bledo la respuesta la cargó y estampó contra a puerta, ella soltó un gemido de aceptación cuando él se dispuso a devorarle el cuello en grandes y húmedos besos seguido de pequeños mordiscos.

El lugar estaba tan caliente como el interior del Vesubio y ellos estaban destinados a quemarse en su lava caliente.

Con desesperación de querer sentirse la piel, con fuerza hicieron de sus ropas simples jirones y harapos. Necesitaban sentirse, necesitaban hacer contacto, necesitaban que las chispas en sus interiores estallasen.

Ella rasgó su espalda con las uñas provocándole heridas que Sckarn rugió al sentir su carne abriéndose, pero sólo le provocaba aún más calor que tuvo como respuesta un rugido felino lleno de lujuria salvaje.

A velocidad no hecha para el hombre la llevó a la cama donde ella en un ágil movimiento se colocó a horcajadas para atacar el pecho del demonio que se retorcía ante el feroz ataque, pero no le importaba ya que en ese momento eran sólo sensaciones, era algo sólo animal, furioso y embravecido.

Las heridas sanarían sin problema.

Él la tomó del rostro y antes de besarla profundamente le ordenó.

-Eres mía, para siempre – ella asintió mordiéndose el labio inferior de manera ansiosa ante el contacto – Dilo – ordenó.

-Soy tuya, para siempre – jadeó leonina mientras se levantaba para invitarlo a entrar para fusionarse en uno solo y así hacer erupción, él la tomó de las caderas para hacer su deseo un hecho de manera deliciosa e inmediata.

Ella echó la cabeza hacia atrás al recibirlo y él se levantó para poseerla aún más y la abrazó con tanta fuerza de manera que estaba completamente pegada a él.

-Jamás vas a perderme ¿Lo entiendes? – Sentenció tomándola de la nuca para que lo mirarla, ella asintió – Dilo – ordenó.

-Jamás voy a perderte – dijo en un jadeo, presa de todo lo que estaba sintiendo mientras se aferraba a sus brazos.

-Soy tuyo – susurró mientras hundía la cara de ella en su cuello invitándola a beber – Para siempre, caeremos y nos condenaremos para siempre, mi amor.

Ella sacó sus colmillos y mordió sabiendo lo que ese pacto que estaban haciendo significaba, estarían unidos como seres infernales por el resto de la eternidad.

Al beber de su sangre, ella sintió un frío ensordecedor, uno que intentaba congelarla, pero entonces algo pasó. En lo más profundo de su propia oscuridad, una llama fue encendiéndose, una llama que creía haber perdido.

-Déjate caer, Daena, deja que el frío de consuma – susurró acariciándole la los largos rizos rojos.

-No... puedo – susurró y el la miró acunando su rostro.

-No puede ser... - sus ojos no eran de aquel plateado, habitual en los demonios, no, eran de un dorado abrasador, la llama viva en ella había revivido, llama que no había perdido, solo estuvo dormida.

-Es tan caliente – una corriente llena de fuego como un camino de dinamita, es en lo que se habían convertido sus venas. Entonces, algo en su pecho se fue quebrando, algo que desde hace años no sentía de manera tan vibrante y ahora era algo tan ardiente, el latir de su corazón.

-Daena, puedo escu... - fue interrumpido por los labios de Daena que lo besaban de manera tan apresurada, tórrida y llena de felicidad, símbolos aparecieron por su cuerpo, sellos como los del Lapsis (El Caído), Regenatorium (El Renacido), Operamini Redarguti (El Condenado) y el Irritatricem Parabolam Plenus Sapientia (El Rebelde y lleno de Sabiduría)

La acostó colocándose entre sus piernas al terminar y llegar a la cima para estallar en miles de chispas, acariciaba los símbolos con la yema de los dedos haciéndola estremecer, ella se dedicaba a acariciarle los risos.

-Bienvenida a mi especie, Daena – le dijo al poner su peso sobre su hombro y poder admirarla mejor, aún no había quitado ese brillo de sus ojos, los humanos podrían confundirla con un ángel, pero era algo más mordaz, algo que sólo se había visto en las escrituras como un mito, una criatura sin igual y completamente desconocida.

Daena ahora era un Ignis Daemonium (Demonio de fuego) que había renacido como el Ave Fénix. 

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Más sorpresas vendrán...

Recuerda siempre que: 

#TeQuiero

ThisEd


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