Capítulo 7


Después de que todo pasara, salieron de su escondite. Daena seguía inconsciente en los brazos de Sckarn y de todo el desastre que azotó a Schwarzwald esa noche.

Atravesaron toda la catástrofe que dejaron los hombres de Dorian. Neal al ver a su amigo Denis, muerto con el estómago abierto y toda la sangre esparcida en suelo se arrodillo a su encuentro.

-El muy maldito está loco – espetó – Tenemos que hacer algo. Está fuera de control.

-Ella será quien lo decida – respondió taciturno – Por ahora debe descansar.

Neal abrió la puerta de la casa. Sus caras eran de terror absoluto, luego pasó a alivio, para luego volver al terror y preocupación al ver a Daena en los brazos del demonio aparentando no tener vida.

-¡Daena! – gritó Bernard y Alana al unísono. Corriendo al encuentro de su hija - ¿Qué ocurrió?

-Ella solo esta inconsciente. Ha tenido un largo día y necesita recobrar fuerzas. Iré a recostarla – cortó Sckarn, mostrando su lado protector alejando a Daena de sus propios padres.

Él sabía que estaba siendo irracional y no le importaba que Bernard lo mirase de la manera en que lo hizo, pero después de lo que vio de lo que es capaz Dorian, debía ser más cuidadoso. Sobre todo cuando quería algo que era suyo y para él, ella era suya.

La depositó con cuidado en la cama y se dejó llevar por el suave rostro de Daena. Sus parpados estaban cerrados suavemente, los labios entreabiertos. Sus ojos viajaron a través de su cuello, venas azuladas y verdosas se mostraban bajo la perfecta y porcelana piel. 

Sus instintos salvajes intentaron hacer protagonismo al sentir el flujo de vida caliente que corría por sus venas, sobre todo cuando su vista bajó a sus pechos turgentes, que subían y bajaban levemente debido a la respiración lenta bajo el tosco corsé que abrazaba sus curvas.

Alargó la mano para acariciar con el dorso de la mano el rostro de aquella criatura tan sublime para él que dormía profundamente, su piel estaba tibia a pesar del aire frío del exterior. Se veía tan hermosa, tan delicada y a la vez fuerte. 

Logró salvar a su hermano e incluso fue tan valiente, quizás arriesgado que hiciese eso, pudo haber muerto.

Sólo los hechiceros fuertes y su padre han logrado sobrevivir a magia tan poderosa.

-Maldición, como estás loca. Arriesgarte así... y yo sucumbiendo ante ti – Me vas a volver loco. Pensó.

Dentro de Daena ocurría todo lo contrario a la paz que emanaba de su exterior, imágenes horrendas venían a su mente. Sentía su cuerpo arder, hombres uniformados corrían por todos lados, atacando todo lo que veían. 

El cuerpo del que pudo haber sido su esposo, siendo atravesado por el filoso acero de una espada y ella al fondo, sin poder hacer nada. Se sentía impotente, inmóvil.

 Algo dentro de ella empezó a consumirse, sentía un escozor en lo más profundo de su ser, algo oscuro que la poseía, atándola. Devorándola.

De pronto, llegó la calma, se sintió a salvo. Unos fuertes brazos la tomaron, la sacaron de aquella horrible pesadilla. Y su voz clamó su nombre ''...Daena, Daena... Daena...'' cada vez se hacía más clara y firme. 

El peso de sus ojos se desvaneció anulando su ceguera, trayéndola a la realidad. La voz tomó forma al verlo, tan cerca, con los ojos tan abiertos ¿Estaba asustado? Se preguntó.

 Si ese fuese el caso, seguía siendo hermoso, lo más hermoso que sus ojos jamás hayan visto, dos glaciares plateados la miraban tan profundamente que sentía que se perdía en ellos, mientras eran iluminados por la luz de la luna que entraba por la ventana.

-¿Estás bien? – Susurró tan bajo que fue difícil para ella descifrar que fue lo que salió de sus labios - ¿Qué ocurre?

La tenía tomada firmemente del rostro, pero a la vez lo sentía tan gentil. Un áspero pulgar acarició su mejilla e instintivamente posó su mano sobre la de él y con la otra hizo lo mismo que él, colocándola en el rostro de Sckarn, justo encima donde empezaba su barba.

El delicado tacto de Daena en la tosca piel de Sckarn, avivó en ellos una llama que jamás habían sentido. Lentamente, Daena se acercó más a Sckarn, pasando de estar a centímetros a estar a nada. A punto de rozar los labios del demonio.

-No puedo – susurró. Tomó la mano de Daena para retirarla, su rostro instantáneamente extrañó el contacto caliente que emanaba de la mano de Daena, asimismo hizo con su propia mano. Deseaba hacerlo, deseaba besarla, tan duro, tan fuerte. 

Deseaba probar esos labios que emanaban un aspecto dulce y adictivo – Lo siento.

Un rastro de desilusión se hizo presente en el rostro de Daena, desviando la mirada hacia su regazo donde anudaba las manos en un gesto nervioso.

-¿Cómo está Neal? – musitó débilmente en un intento de parecer que no le afectaba el rechazo de Sckarn. Él por desgracia de ella lo notó y una punzada en su corazón lo tomó por sorpresa. Lo siento, mi amor. Prefiero pasar cien años amándote en secreto, que perderte para siempre... ojalá pudieras entenderlo. Pensó.

-Él está bien, gracias a ti – contestó.

-Al menos eso logré – Sckarn odiaba con todas sus fuerzas ver al amor de su vida, triste. Más que todo por su culpa.

-Daena... debes saber algo – fueron interrumpidos por un gran estruendo afuera de la casa. Ambos se levantaron para salir a ver y la gente de Schwarzwald estaba enojada e iban directo a la casa de los D'lourdeth.

-¡Allí esta! ¡Vayan por ella! – acusó un hombre señalando a Daena que no tenía idea de lo que estaba ocurriendo u ocurrido, todo el lugar estaba parcialmente destrozado. 

Los D'lourdeth se miraban unos a otros terminando en el demonio, en un vago intento de esquivar la mirada inquisidora de Daena en búsqueda de respuestas. 

El único que no se ocultó fue Sckarn que cerró la puerta, para atraer la atención de Daena.

-¿Alguien me puede decir por qué demonios todo el pueblo quiere asesinarme? – preguntó enojada.

-Sabía que esto ocurriría un día – lamentó Bernard – Todo esto es tu culpa – apuntó a Sckarn con el dedo, pero éste no le hizo caso.

-¿Qué? ¿De qué están hablando? – volvió a preguntar.

-Daena, el pueblo fue atacado por los hombres de Dorian – contestó Sckarn – Y el pueblo te hace responsable por los hechos y las consecuencias.

-Asesinaron a Denis – soltó Neal, captando la atención de Daena. Sus delicadas facciones se contrajeron en una mueca de dolor. Denis no lo merecía, era un buen chico. 

-¿Ya ves Daena? ¿Ya ves lo que pasa cuando te comportas como una salvaje? - riñó Viktoria.

-Ya basta, Viktoria – reprendió Alana.

-¿Alguien sabe que rayos vamos hacer con la turba furiosa que esta fuera de la casa? – inquirió Dragan viendo por la ventana.

-Yo me encargo – respondió Daena.

-¿Acaso te volviste loca? – riñó Sckarn tomándola del brazo para detenerla.

-Necesitan respuestas. Yo se las daré – tiró de su brazo para liberarse del agarre del demonio y se dirigió nuevamente a la puerta – De todos modos a la que quieren es a mí.

Cerró con fuerza sus ojos tomando una larga respiración; podía sentir como todo el vello de la nuca se erizaba mientras percibía la presencia de una turba furiosa detrás de ella, que gritaban su nombre llenos de odio y rencor. 

Se dio la vuelta y encaró un conjunto de miradas desilusionadas, sin esperanza y cansancio.

''Vamos Daena, puedes hacerlo'' pensó.

-Antes de que me asesinen – levantó sus manos en un ademán de defensa – Por favor, escúchenme.

-No queremos asesinarte – respondió el líder de la familia Wells, Jim – Queremos entregarte. Desde que tú y tu familia llegaron a este pueblo no han parado de asediarnos – bramó – Te quiere a ti, no a nosotros.

-Lo sé y lo lamento mucho, yo no quería que nada de esto pasara pero... ¿Creen que de verdad va a dejarlos? Se equivocan. Dorian Gramont es un sádico con poder y dinero... hoy nos dejó un fuerte mensaje. Una declaración de guerra. No debemos huir y mucho menos actuar sin pensar. Si me permiten, usaré lo que se me fue obsequiado, les prometo que venceremos y acabaremos con Dorian Gramont. Solo necesito que confíen en mi... al menos esta vez.

-No sabemos con certeza de qué eres capaz – vociferó a lo lejos una mujer que no pudo distinguir tras el tumulto de personas con antorchas. De pronto una tormenta de nieve empezó a avecinarse apagando las antorchas con una sola ventisca, el frío intenso provocó en Daena un escalofrío que le recorrió la columna, rodeó su cuerpo intentando concentrar algo de calor, pero fue inútil. 

Para que luego marca en su muñeca empezó a arder

-¿Qué está ocurriendo? Susurró.

-¿Cómo se atreven a subestimar a mi ama? – la voz de Sckarn provenía de lo más profundo de la tormenta ¿Estaba provocándola? – No es su deber cuidar de un pueblo de ingratos y mucho menos deberles algo pero, de todos modos está aquí, ante ustedes, podría matarlos de frío si quisiera; pero no es el deseo de mi ama, lady D'lourdeth que, incluso ha arriesgado su vida por ustedes – algo tocó suavemente los hombros de Daena, brindándole un calor acogedor, al revisar con cuidado era la espesa capa de su querido demonio, cuidándola siempre.

– Yo soy Sckarn Elijah Inferno, hijo de Lucifer Samael Inferno y Hell Perséfone. Rey y reina del Averno y señores de todo lo sobrenatural, mi padre; su majestad me dio una tarea, proteger a la heredera y legitima reina de Unzher – su voz era más profunda que de costumbre, la voz provenía de la capa de aire que rodeaba a los habitantes de Schwarzwald y a Daena.

De pronto una sombra negra se fue materializando sobre ellos que se transportaba con gran rapidez sobre ellos hasta que de pronto como una estrella que cae del cielo. 

La sombra se convirtió en un destello, impactó con fuerza en la nieve tomando la forma del demonio; que mantenía el puño con fuerza en el suelo arrodillado frente a Daena que tenía la respiración agitada, porque observar a Sckarn semidesnudo, la dejaba sin aliento; mas que se encontraba solo con los pantalones y botas, todo su torso poseía un conjunto de símbolos a lo largo del brazo iniciando desde el dorso de la mano para luego recorrer el resto de la piel expuesta.

-Ustedes han ofendido a mi ama, lady D'lourdeth – masculló furioso mientras se levantaba encarando a Daena, entonces ella lo capturó con la mirada, sus ojos eran plateados y brillantes, su precioso rostro estaba surcado por sombras, respiraba violentamente por la boca por lo que pequeñas nubes de aire salían por su boca a través de los filosos colmillos de depredador – Usted ordene mi lady ¿Qué castigo? – preguntó dándose la vuelta y el aspecto mortífero, infundio pavor en los pobladores.

-Ninguno – pronunció con desdén observando a los pobladores.

-Como ordene, aunque deben saber lo que es el respeto.

-No estoy aquí para aterrorizar – dijo – Váyanse a casa; espero que a partir de hoy, confíen en mí y en lo que puedo hacer... mejor dicho, lo que Sckarn puede hacer – vociferó.

Dicho esto, todos fueron dispersándose por no decir huyendo a cada una de sus casas a tropezones. Sckarn se dio la vuelta y encaró a su preciosa doncella, aún seguía en su estado demoníaco.

-¿Por qué? – masculló.

-Porque oprimiéndolos no ganaremos su confianza, sino demostrándoles lo que podemos hacer – ella tenía toda la razón y él lo sabía, pero cuando se encontraba en su estado demoníaco no pensaba con claridad, se dejaba llevar por la furia y el frío del hielo en su interior - ¿Estas bien?

-Solo si usted lo está.

-Lo estoy – susurró, mientras daba un paso – Solo es que – dio otro paso – Necesito que tu... pares – alargó la mano para tocarlo y el contacto caliente de la mano de Daena le provocó una oleada de algo que no pudo interpretar en el momento, hasta que esta acunó las cara del demonio con sus manos, llenándolo de calor consumiendo todo el hielo que cubría a Sckarn, lo fue desarmando como el hacía con ella cada vez que la veía a los ojos.

Los emblemas en su cuerpo fueron desapareciendo al igual que sus ojos volvían a la normalidad, dejando así a Sckarn completamente exhausto cayendo de rodillas en la nieve, acto seguido Daena se quitó la espesa capa tendiéndola sobre el demonio, arrodillándose hundió los dedos en los risos del príncipe demonio y pudo notar que estaba bañado en sudor; estaba que ardía, gritó por ayuda, Dragan, Neal y Bernard acudieron al auxilio.

-¿De que esta hecho este chico? ¡Como pesa! – exclamó Dragan tomando a Sckarn de un brazo.

-Eso es porque estás viejo – bromeó Neal.

-Y otra vez lo de viejo... ¡Mas respeto niño! – riñó Dragan

-Acéptalo, padre. Estás viejo – manifestó Bernard tomando el otro brazo. Lo introdujeron a la casa, Daena se adelantó y los condujo a su cama acomodando la almohada.

-Dejen de pelear. Colóquenlo aquí – ordenó.

-¿En tu cama? ¿Por qué? – inquirió Bernard.

-Porque no dejare que en ese estado duerma en el piso – dijo.

-Y tu... ¿Dónde se supone que dormirás?

-No lo sé, ni me importa – respondió mientras acariciaba el rostro de Sckarn que se encontraba dormido – Gracias por ayudarme, pueden irse.

-¿Desde cuándo estas tan mandona? – preguntó Dragan divertido – Buenas noches, mi pequeña – Depositó un casto beso en el cabello de su nieta y salió de la habitación.

-Buenas noches, abuelo – le dedicó una sonrisa y volvió a concentrarse en Sckarn.

-Hasta mañana, hija – dijo Bernard repitiendo la misma acción que su padre – Estoy orgulloso de ti.

-Gracias – sonrió tímida – Hasta mañana, padre – respondió.

-Nos vemos Dani, gracias por salvarme... otra vez – susurró Neal al darle un pequeño abrazo.

-No hay que agradecer, hermano – susurró con ternura devolviéndole el abrazo.

-¿Estas bien? – le besó el cabello.

-No lo sé, ha sido un día muy extraño... - murmuró enterrando la nariz en el cuello de su hermano – Todo esto ha sido, tan intenso; me siento exhausta.

-Tranquila, ya todo terminó – tranquilizó.

-No... esto apenas empieza – dijo tratando de que la voz le saliera clara, pero su garganta como sus ojos empezaba a nublarse; dejando que unas cuantas lagrimas rodaran por sus mejillas. El momento entre su hermano y ella fue interrumpido por su hermana Viktoria, que carraspeó con fuerza desde el umbral de la puerta.

-Todavía no entiendo por qué no lo dejas – rezongó con desdén.

-Porque no es algo que yo escogí – respondió Daena encarando a su gemela, que a simple vista era como verla discutir con un espejo, debido al exacto parecido entre ellas.

-¿Pero es que acaso no lo entiendes? – Le tomó el brazo a Daena descubriendo la marca que la vinculaba con el demonio que dormía profundamente a unos pasos – ¡Esto! ¡Esto le está trayendo problemas a la familia! Mira lo que le paso a Neal hoy por tu culpa.

-¡Yo no escogí esto! – Bramó – Yo no pedí ser la heredera, no pedí que un demonio me proteja, yo no desee que todo este desastre pasara... y lo peor es que no puedo renunciar a esto ¿Cuándo vas a entenderlo tú?

Viktoria le dedicó una mirada de decepción para luego darse la vuelta y dejar a Daena aún más destrozada de lo que ya estaba.

-Ve a dormir, Dani – musitó Neal a sus espaldas – Nada de esto es tu culpa.

-Tiene razón. Pero no sé qué hacer – contestó con pereza.

-Nadie lo sabe... ya se te ocurrirá algo. Te veo en la mañana... Y trata de descansar un poco ¿Si?

-De acuerdo – Neal se retiró de la habitación dejándola en completo silencio. Se dio la vuelta posando la mirada en Sckarn; se acercó y se sentó al borde de la cama, estaba tan hermoso que dolía; se sintió tentada de tocarlo, pero tenía miedo de despertarlo.

Aun así no pudo resistirse y rozó con la punta de los dedos los suaves rizos que se encontraban en la frente, fue bajando hacia el rostro y la incipiente barba que le causo cosquillas, tenía los labios entreabiertos, labios que quería besar y saborear, esos labios que han sido testigos de muerte, que han sido la jaula de esos fauces que provocaban miedo y pavor a quienes lo desafiaban.

Sin darse cuenta se encontraba divagando en el torso desnudo del fiero demonio que pocos creerían que tendría alma e incluso corazón en estos momentos, estaba tan sereno como un niño que duerme a salvo en su cama.

Se le escapó un pequeño bostezo, por más que quisiera admirar a su precioso Sckarn toda la noche el sueño y el cansancio la dominaban por lo que cubrió a Sckarn con la piel de lobo que le servía como manta, besó su frente y tomó la capa de Sckarn que estaba esparcida en el suelo y la usó para acostarse haciéndose un ovillo en ella quedándose profundamente dormida.

Más tarde cuando Sckarn despertó desorientado, no recordaba donde estaba hasta que observó a Daena dormida en el suelo envuelta en su espesa capa. Se levantó sin hacer ruido cuidando de que no la tropezara y la levantó con cuidado colocándola en la cama cubriéndola nuevamente con la capa, extendió la piel en el suelo, pero Daena se movió y se despertó ligeramente.

-¿Qué ocurre? – balbuceó

-Tranquila, soy yo – susurró Sckarn tratando de volverla a dormir – Vuelve a dormir, yo te cuido.

-Duerme conmigo – susurró un poco más despierta – Hace frío

-Eh... yo no creo que sea buena idea – respondió nervioso, la idea era tentadora, compartir el calor de una cama con su amada, pero que dirían los demás en la mañana... lo más seguro es que lo sacarían a patadas del lugar.

-Por favor – rogó.

-No creo que quepamos los dos – si esa era una buena excusa. Pensó.

-Mejor así, estaremos más juntos – balbuceó en medio de un bostezo mientras le hacía espacio en la cama haciéndose a un lado. El la miró por un segundo y era la criatura más bella que sus ojos habrían visto, el cabello suelto y en cascada la piel clara y tersa y sus ojos entrecerrados y adormilados que se encontraban de color azul claro. Como cundo las olas del mar están serenas.

-Está bien – aceptó – De todos modos siempre me sacan de una patada de aquí – murmuró en un tono casi inaudible. Se subió a la cama y Daena se acomodó en su pecho y el la abrigo un poco más.

Pasaron unos segundos cuando la respiración de Daena se volviera más lenta y ligera, rato después Sckarn cerró sus ojos dejándose llevar por el calor y quietud que Daena le proporcionaba para finalmente quedar profundamente dormido.

Fue como si pasaran los años, el amor prohibido entre Sckarn y Daena había crecido, al igual que ella, era una mujer entonces y por supuesto, una gran hechicera; Sckarn le había enseñado distintos hechizos y conjuros, los cuales dominaba a la perfección.

Era 10 de Enero de 1476, era de noche y el bosque estaba tranquilo, Daena caminaba con paso decidido a través de él seguida de Sckarn que trataba de hacerla entrar en razón.

-Daena ¿Podrías tener un poco más de juicio? – interceptó Sckarn, deteniéndole el paso.

-Dorian está dormido. No tengo tiempo que perder – masculló rodeándolo para seguir con su camino – Es ahora o nunca.

-Sí, lo sé – dijo – Pero, no por eso voy a dejar que arriesgues tu vida – la detuvo tomándola del brazo, obligándola a darse la vuelta.

-¡Ha hecho lo que quiera con mi pueblo y mi familia! No puedo dejarlo así, han pasado seis años ¡Seis! – Negó con la cabeza – No puedo permitirlo más, nos ha cerrado la entrada al reino y la gente no puede comprar en el mercado, ha tomado a los jóvenes y los ha esclavizado.

-Daena... - se quejó.

-Y todo porque quiere desposarme, pero no puedo desposar a alguien que maltrate y golpee a mi pueblo y mucho menos a mi familia – Sckarn cada vez que escuchaba algún comentario sobre Dorian queriendo desposar a Daena, algo en su interior emanaba fuego por la furia de solo pensar en Daena con ese, como lo llamaba el maldito enano.

-Si vas a ayudarme, bien. Si no, no estorbes – liberó su mano del agarre de Sckarn y siguió su camino. Suspiró y la siguió.

-Al menos hazme caso – intervino sabiendo que no habría manera de hacerla cambiar de opinión.

-¿Por qué debe... - la interrumpió atrayéndola para sí y ocultándose detrás de un árbol.

-Porque he hecho esto miles de veces – susurró en su oído – Abanderados de Dorian, al este – por el rabillo del ojo los divisó a lo lejos – Yo me encargo – quitó con desgano la mano de la cintura de Daena que la mantenía con firmeza, para darse la vuelta y quedar de espaldas a ella.

Bajó la mano a un costado para luego abrirla y citar algunas palabras en latín Nix, nivis frigus, vos have vestri frigore corporis (Nieve, fría nieve, has que su cuerpo hiele.) El hombre que había captado sus ojos como su objetivo empezó a temblar hasta que se quedó rígido con la piel purpura.

-¿Pero qué infiernos...? – se quejó Daena tomándose el pecho, sintió una pequeña punzada en su interior, dejándola ligeramente mareada. Sckarn la tomó del rostro buscando signos de que estuviera bien.

-¿Estás bien? – preguntó

-Si... creo que cuando usas magia, me afecta un poco.

-Tomé un poco de tu energía, lo siento – se disculpó – No he bebido en algún tiempo.

-Está bien – se estabilizó. Sckarn llevaba meses sin beber sangre, la que le mantenía fuerte para proteger a Daena, pero cuando se estaba quedando sin reservas, el Alestra le permitía tomar un poco de energía de su protegida y viceversa, era una manera de canalizar la energía para ayudarse en momentos de emergencia.

-Sigamos – respondió finalmente.

Minutos después, llegaron a las murallas del reino de Stuttgart, por suerte, los soldados de la entrada estaban dormidos, era casi media noche.

Quedaban pocos minutos para que Daena cumpliera veintiún años, sus padres habían entendido que ya no era una niña desde hace mucho, como adulta y nueva líder de la familia era capaz de tomar decisiones importantes, por lo tanto habían dejado de buscarle esposo.

Cruzaron en silencio la entrada, cuidando de no despertar a los guardias y se ocultaron detrás del carruaje, donde se bajaron un hombre y una mujer completamente extraños, que para Sckarn les fue extrañamente familiar debido a su olor, pero no pudo descubrir sus identidades.

Daena, por otro lado estaba distraída viendo a Sckarn; se veía hermoso bajo la luz de la una, tenía el cabello con suaves rizos que enmarcaban su rostro a la perfección, sin mencionar la pequeña barba que envolvía la mitad de su rostro, tenía una nariz, recta y fina, miraba atentamente que todo estuviera despejado para poder salir.

Sckarn tomó a un guardia que estaba distraído, y sin que tuviera oportunidad de que gritase o hiciera algo para librarse de su agarre, y desgarró su garganta con sus feroces dientes, mientras la sangre corría caliente por su garganta, quitando su sed y llenándolo de poder, un poder que fue emergiendo dentro de su ser.

Dejó el cuerpo sin vida en el suelo y tomó a Daena de la cintura, convirtiéndolos en una nube oscura haciendo que ella cerrase los ojos por la bruma, el símbolo que los unía brillaban en sus muñecas, se elevaron por lo alto hasta traspasar la dura pared de piedra de una de las torres del castillo. 

Abrió los ojos y lo tenía de frente, a centímetros de su rostro, un solo respiro y sus labios se tocarían, un ruido se interpuso entre ellos, lo cual hizo que se separaran e ir a esconderse detrás de una columna y pudieron divisar a Dorian desaparecer detrás de una puerta.

Con cuidado de no hacer ruido, se colocaron detrás de la puerta para tratar de escuchar si decía de algún próximo ataque hacia Schwarzwald.

-¿Qué hacen aquí? – la voz de Dorian se escuchaba al otro lado de la puerta, no estaba solo.

-Creo que nos debes algo, niño – esta vez fue una voz masculina que no conocían.

-¿Yo? Yo no les debo nada, largo de aquí – masculló Dorian, se escuchaba molesto. ¿Quiénes eran esas personas? ¿Por qué venían a cobrarle? Todo esto se lo preguntaban Sckarn y Daena, mientras compartían miradas de entendimiento.

-La chica, no has hecho lo que te dije – una voz femenina, hizo protagonismo a estas palabras. Daena abrió los ojos como plato, se referían a ella. Puso más atención.

-Necesito más tiempo, ya la estoy quebrando – contestó Dorian.

-El tiempo se te está acabando, niño – masculló la voz femenina – Recuerda, que nos debes mucho por haber acabado con tus estúpidos padres.

Dorian había contratado a estas personas para acabar con la vida de sus padres y así convertirse en rey, estaba enfermo... muy enfermo, pensó Daena tomando la mano de Sckarn en busca de apoyo y fue correspondido con un ligero apretón.

-Tienes tres días – la voz masculina volvió a retumbar en la sala – Dame a la chica o te quito todo tu querido y asqueroso reino.

-¿Por qué la quieren? – preguntó.

-No es asunto tuyo – Sckarn haló a Daena, cuando escuchó pasos acercarse a la puerta, volviendo a esconderse detrás de la columna – Tienes tres días – amenazó.

El hombre y la mujer aparecieron por la puerta, el hombre paró en seco, inspiró hondo y sonrió para mirar en dirección donde el escondite de Sckarn, curvó las comisuras de sus labios, para dejar escapar un ligero ronroneo.

Desaparecieron por el corredor los desconocidos. Daena sin darse cuenta, se encontraba abrazada a Sckarn, estaba más pálida que de costumbre.

-Debo llevarte a casa – negó – Debí haberte llevado a casa.

-¿Quiénes eran esos? ¿Por qué me quieren? – preguntó Daena presa del pánico.

-No lo sé, pero te protegeré de ellos – avanzaron a través de otro corredor a paso rápido, de pronto fueron vistos por unos guardias cuando llegaron al salón principal del trono.

Daena sintió otra punzada en su interior lo que la hizo encogerse, mientras los guardias corrían en su dirección, decididos a atacar, empuñaron una lanza apuntando en dirección a Daena que se abrazaba a si misma a causa del dolor. 

Sckarn por instinto, se abrazó a ella evitando que la filosa punta la tocara y envolviéndolos en una bruma oscura nuevamente, desapareciendo del lugar dejando atrás ese lugar y la mirada de estupefacción de Dorian.

Kilómetros de allí, fueron materializándose en la nieve a unos metros de un pequeño pozo. Daena seguía con la punzada, que cada vez se hacía mayor.

-Ven déjame ayudarte – dijo Sckarn.

-Estoy bien, estoy bien – contestó, sintiendo como desaparecía el dolor - ¿Qué es eso? – Preguntó, viendo como la nieve se tintaba de rojo - ¿Eso es sangre? ¡Estas herido!

-No te preocupes por eso.

-¿Qué no me preocupe? – Reclamó – Déjame ver.

-No, de verdad no te preocupes por eso – por supuesto que estaba herido, pero al ser un demonio, podía curarse rápidamente. La sangre solo fue algo alarmante.

-Te exijo que me dejes ver – ordenó.

-¿Qué? ¡No! – se quejó con una mueca – De verdad, no te preocupes. Estoy perfectamente.

-Ni hablar – fue directamente al abdomen de Sckarn, donde estaba lo húmedo de la herida.

Tras luchar contra las hábiles manos de Sckarn que evadían las de Daena, lo cual fue en vano, porque termino despojando el área de las ropas, fue entonces cuando vio, estaba completamente cerrada, sanada, incluso sin rastros de alguna herida.

-Te dije que estaba bien – repitió mirando la cara de incredulidad de Daena. Que ya no observaba la herida, lo contrario, el cincelado abdomen del demonio que yacía tendido en la nieve con el torso desnudo; ya no le quedaba la incertidumbre de que era lo que pasaba en su interior cuando lo veía de esa manera.

Algo dentro de ella a viva voz le gritaba una sola cosa. Deseo, lo deseaba, deseaba tocar esos abdominales, no; todo el cuerpo del demonio, le era demasiado tortuoso imaginarlo. Quería hacerlo, sus ojos se encontraron y él tenía la misma mirada centellante, pero después de un palpitar, volvió a su máscara neutra de siempre.

Daena no se quedaría con las ganas, se armó de valor con un suspiro y sentenció.

-Báñate conmigo – los ojos de Sckarn se abrieron como platos cuando Daena se levantó del suelo y empezó a desvestirse delante de sus narices, siempre quiso admirar completamente su belleza, tenía curiosidad de que ocultaban sus ropas. Pero no podría hacerlo, iba en contra de las reglas, no podía amarla como lo merece.

Tenía que detenerla, aunque no quisiera, debía hacerlo si quería seguir a su lado.

-Yo... no, no puedo – susurró en un vago intento de detenerla. Deslizó su vestido, después de soltar los amarres, liberó primero los hombros; seguido de las mangas, liberando los más perfectos pechos sonrosados que Sckarn haya visto en toda su existencia.

El resto del cuerpo de Daena lo sorprendió aún más, era como ver a Afrodita, tenía la piel pálida y de aspecto suave. La voz de su hermano retumbó en su cabeza ''Somos débiles ante la carne'' y lo maldijo por tener razón, la deseaba, aquí y ahora, sobre todo para siempre.

-Es una orden – repitió dándose la vuelta para entrar al agua, eran de las curativas, que por naturaleza eran calientes y acogedoras.

Sckarn hizo el mismo procedimiento de manera torpe debido a los nervios, deleitando a Daena con su desnudez, fue como si estuviera viendo una escultura en movimiento tenia los hombros anchos, brazos fuertes al igual que las piernas, los abdominales cincelados y contraídos.

Se adentró en el agua a unos pasos de ella y sin más, para terminar de destrozarlo, se dio la vuelta colocando la larga melena roja como el fuego, a un lado, dejando al descubierto los estrechos hombros que invitaban a besar esa espalda delgada, siguiendo con la curvilínea figura.

-Báñame – ordenó nuevamente.

-Mi lady... yo... - dudó.

-Es una orden – pronunció. Sckarn tomó con sus manos un poco de agua para derramarla sobre los hombros de Daena, provocando una corriente eléctrica por su columna cuando masajeó suavemente.

Rápidamente, se dio la vuelta; ambos tenían la respiración acelerada, era como si el aire era espeso y les era pesado respirar. Las temblorosas manos de Daena viajaron al musculoso pecho de Sckarn, que tenía los dientes apretados tratando de controlarse y alejando esos pensamientos de tomarla y amarla de todas las maneras posibles.

De pronto, Daena se dejó llevar por el montón de sentimientos que tenía en su interior y se abalanzó sobre Sckarn sumergiéndolos en el agua, enredando su cuerpo alrededor del demonio, buscó sus labios, pero con agilidad, Sckarn los trajo a ambos a la superficie evitando que sus labios se uniesen.

-No puedo – dijo en un susurro.

-Por favor – rogó, acariciando el rostro del demonio tratando de atraerlo a sus labios.

-Lo siento – se disculpó acunando su cara entre sus manos en respuesta. Los ojos de Daena estaban tan líquidos como el agua que los acogía.

Quitó las manos de su rostro, se dio la vuelta para no dejar que viera como su rostro era invadido por lágrimas producto del rechazo de su amor. Se vistió para luego tomar rumbo dentro del bosque y caminó, sin mirar atrás.

Sckarn salió del agua para empezar a vestirse, tenía que buscar a Daena, no se encontraba bien ni en condiciones para estar sola, sobre todo con las atrocidades que se encontraban en el bosque, más que Dorian, estaría buscándolos para castigarlos por haber entrado a su reino... o quizás, solo quizás, por haber descubierto sus planes.

Divisó a lo lejos con su vista de demonio varios hombres montados a caballo, que se regresaban a gran velocidad en dirección a Stuttgart, pudo divisar algo que reconoció al instante, el vestido verde y desgastado de Ellis ¿Por qué tenían ellos las ropas de Ellis?

De pronto, el grito ahogado de Daena hizo que la marca que los unía para siempre llameó en su muñeca. Corrió con todas las fuerzas en su dirección y cuando llego a su encuentro, lo que vio no lo podía creer. Ellis, colgada de un árbol sin vida con un letrero que decía ''Bruja''.

Daena soltaba gritos ahogados mientras veía a su tía muerta y humillada. Sckarn corrió a su encuentro, para aliviarla de su agonía, pero lo que recibió fue rechazo de su parte.

-¡Bájala! ¡Bájala ahora! – Ordenó entre su propia histeria - ¡Te dije que la bajaras! ¿Qué es lo que estas esperando? – chilló golpeándole el pecho entre sollozos.

Hizo lo que se le ordenó y con cuidado se dedicó a bajar el cuerpo, ella lo acogió en sus brazos mientras lloraba desconsoladamente.

-¡Me las va a pagar! – Rugió – Esto no puede quedarse así ¿Puedes revertirlo? ¿Puedes hacer que viva otra vez? ¡Ya se! El hechizo que usé con Neal – balbuceó torpemente las palabras acariciando el rostro sin vida de Ellis, la piel del cuello se encontraba maltratada por el agarre de la cuerda, esa era la única herida que poseía, el resto de su cuerpo se encontraba intacto, vestía una simple enagua blanca.

-Me temo que no podemos revertirlo, Daena para. Mi padre se encargará de su alma – concilió arrodillándose a su lado acunando su rostro como siempre lo hacía – Tenemos que irnos de aquí, tu familia ha de estar preocupada mi lady.

-¿De qué me sirve tener poderes, cuando no puedo usarlos en lo que realmente importa? – lamentó.

-Lo siento – se limitó a responder – me encargaré del funeral si desea.

-Hagámoslo aquí, no quiero que mi madre y mucho menos Neal la vean, no así.

-Iré por leña – se levantó y se echó a andar en el bosque.

Daena, que se encontraba de rodillas; acariciando el rubio cabello de Ellis, sollozaba silenciosamente mientras las lágrimas heladas sobre el cadáver.

Después de unos minutos, Sckarn regresó con una gran cantidad de leña el cual acomodó en el suelo asemejando a una cama y colocó a Ellis sobre ella.

Daena fue rozando con sus manos el rostro de su tía por última vez mientras empezaba a emanar fuego de sus manos para empezar a quemarla.

Se refugió en los brazos del demonio para terminar de sollozar, hasta quedarse casi seca, minutos después miraba las llamas arder y solo una cosa inundaba en su interior, odio y venganza.

Dejaron la hoguera atrás para encaminarse a Schwarzwald, le daría la mala noticia a su familia, por la mañana. Ya era el día de su cumpleaños, cumplía oficialmente veintiún años, al llegar al pueblo estaba en completa calma y soledad, se introdujeron en la casa, afortunadamente todos dormían profundamente ¿Cómo les daría la noticia mañana? ¿De dónde sacaría el valor?

-Debería intentar descansar, mi lady – susurró Sckarn.

-Lo intentaré – suspiró con desgano.

Se acostó en su cama y cerró los ojos y para su sorpresa logró quedarse dormida. Sckarn buscó en su abrigo y consiguió el regalo que le tenía a Daena por su cumpleaños, aunque no querrá celebrarlo, de todos modos le daría el presente.

Se acostó cerca de la chimenea, sobre una piel de lobo y con el obsequio envuelto en un pequeño trozo de tela roja de terciopelo en mano se quedó profundamente dormido.

A primera hora de la mañana todos estaban levantados y empezaban a felicitar a Daena y a Viktoria por su cumpleaños, naturalmente Viktoria estaba más emocionada por cumplir esa edad tan importante, había conocido a un chico de un pueblo lejano, que estaba pasando unos días en Schwarzwald, era sobrino nieto de los Wells y habían estado saliendo al bosque en varias oportunidades.


Daena no paraba de atormentarse con la imagen de ver a su tía colgada como un animal en la mitad del bosque.

-Mi lady, sé que no está en condiciones de pensar en su cumpleaños, pero me gustaría darle un pequeño presente – susurró cerca de su oído.

-No tenías por qué – respondió con otro susurro casi inaudible, que solo Sckarn escucharía.

-Claro que sí – sonrió levemente y depositó el trozo de tela en su mano, al abrirla se encontró con una delicada cadena plateada, del cual pendía una luna en fase menguante, también en plata que sostenía una pequeña gema de color granate. La levantó para admirar el trabajo de labrado en la piedra y en la luna – Es hermoso, gracias – le dedicó una pequeña sonrisa, que logró después de mucho esfuerzo.

-Permítame colocársela – anunció. Se colocó detrás de ella que levantó la larga melena, dejando al descubierto la nuca, con gran destreza manipuló el trancador dejando que el collar colgase alrededor de su cuello.

-Gracias – repitió – Saldré un momento, necesito pensar.

-Claro, la acompaño – dijo.

-No, quiero ir sola – cortó y salió de la casa.

Caminó hasta el río que quedaba a kilómetros del pueblo, tomó asiento en la orilla, suspiró y sin darse cuenta las lágrimas corrían por sus mejillas.

Dorian estaba destruyendo su vida poco a poco, primero Denis, un gran amigo, luego atacó a Neal para entonces asesinar a Ellis, ninguno de ellos no lo merecían, no merecían que Dorian les hiciera daño por su culpa, por su testarudez; sin embargo, no podría casarse con Dorian, para que finalmente todos sus ataques cesaran, no lo amaba, no era su verdadero amor aunque su verdadero amor, no parecía mostrar interés en ella.

Además de Dorian, estaba ese hombre y esa mujer, que también estaban interesados en ella, pero ¿Por qué? No los había visto nunca en su vida.

Su mano viajó hasta el colgante de luna que fue su obsequio de cumpleaños, estaba triste, frustrada y confundida pero más que todo, destrozada todo era simplemente... demasiado, ella no había pedido esta vida ¿Acaso había sido elegida para sufrir? Se preguntó.

-No lo entiendo – dijo en voz alta.

-¿Quieres que te lo explique? – la voz de Dorian se escuchó a sus espaldas. Daena se dio la vuelta y lo miró con todo el odio que le tenía.

-¡Tu maldito! – bramó.

-Así me gustan... furiosas – dijo petulante – A diferencia de tu tía, lástima que tuve que hacerlo, era muy hermosa, esos rizos dorados. Rogó por su vida como una niña – burló.

Daena tomó toda la ira que tenía por dentro y fue decidida a atacar a Dorian, pero algo la detuvo en seco haciéndola caer; la punzada que llevaba molestándola horas atrás volvió, pero aún más fuerte provocando un dolor inaguantable en el pecho.

Sckarn, en Schwarzwald, percibió una alteración del Alestra cuando sintió una especie de puñal en su corazón y sentir que su cuerpo estaba siendo arrancado de cada extremidad. Gruñó con un sonido animal que salió de su garganta, todos en la casa voltearon hacia él. Dragan y Bernard fueron los que fueron a su encuentro.

-Hey, muchacho ¿Estas bien? – preguntó Dragan.

-Daena – susurró en respuesta.

-Ha de estar con Ellis ¿Qué te sucede? – Bernard lo movió un poco ya que estaba casi inmóvil, pudo notar que estaba helado. De pronto dejo atrás a Dragan y a Bernard para ir en búsqueda de Daena, si el Alestra estaba siendo alterado, Daena estaba en peligro.

En Stuttgart en una torre alta del castillo, Ratko y Kateline se encontraban manipulando todo lo que les estaba sucediendo a Sckarn y a Daena.

-Me siento tan vivo, ahora que logré escapar deese asqueroso hueco – dijo entre dientes mientras manipulaba unos cuantosobjetos – Ahora mi hermanito sabrá lo que es estar en la oscuridad y bajo eldesprecio del imbécil de mi padre.


-Pronto, serás tú quien gobierne, mi rey – siseó Kateline del otro lado de la habitación.

-Nací para gobernar – respondió – Tenemos todo listo, sangre de un demonio de la familia Inferno – abrió la carne en su mano dejando escapar el líquido rojo – Las pertenencias de una bruja blanca – extendió el vestido de Ellis – Cabello de la protegida – se las había ingeniado para conseguirlo, cuando la bestia Jehana que la secuestró años atrás halaba con fuerza el cabello de Daena – Y por último – miró a Kateline que lo devoraba con la mirada triunfante de cuando logras tu venganza justo como la planeas – Un sacrificio – anunció y la cara de la súcubo se contrajo en una mueca cuando Ratko la tomó del cuello.

-¿Por qué? No hice más que servirte – preguntó en un ahogado susurro mientras el aire abandonaba su cuerpo poco a poco.

-Lo siento, querida – se disculpó falsamente tomando la misma daga – Yo no hice las reglas – a continuación introdujo la daga en las entrañas de Kateline acabando con su vida mientras se retorcía en sus manos.

Reunió todos los ingredientes junto con el cuerpo sin vida de la súcubo en una mesa, colocó las manos sobre ellos y sus ojos se tornaron negros sin dejar que el iris se involucrase.

- Omnia vincula solvere potest, tuta praesidem vis amplius pacto coniuncti separari non potest amplius quam unum frangitur (Todo lo que se une se puede romper, el protector y la protegida no desean más estar unidos por este pacto que se separe, que se rompa y que se no se vuelva a unir jamás) - dijo y todo empezó a volverse humo en el viento.

Dorian se acercó a Daena que se tomaba el pecho y respiraba con dificultad, era como si su corazón estuviese quebrándose por cada latido.

-¿Por qué? – preguntó con dificultad. No hubo respuesta solo una sonrisa burlona de su parte.

Sckarn tomó camino por el bosque pero, solo alcanzó llegar al inicio del sendero, una última estocada acabó con su corazón y se desplomó en el suelo dejando escapar un quejido.

Daena por su parte pudo observar en su muñeca como el símbolo que la había acompañado los últimos años se desvanecía sabiendo así, que ya no estaría unida más a su demonio, su protector, su verdadero amor, Sckarn.

Después de tanta agonía, ambos cerraron sus ojos. Habían sido separados.    


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